Durante la precampaña del PSOE, anterior a las votaciones del 28A, se ha visto obligado a continuar pidiendo favores a los mismos socios de los que tuvo que valerse para conseguir vencer en la moción de censura que presentó para obligar al señor Rajoy a retirarse de la política. Como, dentro de este complicado “gremio” de la política, ninguna concesión tiene lugar si no media antes un precio por ella, es evidente que muchos de los partidos que colaboraron, de alguna manera, con el partido del señor Pedro Sánchez, se han convertido en acreedores de los socialistas cuando, en plena campaña, los famosos “viernes sociales” de los ministros del gobierno en funciones, se dedicaron a presentar leyes por medio de decretos ley que, posteriormente, requirieron ser convalidados por el Parlamento de la nación; algo que consiguieron mediante la colaboración de todos aquellos que fueron sus cómplices en aquella otras “hazaña” de la defenestración de don Mariano Rajoy.
Uno de estos partidos, el del señor Pablo Iglesias y su esposa la señora Irene Montero, Podemos, feminizado por razones de estrategia electoral, en un intento baldío de aquella activista de atraer hacia su redil a todas la féminas que no sintieran una repugnancia especial hacia el feminismo radical o el comunismo bolivariano, que viene representado dicho partido, por mucho que intenten cambiarle el nombre. Los resultados obtenidos, lejos de confirmar las expectativas que, ellos mismo, se habían atribuido, ha dejado evidenciado el gran bajón que ha sufrido Podemos respecto a las anteriores elecciones legislativas del año 2016. Una caída desde 71 escaños, cifra conseguida aquel año, a 42, resultado de estas elecciones del 28A; por mucho que se quiera disimular y atribuirlo a no haberse sabido explicar bien ( algo que comparten con el PP) Es un batacazo de -29 escaños, lo suficientemente significativo como para poderlo calificar de catástrofe electoral. Y se puede decir que fue el señor Pablo Iglesias quien, con su contribución a la campaña de los últimos días y, en especial, su afortunada intervención en los dos debates televisivos que tuvieron lugar al final de campaña, el que consiguió amortiguar, en parte, lo que hubiera podido ser el último estertor de aquel partido. Iglesias sabe que, contrariamente a lo que se venía barruntando, su partido no se ha convertido en la solución que se tenía en mente cuando se esperaba que, con la unión de ambas formaciones, se conseguiría la tan necesaria mayoría absoluta, imprescindible para gobernar la nación con un cierto desahogo. Y es por ello que está intentando, por todos los medios a su alcance que, el calculador Pedro Sánchez caiga en la trampa de concederles algún ministerio, dándoles entrada en un gobierno, sabiendo que, una vez instalados en él (algo parecido a lo que ocurre con Bildu en el País Vasco y Navarra) se van a convertir en verdaderas sanguijuelas, hasta conseguir hacerse con las principales claves básicas de la gobernación en aquellos lugares donde les sea posible. Pedro Sánchez ha decidido, de momento y suponemos que hasta las próximas consultas del 26M, que va a gobernar en minoría (123 escaños); una postura que, por cierto, le resultará más cómoda que cuando lo hizo con los 85 escaños, muchos menos de los que dispondrá a partir de ahora, teniendo en cuenta que, es muy posible, que en tan corto espacio de tiempo, no necesite tomar medidas en las que precise el apoyo de otros partidos.
No es de extrañar que, el señor Iglesias, vaya pasando de la súplica a la sesuda reflexión o la apelación a la unidad de las izquierdas y hasta a recurrir al recurso de las amenazas veladas, en su desesperada necesidad de tener algo positivo que ofrecerles a sus huestes con las que, por cierto, lleva un tiempo en el que sus relaciones internas dejan bastante que desear. No se debe olvidar, tampoco, que él y su mujer cometieron una de las torpezas mayores que cualquier progresista, comunista o anarquista pueda perpetrar: comprarse un chalé en uno de los barrios más exclusivos de la capital del reino; un palacete con piscina en una parcela de 2.000m m2, en Galapagar, con un coste estimado de 615.000 euros (aunque se dice que su precio real es muy superior). Seguramente, la actual situación del señor Iglesias y su partido deja de ser aquella que, sólo hace unos pocos días, les hacía creer tener asegurada su salvación, cuando se daba por hecho la formación de un gobierno entre ambas facciones políticas, Podemos y el PSOE.
En cuanto a los independentistas, si bien habían apostado por los socialistas, apoyados por el señor Iceta de PSC, la holgada victoria que han obtenido los socialistas, quieran reconocerlo o no, les aleja de aquella situación de la que se han valido desde la moción de censura, cuando eran indispensables sus votos para poder seguir gobernando o para tomar cualquier acuerdo en el Parlamento. No sabemos si siguen estando seguros de que el gobierno del PSOE, va a indultar a los imputados soberanistas que están siendo juzgados ante el TS, tal y como lo estaban con anterioridad a las elecciones o si, conociendo la versatilidad del señor Sánchez, ya empiezan a dudar de que ello y, el coste que supondría para el gobierno socialista, vaya a tener lugar o se va a dejar aparcado hasta tiempos mejores (para los posibles condenados, por supuesto). Es cierto que, a nivel regional, la victoria de ERC ha dejado claro que la izquierda sigue siendo el activo principal del que disponen los separatistas, sin que ello haya supuesto, como se esperaba, un derrota aplastante del PDECat, que ha salido bastante bien parado de su confrontación con sus compañeros soberanistas. Sin duda, depende de la evolución que se pudiera producir en los actuales apoyos de que dispone el PSOE para construir mayorías absolutas (nadie puede descartar que, en el caso de cuestiones de estas calificadas como “de Estado”, puedan tener el apoyo de Ciudadanos o, me atrevería a asegurar que, incluso, la abstención del propio PP). El control que, hasta ahora, tenían los independentistas sobre Pedro Sánchez, ha podido quedar muy reducido según los resultados actuales del arco parlamentario.
Sin embargo, al próximo gobierno del PSOE, le espera un verdadero obstáculo que le puede suponer un enfrentamiento directo con Bruselas y, muy posiblemente, el distanciamiento de los propios empresarios de la CEOE, ahora tan “exquisitamente” amables y corteses con los nuevos aires que soplan en la Moncloa que, con todo seguridad, van a cambiar de forma bastante radical si, como piden insistentemente los Sindicatos, acceden, como prometieron, a tirar abajo la reforma laboral que el PP llevó a cabo ( sin duda alguna presionado por Bruselas) mediante la cual el poder de los sindicatos en las empresas quedaba seriamente limitado, especialmente en la cuestión de los convenios colectivos, cuando se facultó a las empresas para poder elegir su propio convenio de empresa, en lugar de tener que aceptar los gremiales, sectoriales o nacionales. Una cuestión muy espinosa que puede romper, de una forma radical, la actual política de empleo que vienen llevando a cabo las empresas. No debemos olvidar nunca que las circunstancias económicas están dando señales alarmantes de una contención de la demanda, que puede dar lugar a un nuevo periodo de inseguridad para las empresas que, juntamente con el empeoramiento de la libertad de los empresario para contratar y regular su plantilla en caso necesario, puede suponer el estancamiento de la contratación o, en su caso, una regresión respeto a los contratos existentes.
Por desgracia, tanto CC.OO como UGT, los dos sindicatos mayoritarios en España, no se asemejan en nada al resto de sindicatos del resto de Europa que ya han abandonado las viejas técnicas de lu7cha de clases, usadas a principios del siglo pasado y hoy son capaces de discutir de tú a tú con los empresarios mediante argumentos económicos industriales y de márquetin, siendo capaces de entender que para los aumentos salariales siempre es necesario contemplarlos desde la situación económica de las empresas, sus posibilidades de mercado, su productividad y competitividad, que son los condicionamientos precisos para poder determinar si es posible o no su actualización o si, incluso, fuera necesario su disminución de ellos, para evitar los expedientes de regulación de empleo. El pedir por pedir, el buscar igualar los sueldos sin otro argumento de que no han de existir diferencias entre lo que cobra un trabajador u otro, sin entrar en su rendimiento, su interés en el trabajo, su asistencia, sus aportaciones a la innovación, en los tiempos actuales que corremos, no es más que pedir una insensatez. Por si fuera poco parece que, estos ineptos que dirigen los sindicatos mayoritarios del país, son incapaces de tener una visión de futuro, no de un futuro utópico, sino del futuro que ya tenemos a la vista. La robotización es un hecho, después de que los efectos de las nuevas técnicas digitales hayan hecho que el empleo, en muchas empresas, haya quedado reducido a unos pocos, generalmente personas de altas capacidades y preparación técnica; de modo que los antiguos peones van siendo eliminados sistemáticamente y, más lo van a ser, si como ya sucede en muchas empresas, las fábricas de automóviles por ejemplo, la intervención humana en las cadenas de fabricación y montaje están siendo sustituida por automatizaciones y por medio de robots que no se cansan, no se equivocan, no tiene fiestas, no tienen vacaciones ni permisos de paternidad o maternidad, ni caen enfermos o faltan al trabajo los días de fútbol. Y son mucho más baratos de mantenimiento. Y esto no es algo que sucederá dentro de unos años porque, señores, ya lo tenemos aquí en muchas de nuestras empresas, especialmente en aquellas en las que, el número de trabajadores contratados es más elevado.
O así es como, señores, desde la óptica de un ciudadano de a pie hemos querido dar una pequeña visión extractada y asequible, de lo que, desde la simple interpretación de un ciudadano cualquiera, se tiene del panorama político en el que nos encontramos. Queda un tema por desarrollar, que voy a dejar para un artículo monográfico. Es el tema de la monarquía en un país, como el que actualmente tenemos, de izquierdas. No es, ni mucho menos, un tema menor.
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