En este gran libro aparecen reflexiones y consideraciones llenas de ingenio y densidad. Es todo un mundo lo que se nos presenta en sus artículos que forman un continuo, aunque pueden leerse por separado y siguen poseyendo un sentido completo por sí mismos.
Las más de 1.100 páginas de los Ensayos son una especie de diario o biografía y también, en cierto sentido, de testamento vital. Como dice Enrique Azcoaga comentando a Montaigne: «Lo más difícil del mundo en literatura es crear un libro que suponga una imagen fiel del autor a que se debe». Y se puede decir que el pensador francés lo logró de modo magnífico.
Montaigne nació en el castillo de su mismo apellido en 1533 y falleció en el año 1592. Su familia pertenecía a la pequeña nobleza. Aunque parte del cultivo de la filosofía estoica confía en la razón humana también y dirige sus esfuerzos a la investigación del juicio humano.
Es consciente de sus dudas y de que es preciso mantener una actitud escéptica en algunas cuestiones. Sus opiniones e interpretaciones son en sí mismas muy valiosas para el propio Montaigne y las argumenta extraordinariamente bien en sus artículos. Nada de lo humano o lo divino le es extraño o ajeno.
En sus Ensayos escribe o habla de multitud de asuntos que le ocupan o le dan que pensar. Montesquieu dice de Montaigne: «En la mayor parte de los autores veo el hombre que escribe; en el caso de Montaigne, me encuentro, sin embargo, con el hombre que piensa». Y realmente es indudable que en su gran obra Montaigne no se limita a comentar a los pensadores y literatos antiguos sino que conversaba y pensaba con ellos y también con el lector y, como no, consigo mismo.
Con originalidad y con dudas, a veces, en lo que escribía. Además, Montaigne también se muestra rotundo con su estilo, ya que piensa de manera enérgica y fuerte.
Escribe en su artículo Del miedo lo siguiente: «A nada tengo tanto miedo como al miedo; de tal modo supera en consecuencias terribles a todas los demás accidentes». En efecto, porque no solo en las batallas en la Antigüedad también en la vida cotidiana produce resultados indeseados. En cambio la prudencia es lo más acertado, ya que el temor, por sí mismo, conduce a la inacción o a la evitación y ambas no son la mejor conducta en un mundo en el que la perseverancia, la tenacidad, y la fuerza son lo que nos lleva a ser mejores y a la superación de los problemas y dificultades propios de la existencia de todo individuo.
En el capítulo XLIV de sus Ensayos escribe Montaigne acerca Del dormir y expone varios ejemplos y uno de ellos es el siguiente: «Alejandro el Grande, el mismo día de la furiosa batalla contra Darío, durmió tan profundamente y hasta una hora tan avanzada de la mañana, que Parmenión se sintió obligado a entrar en su cuarto, acercarse al lecho, y llamarle hasta dos o tres veces para despertarle, pues la hora del combate se aproximaba». Esto indica que la falta de reposo o descanso perjudica la vida y además el sueño es uno de los placeres de la vida y no de los menores.
En otro artículo titulado De los libros Montaigne manifiesta como en toda su obra su gran erudición y numerosas lecturas de filósofos y autores antiguos y modernos y escribe que «Cuando un libro me aburre, busco otro y sólo me consagro a la lectura cuando el fastidio que me domina, si no hago nada, comienza a invadirme». Me parece muy moderno al decir que se debe leer con gusto o los libros que realmente nos emocionan o no se nos caen de las manos por farragosos, aburridos o poco interesantes. Y el gusto por determinado estilo de escritura puede cambiar o no a lo largo de la vida. Esto mismo lo explica también Montaigne.
Y no se plantea ningún tipo de problema para exponer libremente su opinión sobre todas las cosas e incluso acerca de las que no conoce mucho. Es consciente de los límites del conocer. Los breves fragmentos que he comentado son un acercamiento a los Ensayos de Montaigne y una invitación a su lectura.
En el imaginario colectivo, la violencia es algo que sucede “fuera”, en las calles, en las noticias, en las guerras, en los crímenes. Nos han enseñado a identificarla en lo visible, en el golpe, en el grito, en la amenaza. Pero hay otras formas de violencia que no se oyen ni se ven, y que por eso mismo son más difíciles de reconocer y mucho más dañinas.
Entre las múltiples experiencias que he vivido a lo largo de mi vida destacan las tres semanas que permanecí embarcado, allá por los ochenta, en el Ramiro Pérez, un barco mercante en el que realicé el viaje Sevilla-Barcelona-Tenerife-Sevilla enrolado como un tripulante más.
Una rotonda es el espejo de una sociedad. Cuando quieras saber cómo es un país, fíjate en cómo se aborda una rotonda, cómo se incorpora la gente y cómo se permite –o no– hacerlo a los demás. Ahí aparece la noción de ceda el paso, esa concesión al dinamismo de la existencia en comunidad, la necesidad de que todo esté en movimiento, de que fluya la comunicación y que todo el mundo quede incorporado a la rueda de la vida.