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“El discurso implicado del individuo, que solo se mira así mismo en el espejo, fue promovido por el neoliberalismo (…)”

El discurso neoliberal es un problema serio ¿Por qué es contradictorio en lo que promueve?

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Col28


En la década del 90´el peligro, según algunos autores, lo constituía la globalización. Hoy, esa globalización, quizás un poco más decantada, asumida y ramificada, se ha tornado más liquida – en palabras de Zygmunt Bauman – y trajo aparejada todos los efectos que los procesos que llevó le formularon, uno de esos efectos fue el neoliberalismo pos consenso de Washington.


Hoy ese efecto, vuelto a poner en praxis, nos debe interpelar, porque si consideramos que el discurso de aquellos que lo organizan (los que organizan al neoliberalismo) es la única realidad posible, entonces debatiremos en un campo de arenas movedizas. Y estas arenas movedizas las hemos soportado durante muchos hechos históricos: el discurso implicado del individuo, que solo se mira así mismo en el espejo, fue promovido por el neoliberalismo, como su sustancia constitutiva, de finales de los 80 y durante toda la década de los 90, en términos de eficiencia y libertad.

Desde sus comienzos, este discurso, no correspondía a la realidad o la necesidad económica de muchas regiones en las que se lo implementó, más allá de que los postulados del Consenso de Washington lo pretendieran, en la praxis y con el correr del tiempo, se demostró el fracaso. Hoy, constatamos que ese mismo discurso no corresponde tampoco a lo que pensaban realmente sus promotores. La evidencia histórica pos 90, pero también la que les toca a vivir a experiencias de nuevo neoliberales, como el caso de Argentina, hace que muchos lo promuevan como si fuera serio y responsable, cuando operativamente es en realidad un fracaso que augura otras etapas, desde luego con sus efectos, con sus daños colaterales.


A todo discurso se lo estudia, y al discurso del neoliberalismo lo seguimos estudiando, intentando descifrar sus vueltas de tuerca, sus contradicciones. En este sentido hace un tiempo se acuño el concepto “Sujeto neoliberal” como figura dicotómica. El “sujeto neoliberal”, el cual, desde un punto de vista psicosociológico y en cuanta construcción arbitraria, “se caracteriza – en lo esencial – por ser al mismo tiempo un trabajador y un ciudadano cuyo único sentido social es la pertenencia a determinados grupos”. Si bien, en este discurso que promueve el neoliberalismo, se destacó el hecho de que este nuevo sujeto promueva la libertad y busque emanciparse de las doctrinas totalitarias y del sometimiento al ritmo impuesto por las máquinas al hombre, algo que se calificó como “decisivo de la modernidad”,el sujeto neoliberal terminó por exaltar la individuación. Es decir, terminó por privilegiar la desafiliación con los otros. Podríamos decir, que desde allí busca delegar su responsabilidad por la libertad, lo que presupone o podría explicar el fenómeno de los nuevos fascismos democráticos, como es el caso de Brasil.


Además, enraizado también en la noción de que cada persona logra o tiene en la vida lo que se merece, el sujeto neoliberal es también un ser altamente moralizado, que de modo permanente y habitual se interpela en torno al concepto del “deberías ser”. Y es aquí donde se presenta la vuelta de tuerca, pues este proceder es alimentado por un discurso o doxa (vía a la verdad) paradójico emanado de los conceptos neoliberales del trabajo y la política, que reducen los derechos sociales a meros incentivos, al empleo a simple indicador de la empleabilidad y a la flexibilidad como pilar de la seguridad.


Vemos que entre los imperativos del mercado y las obligaciones de las decisiones democráticas existen grandes tensiones, pero ante todo, contradicciones que con pseudo sentido de legitimidad en la libertad, terminan disfrazando lo retrocesos, quizás para no asumir, a priori, responsabilidades históricas.


Este discurso también toma al mercado por la democracia, mientras ese mismo mercado hace estallar los marcos sociales. Un muy buen ejemplo de esto, a nivel mundial, fue la experiencia de Rusia que luego de 70 años de otra experiencia siniestra, se creyó libre instaurando condiciones mínimas de libre circulación del mercado. La experiencia de Rusia con la Troika, es decir, con el neoliberalismo, demostró un gran desmoronamiento de la calidad política de los 90 en ese país, y fue allí que el neoliberalismo se instaló después de la experiencia pinochetista de Chile con el laboratorio de Milton Friedman; el caso de Rusia terminó confirmando una noción que nosotros repetimos y debemos tener muy presente: que el mercado, y su discurso, no reemplaza a la política.


En conclusión, el discurso neoliberal es transversal en todo lo que se propone operar y constituye una doctrina homogénea de un modus operandi de gobernar.

El discurso neoliberal es un problema serio ¿Por qué es contradictorio en lo que promueve?

“El discurso implicado del individuo, que solo se mira así mismo en el espejo, fue promovido por el neoliberalismo (…)”
Cristian Iván Da Silva
domingo, 28 de abril de 2019, 09:37 h (CET)

Col28


En la década del 90´el peligro, según algunos autores, lo constituía la globalización. Hoy, esa globalización, quizás un poco más decantada, asumida y ramificada, se ha tornado más liquida – en palabras de Zygmunt Bauman – y trajo aparejada todos los efectos que los procesos que llevó le formularon, uno de esos efectos fue el neoliberalismo pos consenso de Washington.


Hoy ese efecto, vuelto a poner en praxis, nos debe interpelar, porque si consideramos que el discurso de aquellos que lo organizan (los que organizan al neoliberalismo) es la única realidad posible, entonces debatiremos en un campo de arenas movedizas. Y estas arenas movedizas las hemos soportado durante muchos hechos históricos: el discurso implicado del individuo, que solo se mira así mismo en el espejo, fue promovido por el neoliberalismo, como su sustancia constitutiva, de finales de los 80 y durante toda la década de los 90, en términos de eficiencia y libertad.

Desde sus comienzos, este discurso, no correspondía a la realidad o la necesidad económica de muchas regiones en las que se lo implementó, más allá de que los postulados del Consenso de Washington lo pretendieran, en la praxis y con el correr del tiempo, se demostró el fracaso. Hoy, constatamos que ese mismo discurso no corresponde tampoco a lo que pensaban realmente sus promotores. La evidencia histórica pos 90, pero también la que les toca a vivir a experiencias de nuevo neoliberales, como el caso de Argentina, hace que muchos lo promuevan como si fuera serio y responsable, cuando operativamente es en realidad un fracaso que augura otras etapas, desde luego con sus efectos, con sus daños colaterales.


A todo discurso se lo estudia, y al discurso del neoliberalismo lo seguimos estudiando, intentando descifrar sus vueltas de tuerca, sus contradicciones. En este sentido hace un tiempo se acuño el concepto “Sujeto neoliberal” como figura dicotómica. El “sujeto neoliberal”, el cual, desde un punto de vista psicosociológico y en cuanta construcción arbitraria, “se caracteriza – en lo esencial – por ser al mismo tiempo un trabajador y un ciudadano cuyo único sentido social es la pertenencia a determinados grupos”. Si bien, en este discurso que promueve el neoliberalismo, se destacó el hecho de que este nuevo sujeto promueva la libertad y busque emanciparse de las doctrinas totalitarias y del sometimiento al ritmo impuesto por las máquinas al hombre, algo que se calificó como “decisivo de la modernidad”,el sujeto neoliberal terminó por exaltar la individuación. Es decir, terminó por privilegiar la desafiliación con los otros. Podríamos decir, que desde allí busca delegar su responsabilidad por la libertad, lo que presupone o podría explicar el fenómeno de los nuevos fascismos democráticos, como es el caso de Brasil.


Además, enraizado también en la noción de que cada persona logra o tiene en la vida lo que se merece, el sujeto neoliberal es también un ser altamente moralizado, que de modo permanente y habitual se interpela en torno al concepto del “deberías ser”. Y es aquí donde se presenta la vuelta de tuerca, pues este proceder es alimentado por un discurso o doxa (vía a la verdad) paradójico emanado de los conceptos neoliberales del trabajo y la política, que reducen los derechos sociales a meros incentivos, al empleo a simple indicador de la empleabilidad y a la flexibilidad como pilar de la seguridad.


Vemos que entre los imperativos del mercado y las obligaciones de las decisiones democráticas existen grandes tensiones, pero ante todo, contradicciones que con pseudo sentido de legitimidad en la libertad, terminan disfrazando lo retrocesos, quizás para no asumir, a priori, responsabilidades históricas.


Este discurso también toma al mercado por la democracia, mientras ese mismo mercado hace estallar los marcos sociales. Un muy buen ejemplo de esto, a nivel mundial, fue la experiencia de Rusia que luego de 70 años de otra experiencia siniestra, se creyó libre instaurando condiciones mínimas de libre circulación del mercado. La experiencia de Rusia con la Troika, es decir, con el neoliberalismo, demostró un gran desmoronamiento de la calidad política de los 90 en ese país, y fue allí que el neoliberalismo se instaló después de la experiencia pinochetista de Chile con el laboratorio de Milton Friedman; el caso de Rusia terminó confirmando una noción que nosotros repetimos y debemos tener muy presente: que el mercado, y su discurso, no reemplaza a la política.


En conclusión, el discurso neoliberal es transversal en todo lo que se propone operar y constituye una doctrina homogénea de un modus operandi de gobernar.

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