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Opinión
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Cobardía ideológica

Pablo Alejandre Calviño, Badajoz
Lectores
martes, 16 de abril de 2019, 17:19 h (CET)

Mucho se ha hablado últimamente de la derechita cobarde y no poco se han ofendido por esta expresión los aludidos, especialmente en el PP, quienes, por toda prueba de descargo, invocan muestras de coraje como el rol de asesinados por ETA o, más recientemente, como los acosos, insultos y agresiones sufridos a manos de la chusma más infecta de nuestra sociedad. Bien, concédaseles tal valor, pero da igual, porque esas apelaciones a su bizarría son inoperantes frente a la acuasción que la auténtica derecha les hace: la cobardía que se les imputa no es física, sino ideológica. Y es ahí, en el campo de las ideas, donde la derechita de Rajoy y Casado demuestra una inconcusa falta de agallas, pues su enorme complejo de inferioridad frente a la izquierda no sólo les impide defender los valores conservadores tradicionales, sino que, peor aún, con frecuencia los empuja a atacarlos.

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Hay noticias que rayan el insulto y el desprecio hacia quienes se dirigen. Que son asumidas como una verdad irrefutable y que en ese globo sonda enviado no tiene la menor respuesta indignada de quienes las reciben. El problema, por tanto, no es la noticia en sí, sino la palpable realidad de que han convertido al ciudadano en un tipo pusilánime. En un mendigo de migajas a quien los grandes poderes han decidido convertirle, toda su vida, en un esclavo del trabajo.

La sociedad española respira hoy un aire denso, cargado de indignación y desencanto. La sucesión de escándalos de corrupción que salpican al partido en el Gobierno, el PSOE, y a su propia estructura ejecutiva, investigados por la Guardia Civil, no son solo casos aislados como nos dicen los voceros autorizados. Son síntomas de una patología profunda que corroe la confianza ciudadana.

Frente a las amenazas del poder, siempre funcionaron los contrapesos. Hacen posible la libertad individual, que es la única real, aunque veces no seamos conscientes de la misma, pues se trata de una condición, como la salud, que solo se valora cuando se pierde. Los tiranos, o aspirantes a serlo, persiguen siempre el objetivo de concentrar todos los poderes. Para evitar que lo logren, están los contrapesos.

 
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