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Opinión
Etiquetas | Disyuntiva | Reflexión | Progreso | Isaac Asimov
Por fortuna, la civilización asienta sobre numerosos pilares, sumando incuestionables conquistas en un progreso evidente

Virtualidad progresiva

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La ficción de aquellas narraciones entrañables de Isaac Asimov, adquieren un carácter descriptivo, revelador, leídas desde la realidad actual; pasaron de los aires premonitorios a la mayor verosimilitud. Ahora, muchas de sus descripciones las contemplamos como cercanas. Las relaciones a base de visualizaciones, sin el contacto directo entre las personas, se apoderan de las manifestaciones modernas, con una serie de consecuencias cuyo alcance apenas entrevemos. Junto a la extensión positiva de los contactos se infiltran tendencias inquietantes. Muy principal resulta el distanciamiento progresivo entre los intervinientes con los correspondientes aislamientos y soledades de las personas.

También hacian acopio aquellos relatos de las sorprendetes conquistas técnicas, acaparaban el núcleo central; con especial énfasis en sus logros biológicos. El control o desmadre de la genética, según la profundidad de la mirada con que observemos; en el horizonte siempre los diversos grados de selección pergeñados por los sectores dominantes. El control preventivo de las enfermedades o los métodos para contrarrestarlas. Describen la evolución de unos protagonistas en posesión de una longevidad de duraciones impensables. La reproducción en perfecto estado de control, desapareciendo los excesos de población; mientras se acrecienta el rumbo incierto de la prolongación de esas vidas.

Como respuesta en cierto modo lógica, después de los progresos virtuales, del mayor número de años en activo; cada elemento se acostumbra a las vivencias exclusivamente virtuales, con el botón de la desconexión siempre a mano. La circulación a base de esas visiones favorece el ensimismamiento de quienes se acostumbran a ese alejamiento con respecto a las cricunstancias de los prójimos, de sus inquietudes o deseos. Hasta los razonamientos se resienten desviados a esa exclusividad. La imagen de la pantalla es contemplada como un espectáculo transitorio poco relacionado con las personas concretas, dando paso a las alucinaciones de una entidades ficticias.

A ese deslizamiento de los individuos hacia el desempeño de papeles secundarios, contribuyen las maneras predominantes en torno al agrandamiento de los mecanismos tecnológicos; están introducidos en todos los sectores de la actividad humana. Al inicio con las maquinarias sencillas siguieron los robots e ingenios sofisticados. Las estructuras complejas automatizan con férreos marcajes las relaciones. Entrevemos o sufrimos esa posición de servidumbre de los humanos hacia los entramados creados con apariencia de mecanismos neutrales propios de la sociedad moderna. Aunque a nadie se le ocultan los movimientos ocultos subyacentes en las tramoyas manejadas por minorías sospechosas.

Lo peor de esta evanescencia progresiva de la mayor parte de los individuos es una huída manifiesta, una escapada de la realidad. Unos ocultos, otros olvidados, la evolución del sistema origina un panorama un tanto esquizoide, desconectado de las pulsiones individuales genuinas; apropiándose en exclusiva de la representación de la actividad humana. Se consolida una verdadera simulación que no debiera engañar a nadie; pero cuela incomprensiblemente por la asombrosa entrega de los mismos perjudicados, con el beneplácito de quienes aprovechan las circunstancias.

Tampoco son nuevos estos procedimientos adaptados a cada época. Hemos avanzado poco en ese sentido.

Entre los ilustrados mequetrefes disfrazados con la vacuidad de conductas ostentosas, desdeñosos con los contenidos sustanciosos; no se vislumbran avances con respecto a los enigmas del reto existencial. Las citadas huídas a través de la ciencia, visualizaciones y componendas, renuncian con orgullo a la consideración de cuanto no consideran controlable. Pretenden mirar hacia otro lado cuando de misterios se trata, como si de tal guisa quedarán aparcadas la numerosas incógnitas. Protagonizamos una auténtica burbuja conceptual de una altanería descontrolada. Lo cual no es óbice para la acechanza de tales misterios que nos constituyen desde las mismas raíces.

Cuando los datos se acumulan, aventados desde cualquier medio de difusión; ¡Oh, paradoja!, las mentalidades se orientan hacia la inopia con deleite suicida, lo hacen con tal ahínco que muestran su incapacidad para la configuración de sentidos convincentes de cara a sus proyectos. Es notoria la desorientación general una vez minados los posibles puntos de apoyo. Esa ya sucedía en tiempos arcaicos y reaparece en las floraciones modernas. Promueven el renacimiento de los oráiculos con estilos de lo más vistosos. Con el mayor descaro, tan vacíos de contenidos como la gente corriente aparecen encumbrados sobre populismos, poltronas, puestos callejeros, tertulias, etc.

Por fortuna, la civilización asienta sobre numerosos pilares, sumando incuestionables conquistas en un progreso evidente. Cada periodo introduce mejoras de calado profundo en los pueblos. Los ámbitos de la alimentación, sanitarios, condiciones de trabajo, posibilidades educativas o comunicaciones, disponen de recursos nunca conocidos previamente. Aunque surgen de manera simultánea degradaciones penosas. En una simple observación de los comportamientos circundantes se acumulan ejemplos deplorables de toda laya y en sectores imprevistos. Las quejas apuntan a los dirigentes, pero no ocultan las extendidas irresponsabilidades el el sistema social imperante.

Las figuras que aparecen ante nuestros ojos son reveladoras, descubren los embrollos como denuncias superficiales.

Son fotogramas explícitos que dejan pocas dudas sobre ese mar de fondo de los equívocos degradantes. Topamos con esas imágenes aún sin pretenderlo. Ante su presencia destacan sobre todo dos opciones principales de signo bien distinto.

Absortos ante las imágenes detectadas, cabe la primera postura por parte de los observadores; la mera contemplación conformista sobre sus derivaciones, adaptados a sus condicionamientos, convirtiéndose en cómplices acomodaticios de las situaciones reflejadas. Las estadísticas acopian los números del seguidismo irracional.

Con su actitud, refuerzan aquellas posiciones encaramados a las delimitaciones virtuales y sus desviaciones.

Situados ante el mismo fotograma es posible también la disposición perceptiva de los intrépidos y perspicaces, hurgando en los matices de unos detalles, que delatan las estructuras y procedimientos intempestivos plegados a esas condiciones virtuales simuladoras de la realidad absoluta a tener en cuenta. En su condición de descubridores de esas andanzas subrepticias, cabría pensar en la mayor coherencias de sus respuestas. La balanza se muestra un tanto inclemente con el común de la gente, porque los avispados trepadores utilizan sus arrestos con gran tenacidad, acogotando a las actitudes moderadas.

Virtualidad progresiva

Por fortuna, la civilización asienta sobre numerosos pilares, sumando incuestionables conquistas en un progreso evidente
Rafael Pérez Ortolá
jueves, 21 de marzo de 2019, 16:25 h (CET)

La ficción de aquellas narraciones entrañables de Isaac Asimov, adquieren un carácter descriptivo, revelador, leídas desde la realidad actual; pasaron de los aires premonitorios a la mayor verosimilitud. Ahora, muchas de sus descripciones las contemplamos como cercanas. Las relaciones a base de visualizaciones, sin el contacto directo entre las personas, se apoderan de las manifestaciones modernas, con una serie de consecuencias cuyo alcance apenas entrevemos. Junto a la extensión positiva de los contactos se infiltran tendencias inquietantes. Muy principal resulta el distanciamiento progresivo entre los intervinientes con los correspondientes aislamientos y soledades de las personas.

También hacian acopio aquellos relatos de las sorprendetes conquistas técnicas, acaparaban el núcleo central; con especial énfasis en sus logros biológicos. El control o desmadre de la genética, según la profundidad de la mirada con que observemos; en el horizonte siempre los diversos grados de selección pergeñados por los sectores dominantes. El control preventivo de las enfermedades o los métodos para contrarrestarlas. Describen la evolución de unos protagonistas en posesión de una longevidad de duraciones impensables. La reproducción en perfecto estado de control, desapareciendo los excesos de población; mientras se acrecienta el rumbo incierto de la prolongación de esas vidas.

Como respuesta en cierto modo lógica, después de los progresos virtuales, del mayor número de años en activo; cada elemento se acostumbra a las vivencias exclusivamente virtuales, con el botón de la desconexión siempre a mano. La circulación a base de esas visiones favorece el ensimismamiento de quienes se acostumbran a ese alejamiento con respecto a las cricunstancias de los prójimos, de sus inquietudes o deseos. Hasta los razonamientos se resienten desviados a esa exclusividad. La imagen de la pantalla es contemplada como un espectáculo transitorio poco relacionado con las personas concretas, dando paso a las alucinaciones de una entidades ficticias.

A ese deslizamiento de los individuos hacia el desempeño de papeles secundarios, contribuyen las maneras predominantes en torno al agrandamiento de los mecanismos tecnológicos; están introducidos en todos los sectores de la actividad humana. Al inicio con las maquinarias sencillas siguieron los robots e ingenios sofisticados. Las estructuras complejas automatizan con férreos marcajes las relaciones. Entrevemos o sufrimos esa posición de servidumbre de los humanos hacia los entramados creados con apariencia de mecanismos neutrales propios de la sociedad moderna. Aunque a nadie se le ocultan los movimientos ocultos subyacentes en las tramoyas manejadas por minorías sospechosas.

Lo peor de esta evanescencia progresiva de la mayor parte de los individuos es una huída manifiesta, una escapada de la realidad. Unos ocultos, otros olvidados, la evolución del sistema origina un panorama un tanto esquizoide, desconectado de las pulsiones individuales genuinas; apropiándose en exclusiva de la representación de la actividad humana. Se consolida una verdadera simulación que no debiera engañar a nadie; pero cuela incomprensiblemente por la asombrosa entrega de los mismos perjudicados, con el beneplácito de quienes aprovechan las circunstancias.

Tampoco son nuevos estos procedimientos adaptados a cada época. Hemos avanzado poco en ese sentido.

Entre los ilustrados mequetrefes disfrazados con la vacuidad de conductas ostentosas, desdeñosos con los contenidos sustanciosos; no se vislumbran avances con respecto a los enigmas del reto existencial. Las citadas huídas a través de la ciencia, visualizaciones y componendas, renuncian con orgullo a la consideración de cuanto no consideran controlable. Pretenden mirar hacia otro lado cuando de misterios se trata, como si de tal guisa quedarán aparcadas la numerosas incógnitas. Protagonizamos una auténtica burbuja conceptual de una altanería descontrolada. Lo cual no es óbice para la acechanza de tales misterios que nos constituyen desde las mismas raíces.

Cuando los datos se acumulan, aventados desde cualquier medio de difusión; ¡Oh, paradoja!, las mentalidades se orientan hacia la inopia con deleite suicida, lo hacen con tal ahínco que muestran su incapacidad para la configuración de sentidos convincentes de cara a sus proyectos. Es notoria la desorientación general una vez minados los posibles puntos de apoyo. Esa ya sucedía en tiempos arcaicos y reaparece en las floraciones modernas. Promueven el renacimiento de los oráiculos con estilos de lo más vistosos. Con el mayor descaro, tan vacíos de contenidos como la gente corriente aparecen encumbrados sobre populismos, poltronas, puestos callejeros, tertulias, etc.

Por fortuna, la civilización asienta sobre numerosos pilares, sumando incuestionables conquistas en un progreso evidente. Cada periodo introduce mejoras de calado profundo en los pueblos. Los ámbitos de la alimentación, sanitarios, condiciones de trabajo, posibilidades educativas o comunicaciones, disponen de recursos nunca conocidos previamente. Aunque surgen de manera simultánea degradaciones penosas. En una simple observación de los comportamientos circundantes se acumulan ejemplos deplorables de toda laya y en sectores imprevistos. Las quejas apuntan a los dirigentes, pero no ocultan las extendidas irresponsabilidades el el sistema social imperante.

Las figuras que aparecen ante nuestros ojos son reveladoras, descubren los embrollos como denuncias superficiales.

Son fotogramas explícitos que dejan pocas dudas sobre ese mar de fondo de los equívocos degradantes. Topamos con esas imágenes aún sin pretenderlo. Ante su presencia destacan sobre todo dos opciones principales de signo bien distinto.

Absortos ante las imágenes detectadas, cabe la primera postura por parte de los observadores; la mera contemplación conformista sobre sus derivaciones, adaptados a sus condicionamientos, convirtiéndose en cómplices acomodaticios de las situaciones reflejadas. Las estadísticas acopian los números del seguidismo irracional.

Con su actitud, refuerzan aquellas posiciones encaramados a las delimitaciones virtuales y sus desviaciones.

Situados ante el mismo fotograma es posible también la disposición perceptiva de los intrépidos y perspicaces, hurgando en los matices de unos detalles, que delatan las estructuras y procedimientos intempestivos plegados a esas condiciones virtuales simuladoras de la realidad absoluta a tener en cuenta. En su condición de descubridores de esas andanzas subrepticias, cabría pensar en la mayor coherencias de sus respuestas. La balanza se muestra un tanto inclemente con el común de la gente, porque los avispados trepadores utilizan sus arrestos con gran tenacidad, acogotando a las actitudes moderadas.

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Pienso, y esto no deja de ser una opinión exclusivamente personal, que la literatura debe estar escrita siempre desde el foco de la ilusión y la esperanza. Son los esenciales avituallamientos para la creatividad. No digo ya que las novelas deban tener un matiz rosa y de amores platónicos que nos alejan de la realidad. Porque ante todo hay que tener presente el punto de unión entre la ficción y la realidad.

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