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¿Suprimimos los deberes escolares?

Jesús  Salamanca
sábado, 2 de febrero de 2019, 09:28 h (CET)

Cuando se habla de educación, no faltan irresponsables que se creen que lo saben todo, que están al cabo de la calle y que ya están de vuelta. Hay algo muy claro y es que, quien dice que está de vuelta de todo, es que no ha ido a ninguna parte. Algo parecido es lo que le pasó recientemente a la Confederación Española de Padres y Madres del Alumnado (CEAPA).


No gustó nada entre el profesorado la estupidez de esa confederación respecto al tema de los deberes. Hasta algunas Juntas de personal docente se han tenido que manifestar al respecto, rechazando la campaña de boicot a los deberes. Ha sido calificado de vergonzoso el paso de la CEAPAporque cuestiona gratuitamente la profesionalidad del profesorado, a la vez que da una imagen negativa al alumnado.


En cuestiones de educación parece que todo el mundo tiene la solución a los problemas y es frecuente sacar la lengua a pasear más de la cuenta. A veces me acuerdo de un buen maestro de mi infancia –de esos que nos tenían trabajando todo el tiempo y nos mandaban deberes para casa—muy dado a los buenos consejos y al refranero, sobre todo cuando nos advertía que, en palabras de Catón: “La primera virtud es frenar la lengua, y es casi un Dios quien teniendo razón sabe callarse”.


Dicha confederación llegó a instar al alumnado "a no cumplir con lo que el profesorado le ha encomendado". ¡Es el colmo de la estupidez, la irresponsabilidad, de la osadía y de la gaznapirez más absurda! Muchas veces me acuerdo de un gran amigo, socialista él, que en casos como éste solía pensar en voz alta e insistir en que "si la incompetencia y la irresponsabilidad volaran, no nos daría el sol”. Voltaire, que era muy agudo, solía aconsejar el trabajo y el sacrificio hasta el punto de insistir en que “el trabajo aleja de nosotros tres grandes males: el aburrimiento, el vicio y la necesidad”

Muy acertadamente, la Junta de Personal Docente de Valladolid dijo en su momento que lo que procede es un debate "saludable y abierto en el seno de cada comunidad autónoma -- lo que ya se hace en muchos centros-- desde el respeto a la labor del profesorado y con la necesaria participación democrática de la comunidad educativa". Ese debate -- continúa la Junta-- puede canalizarse a partir del documento del Consejo Escolar de Castilla y León "Oportunidad de los deberes escolares. Sugerencias y orientaciones", donde --entre otras cuestiones-- se manifiesta: "El rechazo a dicha convocatoria de insumisión a realizar tareas escolares, además de pedir respeto y confianza en la labor del profesorado, y que no se cuestione nuestra profesionalidad".


Esa convocatoria a no realizar los deberes, no solo era desconcertante sino muy negativa desde todo punto de vista. Como docente creo que carece de cualquier beneficio para el alumnado. Tal vez lo mejor de todo es que la inmensa mayoría de padres, madres y alumnado no han hecho caso de esa convocatoria; un requerimiento más propio de un país tercermundista que de un país desarrollado y responsable con la educación.


En mi comunidad –Castilla y León—el tema de los deberes hace tiempo que quedó superado. El profesorado nunca ha entendido el hecho de querer “prohibir” los trabajos en casa; no se trata de recargar al alumnado, además de lo que ya ha trabajado en clase, sino que se trata de afianzar lo aprendido y completar el trabajo no finalizado. Me suelo tomar a mofa cuando algún padre o alguna madre dice que “eso de los deberes es retrógrado”. Y digo que me mofo de ello porque, cuando lleguen a otros niveles de estudio se van a tirar de una oreja y no van a llegar a otra. Siempre se ha dicho que la ignorancia es muy atrevida y que la ignorancia es la que más ruido hace.


A veces, algunos padres atiborran a sus hijos a actividades extraescolares, llenando la tarde completa e itinerando de academia en academia y, cuando llega la noche, se quejan porque aún están los deberes del colegio sin hacer. Ya decía mi abuela que "no se pueden tener dos yernos con una hija". Y digo yo: "Ni siquiera en estos tiempo; al menos no a la vez".


Personalmente, como profesor, me inclino por unos deberes personalizados y alejados de estar media tarde en ello. Ya he explicado mi postura en otras ocasiones, partiendo de la racionalización de los mismos y acabando en esa misma racionalización. Casualmente, al menos hasta el día de hoy, los padres que conozco y que se oponen a los deberes escolares en casa, son precisamente aquellos cuyos hijos van muy mal en los estudios, además de que en ellos se da esa circunstancia que antes apuntaba: tardes itinerando por academias para acabar el infante en la hora de fútbol sala; todo ello termina a las veintiuna horas, momento en que hay que comenzar a hacer deberes en casa con el consiguiente comentario negativo e insultante hacia el profesorado: "Estos mamones (no es éste el insulto sino otro que también acaba en "-ones" sin ser pareja de la cabra) se creen que su materia es lo más importante".


Con la cuestión de los deberes hay que ser perseverantes porque, como explicaba Walter Elliot: “La perseverancia no es una carrera de larga distancia, consiste en muchas carreras cortas, sucesivas”. Doy fe.

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No es ninguna novedad que vivimos en un tiempo donde el pulso de la coexistencia social parece haberse acelerado en una deriva incomprensible, enfrentándonos con la paradoja de una humanidad cada vez más próxima, sin que ello se traduzca necesariamente en la cercanía o comprensión mutua.

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