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El culebrón prosigue: Espinar abandona su cargo, Errejón se mantiene en sus trece e Iglesias y Montero urden un plan. ¿Podemos?

¿Podemos?

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La política es una ciencia que genera tanta incertidumbre que bien podría ser calificada como el antónimo de las matemáticas. Uno más uno no es dos, o que se lo digan a Iglesias y a Garzón a colación de las elecciones generales de 2016. Divide y vencerás, o que se lo digan a las formaciones de derecha en las elecciones autonómicas de Andalucía de 2018. La política es la ciencia de la inexactitud.


La izquierda política es la vida de Brian, esa escena en la que se vislumbra cómo se reparte la resistencia anti-imperialista: Frente Judaico Popular, Frente Popular de Judea, Frente del Pueblo Judaico, Frente Popular del Pueblo Judaico y Unión Popular; ¡todos disidentes! Solo hay que analizar la cantidad de matices que la derecha y el centro toleran en pro de la convivencia y que la izquierda no perdona. Matices que pudieran enriquecer o que degeneraran en una bicefalia.


Como me confesaba entre suspiros de resignación un viejo militante comunista que tuve la suerte que conocer hace unos años, la izquierda solo está unida en la cárcel. Podemos nació con ganas de asaltar los cielos; pero se quebró en Vistalegre II. Y, de aquellos polvos, estos lodos. Pablo Iglesias adoptó una línea dura, en dirección al Podemos primitivo, y Errejón otra más institucional, buscando las etiquetas de socialdemocracia y transversalidad por las que pujaban en las elecciones de 2015. Las bases, espíritus de las formaciones políticas, siempre están alejadas de la mayoría electoral y escoradas hacia posturas más radicales. Es un análisis que afecta en la izquierda, en el centro-izquierda, en el centro-derecha y en la derecha. La extrema derecha juega en otra liga. Así pues, las bases coronaron a Pablo Iglesias y sus tesis como los guías del partido morado, y desterraron a Errejón a un discreto tercer plano. No obstante, quizás como ostracismo o quizás como acto de generosidad, desde la cúpula pablista de Podemos se le encargó a Errejón la tarea de pilotar la candidatura autonómica de Podemos en Madrid.


La semana pasaba, como se sabe, todo explotó: Errejón se protegía bajo el paraguas de Más Madrid, con Carmena, Echenique se deshizo en quejas contra él con escaso tacto y la cúpula de Podemos advirtió que Errejón estaba fuera de Podemos y que concurrirían las siglas de igual forma a las urnas. Espinar abandonó el navío. No es errejonista, pero sí cree lo que muchos votantes de Podemos creen: Errejón tiene un capital político muy poco probable de ser igualado por un candidato alternativo, y podría ocurrir que Podemos se marcara un IU Comunidad de Madrid 2.0; es decir, que no lleguen al 5% de votos mínimo para atravesar las puertas de la Asamblea de Madrid con seis heraldos. En otras palabras, la competencia con Errejón podría hacer perder miles de votos porque Podemos no lograra entrar en la institución autonómica.


¿Las formas de Errejón no han sido las mejores, tan calculadas y tan frías? Tal vez, y hay que reconocer que la que sale perjudicada es Carmena, que pierde esa aura de política independiente e ingenua, ajena a las fontanerías internas de los partidos políticos. Errejón tenía que volar, y ha volado. Ahora, queda por ver si las tesis que perdieron Vistalegre II pueden ganar a la gente, o no. Lo que, en cualquier caso, está claro es que Podemos está herido, y puede condenar a la joven formación —un lustro de vida— a la muerte. O pasar a ser una suerte del PCE en IU y no un Podemos de Unidos Podemos o enfrentarse a una candidatura que tiene más que ganar que perder. Es verdad que, en política, sobre todo la de este país y en estos tiempos, todo cambia a velocidad de vértigo. Al igual VOX, ese partido extremista que era motivo de chanza y que creíamos superado, es el sostén del gobierno de Andalucía y amenaza con convertirse en la columna vertebral de un hipotético gobierno de derechas, Podemos, esa formación que muchos creen que ya cumplió su papel como canalizador de la indignación ciudadana, puede volver con más fuerza que nunca. Seré sincero: lo dudo; pero nunca digas nunca. 

¿Podemos?

El culebrón prosigue: Espinar abandona su cargo, Errejón se mantiene en sus trece e Iglesias y Montero urden un plan. ¿Podemos?
Marcos Carrascal Castillo
domingo, 27 de enero de 2019, 09:20 h (CET)

La política es una ciencia que genera tanta incertidumbre que bien podría ser calificada como el antónimo de las matemáticas. Uno más uno no es dos, o que se lo digan a Iglesias y a Garzón a colación de las elecciones generales de 2016. Divide y vencerás, o que se lo digan a las formaciones de derecha en las elecciones autonómicas de Andalucía de 2018. La política es la ciencia de la inexactitud.


La izquierda política es la vida de Brian, esa escena en la que se vislumbra cómo se reparte la resistencia anti-imperialista: Frente Judaico Popular, Frente Popular de Judea, Frente del Pueblo Judaico, Frente Popular del Pueblo Judaico y Unión Popular; ¡todos disidentes! Solo hay que analizar la cantidad de matices que la derecha y el centro toleran en pro de la convivencia y que la izquierda no perdona. Matices que pudieran enriquecer o que degeneraran en una bicefalia.


Como me confesaba entre suspiros de resignación un viejo militante comunista que tuve la suerte que conocer hace unos años, la izquierda solo está unida en la cárcel. Podemos nació con ganas de asaltar los cielos; pero se quebró en Vistalegre II. Y, de aquellos polvos, estos lodos. Pablo Iglesias adoptó una línea dura, en dirección al Podemos primitivo, y Errejón otra más institucional, buscando las etiquetas de socialdemocracia y transversalidad por las que pujaban en las elecciones de 2015. Las bases, espíritus de las formaciones políticas, siempre están alejadas de la mayoría electoral y escoradas hacia posturas más radicales. Es un análisis que afecta en la izquierda, en el centro-izquierda, en el centro-derecha y en la derecha. La extrema derecha juega en otra liga. Así pues, las bases coronaron a Pablo Iglesias y sus tesis como los guías del partido morado, y desterraron a Errejón a un discreto tercer plano. No obstante, quizás como ostracismo o quizás como acto de generosidad, desde la cúpula pablista de Podemos se le encargó a Errejón la tarea de pilotar la candidatura autonómica de Podemos en Madrid.


La semana pasaba, como se sabe, todo explotó: Errejón se protegía bajo el paraguas de Más Madrid, con Carmena, Echenique se deshizo en quejas contra él con escaso tacto y la cúpula de Podemos advirtió que Errejón estaba fuera de Podemos y que concurrirían las siglas de igual forma a las urnas. Espinar abandonó el navío. No es errejonista, pero sí cree lo que muchos votantes de Podemos creen: Errejón tiene un capital político muy poco probable de ser igualado por un candidato alternativo, y podría ocurrir que Podemos se marcara un IU Comunidad de Madrid 2.0; es decir, que no lleguen al 5% de votos mínimo para atravesar las puertas de la Asamblea de Madrid con seis heraldos. En otras palabras, la competencia con Errejón podría hacer perder miles de votos porque Podemos no lograra entrar en la institución autonómica.


¿Las formas de Errejón no han sido las mejores, tan calculadas y tan frías? Tal vez, y hay que reconocer que la que sale perjudicada es Carmena, que pierde esa aura de política independiente e ingenua, ajena a las fontanerías internas de los partidos políticos. Errejón tenía que volar, y ha volado. Ahora, queda por ver si las tesis que perdieron Vistalegre II pueden ganar a la gente, o no. Lo que, en cualquier caso, está claro es que Podemos está herido, y puede condenar a la joven formación —un lustro de vida— a la muerte. O pasar a ser una suerte del PCE en IU y no un Podemos de Unidos Podemos o enfrentarse a una candidatura que tiene más que ganar que perder. Es verdad que, en política, sobre todo la de este país y en estos tiempos, todo cambia a velocidad de vértigo. Al igual VOX, ese partido extremista que era motivo de chanza y que creíamos superado, es el sostén del gobierno de Andalucía y amenaza con convertirse en la columna vertebral de un hipotético gobierno de derechas, Podemos, esa formación que muchos creen que ya cumplió su papel como canalizador de la indignación ciudadana, puede volver con más fuerza que nunca. Seré sincero: lo dudo; pero nunca digas nunca. 

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