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Sánchez sigue negándose a sumir el riesgo de gobernar

“Cada pueblo tiene el gobierno que se merece” Winston Churchill
Miguel Massanet
sábado, 26 de enero de 2019, 08:45 h (CET)

Deberíamos de admitir que gran parte de lo que está sucediendo en España se debe a lo fácil que le resulta, a una gran mayoría de los españoles, el dejarse seducir por los agitadores de masas. La irrupción, con fuerza, en la política española del grupo Podemos de los señores Pablo Iglesias, Íñigo Errejón, Pablo Echenique y Monedero, unos seguidores de los sucesos del famoso movimiento del 15M, que contribuyeron con su colaboración a las maniobras del señor Chávez y, más tarde, del señor Maduro en Venezuela, y que tuvieron el acierto de estar en el lugar oportuno en el tiempo adecuado para que, sus falacias comunistoides, fueran captadas por una parte del pueblo español permeable a adherirse a las críticas contra un Gobierno que tuvo que apechugar con la responsabilidad de intentar sacar a España de una crisis mundial, que no supieron afrontar con las medidas adecuadas los que formaban el gobierno del señor Rodríguez Zapatero, una nulidad absoluta impregnada de un resentimiento contra todo lo que le recordara, de alguna manera, a la derecha; para él representada por el PP del señor Rajoy.


Los acontecimientos de estos días, las declaraciones incendiarias del señor Iglesias o los intentos de hacerse dueños de las calles, plenamente conseguidos, por diversos grupos de llamados huelguistas que, sobrepasando cualquier límite que aconsejara la prudencia, el derecho de huelga, el respeto por el resto de ciudadanos y la imprescindible contención en el empleo de la violencia, como medio coercitivo; han demostrado que se trataba de un colectivo de vándalos que, con su comportamiento inadmisible, han puesto en vilo a las ciudades de Madrid y Barcelona, perjudicando, no sólo a

 a economía de ambas urbes, sino que han creado una imagen denigrante de desorden e irresponsabilidad que, difícilmente, se borrará del imaginario de aquellas personas extranjeras que nos han visitado, en estas fechas, con motivo del FITUR u otros acontecimientos que, durante estas jornadas en las que han tenido lugar importantes eventos de carácter internacional en ambas capitales españolas.


Y es que, el comportamiento de este gobierno de izquierdas presidido por el señor Pedro Sánchez, del PSOE, es incapaz de tomar ninguna decisión que, en un momento dado pudiera soliviantar a quienes han decidido por su cuenta saltarse las leyes, desobedecer las normas, actuar a su antojo, invadir las calles, obstaculizar la vida del resto de ciudadanos, imponer el terror como medio de presionar a quienes están intentando trabajar en su oficio y enfrentarse a las fuerzas del orden, en muchos casos limitadas en sus actuaciones por las órdenes de sus supriores políticos, que temen que en cualquier refriega se produzca algún herido del que tengan que responder ante los tribunales.


Los efectos de estas políticas, lo mismo que la forma con la que, el actual ejecutivo, lleva sus conversaciones con los separatistas catalanes, dándoles todo el protagonismo que ellos vienen buscando, negociando de tú a tú, cediendo en todo lo que hace referencia a financiación, subvenciones, indemnizaciones etc. que le vienen exigiendo y manteniendo a todo el país en vilo, pendiente de cuál va a ser la novedad que se les va a ocurrir a aquellos que han encontrado en P.Sánchez a la persona ideal para ir adelantando en los progresos que piensan que les van a llevar a la consecución de sus objetivos: sangrando hasta dónde puedan el Tesoro de la nación española y, cuando lo consideren oportuno, volver a intentar la separación definitiva, previa una campaña de propaganda ( se les está permitiendo que la hagan sin dificultades en algunas naciones de nuestro entorno), para lo cual les interesa prorrogar cuanto puedan el mandato del actual presidente del gobierno español, al que saben que tienen agarrado por sus partes pudendas.


Los que buscan conseguir beneficios de esta situación ya han llegado a la conclusión de que están en un momento óptimo para forzar a los gobernantes, tanto autonómicos como del Gobierno central; simplemente utilizando a las masas ( parece increíble lo fácil que les resulta el convocar a diez mil o cincuenta mil personas para salir a las calles, apoderarse de ellas, cortar el tráfico y asustar a todos aquellos transeúntes, ajenos al problema, que se ven obligados e circular por aquellos lugares) lo que les permite crear el caos suficiente para que las autoridades, que tampoco se atreven a usar métodos expeditivos para desalojar a los que impiden la normalidad, sabedores de que al primer herido, aunque fuere leve, que se produzca entre los congregados, inmediatamente habrá una cámara que lo grabará y un sujeto que presente una denuncia por trato violento ante el juzgado de guardia. Parece increíble, pero es una realidad que se ha demostrado en cada ocasión en la que la fuerza de orden público ha intentado contener y evitar tropelías de grupos de manifestantes que los han estado provocando, precisamente para intentar conseguir que se produzca un accidente similar. El respeto por las instituciones ha desparecido; el miedo a las actuaciones de la policía ya no existe; los beneficios de semejantes altercados son evidentes y, en cierta manera, la manera más eficaz para que los negociadores enviados para conseguir el retorno al orden, se dejen chantajear ante la urgencia de que se vuelva a la normalidad, ya que una situación de desorden callejero siempre pone de los nervios a las autoridades responsables del orden ciudadano.



Es evidente que para aquellos activistas, revolucionarios, separatistas o antisistema, que están interesados en mantener una atmósfera ciudadana lo suficientemente enrarecida como para que la gente, que tenga que salir a la calle, lo haga con temor, el que quiera sacar su coche se lo piense dos veces, sabiendo que existe la posibilidad de que el lugar al que se dirige pudiera estar ocupado por cualquiera de estas manifestaciones que, cada día, tienen un motivo para manifestarse e impedir la vida normal de quienes tienen que acudir a su lugar de trabajo. Pero, señores, esto que parece evidente y que debería ser lo primero de lo que debiera preocuparse un gobernante que estuviera pendiente del bienestar ciudadano, no tiene validez cuando, como sucede en Cataluña, son los propios funcionarios, los encargados municipales de mantener el orden, los políticos que tienen a sus órdenes aquellas áreas municipales que deberían intervenir en cada ocasión que se produzca una alteración de la normalidad ciudadana, aquellos que, por cuestiones ajenas a su deber, por sectarismo nacionalista, por deslealtad a España y sus instituciones y por su interés en fomentar el desorden como medio para poner nervioso al gobierno Central, no sólo dejan de cumplir con su obligación sino que, con su pasividad, les dan alas a aquellos que ven como, por muchas que sean las barbaridades que cometen, nunca les ocurre nada.


Y antes de dar por concluido este comentario, tengo interés en mencionar algo que quizá haya pasado desapercibido para muchos, pero que, a mi entender tiene suma importancia. El señor José Ramón Bauza, expresidente de Baleares por el PP, ha abandonado el partido por disconformidad con la política lingüística que viene consintiendo el PP y que, al parecer, con la llegada del señor Casado no ha variado respeto a la que mantenía Rajoy, con su forma tolerante de gobernar. Seguramente se puede decir, sin temor a equivocarse, que el señor Bauzá era uno de los activos más valiosos del PP balear y, con toda seguridad, uno de los que más debiera de haber sido apoyado por la nueva dirección del partido de Fraga. Puede que, el señor Casado, tenga que plantearse antes de que sea tarde y la confianza e ilusión que ha conseguido infundir en muchos de los simpatizantes de su partido, pueda salir perjudicada, ante esta muestra de que uno de los puntos en los que mayor hincapié se ha hecho por todos los miembros y votantes del PP, durante esta época en la que el idioma castellano ha salido tan malparado en comunidades como la catalana o el País Vasco; un cambio en lo que parece ser una actitud demasiado tolerante respecto al derecho de los españoles de poder utilizar y tener derecho a educar a los hijos, en el castellano sin que el hecho de que existan otros idiomas con carácter cooficial, permita a aquella autonomías, en las que coexisten con el castellano, olvidarse de que lo prioritario es que, todos los españoles hablen , puedan ser educados y tengan derecho a expresarse sin que les cree problemas en la lengua oficial del Estado.


No dudamos de que, en el nuevo PP, todavía quedan individuos que quisieran que no se tocaran puntos tan delicados, pero lo que es evidente es que, después de la caída del señor Rajoy, que fue quien incumplió las promesas de defender el idioma patrio y otros temas que tampoco cumplió; los que nos alegramos del cambio y pensamos que el señor Casado no iba a dar un solo pasa atrás en este tema, hemos quedado sorprendido al conocer los motivos del señor Bauzá, mi paisano, para abandonar el partido al que siempre había pertenecido. Puede que haya sido un malentendido pero, sin duda alguna, Baleares merecería que, la Dirección del nuevo PP, pusiera una especial atención en este tema, debido a que, una autonomía en la que, por tradición, siempre fueron mayoría los gobiernos de derechas, que demostraron en numerosas ocasiones su adhesión a la corona y que, estos últimos años, por influencia catalana, han estado alimentando a unas minorías que han sabido apartar al mallorquín, el idioma que es hablado, juntamente con el menorquín y el ibicenco, en las tres islas mayores, por la mayoría de los habitantes del archipiélago, para intentar implantar el catalán, una lengua que nos es ajena cuando el dialecto mallorquín nada tiene que envidiar, por su sonoridad y cadencia, al catalán que intentan imponernos aquellos que se han plegado al intento de adhesión de las Baleares a lo que ellos han dado por llamar “els paisos catalans”, una simple invención del catalanismo independentista de la Generalitat catalana.


O así es como, señores, desde la óptica de un ciudadanos de a pie, tenemos el presentimiento de que hemos entrado, una vez más, en el terreno de la confrontación abierta y que, desafortunadamente, es el actual. Gobierno del PSOE el que está facilitando que el orden y el cumplimiento de las leyes se convierten en algo secundario, que puede ser sustituido impunemente por las manifestaciones callejeras o por los juicios paralelos alentados por los grupos feministas o por aquellos que han decidido rendirse como perros falderos a los intentos de las féminas de convertir a los hombres en robots, a las órdenes de quienes se están convenciendo de que están por encima de sus compañeros y no se conforman con la igualdad de la que ya gozan. No debemos permitir que este populacho jacobino que intenta acabar con nuestras instituciones para volver a aquellos tiempos de la II República en los que, el comunismo, nos trajo al llamado Frente Popular.

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Lo que voy a decir no se apoya -no lo pretende, además lo rechaza- en ningún argumento científico. Rechazo en general lo científico porque proviene, tal caudal de conocimiento, de la mente humana matemática, fajada y limitada, sobre todo no mente libre sino observante desde muchos filtros atascados de prejuicios.

No es ninguna novedad que vivimos en un tiempo donde el pulso de la coexistencia social parece haberse acelerado en una deriva incomprensible, enfrentándonos con la paradoja de una humanidad cada vez más próxima, sin que ello se traduzca necesariamente en la cercanía o comprensión mutua.

El filólogo humanista Noam Chomsky decía que “si no se está de acuerdo con una cuestión, el hecho de formular y escuchar críticas, forma parte de la convivencia, y así se espera que sea”. De este modo, Chomsky argumenta el derecho y obligación a ejercer la crítica como proceso para la construcción de la convivencia.

 
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