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Bucles maliciosos

Somos contumaces, los tropiezos suelen parecerse mucho, repiten sus formatos
Rafael Pérez Ortolá
viernes, 11 de enero de 2019, 07:41 h (CET)

El repaso de lo acontecido, en una breve pausa, puede convertirse en fuente de renovados bríos. Es necesario para no vernos arrastrados estúpidamente por la vorágine. Sin embargo, la complacencia en estas actitudes tiene sus riesgos, centrados sobre todo en la reiteración de un revoloteo retrospectivo, convertido en un BUCLE interminable. La excesiva repetición de dichos retrocesos bloquea las posibilidades emergentes, reduciéndolas a un manoseo de las realidades existentes; acaban agostando las iniciativas. Son excesos especialmente cuestionables cuando inciden en los comportamientos. El dinamismo de las vibraciones existenciales empieza a corromperse en el estancamiento.

Son curiosos los comienzos, empezamos a respirar en ambientes abiertos; deambulábamos incluso hacia pequeños horizontes libres; para encontrarnos con obstáculos progresivos de variada envergadura. Pronto fuimos notando las numerosas encerronas practicadas por dentro de esos ESPACIOS iniciáticos. Se introducen limitaciones pragmáticas enfocadas hacia la alimentación, uso del agua, clima soportable; para cubrir las necesidades mínimas de subsistencia. Pero se suceden las contorsiones sobre dichos espacios, fronteras, dominaciones, contubernios, que ahogan el aliento individual. Es habitual la consolidación de lugares insanos por la cerrazón de sus habitantes.


Esos bucles espaciales constituyen auténticas retículas, con baluartes bien fortificados en no pocas ocasiones; suelen establecerse a base de fuerza bruta, pero también a través de falsedades, manipulaciones educativas o linguísticas, con múltiples fraudes convivenciales. En sus mejores momentos de regodeo ensimismado disfrutan de aires populistas. El hartazgo con respecto a los mangoneos origina frecuentes efectos pendulares. Crean LUGARES acotados, ceñidos a sus hábitos, renuentes a la crítica; en una endogamia castrante y clientelista de aparente normalidad funcional, olvidando y presionando a los discordantes. En dichos cotos cerrados, la servidumbre de los muchos a unos pocos está disimulada.

Aunque pudiera existir alguna razón, siempre hay alguna según la perspectiva contemplada, cuesta encontrar explicaciones convincentes para el establecimiento de tantos lugares caracterizados por la fortaleza de sus cerrojos, con la tolerancia inconcebible hacia sus disimulos. Topamos con ese tipo de ACCESOS controlados por requisitos de los más insospechados, situados como rígidos bastiones. Incomodan a los ciudadanos, usuarios, clientes, pacientes, ideas, culturas. No siempre están adobados por finas razones, con las consiguientes injusticias. El círculo tiende a cerrarse, si no desde el principio, sí, de una manera rotunda, cuando confluyen los impedimentos pergeñados por los gestores del entramado.


Parece increíble, pero la presencia simultánea de la inteligencia y la estupidez nos enreda inclemente en una multitud de círculos viciosos, enturbiando las relaciones humanas. La complejidad de las personas impide eso de las identidades cuadriculadas intuídas con la clonación. Aunque lo sabemos, estamos empeñados en presentar en plan dictatorial los conocimientos desde sectores muy limitados, como si tuvieran un valor absoluto. Planean los EXPERTOS en casi todo, economía, política, gustos o disgustos, con ínfulas de sabelotodo, pero alejados de la concordia de los saberes; aunque dispuestos a imponer sus raciocinios, mientras el conjunto les importa un comino.


La retórica es susceptible de empleos contrapuestos, su ambigüedad es manifiesta; adorna las expresiones, pero en cuanto a los objetivos propuestos depende de las intenciones de sus protagonistas. No por muchas menciones de transparencia, servicio, bien común, gestión pública; dejamos de percibir el DESDEÑOSO trato real dado a los ciudadanos desde las diferentes poltronas. El costo de los viajes presidenciales, las triquiñuelas estadísticas del CIS, diferencias en el trato de las mismas violencias, historias mentirosas en los propios libros de texto, diálogos encrespados; sobrevuelan sin reposo entre tolerancias inconcebibles, complicidades y actuaciones perversas.


Con toda la suerte de cantilenas escuchadas a diario, con esa serie de actuaciones intempestivas dejadas pasar sin sonrojo, con la profusión de opiniones expertas cargadas de frivolidad, con ese aturdimiento general detrás del entretenimiento programado; hemos conseguido una terrible confusión estructural. La de una equiparación destructiva. Situamos a las INSTITUCIONES al nivel de esa serie de ligeras actuaciones tan difundidas. Ni los múltiples Parlamentos, banderas, tribunales, Confesiones Religiosas, mantienen el tono requerido. Ni surgen las novedosas entidades sustitutorias. Crujen las estructuras y sus evoluciones son desalentadoras una vez eliminados los apoyos duraderos.


Nadie se libra de los errores con mayor o menor carga de responsabilidad. Lo verdaderamente deleznable es la contumacia cíclica de quienes provocan complicaciones innecesarias; originan con sus comportamientos auténticos bucles de RIESGOS injustificados, que de tan repetidos parecen normales. A pesar del gentío, parecemos transeúntes por zonas desérticas, abandonados por el resto de los caminantes, con el desánimo consiguiente. La soledad percibida es manifiesta, en especial la de los menos favorecidos por la edad, fortuna o desequilibrios. Las agresiones encuentran en ámbito favorable, contribuyen a la aridez ambiental y a la crispación general.


Spivar se preguntaba si pueden hablar los subalternos. Hablar por hablar, desde luego; vociferar con poco fundamento, tampoco resulta extemporáneo en los Parlamentos ocupados por gente escogida. El que las expresiones de las personas alejadas de la cumbre social sean siquiera escuchadas es una rara tendencia, sin ninguna intención de valorarlas. El bucle gira en torno de los EMPODERADOS, ahuyenta cualquier aproximación de los discordantes, empobrecidos o simples desinteresados por las maquinaciones. Gira como el tango entre mentiras flagrantes, engaños y desengaños; sin que las grandes mayorías de subalternos sean tomados en consideración, separados de posibles reivindicaciones.


Desde el espacio universal abierto para todos, aparecieron los territorios bien delimitados en respuesta a múltiples estratagemas. Al servicio de tácticas controladoras se pergeñaron servidumbres progresivas al son de las estructuras creadas y al dictado emitido desde los núcleos del poder. ¿En qué queda el papel de las personas pensantes? Acaso confinados en el “no lugar” por excelencia, en la anomia acogida como dogma de la estupidez. Porque, a pesar de las aglomeraciones, la DESPOBLACIÓN es alarmante, si pensamos en cualidades, razones, participación real o consideraciones mutuas. Rodamos en torno a los empoderados, lo hacemos con una contumacia servil, acumulamos numerosas renuncias de importantes legados, al servicio de agoreros y vividores mal encarados.

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No es ninguna novedad que vivimos en un tiempo donde el pulso de la coexistencia social parece haberse acelerado en una deriva incomprensible, enfrentándonos con la paradoja de una humanidad cada vez más próxima, sin que ello se traduzca necesariamente en la cercanía o comprensión mutua.

El filólogo humanista Noam Chomsky decía que “si no se está de acuerdo con una cuestión, el hecho de formular y escuchar críticas, forma parte de la convivencia, y así se espera que sea”. De este modo, Chomsky argumenta el derecho y obligación a ejercer la crítica como proceso para la construcción de la convivencia.

 
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