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Se acumulan los problemas ¿quién los resolverá?

Hemos pasado en cuarenta años de una hermosa esperanza a una angustiosa desazón
Francisco Rodríguez
sábado, 15 de diciembre de 2018, 00:55 h (CET)

Todos los medios de comunicación han publicado con grandes titulares la caída de la natalidad en el primer semestre y el aumento de las defunciones lo que implica un descenso de la población, pero esta situación no se ha producido de la noche a la mañana y de forma imprevisible.


Hace bastante tiempo que comenzó la caída de la natalidad en España al mismo tiempo que también caía la tasa de nupcialidad, pero los informes del Instituto de Política Familiar o los del Instituto Nacional de Estadística no merecieron la atención de los medios de difusión.


No sé si para tranquilizar a la población o siguiendo instrucciones de “más altos y severos organismos” se han apresurado a publicar que este déficit poblacional está compensado con el aumento de la emigración, es decir: no se preocupen si los españoles estamos en proceso de extinción pues ya vendrán de África a poblar nuestra península. ¿Creen que exagero? Tiempo al tiempo, aunque yo no estaré ya aquí para comprobarlo.


He leído en algún lado que la ley de eutanasia que prepara el gobierno quizás sea innecesaria ya que España se está suicidando sin ayuda.


Hay quien me recuerda que los españoles también fuimos emigrantes en Alemania durante muchos años pero pienso que la situación es distinta. Alemania salió de la guerra con un déficit de población mientras que mantenía casi intactas sus fábricas. Por el contrario España salió de la guerra sin industrias que pudieran absorber el excedente campesino que se veía necesitado de acudir a Alemania o a la vendimia francesa. Aquello fue una emigración de ida y vuelta, bastante regulada. Nada que ver con la invasión de pateras que padecemos.


Pero volviendo a nuestra situación de envejecimiento de la población puedo comprobar cada día que en mi barrio somos muchos viejos, pocos niños, muchas mascotas y cada vez más musulmanes que van ocupando bloques enteros de las viviendas baratas que se construyeron en los tiempos de la Obra Sindical del Hogar (que no forma parte de la memoria histórica que se enseña en los colegios).


La emigración americana, de la que se habla poco, ha encontrado ocupación en las empresas de limpieza y en el acompañamiento de las personas mayores que no pueden valerse por sí mismas. Los africanos o bien tienen medios para montar sus propios negocios de todo a 100 o malviven vendiendo baratijas de forma ambulante y algunos manteros. Cuando hace algunos años tuvimos la burbuja inmobiliaria muchos encontraron trabajo como peones de la construcción:

Se nos van acumulando los problemas, unos viejos como el separatismo y la corrupción y otros como la educación convertida en adoctrinamiento, la manipulación de la historia con el engendro de Ley de Memoria Histórica, la ley sobre violencia de género que criminaliza al hombre por ser hombre y la situación de una clase media de médicos, maestros, profesores y hasta jueces que salen a la calle a reclamar sus derechos, pues han pasado de ser clases respetadas a ser agredidos de diversas formas o la “inseguridad social” que no sabe si podrá garantizar las pensiones y un largo etcétera.

Hace cuarenta años vivimos una hermosa esperanza, hoy una inquietante desazón. Habrá que rezar por nuestros políticos para que sean capaces de preocuparse menos por su partido y más por el bien común.

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Lo que voy a decir no se apoya -no lo pretende, además lo rechaza- en ningún argumento científico. Rechazo en general lo científico porque proviene, tal caudal de conocimiento, de la mente humana matemática, fajada y limitada, sobre todo no mente libre sino observante desde muchos filtros atascados de prejuicios.

No es ninguna novedad que vivimos en un tiempo donde el pulso de la coexistencia social parece haberse acelerado en una deriva incomprensible, enfrentándonos con la paradoja de una humanidad cada vez más próxima, sin que ello se traduzca necesariamente en la cercanía o comprensión mutua.

El filólogo humanista Noam Chomsky decía que “si no se está de acuerdo con una cuestión, el hecho de formular y escuchar críticas, forma parte de la convivencia, y así se espera que sea”. De este modo, Chomsky argumenta el derecho y obligación a ejercer la crítica como proceso para la construcción de la convivencia.

 
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