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Alianzas disfrazadas

“Ele ñao”

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“comporta poner a la Democracia por delante, y explicar lo que realmente está en juego”


Un 30 de Octubre, pero de 1922, Benito Mussolini llegó a Roma a las 10:55 a bordo de un coche para jurar el cargo de Primer Ministro, en el fondo había una “alianza” no solo fáctica, es decir, desde el poder, sino también con el pueblo italiano. Es lo que Steven Levitski denomina “Alianzas fatídicas”. También, un 30 de octubre, pero de 1983, Argentina recuperaba la criatura más preciada de la mano de Raúl Alfonsín: la Democracia. Un triunfo colectivo que también manifestaba una alianza, pero democrática. El presente artículo tiene como fin, a raíz del efecto Bolsonaro, mostrar el tipo de rumbo que le podemos dar a una Democracia. La experiencia del domingo pasado, nos demuestra que no se necesita estar en una dictadura para que determinados personajes, como lo fueron Hitler y Mussolini, o incluso el propio Chávez, y hoy Bolsonaro, armen alianzas que lleven a figuras autoritarias al poder.


Es muy interesante, en este sentido, el enfrentamiento que el pueblo brasileño – la mayoría que lo votó y la gran mayoría que no – deposita en Bolsonaro a través de la construcción en primera persona de “él sí” vs “él no”. Para los de “él sí”, hay un fenómeno, que dicho sea de paso se lo mencionó poco, que tiene que ver con esa idealización, esa permeabilidad de la gente para depositar en el otro la conducción de las libertades. En efecto, en este caso el narrador sólo tiene y aporta información basado en su propia visión de los eventos. No le interesa la opinión del otro y se encapsula en una alianza peligrosa con el “líder”.


Éste tipo de pactos suele mutar, y no lo digo yo sino la historia que es bien aleccionadora, en beneficio del advenedizo, pues quien recién llega cree que desde una construcción total (porque cree que habla por todos) tiene la respetabilidad toda para convertirse en una especie de mesías, aprovechando esa alianza que el mismo pueblo le confirió y armó.


Desde luego que enormes diferencias entre Hitler, Mussolini y Chávez con respecto a Bolsonaro para llegar al poder, pero comparten la misma ruta de apoyo: los tres se valieron de una alianza popular, eran desconocidos, nadie les daba un peso político fuerte, captaron la atención pública, y paradójicamente a todos ellos, los propios gobiernos o partidos, les abrieron las puertas. Entonces la cuestión es la siguiente: no hay una maquina perfecta para advertir quién es autoritario o tiene inclinaciones hacia el fascismo. Pero la responsabilidad de la gente (de allí la importancia de elegir bien) tiene que ser un ejercicio de atención, a veces la dirigencia no suele, no quiere, prestar atención a rasgos autoritarios en la propia democracia, porque el propio sistema político, que necesita renovación, ha ido vaciando, ensuciando a la Democracia, a tal punto de ponerla en duda.


Se trata de no caer en una trampa, de afrontar desafíos demagogos en un momento que el Neo liberalismo asimila, se mimetiza, con rasgos de pseudo progreso. La responsabilidad no es solo dirigencial, porque es muy cierto que la supervivencia del ejercicio democrático anida, arraiga, en la experiencia colectiva del electorado. Es muy triste que teniendo en cuenta todo lo que hemos vivido como país, como región, haya personas que se vuelven hacia el fundamentalismo autocrático; en otras palabras que anhelen el fascismo.


No caigamos en el error de dar por sentado muchos logros, pues muchos necesitan profundizarse. Mantener a los políticos autoritarios al margen del acceso del poder depende entonces de una sola alianza posible, legitima, la de los partidos políticos con la gente. Es curioso esto, porque tampoco se trata de caer en la contradicción. No podemos aislar, un partido político no puede prohibir la formación de otros grupos. En eso estamos de acuerdo, porque allí radica la alianza democrática. Lo que tenemos que hacer para evitar alianzas disfrazadas y autoritarias, es evitar actos que contribuyan a “normalizar” ciertas actitudes. Desde luego, un liberal no votaría la alianza con un socialista, pero va más allá del aspecto ideológico. Combatir “alianzas fatídicas” o disfrazadas comporta poner a la Democracia por delante, y explicar lo que realmente está en juego.

“Ele ñao”

Alianzas disfrazadas
Cristian Iván Da Silva
miércoles, 31 de octubre de 2018, 08:38 h (CET)

“comporta poner a la Democracia por delante, y explicar lo que realmente está en juego”


Un 30 de Octubre, pero de 1922, Benito Mussolini llegó a Roma a las 10:55 a bordo de un coche para jurar el cargo de Primer Ministro, en el fondo había una “alianza” no solo fáctica, es decir, desde el poder, sino también con el pueblo italiano. Es lo que Steven Levitski denomina “Alianzas fatídicas”. También, un 30 de octubre, pero de 1983, Argentina recuperaba la criatura más preciada de la mano de Raúl Alfonsín: la Democracia. Un triunfo colectivo que también manifestaba una alianza, pero democrática. El presente artículo tiene como fin, a raíz del efecto Bolsonaro, mostrar el tipo de rumbo que le podemos dar a una Democracia. La experiencia del domingo pasado, nos demuestra que no se necesita estar en una dictadura para que determinados personajes, como lo fueron Hitler y Mussolini, o incluso el propio Chávez, y hoy Bolsonaro, armen alianzas que lleven a figuras autoritarias al poder.


Es muy interesante, en este sentido, el enfrentamiento que el pueblo brasileño – la mayoría que lo votó y la gran mayoría que no – deposita en Bolsonaro a través de la construcción en primera persona de “él sí” vs “él no”. Para los de “él sí”, hay un fenómeno, que dicho sea de paso se lo mencionó poco, que tiene que ver con esa idealización, esa permeabilidad de la gente para depositar en el otro la conducción de las libertades. En efecto, en este caso el narrador sólo tiene y aporta información basado en su propia visión de los eventos. No le interesa la opinión del otro y se encapsula en una alianza peligrosa con el “líder”.


Éste tipo de pactos suele mutar, y no lo digo yo sino la historia que es bien aleccionadora, en beneficio del advenedizo, pues quien recién llega cree que desde una construcción total (porque cree que habla por todos) tiene la respetabilidad toda para convertirse en una especie de mesías, aprovechando esa alianza que el mismo pueblo le confirió y armó.


Desde luego que enormes diferencias entre Hitler, Mussolini y Chávez con respecto a Bolsonaro para llegar al poder, pero comparten la misma ruta de apoyo: los tres se valieron de una alianza popular, eran desconocidos, nadie les daba un peso político fuerte, captaron la atención pública, y paradójicamente a todos ellos, los propios gobiernos o partidos, les abrieron las puertas. Entonces la cuestión es la siguiente: no hay una maquina perfecta para advertir quién es autoritario o tiene inclinaciones hacia el fascismo. Pero la responsabilidad de la gente (de allí la importancia de elegir bien) tiene que ser un ejercicio de atención, a veces la dirigencia no suele, no quiere, prestar atención a rasgos autoritarios en la propia democracia, porque el propio sistema político, que necesita renovación, ha ido vaciando, ensuciando a la Democracia, a tal punto de ponerla en duda.


Se trata de no caer en una trampa, de afrontar desafíos demagogos en un momento que el Neo liberalismo asimila, se mimetiza, con rasgos de pseudo progreso. La responsabilidad no es solo dirigencial, porque es muy cierto que la supervivencia del ejercicio democrático anida, arraiga, en la experiencia colectiva del electorado. Es muy triste que teniendo en cuenta todo lo que hemos vivido como país, como región, haya personas que se vuelven hacia el fundamentalismo autocrático; en otras palabras que anhelen el fascismo.


No caigamos en el error de dar por sentado muchos logros, pues muchos necesitan profundizarse. Mantener a los políticos autoritarios al margen del acceso del poder depende entonces de una sola alianza posible, legitima, la de los partidos políticos con la gente. Es curioso esto, porque tampoco se trata de caer en la contradicción. No podemos aislar, un partido político no puede prohibir la formación de otros grupos. En eso estamos de acuerdo, porque allí radica la alianza democrática. Lo que tenemos que hacer para evitar alianzas disfrazadas y autoritarias, es evitar actos que contribuyan a “normalizar” ciertas actitudes. Desde luego, un liberal no votaría la alianza con un socialista, pero va más allá del aspecto ideológico. Combatir “alianzas fatídicas” o disfrazadas comporta poner a la Democracia por delante, y explicar lo que realmente está en juego.

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