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Buscar la justicia, la paz y la concordia no estoy seguro de que sea al principal objetivo de los gobernantes

¿Nuestros gobernantes nos sirven o les servimos?

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En la misa de hoy domingo he escuchado la carta de Santiago, quizás menos conocida que las de San Pablo, pero llena de buen sentido que puede aplicarse en cualquier tiempo y también en este que nos ha tocado vivir.


Dice el autor de la carta que donde hay envidia y rivalidad, hay turbulencia y todo tipo de malas acciones pero donde hay sabiduría, esta es comprensiva, conciliadora, imparcial y sincera. El fruto de la justicia se siembra en la paz para quienes trabajan por la paz.


Santiago plantea una pregunta clave ¿de dónde proceden los conflictos y las luchas que se dan entre vosotros? ¿No es precisamente del deseo de placer, de la envidia y de la ambición?


Para mí, la sabiduría que todos necesitamos es el sentido común, la honradez, el trabajo bien hecho, el respeto al prójimo y por supuesto la paciencia y la generosidad. La sabiduría que necesitamos todos y que es indispensable para los políticos no se adquiere a través de carreras, títulos o cursos universitarios. ¿Cómo valorará el trabajo quién nunca trabajó? ¿Cómo va a sentir las necesidades de los menos favorecidos quien siempre fue favorecido?


Lo que nos sobra son el egoísmo personal o de grupo, el deseo de hundir al contrario, al que no piensa como yo, las turbulencias permanentes, las ansias ilimitadas de poder para disfrutar de sus prebendas, chollos, sueldos y aforamientos, pasando por encima de todo lo que se oponga: instituciones, jerarquías o leyes. También sobra la tendencia a no trabajar y vivir del esfuerzo de los demás.


El evangelio de este mismo domingo, tampoco tiene desperdicio y eleva la misma cuestión hasta todo lo alto. Los discípulos andaban discutiendo quién era el más importante y Jesús les dijo: “Quien quiera ser el primero, que se el último de todos y el servidor de todos”. Imagino que quedarían desorientados y confusos, aunque pensándolo bien esta es la verdadera revolución y no las que otros nos predican.


Servir a todos, buscar la paz y la concordia y realizar la justicia, sí que es un programa que, si fuera de un partido político creíble, habría que votarlo. Es seguro que muchos dirán que se trata de una utopía irrealizable, aunque quizás sea una utopía que nadie ha pensado llevarla a la práctica.


¿Nos han servido nuestros políticos con leyes justas? Son tantas las páginas de los boletines oficiales del estado, de las comunidades autónomas, de las provincias, de los municipios y de tantas instituciones y organismos con capacidad de obligar a los ciudadanos, que tengo serias dudas de que traten de servirnos los que nos obligan a tantas cosas, trámites, inspecciones y sobre todo pago de impuestos sobre la renta, el consumo, la propiedad, las sucesiones, etc. etc.


Dicen que todo esto lo hacen nuestros representantes, los que votamos y les dimos el poder, pero no podemos comprobar si se trata de personas dispuestas a servir a los ciudadanos, a ser justas e irreprochables o son los que designaron las cúpulas de los partidos por razones que no conocemos.


Para encontrar a los mejores gobernantes ¿qué votamos a los partidos y sus programas o a sus candidatos?

Las lecturas de la misa de este domingo dan para meditar ¿no les parece?

¿Nuestros gobernantes nos sirven o les servimos?

Buscar la justicia, la paz y la concordia no estoy seguro de que sea al principal objetivo de los gobernantes
Francisco Rodríguez
lunes, 24 de septiembre de 2018, 08:36 h (CET)

En la misa de hoy domingo he escuchado la carta de Santiago, quizás menos conocida que las de San Pablo, pero llena de buen sentido que puede aplicarse en cualquier tiempo y también en este que nos ha tocado vivir.


Dice el autor de la carta que donde hay envidia y rivalidad, hay turbulencia y todo tipo de malas acciones pero donde hay sabiduría, esta es comprensiva, conciliadora, imparcial y sincera. El fruto de la justicia se siembra en la paz para quienes trabajan por la paz.


Santiago plantea una pregunta clave ¿de dónde proceden los conflictos y las luchas que se dan entre vosotros? ¿No es precisamente del deseo de placer, de la envidia y de la ambición?


Para mí, la sabiduría que todos necesitamos es el sentido común, la honradez, el trabajo bien hecho, el respeto al prójimo y por supuesto la paciencia y la generosidad. La sabiduría que necesitamos todos y que es indispensable para los políticos no se adquiere a través de carreras, títulos o cursos universitarios. ¿Cómo valorará el trabajo quién nunca trabajó? ¿Cómo va a sentir las necesidades de los menos favorecidos quien siempre fue favorecido?


Lo que nos sobra son el egoísmo personal o de grupo, el deseo de hundir al contrario, al que no piensa como yo, las turbulencias permanentes, las ansias ilimitadas de poder para disfrutar de sus prebendas, chollos, sueldos y aforamientos, pasando por encima de todo lo que se oponga: instituciones, jerarquías o leyes. También sobra la tendencia a no trabajar y vivir del esfuerzo de los demás.


El evangelio de este mismo domingo, tampoco tiene desperdicio y eleva la misma cuestión hasta todo lo alto. Los discípulos andaban discutiendo quién era el más importante y Jesús les dijo: “Quien quiera ser el primero, que se el último de todos y el servidor de todos”. Imagino que quedarían desorientados y confusos, aunque pensándolo bien esta es la verdadera revolución y no las que otros nos predican.


Servir a todos, buscar la paz y la concordia y realizar la justicia, sí que es un programa que, si fuera de un partido político creíble, habría que votarlo. Es seguro que muchos dirán que se trata de una utopía irrealizable, aunque quizás sea una utopía que nadie ha pensado llevarla a la práctica.


¿Nos han servido nuestros políticos con leyes justas? Son tantas las páginas de los boletines oficiales del estado, de las comunidades autónomas, de las provincias, de los municipios y de tantas instituciones y organismos con capacidad de obligar a los ciudadanos, que tengo serias dudas de que traten de servirnos los que nos obligan a tantas cosas, trámites, inspecciones y sobre todo pago de impuestos sobre la renta, el consumo, la propiedad, las sucesiones, etc. etc.


Dicen que todo esto lo hacen nuestros representantes, los que votamos y les dimos el poder, pero no podemos comprobar si se trata de personas dispuestas a servir a los ciudadanos, a ser justas e irreprochables o son los que designaron las cúpulas de los partidos por razones que no conocemos.


Para encontrar a los mejores gobernantes ¿qué votamos a los partidos y sus programas o a sus candidatos?

Las lecturas de la misa de este domingo dan para meditar ¿no les parece?

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