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¿Quién engañó a Pablo Casado?

La batalla curricular de los partidos

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La carrera de “presidenciando” de Pablo Casado se me antoja tan breve como la carrera de doctorando de su antagónico alter ego Albert Rivera. Y me causa una enorme perplejidad. No alcanzo a entender cómo el joven presidente del PP puede estar tan mal aconsejado, porque de lo que sí estoy completamente convencido es de que la deriva que ha tomado su suicida estrategia no es hija de su talento sino de la de otros miembros de su partido, los más veteranos, sabios y prudentes. Jesús Posada, José Manuel García Margallo y Ana Pastor, son tres políticos de gran fuste, tres purasangres de la política, lo más granado que habita Génova 13. A nadie le debe caber la menor duda de que este trío de ases tiene un peso crítico esencial en la estrategia de Pablo Casado; son sus guías, sus muletas, sus GPS’s.


“Ojalá Sánchez dé tantas explicaciones como he dado yo”, se le oyó decir a Casado, ante un estupefacto coro de periodistas; todos los televidentes pudimos ser testigos de ello. Si uno se fija bien, advierte fácilmente la incredulidad dibujada en el rostro granítico de Casado durante el lapsus que dura la declaración de sus impostados deseos; el lenguaje corporal lo delata. Pero, entonces, ¿de quién fue la extravagante idea?. De los tres sabios del PP, ¿a quién se le puede atribuir capacidad y voluntad para negar la evidencia de forma tan pasmosa y poco vergonzante? Porque, si bien el gesto de Casado era la viva imagen de la incredulidad, no mostró el menor rasgo de vergüenza. El caso es que sea de quien fuere, la idea no es buena.

Es verdaderamente asombrosa la diferencia tan extremosa existente entre las dos versiones que se vienen dando acerca de la tesis doctoral de Pedro Sánchez. Lo que para unos es blanco, para los otros es negro. Yo soy de los que opina que la objetividad no existe y, por eso, se hace necesario lo que se ha dado en llamar la intersubjetividad; pero es que en este caso no hay por donde enlazar las distintas subjetividades, el eterno mito de las dos españas. Pero lo que sí es un hecho incontrovertible es que Pedro Sánchez (quizá tarde y obligado por las circunstancias) ha publicado su tesis y la legión de los más sesudos, incisivos, perspicaces investigadores están sometiéndola a un estudio de dimensiones bíblicas.

Pablo Casado está mal aconsejado, su estrategia va a tener consecuencias bastante nefastas para él. Dos horas dando explicaciones incomprobables a la prensa, sin permitir más que el superficial ojeo de sus trabajos, no es garantía de nada. Negarse a publicar sus trabajos de fin de master, alegando la judicialización del caso, a la vez que demanda de Pedro Sánchez una mayor transparencia, puede ser letal para él. Pero, ¿quién engañó a Pablo Casado?, eso es lo que verdaderamente me tiene a mal traer. 

La batalla curricular de los partidos

¿Quién engañó a Pablo Casado?
Mario López
domingo, 16 de septiembre de 2018, 11:55 h (CET)

La carrera de “presidenciando” de Pablo Casado se me antoja tan breve como la carrera de doctorando de su antagónico alter ego Albert Rivera. Y me causa una enorme perplejidad. No alcanzo a entender cómo el joven presidente del PP puede estar tan mal aconsejado, porque de lo que sí estoy completamente convencido es de que la deriva que ha tomado su suicida estrategia no es hija de su talento sino de la de otros miembros de su partido, los más veteranos, sabios y prudentes. Jesús Posada, José Manuel García Margallo y Ana Pastor, son tres políticos de gran fuste, tres purasangres de la política, lo más granado que habita Génova 13. A nadie le debe caber la menor duda de que este trío de ases tiene un peso crítico esencial en la estrategia de Pablo Casado; son sus guías, sus muletas, sus GPS’s.


“Ojalá Sánchez dé tantas explicaciones como he dado yo”, se le oyó decir a Casado, ante un estupefacto coro de periodistas; todos los televidentes pudimos ser testigos de ello. Si uno se fija bien, advierte fácilmente la incredulidad dibujada en el rostro granítico de Casado durante el lapsus que dura la declaración de sus impostados deseos; el lenguaje corporal lo delata. Pero, entonces, ¿de quién fue la extravagante idea?. De los tres sabios del PP, ¿a quién se le puede atribuir capacidad y voluntad para negar la evidencia de forma tan pasmosa y poco vergonzante? Porque, si bien el gesto de Casado era la viva imagen de la incredulidad, no mostró el menor rasgo de vergüenza. El caso es que sea de quien fuere, la idea no es buena.

Es verdaderamente asombrosa la diferencia tan extremosa existente entre las dos versiones que se vienen dando acerca de la tesis doctoral de Pedro Sánchez. Lo que para unos es blanco, para los otros es negro. Yo soy de los que opina que la objetividad no existe y, por eso, se hace necesario lo que se ha dado en llamar la intersubjetividad; pero es que en este caso no hay por donde enlazar las distintas subjetividades, el eterno mito de las dos españas. Pero lo que sí es un hecho incontrovertible es que Pedro Sánchez (quizá tarde y obligado por las circunstancias) ha publicado su tesis y la legión de los más sesudos, incisivos, perspicaces investigadores están sometiéndola a un estudio de dimensiones bíblicas.

Pablo Casado está mal aconsejado, su estrategia va a tener consecuencias bastante nefastas para él. Dos horas dando explicaciones incomprobables a la prensa, sin permitir más que el superficial ojeo de sus trabajos, no es garantía de nada. Negarse a publicar sus trabajos de fin de master, alegando la judicialización del caso, a la vez que demanda de Pedro Sánchez una mayor transparencia, puede ser letal para él. Pero, ¿quién engañó a Pablo Casado?, eso es lo que verdaderamente me tiene a mal traer. 

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