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Un gol por la escuadra

Áurea Sánchez Puente
sábado, 1 de septiembre de 2018, 09:49 h (CET)

"Me han colado un gol por la escuadra" dijo la ministra de Trabajo, Magdalena Valerio, ayer en el Congreso, luego de comparecer en la Comisión Permanente y hablar largo y tendido de lo suyo, del empleo, de la inmigración, de los derechos y los deberes de los ciudadanos.


No se había enterado que su ministerio había aprobado por error el sindicato de prostitutas. Quienes lo ejecutaron sabían bien que si colaba, sería una bomba periodística, a un gobierno feminista y abolicionista, para más señas.

Pero la reacción de Valerio fue lo que más se agradecerá en sus filas y en las de las asociaciones por la abolición de la prostitución. La suya fue una respuesta digna de una mujer de su perfil político. Seguro que no ha defraudado. No ha tenido que esperar a consultar a nadie más del Gobierno para arrancar una aseveración como la suya: primero reconociendo que le han metido un gol; segundo, no renunciar a su ideología, ni a la del PSOE ni a la del Gobierno, contraria a la regulación de la prostitución, y menos con la argucia de dar el visto bueno a un sindicato de prostitutas.

Están nerviosos los empresarios de los clubs de alterne y todos los proxenetas de variado pelaje. Temen que con este gobierno se les agoten los ingresos por explotación sexual. Les salvaría el negocio una regulación de sus actividades. Quisieran que así fuera, pero lo van a tener difícil.


Sería esta una ocasión para el debate que puede responder a la pregunta: ¿qué hacer con la prostitución? Que se pronuncien los partidos en el Congreso y en sus programas electorales. De paso podría abrirse un debate sobre las consecuencias de estas actividades no reguladas, que solo preservan la integridad moral de los menores y dejan campar a sus anchas a las mujeres, obligadas por distintas razones a ser explotadas sexualmente.

Sería bueno aclarar cómo se deteriora la imagen de las mujeres en general en los países que regularon la prostitución. Y también en el nuestro, donde se admite o se tolera. La prostitución es visible e invisible, pero tiene una enorme repercusión en la sociedad. Habría que medir esas repercusiones, analizarlas, discutirlas, ponerlas en evidencia, para luego decidir qué hacer con la prostitución.


¿Qué tipo de enseñanzas reciben los jóvenes en esta situación de libertad sexual total? ¿Dónde están esas guías de aprendizaje en el amor, que incluye la relación afectiva de todo género, incluida la relación sexual? Es decir, que libertad sí, pero la sociedad en general precisa pautas como saber hacia dónde nos conduce esa libertad de elección en un mundo variado y de múltiples opciones. También en esto hubo vaivenes en los currículos escolares. Quizá la asignatura de Ciudadanía, que podría volver a las aulas, cuente con un apartado para las relaciones personales, definición, estructura e interrelación. Las cosas bien hechas comienzan desde el principio.

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Hay noticias que rayan el insulto y el desprecio hacia quienes se dirigen. Que son asumidas como una verdad irrefutable y que en ese globo sonda enviado no tiene la menor respuesta indignada de quienes las reciben. El problema, por tanto, no es la noticia en sí, sino la palpable realidad de que han convertido al ciudadano en un tipo pusilánime. En un mendigo de migajas a quien los grandes poderes han decidido convertirle, toda su vida, en un esclavo del trabajo.

La sociedad española respira hoy un aire denso, cargado de indignación y desencanto. La sucesión de escándalos de corrupción que salpican al partido en el Gobierno, el PSOE, y a su propia estructura ejecutiva, investigados por la Guardia Civil, no son solo casos aislados como nos dicen los voceros autorizados. Son síntomas de una patología profunda que corroe la confianza ciudadana.

Frente a las amenazas del poder, siempre funcionaron los contrapesos. Hacen posible la libertad individual, que es la única real, aunque veces no seamos conscientes de la misma, pues se trata de una condición, como la salud, que solo se valora cuando se pierde. Los tiranos, o aspirantes a serlo, persiguen siempre el objetivo de concentrar todos los poderes. Para evitar que lo logren, están los contrapesos.

 
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