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Aunque el Papa no ha sido del Opus Dei, está claro que no es tonto

Opus Dei: Comentario crítico a una carta (LVIII)

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Vamos a seguir el comentario, esta vez con el número 10 de la carta, que está dentro del capítulo titulado “Formar y gobernar personas libres”.


Empieza citando Ocáriz a san Josemaría, en una carta de 1956, en la que decía que “la autoridad del director espiritual no es potestad (…) La función del director espiritual es ayudar a que el alma quiera – a que le de la gana – cumplir la voluntad de Dios. No mandéis, aconsejad”.


Hago un inciso. Las famosas “Cartas” de san Josemaría (esta aparece fechada en el pie de página, el 8 de agosto de 1956) nunca han estado al acceso del público. Incluso los investigadores que han querido trabajar con el Archivo General de la Prelatura, han recibido una atención parcial, en el sentido de que no han conseguido ver todo lo que hubieran deseado, sino solo lo que les han dejado ver, una vez que, previamente han formado en la institución un juicio (un prejuicio) acerca del investigador. De esto hay testimonios importantes.


Quiero decir con esto que estas “Cartas” siempre han estado en poder de la institución y de nadie más.

Y no solo eso, sino que hay testimonios de que tales cartas, aunque tengan una fecha antigua, se han modificado, completado o parcialmente suprimido bastantes años después, hasta treinta. Esto lo confiesa incluso José Luis Illanes, uno de los principales “exegetas” oficiales de san Josemaría en uno de los libros de edición crítico-histórica del fundador del Opus Dei que están publicados.


¿Qué fiabilidad puede tener una cita a pie de página de una de estas cartas cuando sabemos que la propia prelatura viene llevando una exhaustiva labor de maquillaje de la figura del fundador desde hace años, suprimiendo lo impresentable, retocando y alterando textos y fotos incluso de las publicaciones internas (Crónica, Meditaciones, Obras, Noticias, etc.)?


Un botón de muestra de lo que digo es el de los libros de “Meditaciones”, de los que ya hablé hace dos días, o del “Catecismo del Opus Dei”. ¿Cómo es posible que de estas publicaciones haya varias ediciones, si lo que decía san Josemaría tenía “proyección de eternidad”? ¿Cómo es posible que, de los libros de Meditaciones o de Crónica, lleguen con frecuencia a los centros páginas sueltas que sustituyen y anulan a otras y que han de pegarse al lomo una vez cortada la que es sustituida? Si la doctrina está clara, si el espíritu está claro, si el fundador no tenía nada que ocultar ni que cambiar, ¿para qué tanto cambio?


Si esto pasa con las publicaciones que están en todos los centros, imaginémonos lo que sucederá con “Cartas” que nunca nadie ha visto o leído nada más que con cuentagotas y bajo control.


Si la llamada “segunda campanada” de san Josemaría, de 1973, está actualmente en los centros bajo llave, y solo es posible leerla con autorización del director, ¿qué garantía hay de que unas “Cartas” que siempre han estado bajo llave en las sedes de las comisiones regionales o del consejo general del Opus Dei, puedan ser exactamente las que hace 60 años escribió san Josemaría?


¿Qué garantías hay de que no hayan sustituido una hoja por otra, o varias, o párrafos enteros? ¿Cómo es posible que Ocáriz tenga la desfachatez de citar un documento al que el público no tiene acceso y de un presunto autor respecto del cual, él no tiene independencia?


Por desgracia para Ocáriz y para san Josemaría, este último HA DEJADO RASTRO de otras “perlas” en las que no se muestra tan suave; por ejemplo, el mismo libro Camino, en donde habla de “obediencia ciega al director”.El propio Escrivá, al final de su vida, al ser preguntado si tenía algo que cambiar en “Camino”, respondió que absolutamente nada.


Ocáriz, no nos hagas comulgar con ruedas de molino. Véndele la burra a otro, que ya nos conocemos y ya sabemos cómo era el maño. Quizá al Papa le puedas meter de rondón esa supuesta cita de san Josemaría. O quizá no, que aunque el Papa no ha sido del Opus Dei, está claro que no es tonto.


El problema de todo esto es que en el Opus Dei no aman la verdad, y hacen lo que una vez le oí a un compañero que era un poco mafioso: “Si hay que mentir, se miente”.


Quizá deberían leer un poco la Veritatis Splendor e interiorizar eso de que “el fin no justifica los medios”, que es una de las más elementales normas de moral. Sin un mínimo de amor a la verdad es imposible hacer nada en esta vida.

En el punto 10 de la carta, toca Ocáriz el punto más problemático del Opus Dei en cuanto secta: La dirección espiritual obligatoria en el Opus Dei en la que el director espiritual es impuesto por la institución. Lo que ellos, eufemísticamente llaman “la charla”. Este es el punto filipino en el que el Opus Dei se ve con la horma de su zapato, pues supone incumplir el más elemental de los derechos humanos y también vulnerar el canon 630 del Código de Derecho Canónico. Y probablemente los códigos penales de muchos de los países donde trabajan.


Aunque ellos nieguen ese control de las conciencias, en uno de los 46 documentos que fueron objeto del pleito mencionado artículos atrás, aparece claramente esa vulneración de los más elementales principios. He aquí tres citas de ese documento y alguna cita más al respecto:


“«Si se entiende bien que quien imparte la dirección espiritual es el Opus Dei, fácilmente se comprende que no tendría sentido, por ejemplo, que al hacer la charla fraterna alguien pusiera como condición, para tratar un tema determinado, que quien la recibe se comprometiera a “no contar a nadie” lo que va a decirle; o que éste último, pensando facilitar la sinceridad, equivocadamente dijera al que hace la charla: “cuéntamelo todo y no te preocupes, porque no se lo voy a decir a nadie más”. En estos casos hipotéticos, la persona que recibiera la charla dejaría de ser instrumento para hacer llegar la ayuda de la Obra: esa conversación no sería una charla fraterna de dirección espiritual.»”(Experiencias sobre el modo de llevar charlas fraternas. Roma, 19 de marzo de 2001, nota 65).


“«Quien recibe la charla deberá poner en conocimiento de los Directores lo que sea necesario para que puedan cumplir su misión de gobierno en bien de esa persona y en bien de la Obra. Esto -como es bien sabido y se recuerda en otro capítulo- no lesiona mínimamente el silencio de oficio»” (Experiencias sobre el modo de llevar charlas fraternas. Roma, 19 de marzo de 2001, nota 9).


“«Si el Señor quería que se obligara a ir a su cena a personas extrañas, ¡cuánto más querrá que uséis una santa coacción con los que son hermanos vuestros y ovejas del mismo rebaño de Jesucristo! Esta hermosísima coacción de caridad, lejos de quitar la libertad a vuestro hermano, le ayuda delicadamente a administrarla bien»” (Meditaciones, tomo II, página 157).


“«Entre los frutos de la obediencia, uno es particularmente necesario para llevar a cabo la misión que tenemos encomendada: la paz, la serenidad interior de quien sabe que obedeciendo no se equivoca nunca»” (Meditaciones, tomo IV, página 645).


“«Cuando las circunstancias lo requieren por los bienes que están en juego, la charla puede ser también conducto de consejos imperativos. En estos casos, lo que se aconseja es lo mismo que "impera" la conciencia cristiana (o lo que debería dictar, si no estuviera cegada por un error o turbada por una pasión desordenada) Por eso se pueden llamar consejos imperativos: no porque impere el que recibe la charla, sino porque expresa lo que "impera" o debe dictar la recta conciencia»” (Experiencias sobre el modo de llevar charlas fraternas, Roma, 19 de marzo de 2001, página 63).

Esta última perla es especialmente “interesante” pues pone de manifiesto que en el Opus Dei se suplanta a la conciencia individual, que es la norma próxima de moralidad, para sustituirla “desde fuera” y “objetivamente” por lo que diga quien lleva la dirección espiritual del miembro del Opus Dei, entendiendo que es desde el Opus Dei desde donde se valoran “esos bienes que están en juego”. Habría que preguntar ¿los bienes de quién? Por otra parte, hablar de “consejos imperativos” ¿no es una contradicción? Los consejos, nunca son imperativos. Lo que es imperativo para cada uno es seguir la recta conciencia bien formada, pero eso pertenece al fuero interno personal, es “tierra sagrada”, como dice el Papa Francisco en Evangeli Gaudium. Esa “tierra sagrada” es continuamente profanada en el Opus Dei.

Además, esos “consejos imperativos” ¿no son un modo cínico de “mandar” pero quitándose de encima la responsabilidad de lo mandado?


Ocáriz sabe que renunciar a este control de las conciencias supone renunciar a una información importante y valiosa a la hora de controlar a los miembros y de tapar la mierda que hay dentro, pues la única manera de seguir adelante tal y como están las cosas es teniendo seguro que quienes acceden a los cargos de gobierno en las comisiones y delegaciones y en el consejo general son personas absolutamente comprometidas con la secta, absolutamente volcados en darle prelación a la institución sobre las personas, empezando por ellos mismos, es decir, personas para las que, vaciado su corazón, lo único querido en esta vida es el Opus Dei, y por tanto, dispuestas a todas las inmoralidades con tal de defender fanáticamente a la institución.


Evidentemente, estas disposiciones sectarias y fanáticas, aunque estén envueltas en unos modales amables, solo son posibles si se conocen a fondo las interioridades de los miembros numerarios a través de la información proveniente de la dirección espiritual, llevada a cabo por quien designan los directores. Por supuesto que da igual que los supernumerarios hagan la charla cada quince días o cada dos meses. Lo importante es tener información de los numerarios para discernir quienes están totalmente “comprometidos” con la organización y nombrarlos inscritos.


Esto es la cebolla de la que hablé al principio de esta serie. Renunciar a esa información, supone el “peligro” de que, al conocer menos a fondo a algunos numerarios, podría darse el caso de que se nombrasen para cargos regionales a algunos de los que “piensan”, y ello supondría tener el enemigo dentro, ya que pensar es lo peor que se puede hacer en el Opus Dei.


Para los cargos de gobierno del Opus Dei lo fundamental es no pensar, sino ser absolutamente “dócil” a los directores que hay por encima (es lo que llaman la “unidad con el Padre y con los directores”), no razonar, no tener “espíritu crítico”. José María Hernández Garnica, uno de los tres primeros sacerdotes numerarios del Opus Dei, solía decir que “al Padre no se le interpreta, se le sigue”.


Por eso, estos artículos jamás los podría haber escrito un miembro del Opus Dei. En todo caso, quizá algún supernumerario de esos que sirven para “enseñar a la galería” y con ello demostrar que en el Opus Dei hay “un sano pluralismo”.


En la “charla” lo de menos es mandar o aconsejar. La charla es un medio de control en el que, con independencia de que se mande o aconseje, lo esencial es analizar a quien hace la charla, observarle, obtener información de él de cara a pensar en los posibles cuadros de gobierno del Opus Dei. San Josemaría, comentando el hecho de que Raimundo Panikkar abandonó la institución, comentó: “Con Raimundo, reconozco que me equivoqué al llamarlo al sacerdocio”. ¡Claro que se equivocó, porque Raimundo Panikkar era de los que pensaba!


En el Opus Dei no está bien visto pensar. El paradigma es “el borrico de noria”, siempre dando vueltas con anteojeras. Incluso existe una publicación interna en la que, extensamente (y ñoñamente), san Josemaría pondera las bondades del borrico de noria como paradigma de los miembros del Opus Dei.


Ocáriz, haciendo un postureo ante el Papa, habla, poniendo en boca de san Josemaría, las bondades de “aconsejar” en vez de “mandar”. Es una pura estrategia, propia del momento actual, para hacer amable lo que ha supuesto un suplicio para muchos que abandonaron el Opus Dei y a quienes se les exigía una “sinceridad salvaje” so pena de “pactar con el diablo” o “condenarse para siempre”.


En los tiempos que corren, estas cosas no se pueden decir así. En los tiempos que corren en los que el respeto a las conciencias está más estimado que en tiempos de san Josemaría, es lógico que se le quiera dar un tono amable a ese medio de control y se hable de “libertad” y de “aconsejar” y “ayudar a que el alma quiera – a que le de la gana – cumplir la voluntad de Dios”. Ocáriz sabe que vivimos en la cultura líquida y postmoderna, en la que la dureza tosca de san Josemaría echa para atrás.


De ahí el maquillaje sistemático a que vienen sometiendo la figura de san Josemaría, una vez canonizado rápidamente, a base de hacerle decir cosas inverosímiles que contrastan con el rastro que dejó y que es de dominio público.

De ahí el pleito destinado a ocultar esos 46 libros o documentos comprometedores que fueron filtrados desde el interior del Opus Dei por alguien de la institución que a modo de topo, se dio cuenta de que estaba metido en una secta y que el mejor servicio que podía hacer a Dios y a la Iglesia era desenmascarar esos documentos que ponían de manifiesto lo que hay dentro y llevar a cabo la transparencia que omite el Opus Dei.


Eso que atribuye Ocáriz a san Josemaría de defender lo que le de la gana a cada cual, es mentira. Prueba de ello es que el propio san Josemaría se expresó de manera totalmente opuesta en estas ocasiones:


«No perseveramos en el trabajo porque tengamos ganas, sino porque hay que hacerlo» (Meditaciones, tomo IV, página 30) «En el Opus Dei no hacemos las cosas porque tenemos ganas de hacerlas, sino porque hay que hacerlas» (Meditaciones, tomo III, página 395) «Dentro de la barca no se puede hacer lo que nos venga en gana» (Meditaciones, tomo IV, página 88).

Estoy totalmente convencido de que, o san Josemaría estaba más perturbado de lo que yo creía, o la cita que menciona Ocáriz de la supuesta carta de 8 de agosto de 1956 es totalmente falsa.


Ocáriz sabe todo esto. Y sabe que la “charla” es algo que, en el momento en que la pierdan, se les va al carajo el control de la secta. Como digo, la charla de los supernumerarios es una pura tapadera de la charla de los numerarios, que es la que realmente les interesa, porque determina que se disponga de la información que se precisa para controlar la institución.


Cuando veo a algún supernumerario o agregado que piensa que “el Opus Dei está en vuestras manos” me da ganas de comprarle un lirio y ponérselo en la mano. También hay numerarios con el lirio en la mano y el cilicio en la pierna, a quienes tienen entretenidos con una serie de pensamientos místicos sobre la charla, que a su vez estos transmiten a los supernumerarios, en los que se remacha por activa y por pasiva el tema de la “unidad”. Pero eso no es unidad, es control. La unidad es – o debería ser – con Cristo, no con esta gente.


Apunto a continuación una serie de “perlas” que no han podido llegar a ser ocultadas o maquilladas. San Josemaría dejó todo “atado y bien atado”, como Franco, pero no previó que unos años después de su muerte pudiera existir Internet. Él creyó que se podía pasar por esta vida borrando el rastro. Pero eso es muy difícil, como ya he comentado extensamente en esta serie.


San Josemaría pensó que la historia del Opus Dei la escribirían los de la secta, pero quizá no llegue a ser así:

“«[La historia del Opus Dei] es muy bueno desear conocerla. Lo he dicho siempre, de palabra y por escrito; y eso que sufro recordando tantos sucesos buenos de estos cuarenta y cuatro años. De bastantes no sabréis nada, porque he procurado que no quedase rastro; pero conoceréis los suficientes para vibrar muchísimo y dar muchas gracias a Dios»” (tertulia de Josemaría Escrivá de 14 de junio de 1972).


Lo que no sabía san Josemaría es que, aunque le están borrando el rastro a marchas forzadas, algo ha dejado, lo suficiente para conocerle bastante bien, aunque él haya borrado bastante de su propio rastro, y otro poco lo hayan borrado Álvaro del Portillo y Javier Echevarría, y otro poco más lo esté borrando Ocáriz. De todos los personajes históricos se ha borrado rastro, pero siempre han quedado cosas sin borrar…


Ahí van más perlas sobre esa “libertad” que hay en el Opus Dei y de cómo la entienden, en relación con la “unidad”, tanto respecto de la parábola del sarmiento, como con la figura de la barca. Como es sabido, ambas figuras representan a Cristo y a la Iglesia. Sin embargo, en el Opus Dei practican una teología barata, esto es, refiriendo al Opus Dei lo que deberían referir a la Iglesia, esto es, una chapuza. Ahí van las perlas:


“«Si no pasáis por mi cabeza, si no pasáis por mi corazón, habéis equivocado el camino, no tenéis a Cristo.»” (“Meditaciones, tomo IV, página 354).


“«Unidos al Padre, estaremos también unidos vitalmente a la Obra. Seremos sarmientos vivos llenos de frutos. “Si no pasáis por mi cabeza —decía nuestro Fundador—, si no pasáis por mi corazón, habéis equivocado el camino, no tenéis a Cristo”. Estas palabras pronunciadas por nuestro Fundador hace muchos años, son y serán válidas siempre: en primer lugar, referidas a su persona; y también aplicadas al Padre, sea quien sea a lo largo de los siglos»” (Álvaro del Portillo, Meditaciones, tomo IV, página 354).


“«Para nosotros, la Voluntad de Dios es siempre clara, transparente; la podemos conocer hasta en sus mínimos pormenores, porque el espíritu de la Obra y la ayuda de nuestros Directores nos permiten saber lo que el Señor nos pide en cada momento»” (“Meditaciones, tomo III, página 338).


“«Estamos unidos al Padre cuando somos muy fieles a los Directores. Ellos representan al Padre y le prestan —de algún modo— su voz para decirnos lo que quiere de nosotros, sus oídos para escucharnos, su corazón para querernos, su amor para comprendernos siempre. Nuestro mayor deseo debe ser afinar más y más en ese cariño confiado y dócil a los que representan al Padre, poner por obra sus indicaciones, acudir gustosos a la Confidencia y a los medios de formación, porque “cualquiera que sea quien recibe la Confidencia, es el mismo Padre quien la recibe”»” (Meditaciones, tomo IV, página 355).


“«Convéncete, hijo mío, de que desunirse es morir.» «Un sarmiento que no está unido a la vid, en lugar de ser cosa viva, es palo seco que sólo sirve para el fuego, o para arrear a las bestias, cuando más, y para que lo pisotee todo el mundo. Hijos míos ¡muy unidos a la cepa!, pegadicos a nuestra cepa, que es Jesucristo, por la obediencia rendida a los Directores»” (Meditaciones, tomo IV, página 354).


“«Hijo mío, tú eres el sarmiento. Saca todas las consecuencias: que tienes que estar unido a los que el Señor ha puesto para gobernar, que son la cepa, la vid a la que tienen que estar bien unidos los demás. Si no, no me darás fruto, o darás fruto de vanidad, o quizá totalmente de podredumbre; y en vez de alimentar a las almas, pudrirás todo y serás causa de corrupción y malicia»” (Meditaciones, tomo I, página 655).


“Hijos, hemos subido a la barca de Pedro con Cristo, a esta barca de la Iglesia, que tiene una apariencia frágil y desvencijada, pero que ninguna tormenta puede hacer naufragar. Y en la barca de Pedro, tú y yo hemos de pensar despacio, despacio: Señor, ¿a qué he venido yo a esta barca? Esta pregunta tiene un contenido particular para ti, desde el momento en que has subido a la barca, a esta barca del Opus Dei, porque te dio la gana...” “...si te sales de la barca, caerás entre las olas del mar, irás a la muerte, perecerás anegado en el océano, y dejarás de estar con Cristo...” “Hijo mío, ya te has persuadido, con esta parábola, de que si quieres tener vida, y vida eterna, y honor eterno; si quieres la felicidad eterna, no puedes salir de la barca, y debes prescindir en muchos casos de tu fin personal. Yo no tengo otro fin que el corporativo: la obediencia”»” (Meditaciones, tomo IV, página 84).


“Hijo mío, no te hablo para ahora..., te hablo por si alguna vez sientes que tu corazón vacila. Entonces yo te pido fidelidad; fidelidad, que se tiene que manifestar en el aprovechamiento del tiempo, en tu empeño por sujetar la imaginación y en dominar la soberbia, en tu decisión de obedecer ciegamente, para no salir nunca del terreno en que el Señor quiere que trabajes” (Meditaciones, tomo IV, páginas 312 y 313).


Ahora vamos con las maldiciones de san Josemaría y del ingeniero de tuercas:

“«Hay que pedirle al Señor que nos mande la muerte antes que no perseverar»”

(Meditaciones, tomo V, página 404).


“«Ruego también que si, a lo largo de los siglos, alguno —no ocurrirá, estamos ciertos—, quisiera perversamente corromper ese espíritu que nos ha legado el Padre, o desviar la Obra de las características divinas con que nuestro Fundador nos la ha entregado, que el Señor lo confunda y le impida cometer ese crimen, causar ese daño a la Iglesia y a las almas (...). No podemos menos de recordar aquella severísima amonestación de la Escritura: maledictus, qui facit opus Domini fraudulenter (Ierem. XLVIII, 10). Entendedme bien: para un miembro de la Obra que tenga la desgracia de no ser fiel a su vocación, va toda nuestra comprensión, nuestro cariño, la piedad de todos, con el deseo de sacarlo adelante y, al menos, ayudarle a que se salve. Pero si no consistiera sólo en eso, si pretendiese desvirtuar la Obra de Dios, desviarla fraudulentamente, corromper su espíritu, se haría acreedor a la maldición divina» (Álvaro del Portillo, carta de 30 de noviembre de 1975, número 39).


Por cierto, en la página web del Opus Dei han eliminado todo vestigio de las cartas de Álvaro del Portillo, las cuales son altamente “interesantes” para ver “cómo” entienden la fidelidad en el Opus Dei, tomando ejemplo del “hijo más fiel de san Josemaría” que confundía la Iglesia con una parte de ella, que durante 20 siglos no existió y en el futuro podría no existir, aunque la Iglesia siga existiendo, por supuesto.


“«Si te sales de la barca [del Opus Dei], caerás entre las olas del mar, irás a la muerte, perecerás anegado en el océano, y dejarás de estar con Cristo»” (Meditaciones, tomo IV, página 87).


“«Quien venga a la Obra de Dios ha de estar persuadido de que viene a someterse, a anonadarse: no a imponer su criterio personal»” (Instrucción de 1 de abril de 1934, número 17).


“«Recuerdo que cuando todavía no teníamos ninguna aprobación canónica, gritaba a los de Casa en los cursos de retiro que teníamos en Ferraz: ¡aseguro la salvación, la gloria del Cielo, a los que perseveren en su vocación hasta el final! Y añadía: aquel que sea fiel a este espíritu, tiene asegurada la salvación eterna»” (Meditaciones, tomo IV, página 396).

Como podemos ver de todo este espigueo de citas, el asunto de la dirección espiritual obligatoria como control es algo fundamental en el Opus Dei, tanto como cuando Javier Echevarría publicó la carta de 2 de octubre de 2011, que es de las poquísimas cartas que permanecen en la página web del Opus Dei, porque es una carta que “hay que enseñar”, como la de 9 de enero de 2018.


Como he dicho más arriba, en la página web de la prelatura no queda expuesta ni una sola carta de Álvaro del Portillo, ni una sola. El Opus Dei enseña solo lo que puede enseñar, aunque no sea verdad. Es una huída hacia adelante que terminará en algún momento, pero terminará sin duda.


Me imagino que el lector va viendo cómo se entiende la libertad en el Opus Dei.

Opus Dei: Comentario crítico a una carta (LVIII)

Aunque el Papa no ha sido del Opus Dei, está claro que no es tonto
Antonio Moya Somolinos
jueves, 9 de agosto de 2018, 07:20 h (CET)

Vamos a seguir el comentario, esta vez con el número 10 de la carta, que está dentro del capítulo titulado “Formar y gobernar personas libres”.


Empieza citando Ocáriz a san Josemaría, en una carta de 1956, en la que decía que “la autoridad del director espiritual no es potestad (…) La función del director espiritual es ayudar a que el alma quiera – a que le de la gana – cumplir la voluntad de Dios. No mandéis, aconsejad”.


Hago un inciso. Las famosas “Cartas” de san Josemaría (esta aparece fechada en el pie de página, el 8 de agosto de 1956) nunca han estado al acceso del público. Incluso los investigadores que han querido trabajar con el Archivo General de la Prelatura, han recibido una atención parcial, en el sentido de que no han conseguido ver todo lo que hubieran deseado, sino solo lo que les han dejado ver, una vez que, previamente han formado en la institución un juicio (un prejuicio) acerca del investigador. De esto hay testimonios importantes.


Quiero decir con esto que estas “Cartas” siempre han estado en poder de la institución y de nadie más.

Y no solo eso, sino que hay testimonios de que tales cartas, aunque tengan una fecha antigua, se han modificado, completado o parcialmente suprimido bastantes años después, hasta treinta. Esto lo confiesa incluso José Luis Illanes, uno de los principales “exegetas” oficiales de san Josemaría en uno de los libros de edición crítico-histórica del fundador del Opus Dei que están publicados.


¿Qué fiabilidad puede tener una cita a pie de página de una de estas cartas cuando sabemos que la propia prelatura viene llevando una exhaustiva labor de maquillaje de la figura del fundador desde hace años, suprimiendo lo impresentable, retocando y alterando textos y fotos incluso de las publicaciones internas (Crónica, Meditaciones, Obras, Noticias, etc.)?


Un botón de muestra de lo que digo es el de los libros de “Meditaciones”, de los que ya hablé hace dos días, o del “Catecismo del Opus Dei”. ¿Cómo es posible que de estas publicaciones haya varias ediciones, si lo que decía san Josemaría tenía “proyección de eternidad”? ¿Cómo es posible que, de los libros de Meditaciones o de Crónica, lleguen con frecuencia a los centros páginas sueltas que sustituyen y anulan a otras y que han de pegarse al lomo una vez cortada la que es sustituida? Si la doctrina está clara, si el espíritu está claro, si el fundador no tenía nada que ocultar ni que cambiar, ¿para qué tanto cambio?


Si esto pasa con las publicaciones que están en todos los centros, imaginémonos lo que sucederá con “Cartas” que nunca nadie ha visto o leído nada más que con cuentagotas y bajo control.


Si la llamada “segunda campanada” de san Josemaría, de 1973, está actualmente en los centros bajo llave, y solo es posible leerla con autorización del director, ¿qué garantía hay de que unas “Cartas” que siempre han estado bajo llave en las sedes de las comisiones regionales o del consejo general del Opus Dei, puedan ser exactamente las que hace 60 años escribió san Josemaría?


¿Qué garantías hay de que no hayan sustituido una hoja por otra, o varias, o párrafos enteros? ¿Cómo es posible que Ocáriz tenga la desfachatez de citar un documento al que el público no tiene acceso y de un presunto autor respecto del cual, él no tiene independencia?


Por desgracia para Ocáriz y para san Josemaría, este último HA DEJADO RASTRO de otras “perlas” en las que no se muestra tan suave; por ejemplo, el mismo libro Camino, en donde habla de “obediencia ciega al director”.El propio Escrivá, al final de su vida, al ser preguntado si tenía algo que cambiar en “Camino”, respondió que absolutamente nada.


Ocáriz, no nos hagas comulgar con ruedas de molino. Véndele la burra a otro, que ya nos conocemos y ya sabemos cómo era el maño. Quizá al Papa le puedas meter de rondón esa supuesta cita de san Josemaría. O quizá no, que aunque el Papa no ha sido del Opus Dei, está claro que no es tonto.


El problema de todo esto es que en el Opus Dei no aman la verdad, y hacen lo que una vez le oí a un compañero que era un poco mafioso: “Si hay que mentir, se miente”.


Quizá deberían leer un poco la Veritatis Splendor e interiorizar eso de que “el fin no justifica los medios”, que es una de las más elementales normas de moral. Sin un mínimo de amor a la verdad es imposible hacer nada en esta vida.

En el punto 10 de la carta, toca Ocáriz el punto más problemático del Opus Dei en cuanto secta: La dirección espiritual obligatoria en el Opus Dei en la que el director espiritual es impuesto por la institución. Lo que ellos, eufemísticamente llaman “la charla”. Este es el punto filipino en el que el Opus Dei se ve con la horma de su zapato, pues supone incumplir el más elemental de los derechos humanos y también vulnerar el canon 630 del Código de Derecho Canónico. Y probablemente los códigos penales de muchos de los países donde trabajan.


Aunque ellos nieguen ese control de las conciencias, en uno de los 46 documentos que fueron objeto del pleito mencionado artículos atrás, aparece claramente esa vulneración de los más elementales principios. He aquí tres citas de ese documento y alguna cita más al respecto:


“«Si se entiende bien que quien imparte la dirección espiritual es el Opus Dei, fácilmente se comprende que no tendría sentido, por ejemplo, que al hacer la charla fraterna alguien pusiera como condición, para tratar un tema determinado, que quien la recibe se comprometiera a “no contar a nadie” lo que va a decirle; o que éste último, pensando facilitar la sinceridad, equivocadamente dijera al que hace la charla: “cuéntamelo todo y no te preocupes, porque no se lo voy a decir a nadie más”. En estos casos hipotéticos, la persona que recibiera la charla dejaría de ser instrumento para hacer llegar la ayuda de la Obra: esa conversación no sería una charla fraterna de dirección espiritual.»”(Experiencias sobre el modo de llevar charlas fraternas. Roma, 19 de marzo de 2001, nota 65).


“«Quien recibe la charla deberá poner en conocimiento de los Directores lo que sea necesario para que puedan cumplir su misión de gobierno en bien de esa persona y en bien de la Obra. Esto -como es bien sabido y se recuerda en otro capítulo- no lesiona mínimamente el silencio de oficio»” (Experiencias sobre el modo de llevar charlas fraternas. Roma, 19 de marzo de 2001, nota 9).


“«Si el Señor quería que se obligara a ir a su cena a personas extrañas, ¡cuánto más querrá que uséis una santa coacción con los que son hermanos vuestros y ovejas del mismo rebaño de Jesucristo! Esta hermosísima coacción de caridad, lejos de quitar la libertad a vuestro hermano, le ayuda delicadamente a administrarla bien»” (Meditaciones, tomo II, página 157).


“«Entre los frutos de la obediencia, uno es particularmente necesario para llevar a cabo la misión que tenemos encomendada: la paz, la serenidad interior de quien sabe que obedeciendo no se equivoca nunca»” (Meditaciones, tomo IV, página 645).


“«Cuando las circunstancias lo requieren por los bienes que están en juego, la charla puede ser también conducto de consejos imperativos. En estos casos, lo que se aconseja es lo mismo que "impera" la conciencia cristiana (o lo que debería dictar, si no estuviera cegada por un error o turbada por una pasión desordenada) Por eso se pueden llamar consejos imperativos: no porque impere el que recibe la charla, sino porque expresa lo que "impera" o debe dictar la recta conciencia»” (Experiencias sobre el modo de llevar charlas fraternas, Roma, 19 de marzo de 2001, página 63).

Esta última perla es especialmente “interesante” pues pone de manifiesto que en el Opus Dei se suplanta a la conciencia individual, que es la norma próxima de moralidad, para sustituirla “desde fuera” y “objetivamente” por lo que diga quien lleva la dirección espiritual del miembro del Opus Dei, entendiendo que es desde el Opus Dei desde donde se valoran “esos bienes que están en juego”. Habría que preguntar ¿los bienes de quién? Por otra parte, hablar de “consejos imperativos” ¿no es una contradicción? Los consejos, nunca son imperativos. Lo que es imperativo para cada uno es seguir la recta conciencia bien formada, pero eso pertenece al fuero interno personal, es “tierra sagrada”, como dice el Papa Francisco en Evangeli Gaudium. Esa “tierra sagrada” es continuamente profanada en el Opus Dei.

Además, esos “consejos imperativos” ¿no son un modo cínico de “mandar” pero quitándose de encima la responsabilidad de lo mandado?


Ocáriz sabe que renunciar a este control de las conciencias supone renunciar a una información importante y valiosa a la hora de controlar a los miembros y de tapar la mierda que hay dentro, pues la única manera de seguir adelante tal y como están las cosas es teniendo seguro que quienes acceden a los cargos de gobierno en las comisiones y delegaciones y en el consejo general son personas absolutamente comprometidas con la secta, absolutamente volcados en darle prelación a la institución sobre las personas, empezando por ellos mismos, es decir, personas para las que, vaciado su corazón, lo único querido en esta vida es el Opus Dei, y por tanto, dispuestas a todas las inmoralidades con tal de defender fanáticamente a la institución.


Evidentemente, estas disposiciones sectarias y fanáticas, aunque estén envueltas en unos modales amables, solo son posibles si se conocen a fondo las interioridades de los miembros numerarios a través de la información proveniente de la dirección espiritual, llevada a cabo por quien designan los directores. Por supuesto que da igual que los supernumerarios hagan la charla cada quince días o cada dos meses. Lo importante es tener información de los numerarios para discernir quienes están totalmente “comprometidos” con la organización y nombrarlos inscritos.


Esto es la cebolla de la que hablé al principio de esta serie. Renunciar a esa información, supone el “peligro” de que, al conocer menos a fondo a algunos numerarios, podría darse el caso de que se nombrasen para cargos regionales a algunos de los que “piensan”, y ello supondría tener el enemigo dentro, ya que pensar es lo peor que se puede hacer en el Opus Dei.


Para los cargos de gobierno del Opus Dei lo fundamental es no pensar, sino ser absolutamente “dócil” a los directores que hay por encima (es lo que llaman la “unidad con el Padre y con los directores”), no razonar, no tener “espíritu crítico”. José María Hernández Garnica, uno de los tres primeros sacerdotes numerarios del Opus Dei, solía decir que “al Padre no se le interpreta, se le sigue”.


Por eso, estos artículos jamás los podría haber escrito un miembro del Opus Dei. En todo caso, quizá algún supernumerario de esos que sirven para “enseñar a la galería” y con ello demostrar que en el Opus Dei hay “un sano pluralismo”.


En la “charla” lo de menos es mandar o aconsejar. La charla es un medio de control en el que, con independencia de que se mande o aconseje, lo esencial es analizar a quien hace la charla, observarle, obtener información de él de cara a pensar en los posibles cuadros de gobierno del Opus Dei. San Josemaría, comentando el hecho de que Raimundo Panikkar abandonó la institución, comentó: “Con Raimundo, reconozco que me equivoqué al llamarlo al sacerdocio”. ¡Claro que se equivocó, porque Raimundo Panikkar era de los que pensaba!


En el Opus Dei no está bien visto pensar. El paradigma es “el borrico de noria”, siempre dando vueltas con anteojeras. Incluso existe una publicación interna en la que, extensamente (y ñoñamente), san Josemaría pondera las bondades del borrico de noria como paradigma de los miembros del Opus Dei.


Ocáriz, haciendo un postureo ante el Papa, habla, poniendo en boca de san Josemaría, las bondades de “aconsejar” en vez de “mandar”. Es una pura estrategia, propia del momento actual, para hacer amable lo que ha supuesto un suplicio para muchos que abandonaron el Opus Dei y a quienes se les exigía una “sinceridad salvaje” so pena de “pactar con el diablo” o “condenarse para siempre”.


En los tiempos que corren, estas cosas no se pueden decir así. En los tiempos que corren en los que el respeto a las conciencias está más estimado que en tiempos de san Josemaría, es lógico que se le quiera dar un tono amable a ese medio de control y se hable de “libertad” y de “aconsejar” y “ayudar a que el alma quiera – a que le de la gana – cumplir la voluntad de Dios”. Ocáriz sabe que vivimos en la cultura líquida y postmoderna, en la que la dureza tosca de san Josemaría echa para atrás.


De ahí el maquillaje sistemático a que vienen sometiendo la figura de san Josemaría, una vez canonizado rápidamente, a base de hacerle decir cosas inverosímiles que contrastan con el rastro que dejó y que es de dominio público.

De ahí el pleito destinado a ocultar esos 46 libros o documentos comprometedores que fueron filtrados desde el interior del Opus Dei por alguien de la institución que a modo de topo, se dio cuenta de que estaba metido en una secta y que el mejor servicio que podía hacer a Dios y a la Iglesia era desenmascarar esos documentos que ponían de manifiesto lo que hay dentro y llevar a cabo la transparencia que omite el Opus Dei.


Eso que atribuye Ocáriz a san Josemaría de defender lo que le de la gana a cada cual, es mentira. Prueba de ello es que el propio san Josemaría se expresó de manera totalmente opuesta en estas ocasiones:


«No perseveramos en el trabajo porque tengamos ganas, sino porque hay que hacerlo» (Meditaciones, tomo IV, página 30) «En el Opus Dei no hacemos las cosas porque tenemos ganas de hacerlas, sino porque hay que hacerlas» (Meditaciones, tomo III, página 395) «Dentro de la barca no se puede hacer lo que nos venga en gana» (Meditaciones, tomo IV, página 88).

Estoy totalmente convencido de que, o san Josemaría estaba más perturbado de lo que yo creía, o la cita que menciona Ocáriz de la supuesta carta de 8 de agosto de 1956 es totalmente falsa.


Ocáriz sabe todo esto. Y sabe que la “charla” es algo que, en el momento en que la pierdan, se les va al carajo el control de la secta. Como digo, la charla de los supernumerarios es una pura tapadera de la charla de los numerarios, que es la que realmente les interesa, porque determina que se disponga de la información que se precisa para controlar la institución.


Cuando veo a algún supernumerario o agregado que piensa que “el Opus Dei está en vuestras manos” me da ganas de comprarle un lirio y ponérselo en la mano. También hay numerarios con el lirio en la mano y el cilicio en la pierna, a quienes tienen entretenidos con una serie de pensamientos místicos sobre la charla, que a su vez estos transmiten a los supernumerarios, en los que se remacha por activa y por pasiva el tema de la “unidad”. Pero eso no es unidad, es control. La unidad es – o debería ser – con Cristo, no con esta gente.


Apunto a continuación una serie de “perlas” que no han podido llegar a ser ocultadas o maquilladas. San Josemaría dejó todo “atado y bien atado”, como Franco, pero no previó que unos años después de su muerte pudiera existir Internet. Él creyó que se podía pasar por esta vida borrando el rastro. Pero eso es muy difícil, como ya he comentado extensamente en esta serie.


San Josemaría pensó que la historia del Opus Dei la escribirían los de la secta, pero quizá no llegue a ser así:

“«[La historia del Opus Dei] es muy bueno desear conocerla. Lo he dicho siempre, de palabra y por escrito; y eso que sufro recordando tantos sucesos buenos de estos cuarenta y cuatro años. De bastantes no sabréis nada, porque he procurado que no quedase rastro; pero conoceréis los suficientes para vibrar muchísimo y dar muchas gracias a Dios»” (tertulia de Josemaría Escrivá de 14 de junio de 1972).


Lo que no sabía san Josemaría es que, aunque le están borrando el rastro a marchas forzadas, algo ha dejado, lo suficiente para conocerle bastante bien, aunque él haya borrado bastante de su propio rastro, y otro poco lo hayan borrado Álvaro del Portillo y Javier Echevarría, y otro poco más lo esté borrando Ocáriz. De todos los personajes históricos se ha borrado rastro, pero siempre han quedado cosas sin borrar…


Ahí van más perlas sobre esa “libertad” que hay en el Opus Dei y de cómo la entienden, en relación con la “unidad”, tanto respecto de la parábola del sarmiento, como con la figura de la barca. Como es sabido, ambas figuras representan a Cristo y a la Iglesia. Sin embargo, en el Opus Dei practican una teología barata, esto es, refiriendo al Opus Dei lo que deberían referir a la Iglesia, esto es, una chapuza. Ahí van las perlas:


“«Si no pasáis por mi cabeza, si no pasáis por mi corazón, habéis equivocado el camino, no tenéis a Cristo.»” (“Meditaciones, tomo IV, página 354).


“«Unidos al Padre, estaremos también unidos vitalmente a la Obra. Seremos sarmientos vivos llenos de frutos. “Si no pasáis por mi cabeza —decía nuestro Fundador—, si no pasáis por mi corazón, habéis equivocado el camino, no tenéis a Cristo”. Estas palabras pronunciadas por nuestro Fundador hace muchos años, son y serán válidas siempre: en primer lugar, referidas a su persona; y también aplicadas al Padre, sea quien sea a lo largo de los siglos»” (Álvaro del Portillo, Meditaciones, tomo IV, página 354).


“«Para nosotros, la Voluntad de Dios es siempre clara, transparente; la podemos conocer hasta en sus mínimos pormenores, porque el espíritu de la Obra y la ayuda de nuestros Directores nos permiten saber lo que el Señor nos pide en cada momento»” (“Meditaciones, tomo III, página 338).


“«Estamos unidos al Padre cuando somos muy fieles a los Directores. Ellos representan al Padre y le prestan —de algún modo— su voz para decirnos lo que quiere de nosotros, sus oídos para escucharnos, su corazón para querernos, su amor para comprendernos siempre. Nuestro mayor deseo debe ser afinar más y más en ese cariño confiado y dócil a los que representan al Padre, poner por obra sus indicaciones, acudir gustosos a la Confidencia y a los medios de formación, porque “cualquiera que sea quien recibe la Confidencia, es el mismo Padre quien la recibe”»” (Meditaciones, tomo IV, página 355).


“«Convéncete, hijo mío, de que desunirse es morir.» «Un sarmiento que no está unido a la vid, en lugar de ser cosa viva, es palo seco que sólo sirve para el fuego, o para arrear a las bestias, cuando más, y para que lo pisotee todo el mundo. Hijos míos ¡muy unidos a la cepa!, pegadicos a nuestra cepa, que es Jesucristo, por la obediencia rendida a los Directores»” (Meditaciones, tomo IV, página 354).


“«Hijo mío, tú eres el sarmiento. Saca todas las consecuencias: que tienes que estar unido a los que el Señor ha puesto para gobernar, que son la cepa, la vid a la que tienen que estar bien unidos los demás. Si no, no me darás fruto, o darás fruto de vanidad, o quizá totalmente de podredumbre; y en vez de alimentar a las almas, pudrirás todo y serás causa de corrupción y malicia»” (Meditaciones, tomo I, página 655).


“Hijos, hemos subido a la barca de Pedro con Cristo, a esta barca de la Iglesia, que tiene una apariencia frágil y desvencijada, pero que ninguna tormenta puede hacer naufragar. Y en la barca de Pedro, tú y yo hemos de pensar despacio, despacio: Señor, ¿a qué he venido yo a esta barca? Esta pregunta tiene un contenido particular para ti, desde el momento en que has subido a la barca, a esta barca del Opus Dei, porque te dio la gana...” “...si te sales de la barca, caerás entre las olas del mar, irás a la muerte, perecerás anegado en el océano, y dejarás de estar con Cristo...” “Hijo mío, ya te has persuadido, con esta parábola, de que si quieres tener vida, y vida eterna, y honor eterno; si quieres la felicidad eterna, no puedes salir de la barca, y debes prescindir en muchos casos de tu fin personal. Yo no tengo otro fin que el corporativo: la obediencia”»” (Meditaciones, tomo IV, página 84).


“Hijo mío, no te hablo para ahora..., te hablo por si alguna vez sientes que tu corazón vacila. Entonces yo te pido fidelidad; fidelidad, que se tiene que manifestar en el aprovechamiento del tiempo, en tu empeño por sujetar la imaginación y en dominar la soberbia, en tu decisión de obedecer ciegamente, para no salir nunca del terreno en que el Señor quiere que trabajes” (Meditaciones, tomo IV, páginas 312 y 313).


Ahora vamos con las maldiciones de san Josemaría y del ingeniero de tuercas:

“«Hay que pedirle al Señor que nos mande la muerte antes que no perseverar»”

(Meditaciones, tomo V, página 404).


“«Ruego también que si, a lo largo de los siglos, alguno —no ocurrirá, estamos ciertos—, quisiera perversamente corromper ese espíritu que nos ha legado el Padre, o desviar la Obra de las características divinas con que nuestro Fundador nos la ha entregado, que el Señor lo confunda y le impida cometer ese crimen, causar ese daño a la Iglesia y a las almas (...). No podemos menos de recordar aquella severísima amonestación de la Escritura: maledictus, qui facit opus Domini fraudulenter (Ierem. XLVIII, 10). Entendedme bien: para un miembro de la Obra que tenga la desgracia de no ser fiel a su vocación, va toda nuestra comprensión, nuestro cariño, la piedad de todos, con el deseo de sacarlo adelante y, al menos, ayudarle a que se salve. Pero si no consistiera sólo en eso, si pretendiese desvirtuar la Obra de Dios, desviarla fraudulentamente, corromper su espíritu, se haría acreedor a la maldición divina» (Álvaro del Portillo, carta de 30 de noviembre de 1975, número 39).


Por cierto, en la página web del Opus Dei han eliminado todo vestigio de las cartas de Álvaro del Portillo, las cuales son altamente “interesantes” para ver “cómo” entienden la fidelidad en el Opus Dei, tomando ejemplo del “hijo más fiel de san Josemaría” que confundía la Iglesia con una parte de ella, que durante 20 siglos no existió y en el futuro podría no existir, aunque la Iglesia siga existiendo, por supuesto.


“«Si te sales de la barca [del Opus Dei], caerás entre las olas del mar, irás a la muerte, perecerás anegado en el océano, y dejarás de estar con Cristo»” (Meditaciones, tomo IV, página 87).


“«Quien venga a la Obra de Dios ha de estar persuadido de que viene a someterse, a anonadarse: no a imponer su criterio personal»” (Instrucción de 1 de abril de 1934, número 17).


“«Recuerdo que cuando todavía no teníamos ninguna aprobación canónica, gritaba a los de Casa en los cursos de retiro que teníamos en Ferraz: ¡aseguro la salvación, la gloria del Cielo, a los que perseveren en su vocación hasta el final! Y añadía: aquel que sea fiel a este espíritu, tiene asegurada la salvación eterna»” (Meditaciones, tomo IV, página 396).

Como podemos ver de todo este espigueo de citas, el asunto de la dirección espiritual obligatoria como control es algo fundamental en el Opus Dei, tanto como cuando Javier Echevarría publicó la carta de 2 de octubre de 2011, que es de las poquísimas cartas que permanecen en la página web del Opus Dei, porque es una carta que “hay que enseñar”, como la de 9 de enero de 2018.


Como he dicho más arriba, en la página web de la prelatura no queda expuesta ni una sola carta de Álvaro del Portillo, ni una sola. El Opus Dei enseña solo lo que puede enseñar, aunque no sea verdad. Es una huída hacia adelante que terminará en algún momento, pero terminará sin duda.


Me imagino que el lector va viendo cómo se entiende la libertad en el Opus Dei.

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