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Los que gobiernan la prelatura hace ya mucho tiempo que perdieron el objetivo espiritual

Opus Dei: Comentario crítico a una carta (LI)

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Cuando estudiaba álgebra, al tratar de los espacios, se solía hablar de definir un sistema de coordenadas respecto de las cuales se pudieran referir todos los puntos del espacio.


Normalmente se definían tres, pero no había inconveniente en definir varias, partiendo todas ellas de un punto de intersección.


Para enfocar el comentario de la carta de 9 de enero de 2018 del prelado del Opus Dei, yo me he marcado dos coordenadas, pero voy a marcar una más, que podríamos llamar de prospectiva institucional, es decir, de opinar, a la vista de lo que está pasando, adonde va o puede ir la prelatura del Opus Dei.


En el último mes han sucedido dos pequeños acontecimientos que no deberían pasar desapercibidos. Me refiero a que ha habido cambio en la cabeza de la Fraternidad de San Pedro y en la Fraternidad de San Pío X.


¿Qué tiene todo esto que ver con el Opus Dei? Paciencia, que ya va.


El pasado 12 de julio de este año 2018 fue elegido el nuevo superior general de la Fraternidad Sacerdotal de San Pedro. La elección recayó en un sacerdote polaco. Esto no tiene nada de particular, pues en esta institución se elige superior general cada 6 años, y ahora tocaba.


Sin embargo, casi simultáneamente, la Fraternidad Sacerdotal de San Pío X eligió también a su nuevo superior general, un sacerdote italiano. Aparentemente, tampoco tiene nada de particular. Pero sí lo tiene.


Hagamos un poco de historia.


Ya antes de la elección del cardenal Pacelli como Pío XII, había cada vez más voces en la Iglesia que pedían una renovación. En tiempos de Pío XII el clamor fue en aumento, pero este Papa no se atrevió a acometerla. Fue Juan XXIII el que lo hizo convocando el concilio Vaticano II, pues el Vaticano I quedó violentamente interrumpido en el siglo anterior.

El concilio Vaticano II fue una bocanada de aire fresco para la Iglesia, un verdadero soplo del Espíritu Santo destinado a quitar toda la porquería retenida durante siglos que había llevado a la Iglesia a perder el tren de la historia, a encerrarse en si misma, a no mirar al mundo que le rodeaba. El concilio Vaticano II hizo que la frescura y la universalidad del mensaje evangélico volviera a brillar con toda su belleza y se abriera a todos los hombres.


Cualquiera que lea los documentos del concilio, sobre todo si lo hace en una edición en la que vengan los resultados de las votaciones de cada documento, podrá ver que en casi todos ellos el consenso fue abrumador. Sin embargo, siempre se ve que hay un pequeño porcentaje de un 10% o un 15% de votos en contra, prácticamente en todos los documentos. ¿Quiénes eran estos?


Era un pequeño resto de obispos ultraconservadores, contrarios a toda renovación, con una visión principesca de la Iglesia, intolerantes, partidarios del concilio de Trento, de la misa tridentina, del Código de Derecho Canónico de 1917, de una concepción estamental de la Iglesia; partidarios de la exclusión de quienes disientan lo más mínimo, partidarios del anatema, de la condena a los herejes, etc.


Este resto ultraconservador era muy bien visto por san Josemaría Escrivá. Algo de tiempo después, hacia 1968 ó 1969, dio un viraje al darse cuenta de que por ese camino no iba a tener la influencia que pretendía. Téngase en cuenta que fue en 1968 cuando obtuvo la rehabilitación del marquesado de Peralta. También son interesantes los títulos y dignidades que llegó a tener y que Luis Carandell recoge en su libro, varios de ellos obtenidos en esa época.


No obstante ese viraje, san Josemaría siguió sosteniendo los mismos puntos de vista ultraconservadores durante el resto de su vida, aunque de forma algo más discreta que durante los tiempos del concilio en los que sus manifestaciones – que han dejado rastro – eran durísimas, como ha hemos comentado más atrás.


Tras el concilio, de modo manifiesto, las posturas ultraconservadoras se fueron concentrando en la persona del obispo Marcel Lefevre, el cual, poco a poco, fue echando un pulso al Papa – primero a Pablo VI y luego a Juan Pablo II – hasta que en 1988 terminó siendo excomulgado por este como consecuencia de una cuádruple ordenación episcopal llevada a cabo sin el consentimiento del Papa.


Aquello supuso un cisma. Pequeño, pero cisma, pues al ser excomulgado Lefevre y los obispos por él ordenados, quedaron fuera de la Iglesia todos sus seguidores, que formaban la Fraternidad Sacerdotal de San Pío X, entidad fundada por este obispo años atrás, en 1970.


Monseñor Lefevre murió en 1991. En 1994 fue elegido como superior de la FSSPX monseñor Fellay, uno de los obispos ordenados por Lefevre. Desde entonces, la FSSPX ha venido teniendo unas relaciones tensas con Roma, aunque ha habido un progresivo acercamiento, pues por una parte, la FSSPX quiere acercarse a Roma, y desde el Vaticano también se quiere una regularización de la situación.


Es evidente que esta situación ha sido consecuencia de la intransigencia de monseñor Lefevre, por una parte, y de Juan Pablo II por otra. Nunca se debió llegar a esa excomunión. De hecho, en 2007, siendo ya Papa Benedicto XVI, fue autorizada de nuevo la misa según el rito del concilio de Trento, y en 2009, el mismo Papa levantó la excomunión a los cuatro obispos ordenados años atrás por Lefevre.


Con el actual Papa Francisco, el acercamiento no ha ido sino en aumento, hasta el punto de que en torno a mayo de 2017 ya se hablaba como de algo inminente la admisión de la FSSPX como prelatura personal. Estamos hablando de un total de unos 600 sacerdotes, de unos 150 religiosos y de unos 400.000 laicos.


Muchas ganas se ve que tenía la FSSPX en que se le reconociera como prelatura personal, al menos a juzgar por un artículo contra George Weigel, que se pronunció en contra ( https://adelantelafe.com/george-weigel-la-fsppx/ ). Incluso se llegó a barajar la fecha del 13 de mayo de 2017 como la de erección de la nueva prelatura personal de FSSPX ( https://adelantelafe.com/la-prelatura-personal-la-fsspx-podria-estar-mas-cerca-lo-parece/ ).


Conviene no olvidar que la figura de la prelatura personal fue creada como forma jurídica “a la medida” para el Opus Dei, el cual, hasta ahora y desde 1982, es la única prelatura existente en la Iglesia Católica. También conviene recordar, como hemos visto más atrás, que con la carta Iuvenescit Ecclesiae, de junio de 2016, el actual Papa deja meridianamente claro que las prelaturas personales NO FORMAN PARTE DE LA ESTRUCTURA JERÁRQUICA DE LA IGLESIA, en contra de lo que el Opus Dei ha venido manifestando desde 1982, vulnerando el Código de Derecho Canónico.


En una palabra, que en 2017 la FSSPX ya aceptaba implícitamente que en el futuro, su superior no fuera obispo, aunque en 2017 lo fuera. Y también, aceptaban implícitamente que, como prelatura personal, no formarían parte de la estructura jerárquica de la Iglesia, sino como una entidad de carácter carismático.


Sin embargo, desde mayo de 2017 no se ha vuelto a hablar del tema y hasta la fecha, la FSSPX no tiene todavía forma jurídica. ¿Qué ha pasado?


Hablemos ahora de la Fraternidad Sacerdotal de San Pedro. Esta se creó en 1988, cuando se produjo la escisión debida a la excomunión de Lefevre y los cuatro obispos. La FSSP fue creada para acoger a los que opinaban igual que Lefevre pero no querían quedarse fuera de la Iglesia, de modo que dentro de la Iglesia hubiera una institución que sostuviera los mismos postulados de la FSSPX pero permaneciendo bajo la obediencia del Papa. En la FSSP tuvo un papel fundamental el cardenal Ratzinger.


Con este hecho puede verse el distinto talante de Juan Pablo II y Benedicto XVI, ya que mientras el primero quería arreglar los problemas a base de excomuniones el segundo seguía la vía del diálogo y la integración. El primero mataba las moscas a cañonazos; el segundo creaba puentes de soluciones. La FSSP ha sido durante todos estos años un lugar, dentro de la Iglesia Católica, en el que todo aquel que haya tenido otras sensibilidades y otros modos de ver las cosas, sin afectar a la fe, ha podido encontrar un lugar en el que ser acogido.


Es muy significativo el hecho de que, desde que Benedicto XVI fue elegido Papa, no ha habido ni un solo expediente hacia ningún teólogo en el que se le moleste por razón de su modo de pensar. Ni con Benedicto XVI ni con Francisco.

No podemos decir lo mismo de los anteriores, siendo “tradicional” en esos pontificados los interrogatorios y modos inquisitoriales hacia teólogos que simplemente tenían sus opiniones en materias que podrían disentir de opiniones oficiales no infalibles. Estoy hablando de Marciano Vidal, de José Antonio Pagola, de Gustavo Gutiérrez, de Leonard Boff, de Bernad Häring y otros.


En el caso concreto de Bernard Häring, este llegó a escribir un libro sobre el proceso que le montó el Vaticano y que él llegó a calificar más duro que el que sufrió por parte de los nazis.


Me parece, con todo lo que estoy diciendo, que se puede ver claramente los frutos amargos de la intolerancia, más amargos todavía si esa intolerancia la aplica la Iglesia “en nombre de Dios”. También queda todavía más claro lo que a mi modo de ver es el texto fundamental del pontificado de Francisco, que ya he mencionado: El punto 296 de la Exhortación Apostólica Amoris Laetitia, que copio una vez más:


“ El Sínodo se ha referido a distintas situaciones de fragilidad o imperfección. Al respecto, quiero recordar aquí algo que he querido plantear con claridad a toda la Iglesia para que no equivoquemos el camino: «Dos lógicas recorren toda la historia de la Iglesia: marginar y reintegrar [...] El camino de la Iglesia, desde el concilio de Jerusalén en adelante, es siempre el camino de Jesús, el de la misericordia y de la integración [...] El camino de la Iglesia es el de no condenar a nadie para siempre y difundir la misericordia de Dios a todas las personas que la piden con corazón sincero [...] Porque la caridad verdadera siempre es inmerecida, incondicional y gratuita»[326]. Entonces, «hay que evitar los juicios que no toman en cuenta la complejidad de las diversas situaciones, y hay que estar atentos al modo en que las personas viven y sufren a causa de su condición»[327]”.


La Iglesia, desde el Edicto de Milán, se ha equivocado. Pasó de ser perseguida a ser perseguidora, abandonó el camino de la misericordia y de la integración para optar por el anatema, por excluir al miembro enfermo, por excomulgar y abandonar a su suerte al que simplemente disienta. Gracias a esta intolerancia de la Iglesia llevamos varios siglos sufriendo el desgarrón debido a la crisis protestante. Es verdad que Lutero erró en algunos puntos de la fe, y también es cierto que los príncipes alemanes lo utilizaron políticamente contra el emperador Carlos, pero también es rotundamente cierto que Lutero decía verdades como puños en relación a la corrupción en que se veía inmersa la Iglesia, y muy concretamente el papado.


Quien dice lo anterior respecto a la crisis de Lutero, debe decir lo mismo respecto al cisma de oriente, en el que, sin haber ni un solo punto de diferencia en cuanto a la fe, la escisión se produjo por la mutua soberbia e intolerancia del Papa y del patriarca de Constantinopla.


Con la creación de la Fraternidad Sacerdotal de San Pedro, gracias a Ratzinger, se creó un puente de unión y de diálogo que suavizara la ruptura de la FSSPX.


Pero ¿Qué forma jurídica se le dio a la FSSP?


No se le dio la forma de prelatura personal, aunque el esquema que tiene es el mismo que el del Opus Dei: Unos sacerdotes pertenecientes a la entidad, presididos por un sacerdote que ejerce de superior, y unos laicos asociados a modo de versión moderna de orden tercera. Más o menos el mismo esquema que los Legionarios de Cristo o incluso la Compañía de Jesús con su asociación de jesuitas-laicos.


La FSSP es una Sociedad de Vida Apostólica ( https://es.wikipedia.org/wiki/Fraternidad_Sacerdotal_de_San_Pedro ). Si consultamos el Código de Derecho Canónico, parte IIIª, sección 2ª, vemos que en los artículos 731 a 746 aparecen reguladas las sociedades de vida apostólica. La FSSP es más pequeña y está extendida en menos países. Cuenta con casi 300 sacerdotes y unos 5.500 laicos. Pero ha funcionado y funciona bien. Ha sido un acierto su creación.


Volviendo a las noticias del comienzo de este artículo, al principio del mes de julio hubo nuevos superiores generales de la FSSP y de la FSSPX. Este último, un italiano, es sacerdote y no obispo; dato muy importante y con un gran significado, pues si en 2017 la FSSPX aceptaba sin ambages la forma de prelatura personal, aun a sabiendas de que no sería estructura jerárquica de la Iglesia (lo cual suponía ya una confianza total por parte de la FSSPX en el Papa), la elección del nuevo superior general recayendo esta en un sacerdote, cuando tienen cuatro obispos en los que se podrían haber fijado, es un gesto definitivo de renuncia a pretensiones de formar parte de la estructura jerárquica de la Iglesia.


Recordará el lector hace bastantes semanas que hablábamos de esto y sosteníamos que al Opus Dei le venía bien que la FSSPX pasase a ser prelatura personal, pues su superior de entonces, el obispo Fellay, podía “arrastrar” que Ocáriz fuese también consagrado obispo.


Ahora bien, el nombramiento del sacerdote italiano Davide Pagliarani como superior de la FSSPX cierra ya toda posibilidad de “experimentos episcopales” con las prelaturas personales. El comentario de la página ultraconservadora “Adelante la fe” es bien elocuente: ( https://adelantelafe.com/elegido-nuevo-superior-en-la-fsspx-el-italiano-padre-pagliarani/ ).


¿Cuáles serán los siguientes pasos?


Me voy a mojar.


Para empezar, podría ser que – ahora sí – la FSSPX fuese admitida como prelatura personal. También podría suceder que el Papa aprovechara esto y creara simultáneamente o sucesivamente otras prelaturas personales transformando otras instituciones a las que esta forma jurídica les resulta adecuada.


Pienso que también simultáneamente, las prelaturas personales pasarían a depender de la sagrada congregación para el clero, quitándolas de la de los obispos.


Todo esto quiere decir que el Opus Dei se despediría definitivamente de que su prelado fuese obispo, es decir, que Ocáriz y los que le sigan van a tener muy, pero que muy difícil, volver a ponerse la mitra.


Y más todavía. Podría llegar el caso de que, como las sociedades de vida apostólica son muy versátiles y tienen muy bien regulado su estatus (a diferencia de las prelaturas personales – o sea, del Opus Dei – que no han dado más que problemas), y han demostrado funcionar muy bien – véase la FSSP – , en vez de pasar la FSSPX a prelatura personal, podría pasarla el Papa a sociedad de vida apostólica, a continuación, pasar el Opus Dei también a sociedad de vida apostólica, y las otras de las que hablamos, también. Y acto seguido, eliminar las prelaturas personales del Código de Derecho Canónico, que bastantes problemas ha dado la única que ha habido en estos 36 años – el Opus Dei – y cuya experiencia es mejor no seguir.


Con todo esto, cada cual llegaría a estar en el corralito que le corresponde, y nos dejaríamos de historias e histerias provenientes de un perturbado mental y visionario que nunca estaba a gusto con nadie y que siempre se dedicó a revolver todo dando por saco a diestro y siniestro en vez de a seguir el carisma de lo que había fundado.


Con esto termino de exponer lo que he llamado la tercera coordenada, de prospectiva institucional, en donde se podría atisbar una solución a esa disociación existente en el Opus Dei entre la gente de la base y quienes la gobiernan, pues los de la base, normalmente se dedican a buscar la santidad en la vida ordinaria, con mayor o menor fortuna, dado que están muy marcados por una toxicidad religiosa debida a su propensión a juzgar negativamente a los demás sin oírles previamente. Sin embargo, quienes gobiernan el Opus Dei, hace ya tiempo que se dedicaron a la estructura en vez de al fin espiritual de la prelatura. Los que gobiernan la prelatura hace ya mucho tiempo que perdieron el objetivo espiritual; se dedican a otra cosa.


Quizá situándolos en donde deben de estar cerrándoles las posibilidades de seguir conspirando, podrían llegar a pensar en santificar el trabajo ordinario. 

Opus Dei: Comentario crítico a una carta (LI)

Los que gobiernan la prelatura hace ya mucho tiempo que perdieron el objetivo espiritual
Antonio Moya Somolinos
martes, 31 de julio de 2018, 07:45 h (CET)

Cuando estudiaba álgebra, al tratar de los espacios, se solía hablar de definir un sistema de coordenadas respecto de las cuales se pudieran referir todos los puntos del espacio.


Normalmente se definían tres, pero no había inconveniente en definir varias, partiendo todas ellas de un punto de intersección.


Para enfocar el comentario de la carta de 9 de enero de 2018 del prelado del Opus Dei, yo me he marcado dos coordenadas, pero voy a marcar una más, que podríamos llamar de prospectiva institucional, es decir, de opinar, a la vista de lo que está pasando, adonde va o puede ir la prelatura del Opus Dei.


En el último mes han sucedido dos pequeños acontecimientos que no deberían pasar desapercibidos. Me refiero a que ha habido cambio en la cabeza de la Fraternidad de San Pedro y en la Fraternidad de San Pío X.


¿Qué tiene todo esto que ver con el Opus Dei? Paciencia, que ya va.


El pasado 12 de julio de este año 2018 fue elegido el nuevo superior general de la Fraternidad Sacerdotal de San Pedro. La elección recayó en un sacerdote polaco. Esto no tiene nada de particular, pues en esta institución se elige superior general cada 6 años, y ahora tocaba.


Sin embargo, casi simultáneamente, la Fraternidad Sacerdotal de San Pío X eligió también a su nuevo superior general, un sacerdote italiano. Aparentemente, tampoco tiene nada de particular. Pero sí lo tiene.


Hagamos un poco de historia.


Ya antes de la elección del cardenal Pacelli como Pío XII, había cada vez más voces en la Iglesia que pedían una renovación. En tiempos de Pío XII el clamor fue en aumento, pero este Papa no se atrevió a acometerla. Fue Juan XXIII el que lo hizo convocando el concilio Vaticano II, pues el Vaticano I quedó violentamente interrumpido en el siglo anterior.

El concilio Vaticano II fue una bocanada de aire fresco para la Iglesia, un verdadero soplo del Espíritu Santo destinado a quitar toda la porquería retenida durante siglos que había llevado a la Iglesia a perder el tren de la historia, a encerrarse en si misma, a no mirar al mundo que le rodeaba. El concilio Vaticano II hizo que la frescura y la universalidad del mensaje evangélico volviera a brillar con toda su belleza y se abriera a todos los hombres.


Cualquiera que lea los documentos del concilio, sobre todo si lo hace en una edición en la que vengan los resultados de las votaciones de cada documento, podrá ver que en casi todos ellos el consenso fue abrumador. Sin embargo, siempre se ve que hay un pequeño porcentaje de un 10% o un 15% de votos en contra, prácticamente en todos los documentos. ¿Quiénes eran estos?


Era un pequeño resto de obispos ultraconservadores, contrarios a toda renovación, con una visión principesca de la Iglesia, intolerantes, partidarios del concilio de Trento, de la misa tridentina, del Código de Derecho Canónico de 1917, de una concepción estamental de la Iglesia; partidarios de la exclusión de quienes disientan lo más mínimo, partidarios del anatema, de la condena a los herejes, etc.


Este resto ultraconservador era muy bien visto por san Josemaría Escrivá. Algo de tiempo después, hacia 1968 ó 1969, dio un viraje al darse cuenta de que por ese camino no iba a tener la influencia que pretendía. Téngase en cuenta que fue en 1968 cuando obtuvo la rehabilitación del marquesado de Peralta. También son interesantes los títulos y dignidades que llegó a tener y que Luis Carandell recoge en su libro, varios de ellos obtenidos en esa época.


No obstante ese viraje, san Josemaría siguió sosteniendo los mismos puntos de vista ultraconservadores durante el resto de su vida, aunque de forma algo más discreta que durante los tiempos del concilio en los que sus manifestaciones – que han dejado rastro – eran durísimas, como ha hemos comentado más atrás.


Tras el concilio, de modo manifiesto, las posturas ultraconservadoras se fueron concentrando en la persona del obispo Marcel Lefevre, el cual, poco a poco, fue echando un pulso al Papa – primero a Pablo VI y luego a Juan Pablo II – hasta que en 1988 terminó siendo excomulgado por este como consecuencia de una cuádruple ordenación episcopal llevada a cabo sin el consentimiento del Papa.


Aquello supuso un cisma. Pequeño, pero cisma, pues al ser excomulgado Lefevre y los obispos por él ordenados, quedaron fuera de la Iglesia todos sus seguidores, que formaban la Fraternidad Sacerdotal de San Pío X, entidad fundada por este obispo años atrás, en 1970.


Monseñor Lefevre murió en 1991. En 1994 fue elegido como superior de la FSSPX monseñor Fellay, uno de los obispos ordenados por Lefevre. Desde entonces, la FSSPX ha venido teniendo unas relaciones tensas con Roma, aunque ha habido un progresivo acercamiento, pues por una parte, la FSSPX quiere acercarse a Roma, y desde el Vaticano también se quiere una regularización de la situación.


Es evidente que esta situación ha sido consecuencia de la intransigencia de monseñor Lefevre, por una parte, y de Juan Pablo II por otra. Nunca se debió llegar a esa excomunión. De hecho, en 2007, siendo ya Papa Benedicto XVI, fue autorizada de nuevo la misa según el rito del concilio de Trento, y en 2009, el mismo Papa levantó la excomunión a los cuatro obispos ordenados años atrás por Lefevre.


Con el actual Papa Francisco, el acercamiento no ha ido sino en aumento, hasta el punto de que en torno a mayo de 2017 ya se hablaba como de algo inminente la admisión de la FSSPX como prelatura personal. Estamos hablando de un total de unos 600 sacerdotes, de unos 150 religiosos y de unos 400.000 laicos.


Muchas ganas se ve que tenía la FSSPX en que se le reconociera como prelatura personal, al menos a juzgar por un artículo contra George Weigel, que se pronunció en contra ( https://adelantelafe.com/george-weigel-la-fsppx/ ). Incluso se llegó a barajar la fecha del 13 de mayo de 2017 como la de erección de la nueva prelatura personal de FSSPX ( https://adelantelafe.com/la-prelatura-personal-la-fsspx-podria-estar-mas-cerca-lo-parece/ ).


Conviene no olvidar que la figura de la prelatura personal fue creada como forma jurídica “a la medida” para el Opus Dei, el cual, hasta ahora y desde 1982, es la única prelatura existente en la Iglesia Católica. También conviene recordar, como hemos visto más atrás, que con la carta Iuvenescit Ecclesiae, de junio de 2016, el actual Papa deja meridianamente claro que las prelaturas personales NO FORMAN PARTE DE LA ESTRUCTURA JERÁRQUICA DE LA IGLESIA, en contra de lo que el Opus Dei ha venido manifestando desde 1982, vulnerando el Código de Derecho Canónico.


En una palabra, que en 2017 la FSSPX ya aceptaba implícitamente que en el futuro, su superior no fuera obispo, aunque en 2017 lo fuera. Y también, aceptaban implícitamente que, como prelatura personal, no formarían parte de la estructura jerárquica de la Iglesia, sino como una entidad de carácter carismático.


Sin embargo, desde mayo de 2017 no se ha vuelto a hablar del tema y hasta la fecha, la FSSPX no tiene todavía forma jurídica. ¿Qué ha pasado?


Hablemos ahora de la Fraternidad Sacerdotal de San Pedro. Esta se creó en 1988, cuando se produjo la escisión debida a la excomunión de Lefevre y los cuatro obispos. La FSSP fue creada para acoger a los que opinaban igual que Lefevre pero no querían quedarse fuera de la Iglesia, de modo que dentro de la Iglesia hubiera una institución que sostuviera los mismos postulados de la FSSPX pero permaneciendo bajo la obediencia del Papa. En la FSSP tuvo un papel fundamental el cardenal Ratzinger.


Con este hecho puede verse el distinto talante de Juan Pablo II y Benedicto XVI, ya que mientras el primero quería arreglar los problemas a base de excomuniones el segundo seguía la vía del diálogo y la integración. El primero mataba las moscas a cañonazos; el segundo creaba puentes de soluciones. La FSSP ha sido durante todos estos años un lugar, dentro de la Iglesia Católica, en el que todo aquel que haya tenido otras sensibilidades y otros modos de ver las cosas, sin afectar a la fe, ha podido encontrar un lugar en el que ser acogido.


Es muy significativo el hecho de que, desde que Benedicto XVI fue elegido Papa, no ha habido ni un solo expediente hacia ningún teólogo en el que se le moleste por razón de su modo de pensar. Ni con Benedicto XVI ni con Francisco.

No podemos decir lo mismo de los anteriores, siendo “tradicional” en esos pontificados los interrogatorios y modos inquisitoriales hacia teólogos que simplemente tenían sus opiniones en materias que podrían disentir de opiniones oficiales no infalibles. Estoy hablando de Marciano Vidal, de José Antonio Pagola, de Gustavo Gutiérrez, de Leonard Boff, de Bernad Häring y otros.


En el caso concreto de Bernard Häring, este llegó a escribir un libro sobre el proceso que le montó el Vaticano y que él llegó a calificar más duro que el que sufrió por parte de los nazis.


Me parece, con todo lo que estoy diciendo, que se puede ver claramente los frutos amargos de la intolerancia, más amargos todavía si esa intolerancia la aplica la Iglesia “en nombre de Dios”. También queda todavía más claro lo que a mi modo de ver es el texto fundamental del pontificado de Francisco, que ya he mencionado: El punto 296 de la Exhortación Apostólica Amoris Laetitia, que copio una vez más:


“ El Sínodo se ha referido a distintas situaciones de fragilidad o imperfección. Al respecto, quiero recordar aquí algo que he querido plantear con claridad a toda la Iglesia para que no equivoquemos el camino: «Dos lógicas recorren toda la historia de la Iglesia: marginar y reintegrar [...] El camino de la Iglesia, desde el concilio de Jerusalén en adelante, es siempre el camino de Jesús, el de la misericordia y de la integración [...] El camino de la Iglesia es el de no condenar a nadie para siempre y difundir la misericordia de Dios a todas las personas que la piden con corazón sincero [...] Porque la caridad verdadera siempre es inmerecida, incondicional y gratuita»[326]. Entonces, «hay que evitar los juicios que no toman en cuenta la complejidad de las diversas situaciones, y hay que estar atentos al modo en que las personas viven y sufren a causa de su condición»[327]”.


La Iglesia, desde el Edicto de Milán, se ha equivocado. Pasó de ser perseguida a ser perseguidora, abandonó el camino de la misericordia y de la integración para optar por el anatema, por excluir al miembro enfermo, por excomulgar y abandonar a su suerte al que simplemente disienta. Gracias a esta intolerancia de la Iglesia llevamos varios siglos sufriendo el desgarrón debido a la crisis protestante. Es verdad que Lutero erró en algunos puntos de la fe, y también es cierto que los príncipes alemanes lo utilizaron políticamente contra el emperador Carlos, pero también es rotundamente cierto que Lutero decía verdades como puños en relación a la corrupción en que se veía inmersa la Iglesia, y muy concretamente el papado.


Quien dice lo anterior respecto a la crisis de Lutero, debe decir lo mismo respecto al cisma de oriente, en el que, sin haber ni un solo punto de diferencia en cuanto a la fe, la escisión se produjo por la mutua soberbia e intolerancia del Papa y del patriarca de Constantinopla.


Con la creación de la Fraternidad Sacerdotal de San Pedro, gracias a Ratzinger, se creó un puente de unión y de diálogo que suavizara la ruptura de la FSSPX.


Pero ¿Qué forma jurídica se le dio a la FSSP?


No se le dio la forma de prelatura personal, aunque el esquema que tiene es el mismo que el del Opus Dei: Unos sacerdotes pertenecientes a la entidad, presididos por un sacerdote que ejerce de superior, y unos laicos asociados a modo de versión moderna de orden tercera. Más o menos el mismo esquema que los Legionarios de Cristo o incluso la Compañía de Jesús con su asociación de jesuitas-laicos.


La FSSP es una Sociedad de Vida Apostólica ( https://es.wikipedia.org/wiki/Fraternidad_Sacerdotal_de_San_Pedro ). Si consultamos el Código de Derecho Canónico, parte IIIª, sección 2ª, vemos que en los artículos 731 a 746 aparecen reguladas las sociedades de vida apostólica. La FSSP es más pequeña y está extendida en menos países. Cuenta con casi 300 sacerdotes y unos 5.500 laicos. Pero ha funcionado y funciona bien. Ha sido un acierto su creación.


Volviendo a las noticias del comienzo de este artículo, al principio del mes de julio hubo nuevos superiores generales de la FSSP y de la FSSPX. Este último, un italiano, es sacerdote y no obispo; dato muy importante y con un gran significado, pues si en 2017 la FSSPX aceptaba sin ambages la forma de prelatura personal, aun a sabiendas de que no sería estructura jerárquica de la Iglesia (lo cual suponía ya una confianza total por parte de la FSSPX en el Papa), la elección del nuevo superior general recayendo esta en un sacerdote, cuando tienen cuatro obispos en los que se podrían haber fijado, es un gesto definitivo de renuncia a pretensiones de formar parte de la estructura jerárquica de la Iglesia.


Recordará el lector hace bastantes semanas que hablábamos de esto y sosteníamos que al Opus Dei le venía bien que la FSSPX pasase a ser prelatura personal, pues su superior de entonces, el obispo Fellay, podía “arrastrar” que Ocáriz fuese también consagrado obispo.


Ahora bien, el nombramiento del sacerdote italiano Davide Pagliarani como superior de la FSSPX cierra ya toda posibilidad de “experimentos episcopales” con las prelaturas personales. El comentario de la página ultraconservadora “Adelante la fe” es bien elocuente: ( https://adelantelafe.com/elegido-nuevo-superior-en-la-fsspx-el-italiano-padre-pagliarani/ ).


¿Cuáles serán los siguientes pasos?


Me voy a mojar.


Para empezar, podría ser que – ahora sí – la FSSPX fuese admitida como prelatura personal. También podría suceder que el Papa aprovechara esto y creara simultáneamente o sucesivamente otras prelaturas personales transformando otras instituciones a las que esta forma jurídica les resulta adecuada.


Pienso que también simultáneamente, las prelaturas personales pasarían a depender de la sagrada congregación para el clero, quitándolas de la de los obispos.


Todo esto quiere decir que el Opus Dei se despediría definitivamente de que su prelado fuese obispo, es decir, que Ocáriz y los que le sigan van a tener muy, pero que muy difícil, volver a ponerse la mitra.


Y más todavía. Podría llegar el caso de que, como las sociedades de vida apostólica son muy versátiles y tienen muy bien regulado su estatus (a diferencia de las prelaturas personales – o sea, del Opus Dei – que no han dado más que problemas), y han demostrado funcionar muy bien – véase la FSSP – , en vez de pasar la FSSPX a prelatura personal, podría pasarla el Papa a sociedad de vida apostólica, a continuación, pasar el Opus Dei también a sociedad de vida apostólica, y las otras de las que hablamos, también. Y acto seguido, eliminar las prelaturas personales del Código de Derecho Canónico, que bastantes problemas ha dado la única que ha habido en estos 36 años – el Opus Dei – y cuya experiencia es mejor no seguir.


Con todo esto, cada cual llegaría a estar en el corralito que le corresponde, y nos dejaríamos de historias e histerias provenientes de un perturbado mental y visionario que nunca estaba a gusto con nadie y que siempre se dedicó a revolver todo dando por saco a diestro y siniestro en vez de a seguir el carisma de lo que había fundado.


Con esto termino de exponer lo que he llamado la tercera coordenada, de prospectiva institucional, en donde se podría atisbar una solución a esa disociación existente en el Opus Dei entre la gente de la base y quienes la gobiernan, pues los de la base, normalmente se dedican a buscar la santidad en la vida ordinaria, con mayor o menor fortuna, dado que están muy marcados por una toxicidad religiosa debida a su propensión a juzgar negativamente a los demás sin oírles previamente. Sin embargo, quienes gobiernan el Opus Dei, hace ya tiempo que se dedicaron a la estructura en vez de al fin espiritual de la prelatura. Los que gobiernan la prelatura hace ya mucho tiempo que perdieron el objetivo espiritual; se dedican a otra cosa.


Quizá situándolos en donde deben de estar cerrándoles las posibilidades de seguir conspirando, podrían llegar a pensar en santificar el trabajo ordinario. 

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La ciudad de Barcelona, en favor de una transformación fantasiosa de sí misma, siempre bajo el paraguas efectista de la ‘sostenibilidad ambiental’, como socorrida coartada ejemplificada en su más que evidente y disruptiva conversión urbanística, se le adivina en su resultado final el poco o nulo interés por conectar con las necesidades vitales de una gran mayoría y en aquellos planeamientos al servicio de las personas.

El ADN de la Presidenta de la Comunidad de Madrid, Isabel Díaz Ayuso, contendría la triple enzima trumpista (autocracia, instauración del paraíso neoliberal y retorno al "pensamiento único heteropatriarcal") y asimismo sería una "rara avis" que consigue desarbolar cualquier estrategia opositora que sea mínimamente racional al ser una experta en las técnicas de manipulación de masas.

La inversión de inmuebles en España atrae a muchos extranjeros, por el clima mediterráneo agradable y las múltiples playas por toda su costa, lo que la convierte en un destino muy atractivo para vivir o pasar las vacaciones, esta es la razón de muchos inversores que buscan una segunda residencia o un lugar de retiro.

 
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