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Opinión
Etiquetas | Religión | Opus Dei
Hay muchos miembros que están literalmente cogidos por los cojones, sin independencia alguna en lo profesional o en lo económico

Opus Dei: Comentario crítico a una carta (XLIX)

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En las entregas anteriores hemos visto las opiniones de otros acerca de la actividad más que dudosa del Opus Dei. Hay quien como el cardenal Sebastián habla de “corruptelas”; María Angustias Moreno lleva a cabo sus críticas con tal delicadeza que Antonio Pérez Tenessa no puede por menos que encarecerle una “excesiva benvolencia”. Si nos vamos al foro de estos artículos, el panorama es mucho más variado, pues hemos visto no pocos que no toleran la más mínima opinión crítica hacia el Opus Dei o su fundador, y se despachan desacreditando a quien la exprese, sin detenerse en analizar o dialogar acerca de esos contenidos, atacando a la persona por sistema, juzgando de quien no conocen, sin detenerse en escuchar lo que dice.


Ese fanatismo traspasa ya el ámbito de lo religioso para entrar ya en lo que tiene todos los caracteres de una secta.

Ya he comentado bastante más atrás mi opinión de que el Opus Dei perdió el rumbo hace ya mucho tiempo, cuando empezó a manejar de un modo organizado bienes materiales. Al Opus Dei, lo mismo que a otras organizaciones de la Iglesia, lo que le ha perdido es el dinero; es lo que le ha distraído de su verdadero fin.


El prelado actual y los anteriores, en comparecencias públicas o entrevistas no hacen más que decir que el Opus Dei se dedica a ofrecer a sus miembros y a todas las personas que se le acercan, los medios de formación necesarios para que actúen, cada uno en su ámbito, como buenos cristianos, como cristianos corrientes, como los demás cristianos.


Sin embargo, eso no es verdad. Mejor dicho, eso es media verdad, una verdad de cara a la galería, porque de puertas para adentro el Opus Dei tiene otros fines y ha llegado a crear una estructura de poder tal, que maneja miles de millones de euros, aunque legalmente no sea el titular, así como unas redes enormes de empresas educativas, de fundaciones, de empresas inmobiliarias, etc.


Esa afirmación del libro “De Spíritu”, en el sentido de que la relación de los miembros del Opus Dei con la institución es exclusivamente espiritual, es absolutamente falsa. Hay muchos miembros que están literalmente cogidos por los cojones, sin independencia alguna en lo profesional o en lo económico. Para familias enteras, las obras corporativas se han convertido en agencias de colocación en las que se mezcla lo espiritual con lo laboral. En cuanto a las numerarias auxiliares y no pocos numerarios y numerarias, no digamos.


Los problemas del Opus Dei, lo mismo que los problemas de los templarios y de otras organizaciones de la Iglesia, tienen su origen en el dinero.


Cuando un empresario maneja su dinero en el marco de las leyes civiles, hay transparencia, todo está claro y las responsabilidades se mueven en el ámbito de lo legal. Ahora bien, cuando una entidad religiosa se dedica a crear todo tipo de empresas y fundaciones “en nombre de Dios”, ahí la cosa empieza a ir mal, porque al régimen legal habitual se le empieza a superponer el fanatismo religioso apoyado en la idea de que hay que sacar adelante “como sea” los objetivos del grupo religioso, porque eso es voluntad de Dios, ya que los directores así lo han expresado.


De esta manera, se empiezan a desobedecer las leyes civiles y eclesiásticas, como hemos visto en entregas anteriores, y como se da más importancia a la institución que a las personas, se empiezan a incumplir incluso las normas penales, ya que lo importante es “sacar la Obra adelante”, incluso “dando la vida por la Obra”.


Estamos ya en el terreno propio de las sectas en donde la persona queda anulada y su vida es para la secta. San Josemaría solía decir, invitando a que los miembros del Opus Dei le imitaran, “yo no tengo otro fin que el corporativo”, repitiendo con frecuencia que “hay que quemar las naves”, en el sentido de que hay que entregar toda la vida a la Obra sin tener nada en qué poder apoyarse.


Decíamos al principio que la trayectoria tortuosa del Opus Dei ha sido vista por unos y otros de diferentes maneras. San Josemaría decía a la gente del Opus Dei que tenían que ser “pillos”. Sin embargo, el alcance de esa “pillería” puede que haya llegado demasiado lejos.


Hay un estudio sociológico bastante serio sobre el Opus Dei que puede dar la clave sobre la deriva hacia una actividad criminal por parte de miembros de la institución. El libro fue publicado en la editorial religiosa Herder en 1993. El autor se llama Joan Estruch, y lleva por título “Santos y pillos”. Quien lo quiera leer o descargar, lo puede hacer desde OpusLibros en este enlace: (http://www.opuslibros.org/PDF/sp.pdf ).


De todas formas, acerca de este aspecto que venimos tratando hoy, hay una publicación que me parece esencial. Su autor se llama José Ramón Martínez Robles, y el libro, elaborado entre 2009 y 2016, se titula “Naturaleza criminal del Opus Dei”.


El título quizá parezca exagerado a más de uno. El planteamiento del libro es el estudio de la actividad del Opus Dei desde la perspectiva del Código Penal, es decir, que dicha actividad no es más o menos “una corruptela” o algo más o menos “polémico”, sino una verdadera actuación delictiva, tipificada en el Código Penal, y por tanto, no algo meramente sectario, sino que debería ser objeto de la intervención del Ministerio Fiscal, como institución encargada de velar por la justicia.


Se queja el autor del libro del silencio que ha recibido en OpusLibros. Él lo achaca a que, como en esa página suelen escribir cristianos, aunque tengan una opinión desfavorable acerca del Opus Dei, tienen una incomprensible tolerancia ante lo que son verdaderos delitos, lo cual les lleva en cierto modo a encubrirlos o simplemente quejarse de ellos pero sin ir más adelante.


Que el autor del libro se declare ateo no le hace, al menos para mí, perder crédito en cuanto a la tesis del libro. Es más, no me parece un buen servicio a la Iglesia, apoyándose en una mal entendida fraternidad, campar impunemente, vulnerando las normas que todo buen ciudadano está obligado a respetar, porque se confía en que “los hermanos cristianos no me van a denunciar ante los tribunales”.


Me parece lamentable que tenga que ser un ateo, el autor de este libro, el que de lecciones de ciudadanía a los cristianos y ponga el dedo en la llaga acerca de la actuación criminal del Opus Dei, llamando a las cosas por su nombre, sin pelos en la lengua, sin eufemismos. Si las actuaciones criminales de otros son punibles con cárcel, al cometerlas alguien del Opus Dei, también son criminales. Y si quien las comete es el prelado del Opus Dei, por muy prelado que sea, debería ir a la cárcel.


No es aceptable que al arzobispo Marcinkus se le buscara una salida “honorable”, quitándole de su cargo del Vaticano y lanzándolo a Estados Unidos cuando se descubrió su actividad mafiosa con el banco Ambrosiano y el IOR. Debería haber respondido ante la justicia, como cualquier presunto delincuente. No es aceptable que el Vaticano (Juan Pablo II, amigo personal suyo) le protegiera y le buscara una salida. Nadie puede servirse de la Iglesia para que esta le encubra de su actividad mafiosa.


Con el Opus Dei, lo mismo. Por muy ateo que sea el autor de ese libro, concuerdo con él, no porque yo sea ateo, que no lo soy, gracias a Dios, sino porque al igual que decían los padres de la Iglesia en los primeros siglos del cristianismo, los cristianos tenemos que procurar ser los mejores ciudadanos de la sociedad civil, porque solo así podremos extender el evangelio con la autoridad de Jesucristo, que sin lugar a dudas fue el mejor ciudadano de Israel en aquellos años.

Para un cristiano, es innegociable la obligación de ser un buen ciudadano. Y si somos cristianos corrientes (los del Opus Dei dicen que lo son), tenemos que tener presente que, al igual que los demás ciudadanos, el Código Penal también nos afecta.


José Ramón Martínez Robles divide su libro en diversos capítulos apoyados en sucesos reales y públicos, que se pueden consultar en Internet. Cada capítulo trata de un tema concreto de corrupción tipificada penalmente. Enumero el índice para que el lector se haga una idea del contenido del libro: El Opus Dei como lobby internacional. El Opus Dei y los medios de comunicación. El Opus Dei y el PP. El Opus Dei y la mentira. El Opus Dei y las herencias. El Opus Dei y el saqueo de los bienes públicos. El Opus Dei y el Ministerio Fiscal. El Opus Dei y el Poder Judicial. Bipartidismo y pucherazo. El Opus Dei y los golpes de Estado. Voces en la cabeza. Extraña experiencia. El Opus Dei y los acosos. Suicidios y homicidios. La religión como pretexto para delinquir. La razón indolente. Algunas historias sobre el Opus Dei. Bibliografía.


Como puede verse, es bastante sugerente el índice, sobre todo teniendo en cuenta que el libro enfoca la actividad de esta secta desde la óptica penal. El libro se vende en papel y también en edición kindle. Tiene un precio muy asequible y me parece muy recomendable.


Como he repetido hasta la saciedad, gran parte de esta actividad delictiva tiene su origen en el seguimiento fanático de los miembros a san Josemaría Escrivá. En este sentido me parecen de gran interés las aportaciones de Jaume García Moles contenidas en OpusLibros y que se pueden consultar en este enlace: ( http://www.opuslibros.org/nuevaweb/modules.php?name=Your_Account&op=userinfo&username=JaumeGarciaMoles ).

Para terminar, y como botón de muestra de los jardines en que se mete el Opus Dei al equivocar lo que fue su carisma inicial, podemos ver este enlace de una noticia de gran actualidad: La sentencia del caso Romanones en la que un sacerdote inocente ha visto vilipendiada su buena fama, a la que tenía derecho, entre otras cosas, por culpa de gente tóxica, que es lo que produce mayormente el Opus Dei, al haber logrado a pulso que lo que nos libera a todos, la religión, el trato con Dios, llegue a convertirse en algo problemático para uno y para los demás. Este es el enlace: (http://confidencialandaluz.com/caso-romanones-la-sentencia/amp/ ). La sentencia es algo larga, 80 páginas, pero no tiene desperdicio. 

Opus Dei: Comentario crítico a una carta (XLIX)

Hay muchos miembros que están literalmente cogidos por los cojones, sin independencia alguna en lo profesional o en lo económico
Antonio Moya Somolinos
domingo, 29 de julio de 2018, 11:07 h (CET)

En las entregas anteriores hemos visto las opiniones de otros acerca de la actividad más que dudosa del Opus Dei. Hay quien como el cardenal Sebastián habla de “corruptelas”; María Angustias Moreno lleva a cabo sus críticas con tal delicadeza que Antonio Pérez Tenessa no puede por menos que encarecerle una “excesiva benvolencia”. Si nos vamos al foro de estos artículos, el panorama es mucho más variado, pues hemos visto no pocos que no toleran la más mínima opinión crítica hacia el Opus Dei o su fundador, y se despachan desacreditando a quien la exprese, sin detenerse en analizar o dialogar acerca de esos contenidos, atacando a la persona por sistema, juzgando de quien no conocen, sin detenerse en escuchar lo que dice.


Ese fanatismo traspasa ya el ámbito de lo religioso para entrar ya en lo que tiene todos los caracteres de una secta.

Ya he comentado bastante más atrás mi opinión de que el Opus Dei perdió el rumbo hace ya mucho tiempo, cuando empezó a manejar de un modo organizado bienes materiales. Al Opus Dei, lo mismo que a otras organizaciones de la Iglesia, lo que le ha perdido es el dinero; es lo que le ha distraído de su verdadero fin.


El prelado actual y los anteriores, en comparecencias públicas o entrevistas no hacen más que decir que el Opus Dei se dedica a ofrecer a sus miembros y a todas las personas que se le acercan, los medios de formación necesarios para que actúen, cada uno en su ámbito, como buenos cristianos, como cristianos corrientes, como los demás cristianos.


Sin embargo, eso no es verdad. Mejor dicho, eso es media verdad, una verdad de cara a la galería, porque de puertas para adentro el Opus Dei tiene otros fines y ha llegado a crear una estructura de poder tal, que maneja miles de millones de euros, aunque legalmente no sea el titular, así como unas redes enormes de empresas educativas, de fundaciones, de empresas inmobiliarias, etc.


Esa afirmación del libro “De Spíritu”, en el sentido de que la relación de los miembros del Opus Dei con la institución es exclusivamente espiritual, es absolutamente falsa. Hay muchos miembros que están literalmente cogidos por los cojones, sin independencia alguna en lo profesional o en lo económico. Para familias enteras, las obras corporativas se han convertido en agencias de colocación en las que se mezcla lo espiritual con lo laboral. En cuanto a las numerarias auxiliares y no pocos numerarios y numerarias, no digamos.


Los problemas del Opus Dei, lo mismo que los problemas de los templarios y de otras organizaciones de la Iglesia, tienen su origen en el dinero.


Cuando un empresario maneja su dinero en el marco de las leyes civiles, hay transparencia, todo está claro y las responsabilidades se mueven en el ámbito de lo legal. Ahora bien, cuando una entidad religiosa se dedica a crear todo tipo de empresas y fundaciones “en nombre de Dios”, ahí la cosa empieza a ir mal, porque al régimen legal habitual se le empieza a superponer el fanatismo religioso apoyado en la idea de que hay que sacar adelante “como sea” los objetivos del grupo religioso, porque eso es voluntad de Dios, ya que los directores así lo han expresado.


De esta manera, se empiezan a desobedecer las leyes civiles y eclesiásticas, como hemos visto en entregas anteriores, y como se da más importancia a la institución que a las personas, se empiezan a incumplir incluso las normas penales, ya que lo importante es “sacar la Obra adelante”, incluso “dando la vida por la Obra”.


Estamos ya en el terreno propio de las sectas en donde la persona queda anulada y su vida es para la secta. San Josemaría solía decir, invitando a que los miembros del Opus Dei le imitaran, “yo no tengo otro fin que el corporativo”, repitiendo con frecuencia que “hay que quemar las naves”, en el sentido de que hay que entregar toda la vida a la Obra sin tener nada en qué poder apoyarse.


Decíamos al principio que la trayectoria tortuosa del Opus Dei ha sido vista por unos y otros de diferentes maneras. San Josemaría decía a la gente del Opus Dei que tenían que ser “pillos”. Sin embargo, el alcance de esa “pillería” puede que haya llegado demasiado lejos.


Hay un estudio sociológico bastante serio sobre el Opus Dei que puede dar la clave sobre la deriva hacia una actividad criminal por parte de miembros de la institución. El libro fue publicado en la editorial religiosa Herder en 1993. El autor se llama Joan Estruch, y lleva por título “Santos y pillos”. Quien lo quiera leer o descargar, lo puede hacer desde OpusLibros en este enlace: (http://www.opuslibros.org/PDF/sp.pdf ).


De todas formas, acerca de este aspecto que venimos tratando hoy, hay una publicación que me parece esencial. Su autor se llama José Ramón Martínez Robles, y el libro, elaborado entre 2009 y 2016, se titula “Naturaleza criminal del Opus Dei”.


El título quizá parezca exagerado a más de uno. El planteamiento del libro es el estudio de la actividad del Opus Dei desde la perspectiva del Código Penal, es decir, que dicha actividad no es más o menos “una corruptela” o algo más o menos “polémico”, sino una verdadera actuación delictiva, tipificada en el Código Penal, y por tanto, no algo meramente sectario, sino que debería ser objeto de la intervención del Ministerio Fiscal, como institución encargada de velar por la justicia.


Se queja el autor del libro del silencio que ha recibido en OpusLibros. Él lo achaca a que, como en esa página suelen escribir cristianos, aunque tengan una opinión desfavorable acerca del Opus Dei, tienen una incomprensible tolerancia ante lo que son verdaderos delitos, lo cual les lleva en cierto modo a encubrirlos o simplemente quejarse de ellos pero sin ir más adelante.


Que el autor del libro se declare ateo no le hace, al menos para mí, perder crédito en cuanto a la tesis del libro. Es más, no me parece un buen servicio a la Iglesia, apoyándose en una mal entendida fraternidad, campar impunemente, vulnerando las normas que todo buen ciudadano está obligado a respetar, porque se confía en que “los hermanos cristianos no me van a denunciar ante los tribunales”.


Me parece lamentable que tenga que ser un ateo, el autor de este libro, el que de lecciones de ciudadanía a los cristianos y ponga el dedo en la llaga acerca de la actuación criminal del Opus Dei, llamando a las cosas por su nombre, sin pelos en la lengua, sin eufemismos. Si las actuaciones criminales de otros son punibles con cárcel, al cometerlas alguien del Opus Dei, también son criminales. Y si quien las comete es el prelado del Opus Dei, por muy prelado que sea, debería ir a la cárcel.


No es aceptable que al arzobispo Marcinkus se le buscara una salida “honorable”, quitándole de su cargo del Vaticano y lanzándolo a Estados Unidos cuando se descubrió su actividad mafiosa con el banco Ambrosiano y el IOR. Debería haber respondido ante la justicia, como cualquier presunto delincuente. No es aceptable que el Vaticano (Juan Pablo II, amigo personal suyo) le protegiera y le buscara una salida. Nadie puede servirse de la Iglesia para que esta le encubra de su actividad mafiosa.


Con el Opus Dei, lo mismo. Por muy ateo que sea el autor de ese libro, concuerdo con él, no porque yo sea ateo, que no lo soy, gracias a Dios, sino porque al igual que decían los padres de la Iglesia en los primeros siglos del cristianismo, los cristianos tenemos que procurar ser los mejores ciudadanos de la sociedad civil, porque solo así podremos extender el evangelio con la autoridad de Jesucristo, que sin lugar a dudas fue el mejor ciudadano de Israel en aquellos años.

Para un cristiano, es innegociable la obligación de ser un buen ciudadano. Y si somos cristianos corrientes (los del Opus Dei dicen que lo son), tenemos que tener presente que, al igual que los demás ciudadanos, el Código Penal también nos afecta.


José Ramón Martínez Robles divide su libro en diversos capítulos apoyados en sucesos reales y públicos, que se pueden consultar en Internet. Cada capítulo trata de un tema concreto de corrupción tipificada penalmente. Enumero el índice para que el lector se haga una idea del contenido del libro: El Opus Dei como lobby internacional. El Opus Dei y los medios de comunicación. El Opus Dei y el PP. El Opus Dei y la mentira. El Opus Dei y las herencias. El Opus Dei y el saqueo de los bienes públicos. El Opus Dei y el Ministerio Fiscal. El Opus Dei y el Poder Judicial. Bipartidismo y pucherazo. El Opus Dei y los golpes de Estado. Voces en la cabeza. Extraña experiencia. El Opus Dei y los acosos. Suicidios y homicidios. La religión como pretexto para delinquir. La razón indolente. Algunas historias sobre el Opus Dei. Bibliografía.


Como puede verse, es bastante sugerente el índice, sobre todo teniendo en cuenta que el libro enfoca la actividad de esta secta desde la óptica penal. El libro se vende en papel y también en edición kindle. Tiene un precio muy asequible y me parece muy recomendable.


Como he repetido hasta la saciedad, gran parte de esta actividad delictiva tiene su origen en el seguimiento fanático de los miembros a san Josemaría Escrivá. En este sentido me parecen de gran interés las aportaciones de Jaume García Moles contenidas en OpusLibros y que se pueden consultar en este enlace: ( http://www.opuslibros.org/nuevaweb/modules.php?name=Your_Account&op=userinfo&username=JaumeGarciaMoles ).

Para terminar, y como botón de muestra de los jardines en que se mete el Opus Dei al equivocar lo que fue su carisma inicial, podemos ver este enlace de una noticia de gran actualidad: La sentencia del caso Romanones en la que un sacerdote inocente ha visto vilipendiada su buena fama, a la que tenía derecho, entre otras cosas, por culpa de gente tóxica, que es lo que produce mayormente el Opus Dei, al haber logrado a pulso que lo que nos libera a todos, la religión, el trato con Dios, llegue a convertirse en algo problemático para uno y para los demás. Este es el enlace: (http://confidencialandaluz.com/caso-romanones-la-sentencia/amp/ ). La sentencia es algo larga, 80 páginas, pero no tiene desperdicio. 

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