Siglo XXI. Diario digital independiente, plural y abierto. Noticias y opinión
Viajes y Lugares Tienda Siglo XXI Grupo Siglo XXI
21º ANIVERSARIO
Fundado en noviembre de 2003
Opinión
Etiquetas | Opus Dei | Religión
No tengo demasiado claro que en esta tierra sea una buena decisión proponer como modelo de santidad a un perturbado mental

Opus Dei: Comentario crítico a una carta (XL)

|

Habiendo expuesto en líneas generales algunas ideas sobre las beatificaciones y canonizaciones, entraré a tocar el controvertido proceso de beatificación de san Josemaría Escrivá de Balaguer, aunque en este artículo haré una última aproximación para entrar de lleno mañana.


Es lógico que en cualquier institución de la Iglesia se procure que el fundador o fundadora sean canonizados, aunque a mi modo de ver, en general, las instituciones de la Iglesia ponen excesivo empeño e interés en esa cuestión, ya que los caminos de la santidad son infinitos, uno para cada ser humano, uno para cada cristiano. Y en cuanto a las instituciones, basta que hayan sido aprobadas por la Santa Sede para que se entienda con ello que son camino de santidad.


Toda la crítica que vengo haciendo hacia el Opus Dei, como puede ver el lector, se refiere a las incongruencias abundantes que plantea en lo jurídico y en lo normativo, así como a la hipocresía institucional por la que se dice una cosa y se hace otra.


Pero no hay nada que objetar respecto a sus aspectos de tipo espiritual. Podrán ser compartidos o no, pero están aprobados por el Papa y eso es suficiente para entender que como camino dentro de la Iglesia, el Opus Dei es un camino de santidad.


Me imagino que todo aquel que lea los estatutos del Opus Dei sabrá distinguir entre los aspectos normativos y los que describen la fisonomía de la espiritualidad de los miembros del Opus Dei. Incluso se sabrá dar cuenta de que no basta que se recojan en unos estatutos una serie de cosas buenas; hay que ponerlas en práctica, hay que tomárselas en serio. Por eso, no basta morir como miembro perteneciente a una institución - el Opus Dei - para ir al cielo, sino morir en un acto de amor a Jesucristo, en contra de lo que sostenía Josemaría Escrivá.


También podemos decir, que los miembros del Opus Dei que se hayan hecho santos, no se han hecho santos por pertenecer al Opus Dei, sino por pertenecer a la Iglesia, dentro de la cual, caben muchas maneras de ser santos.

Y dentro de los miembros del Opus Dei que se hayan hecho santos, los habrá más santos que otros, según el amor a Dios y al prójimo que hayan puesto por obra. Al final, como siempre, todo termina en las personas, no en las instituciones.


Por eso, la canonización de los fundadores y fundadoras de instituciones de la Iglesia con distintos carismas, puede suponer un espaldarazo al carisma y a la institución, pero no más. No son algo decisivo. Poca confianza demostrarían en el propio carisma quienes apoyasen el camino de ese carisma en la beatificación de su fundador o fundadora y no en la aprobación pontificia de la misma.


Otra cosa es el boato, el efectismo, la monumentalidad, las tradiciones humanas, lo apoteósico, el rito.


Hay parejas cristianas pero con una fe muy débil que optan por casarse por la Iglesia porque las bodas en una iglesia de postín tienen incomparablemente un boato al que no le llega ni por el forro una boda en un ayuntamiento de tercera oficiada por un concejal de Podemos en mangas de camisa, sin afeitar y oliendo a sobaco, al estilo del Kichi cuando va a recibir a un general de la armada al puerto de Cádiz.


Pero no confundamos el boato con las realidades. Yo estuve tanto en la beatificación como en la canonización de san Josemaría Escrivá. Ambas fueron apoteósicas, sobre todo el "Amén" tras su proclamación como beato por Juan Pablo II. Sonaron coros y trompetas. Intervinieron cientos de obispos y curas. Hubo en cada una más de 300.000 personas. Etcétera. Pero por encima de todo eso, lo importante es si Josemaría Escrivá está o no en el cielo, y eso solo lo sabe Dios.


Es muy probable que esté, porque los procesos de beatificación son en general muy rigurosos, pero no son infalibles y cabe la equivocación. Recordemos que Juan Pablo II pidió un una ocasión públicamente perdón por los pecados de la Iglesia a lo largo de su historia. Recordemos también que no pocas excomuniones llevadas a cabo en un momento histórico, han sido levantadas en otro. Sin ir más lejos, Benedicto XVI levantó la excomunión a los de Lefevre, la misma que fue impuesta años atrás por Juan Pablo II. ¿Quién tenía razón, uno u otro? También recordemos en fechas recientes el caso Karadima, con ocasión del cual, el Papa tuvo que envainar, pedir perdón y volver a estudiar más a fondo el caso porque las informaciones que tuvo inicialmente no eran correctas, y tomó una decisión equivocada que luego rectificó.


Quiero decir con esto que el Papa es infalible cuando habla ex catedra en cuestiones de fe, pero a partir de ahí, su magisterio tiene un grado de vinculación decreciente escalonado. Y por supuesto, en materias de gobierno, se puede equivocar como cualquier mortal. Está asistido en todo por el Espíritu Santo (los demás también estamos asistidos por el Espíritu Santo; El Espíritu Santo nos ayuda a todos), pero puede equivocarse en aquellas cosas que no sean de fe, como los demás. A la historia me remito: Hay Papas que han gobernado bien y otros que han sido un desastre como gobernantes.


Por mucho boato y apoteosis que hubiera (que la hubo) en la beatificación y canonización de san Josemaría Escrivá, por muchas trompetas que sonaran (que sonaron) y por muchos miles de personas que asistimos (lo cual es cierto), el proceso de beatificación pudo ser fraudulento. En mi opinión, lo fue. Entiendo que la presunción debe estar a favor de que no fue fraudulento, pero ello no impide el derecho a opinar que sí fue fraudulento por parte de quien piense así, porque la proposición "Josemaría Escrivá de Balaguer está en el cielo" no es una proposición infalible que exija la "adhesión de la inteligencia y la voluntad".


Por supuesto, mientras no se diga lo contrario, entiendo que hay que estar a lo que diga la Iglesia y entender por santo canonizado a Josemaría Escrivá, con independencia de que se le tenga devoción o no a nivel individual, y con independencia de lo más fundamental: que esté o no esté realmente en el cielo, dejando claro que aunque no estuviera canonizado, podría estar en el cielo y celebraríamos su fiesta el día 1 de noviembre, día de Todos los santos.


Y dejando también claro que los perturbados mentales como él también caben en el cielo, pues la infinita sabiduría de Dios es tal que sabe con absoluta certeza lo que hay en el corazón de cada hombre, sea cuerdo o perturbado, y a cada cual le pide en conciencia lo que esté de acuerdo a los dones que le ha dado.


En una palabra, que se puede ser santo y perturbado a la vez, aunque yo no tengo demasiado claro que en esta tierra sea una buena decisión proponer como modelo de santidad a un perturbado mental, al no ser posible saber en él qué es virtud y qué perturbación mental, y por tanto, muy difícil saber en qué medida es responsable de sus actos y en qué medida no lo es, ya que en este tipo de personas está todavía más claro que el corazón es el sagrario de la persona, en el cual solo pueden entrar Dios y él mismo, y este último a duras penas. Para los demás, es un campo vedado.

Quizá esto pueda parecer algo exagerado a más de uno, pero no es tal.


Juan Pablo II, que tenía mentalidad de general americano, elevó a los altares a más beatos y santos que en toda la historia de la Iglesia. Quizá eso sea motivo para figurar en los records del Guinness, pero en la Iglesia, me parece que no es necesario.


En el santoral hay canonizados unos 14.000 santos. Es lógico que para que sirvan de estímulo para la santidad, y de ejemplo e intercesión para el pueblo de Dios, lo normal es que los haya de todos los países y lugares y de todas las épocas, así como de todas las profesiones, edades y situaciones, aunque ese "todos" al que me acabo de referir, no debe entenderse en sentido literal, pues entonces habría muchos miles más. La idea es que los santos canonizados reflejen de alguna manera la múltiple variedad de los santos del cielo.


El límite superior del número del Catálogo de los Santos, entiendo que debería estar en las posibilidades reales de veneración por parte de los cristianos. Es imposible que un cristiano tenga presente delante de si el ejemplo de 14.000 señoras y señores. Pasa lo mismo que en el foro de estos artículos, donde uno de los que intervino uno de los días pasados dijo que tenía "miles de amigos del Opus Dei". Otro le contestó, con razón, diciéndole que era un fantasma, pues nadie es capaz de conocer a miles de personas, y menos aún de tenerlos por amigos, aunque solo sea porque la vida del ser humano es muy limitada, y no tenemos tiempo de conocer a tanta gente; y aun en el caso de conseguirlo, un amigo es algo tan serio que requiere tiempo, empatía, dedicación, generosidad, etc. Y todo el mundo sabe que los amigos son un bien escaso por naturaleza.


En Facebook hay listas de amigos. Pero ya sabemos que en este mundo, una de las cosas más falsas son los amigos de Facebook. Quizá por ello, en Twitter son más prudentes y se les llama "seguidores", y además diferencian entre los que "te siguen" y los que "sigues", siendo normalmente más numerosa la segunda lista que la primera, es decir, que los amigos que tú dices que tienes, no lo son tanto porque ellos no te ven exactamente así, y lo importante de la amistad no es que una persona diga que tiene muchos amigos, sino que ellos realmente se sientan como tales.


A mi modo de ver, es exagerado que en el santoral de la Iglesia Católica haya 14.000 cristianos que se presenten para interceder y como ejemplo de vida. Nuestro modelo es Jesucristo, y después Nuestra Madre María y san José. Y poco más. Que cada cual haga memoria a ver a cuántos santos se encomienda, aparte del de su onomástica. No creo que pasen de treinta o cuarenta. Por muy variadas que sean las culturas y las sensibilidades en la Iglesia, 14.000 santos canonizados es una exageración.


Yo creo que con doscientos o trescientos estaríamos muy bien servidos. Me apostaría una mano y dos dedos de la otra a que de esos 14.000, hay unos 10.000 ó 12.000 que no los conoce ni su padre. Cualquiera que sea aficionado al taco anual del Corazón de Jesús, en el que cada día vienen todos o casi todos los santos que la Iglesia venera en esa fecha, comprobará que la mayoría de los que aparecen recogidos cada día, son desconocidos para él. Y no son ni más santos ni menos santos por el hecho de que estén canonizados.


Lo que ya es el colmo es que las canonizaciones se hayan convertido en pedigrí de instituciones de la Iglesia y que poco más o menos se haya creado una "competición" a ver quien es el que tiene más colegas en el talego.


Esto que digo no es algo descabellado. Todos recordamos en abril de 2005 el entierro de Juan Pablo II en Roma, en el que se dijo que llegó a haber 5 millones de personas. Hubo periodistas y no periodistas que comentaron que era la vez en que más gente había acudido a un entierro en toda la historia. Si no fueran tan tontos y hubieran dado un repaso a las hemerotecas antes de decir esa gilipollez, hubieran podido ver que el entierro de Jomeini en 1989, en Teherán, tuvo 8 millones de asistentes.


La capacidad del ser humano de perder el norte de lo fundamental, es casi ilimitada. Pienso en la enorme cantidad de burocracia generada en la distintas diócesis y en el Vaticano, en una carrera sin límite para hacer crecer ilimitadamente el número de los que están en el Catálogo de los Santos, cuando lo importante es que estén realmente en el cielo.

Todo ese dinero y esfuerzo destinado a esa burocracia podría haberse empleado en obras de caridad. Quizá lo único útil de todo ese esfuerzo sean los testimonios y datos históricos de ese siervo de Dios, que pueden servir para enriquecer su historia y de esa manera, servir de ejemplo para las sucesivas generaciones de hombres.


Termino estas líneas con un apunte que se me pasó ayer cuando comenté que entre los santos del santoral hay tipos muy variados, algunos excéntricos como san Simón el estilita o san Alejo.


Se me olvidó mencionar a un paisano de san Josemaría Escrivá, que más que excéntrico, era asesino. Me refiero a Pedro Arbués, "san" Pedro Arbués, nacido en Épila en 1441 y asesinado en Zaragoza el 17 de setiembre de 1485. Era agustino, inquisidor general, cargo para el que fue nombrado por el rey Fernando II el Católico de Aragón, marido de Isabel de Castilla.


"Quien a espada hiere, a espada muere". Eso es exactamente lo que le pasó, porque fue asesinado por unos judeoconversos. Previamente él había asesinado a unos cuantos de ellos. En esa página negra de la Iglesia, como el inquisidor general era una persona sagrada, un sacerdote religioso, no quedaba bien que él mismo cogiera un hacha y le cortara el pescuezo a quien no quisiera "por las buenas" abrazar la fe. Por eso, si el inquisidor general entendía que a determinado sujeto había que hacerle pasar a la vida eterna de una manera más expedita, lo que hacía era "entregarlo al brazo secular", es decir, al poder político, que al parecer tenía menos remilgos en darle matarile a quien fuera.

Eso sí, el inquisidor general le ponía al reo un crucifijo delante de los labios para que le diera un besete antes de que el verdugo el quitase definitivamente los dolores de cabeza.


A Pedro Arbués parecía que se le daba bastante bien eso de cambiar de despacho al personal hereje y "entregarlo al brazo secular", y hubo un momento en que alguien le pagó con la misma moneda, aunque no lo hicieron tan limpiamente como los verdugos amigos suyos, pues en vez de morir al instante, estuvo agonizando dos días.


Su crimen fue utilizado políticamente contra los judeoconversos. Hubo una fuerte represión contra ellos y varios fueron ejecutados. Le hicieron un funeral de cojones. Dos años después de morir le hicieron un mausoleo de no menos cojones. Está enterrado en una de las dos catedrales que tiene Zaragoza, la Seo. Fue beatificado en 1662 y canonizado en 1867.


Sin embargo, nunca nadie va a rezar ante él.


El Papa lo habrá canonizado. Pero nadie lo toma por intercesor ni por modelo, porque todo el pueblo cristiano sabe que la fe se propone, no se impone; y que la fe obra por la caridad, justo lo contrario que hizo Pedro Arbués, que mandó a la muerte a quienes no querían libremente ser cristianos, que hizo cierto que la Iglesia fuera perseguidora, en vez de perseguida.


Nadie discute que san Pedro Arbués sea santo canonizado, pero nadie lo tiene por santo de su devoción. Actualmente, el único valor que se le reconoce es el político respecto al reino de Aragón.


Con lo mencionado acerca de este santo aragonés podemos preguntarnos si Pablo VI fue suficientemente fino al descatalogar a unos 70 santos del santoral o quizá hubiera sido oportuno que hubiera apurado un poco más. También podemos preguntarnos si no debió ser Juan Pablo II algo más moderado en esos miles de cristianos que elevó a los altares, no vaya a ser que, al igual que Pedro Arbués, alguno de los miles de canonizados por el Papa polaco se hubiera colado de rondón.


De todas formas, no pasa nada. Siempre puede venir en el futuro un Papa que corrija los excesos disculpables de Juan Pablo II. En uno y otro caso, lo importante es estar en el cielo, no en las listas de pitables o en el Catálogo de los Santos. Lo importante es ser santo para Dios, no para la plaza de San Pedro.


Me parece que con todo lo dicho hasta aquí, podemos entrar ya de lleno en el tema de la beatificación y canonización de san Josemaría Escrivá. Pero eso será mañana.

Opus Dei: Comentario crítico a una carta (XL)

No tengo demasiado claro que en esta tierra sea una buena decisión proponer como modelo de santidad a un perturbado mental
Antonio Moya Somolinos
miércoles, 18 de julio de 2018, 06:54 h (CET)

Habiendo expuesto en líneas generales algunas ideas sobre las beatificaciones y canonizaciones, entraré a tocar el controvertido proceso de beatificación de san Josemaría Escrivá de Balaguer, aunque en este artículo haré una última aproximación para entrar de lleno mañana.


Es lógico que en cualquier institución de la Iglesia se procure que el fundador o fundadora sean canonizados, aunque a mi modo de ver, en general, las instituciones de la Iglesia ponen excesivo empeño e interés en esa cuestión, ya que los caminos de la santidad son infinitos, uno para cada ser humano, uno para cada cristiano. Y en cuanto a las instituciones, basta que hayan sido aprobadas por la Santa Sede para que se entienda con ello que son camino de santidad.


Toda la crítica que vengo haciendo hacia el Opus Dei, como puede ver el lector, se refiere a las incongruencias abundantes que plantea en lo jurídico y en lo normativo, así como a la hipocresía institucional por la que se dice una cosa y se hace otra.


Pero no hay nada que objetar respecto a sus aspectos de tipo espiritual. Podrán ser compartidos o no, pero están aprobados por el Papa y eso es suficiente para entender que como camino dentro de la Iglesia, el Opus Dei es un camino de santidad.


Me imagino que todo aquel que lea los estatutos del Opus Dei sabrá distinguir entre los aspectos normativos y los que describen la fisonomía de la espiritualidad de los miembros del Opus Dei. Incluso se sabrá dar cuenta de que no basta que se recojan en unos estatutos una serie de cosas buenas; hay que ponerlas en práctica, hay que tomárselas en serio. Por eso, no basta morir como miembro perteneciente a una institución - el Opus Dei - para ir al cielo, sino morir en un acto de amor a Jesucristo, en contra de lo que sostenía Josemaría Escrivá.


También podemos decir, que los miembros del Opus Dei que se hayan hecho santos, no se han hecho santos por pertenecer al Opus Dei, sino por pertenecer a la Iglesia, dentro de la cual, caben muchas maneras de ser santos.

Y dentro de los miembros del Opus Dei que se hayan hecho santos, los habrá más santos que otros, según el amor a Dios y al prójimo que hayan puesto por obra. Al final, como siempre, todo termina en las personas, no en las instituciones.


Por eso, la canonización de los fundadores y fundadoras de instituciones de la Iglesia con distintos carismas, puede suponer un espaldarazo al carisma y a la institución, pero no más. No son algo decisivo. Poca confianza demostrarían en el propio carisma quienes apoyasen el camino de ese carisma en la beatificación de su fundador o fundadora y no en la aprobación pontificia de la misma.


Otra cosa es el boato, el efectismo, la monumentalidad, las tradiciones humanas, lo apoteósico, el rito.


Hay parejas cristianas pero con una fe muy débil que optan por casarse por la Iglesia porque las bodas en una iglesia de postín tienen incomparablemente un boato al que no le llega ni por el forro una boda en un ayuntamiento de tercera oficiada por un concejal de Podemos en mangas de camisa, sin afeitar y oliendo a sobaco, al estilo del Kichi cuando va a recibir a un general de la armada al puerto de Cádiz.


Pero no confundamos el boato con las realidades. Yo estuve tanto en la beatificación como en la canonización de san Josemaría Escrivá. Ambas fueron apoteósicas, sobre todo el "Amén" tras su proclamación como beato por Juan Pablo II. Sonaron coros y trompetas. Intervinieron cientos de obispos y curas. Hubo en cada una más de 300.000 personas. Etcétera. Pero por encima de todo eso, lo importante es si Josemaría Escrivá está o no en el cielo, y eso solo lo sabe Dios.


Es muy probable que esté, porque los procesos de beatificación son en general muy rigurosos, pero no son infalibles y cabe la equivocación. Recordemos que Juan Pablo II pidió un una ocasión públicamente perdón por los pecados de la Iglesia a lo largo de su historia. Recordemos también que no pocas excomuniones llevadas a cabo en un momento histórico, han sido levantadas en otro. Sin ir más lejos, Benedicto XVI levantó la excomunión a los de Lefevre, la misma que fue impuesta años atrás por Juan Pablo II. ¿Quién tenía razón, uno u otro? También recordemos en fechas recientes el caso Karadima, con ocasión del cual, el Papa tuvo que envainar, pedir perdón y volver a estudiar más a fondo el caso porque las informaciones que tuvo inicialmente no eran correctas, y tomó una decisión equivocada que luego rectificó.


Quiero decir con esto que el Papa es infalible cuando habla ex catedra en cuestiones de fe, pero a partir de ahí, su magisterio tiene un grado de vinculación decreciente escalonado. Y por supuesto, en materias de gobierno, se puede equivocar como cualquier mortal. Está asistido en todo por el Espíritu Santo (los demás también estamos asistidos por el Espíritu Santo; El Espíritu Santo nos ayuda a todos), pero puede equivocarse en aquellas cosas que no sean de fe, como los demás. A la historia me remito: Hay Papas que han gobernado bien y otros que han sido un desastre como gobernantes.


Por mucho boato y apoteosis que hubiera (que la hubo) en la beatificación y canonización de san Josemaría Escrivá, por muchas trompetas que sonaran (que sonaron) y por muchos miles de personas que asistimos (lo cual es cierto), el proceso de beatificación pudo ser fraudulento. En mi opinión, lo fue. Entiendo que la presunción debe estar a favor de que no fue fraudulento, pero ello no impide el derecho a opinar que sí fue fraudulento por parte de quien piense así, porque la proposición "Josemaría Escrivá de Balaguer está en el cielo" no es una proposición infalible que exija la "adhesión de la inteligencia y la voluntad".


Por supuesto, mientras no se diga lo contrario, entiendo que hay que estar a lo que diga la Iglesia y entender por santo canonizado a Josemaría Escrivá, con independencia de que se le tenga devoción o no a nivel individual, y con independencia de lo más fundamental: que esté o no esté realmente en el cielo, dejando claro que aunque no estuviera canonizado, podría estar en el cielo y celebraríamos su fiesta el día 1 de noviembre, día de Todos los santos.


Y dejando también claro que los perturbados mentales como él también caben en el cielo, pues la infinita sabiduría de Dios es tal que sabe con absoluta certeza lo que hay en el corazón de cada hombre, sea cuerdo o perturbado, y a cada cual le pide en conciencia lo que esté de acuerdo a los dones que le ha dado.


En una palabra, que se puede ser santo y perturbado a la vez, aunque yo no tengo demasiado claro que en esta tierra sea una buena decisión proponer como modelo de santidad a un perturbado mental, al no ser posible saber en él qué es virtud y qué perturbación mental, y por tanto, muy difícil saber en qué medida es responsable de sus actos y en qué medida no lo es, ya que en este tipo de personas está todavía más claro que el corazón es el sagrario de la persona, en el cual solo pueden entrar Dios y él mismo, y este último a duras penas. Para los demás, es un campo vedado.

Quizá esto pueda parecer algo exagerado a más de uno, pero no es tal.


Juan Pablo II, que tenía mentalidad de general americano, elevó a los altares a más beatos y santos que en toda la historia de la Iglesia. Quizá eso sea motivo para figurar en los records del Guinness, pero en la Iglesia, me parece que no es necesario.


En el santoral hay canonizados unos 14.000 santos. Es lógico que para que sirvan de estímulo para la santidad, y de ejemplo e intercesión para el pueblo de Dios, lo normal es que los haya de todos los países y lugares y de todas las épocas, así como de todas las profesiones, edades y situaciones, aunque ese "todos" al que me acabo de referir, no debe entenderse en sentido literal, pues entonces habría muchos miles más. La idea es que los santos canonizados reflejen de alguna manera la múltiple variedad de los santos del cielo.


El límite superior del número del Catálogo de los Santos, entiendo que debería estar en las posibilidades reales de veneración por parte de los cristianos. Es imposible que un cristiano tenga presente delante de si el ejemplo de 14.000 señoras y señores. Pasa lo mismo que en el foro de estos artículos, donde uno de los que intervino uno de los días pasados dijo que tenía "miles de amigos del Opus Dei". Otro le contestó, con razón, diciéndole que era un fantasma, pues nadie es capaz de conocer a miles de personas, y menos aún de tenerlos por amigos, aunque solo sea porque la vida del ser humano es muy limitada, y no tenemos tiempo de conocer a tanta gente; y aun en el caso de conseguirlo, un amigo es algo tan serio que requiere tiempo, empatía, dedicación, generosidad, etc. Y todo el mundo sabe que los amigos son un bien escaso por naturaleza.


En Facebook hay listas de amigos. Pero ya sabemos que en este mundo, una de las cosas más falsas son los amigos de Facebook. Quizá por ello, en Twitter son más prudentes y se les llama "seguidores", y además diferencian entre los que "te siguen" y los que "sigues", siendo normalmente más numerosa la segunda lista que la primera, es decir, que los amigos que tú dices que tienes, no lo son tanto porque ellos no te ven exactamente así, y lo importante de la amistad no es que una persona diga que tiene muchos amigos, sino que ellos realmente se sientan como tales.


A mi modo de ver, es exagerado que en el santoral de la Iglesia Católica haya 14.000 cristianos que se presenten para interceder y como ejemplo de vida. Nuestro modelo es Jesucristo, y después Nuestra Madre María y san José. Y poco más. Que cada cual haga memoria a ver a cuántos santos se encomienda, aparte del de su onomástica. No creo que pasen de treinta o cuarenta. Por muy variadas que sean las culturas y las sensibilidades en la Iglesia, 14.000 santos canonizados es una exageración.


Yo creo que con doscientos o trescientos estaríamos muy bien servidos. Me apostaría una mano y dos dedos de la otra a que de esos 14.000, hay unos 10.000 ó 12.000 que no los conoce ni su padre. Cualquiera que sea aficionado al taco anual del Corazón de Jesús, en el que cada día vienen todos o casi todos los santos que la Iglesia venera en esa fecha, comprobará que la mayoría de los que aparecen recogidos cada día, son desconocidos para él. Y no son ni más santos ni menos santos por el hecho de que estén canonizados.


Lo que ya es el colmo es que las canonizaciones se hayan convertido en pedigrí de instituciones de la Iglesia y que poco más o menos se haya creado una "competición" a ver quien es el que tiene más colegas en el talego.


Esto que digo no es algo descabellado. Todos recordamos en abril de 2005 el entierro de Juan Pablo II en Roma, en el que se dijo que llegó a haber 5 millones de personas. Hubo periodistas y no periodistas que comentaron que era la vez en que más gente había acudido a un entierro en toda la historia. Si no fueran tan tontos y hubieran dado un repaso a las hemerotecas antes de decir esa gilipollez, hubieran podido ver que el entierro de Jomeini en 1989, en Teherán, tuvo 8 millones de asistentes.


La capacidad del ser humano de perder el norte de lo fundamental, es casi ilimitada. Pienso en la enorme cantidad de burocracia generada en la distintas diócesis y en el Vaticano, en una carrera sin límite para hacer crecer ilimitadamente el número de los que están en el Catálogo de los Santos, cuando lo importante es que estén realmente en el cielo.

Todo ese dinero y esfuerzo destinado a esa burocracia podría haberse empleado en obras de caridad. Quizá lo único útil de todo ese esfuerzo sean los testimonios y datos históricos de ese siervo de Dios, que pueden servir para enriquecer su historia y de esa manera, servir de ejemplo para las sucesivas generaciones de hombres.


Termino estas líneas con un apunte que se me pasó ayer cuando comenté que entre los santos del santoral hay tipos muy variados, algunos excéntricos como san Simón el estilita o san Alejo.


Se me olvidó mencionar a un paisano de san Josemaría Escrivá, que más que excéntrico, era asesino. Me refiero a Pedro Arbués, "san" Pedro Arbués, nacido en Épila en 1441 y asesinado en Zaragoza el 17 de setiembre de 1485. Era agustino, inquisidor general, cargo para el que fue nombrado por el rey Fernando II el Católico de Aragón, marido de Isabel de Castilla.


"Quien a espada hiere, a espada muere". Eso es exactamente lo que le pasó, porque fue asesinado por unos judeoconversos. Previamente él había asesinado a unos cuantos de ellos. En esa página negra de la Iglesia, como el inquisidor general era una persona sagrada, un sacerdote religioso, no quedaba bien que él mismo cogiera un hacha y le cortara el pescuezo a quien no quisiera "por las buenas" abrazar la fe. Por eso, si el inquisidor general entendía que a determinado sujeto había que hacerle pasar a la vida eterna de una manera más expedita, lo que hacía era "entregarlo al brazo secular", es decir, al poder político, que al parecer tenía menos remilgos en darle matarile a quien fuera.

Eso sí, el inquisidor general le ponía al reo un crucifijo delante de los labios para que le diera un besete antes de que el verdugo el quitase definitivamente los dolores de cabeza.


A Pedro Arbués parecía que se le daba bastante bien eso de cambiar de despacho al personal hereje y "entregarlo al brazo secular", y hubo un momento en que alguien le pagó con la misma moneda, aunque no lo hicieron tan limpiamente como los verdugos amigos suyos, pues en vez de morir al instante, estuvo agonizando dos días.


Su crimen fue utilizado políticamente contra los judeoconversos. Hubo una fuerte represión contra ellos y varios fueron ejecutados. Le hicieron un funeral de cojones. Dos años después de morir le hicieron un mausoleo de no menos cojones. Está enterrado en una de las dos catedrales que tiene Zaragoza, la Seo. Fue beatificado en 1662 y canonizado en 1867.


Sin embargo, nunca nadie va a rezar ante él.


El Papa lo habrá canonizado. Pero nadie lo toma por intercesor ni por modelo, porque todo el pueblo cristiano sabe que la fe se propone, no se impone; y que la fe obra por la caridad, justo lo contrario que hizo Pedro Arbués, que mandó a la muerte a quienes no querían libremente ser cristianos, que hizo cierto que la Iglesia fuera perseguidora, en vez de perseguida.


Nadie discute que san Pedro Arbués sea santo canonizado, pero nadie lo tiene por santo de su devoción. Actualmente, el único valor que se le reconoce es el político respecto al reino de Aragón.


Con lo mencionado acerca de este santo aragonés podemos preguntarnos si Pablo VI fue suficientemente fino al descatalogar a unos 70 santos del santoral o quizá hubiera sido oportuno que hubiera apurado un poco más. También podemos preguntarnos si no debió ser Juan Pablo II algo más moderado en esos miles de cristianos que elevó a los altares, no vaya a ser que, al igual que Pedro Arbués, alguno de los miles de canonizados por el Papa polaco se hubiera colado de rondón.


De todas formas, no pasa nada. Siempre puede venir en el futuro un Papa que corrija los excesos disculpables de Juan Pablo II. En uno y otro caso, lo importante es estar en el cielo, no en las listas de pitables o en el Catálogo de los Santos. Lo importante es ser santo para Dios, no para la plaza de San Pedro.


Me parece que con todo lo dicho hasta aquí, podemos entrar ya de lleno en el tema de la beatificación y canonización de san Josemaría Escrivá. Pero eso será mañana.

Noticias relacionadas

Hoy quisiera invitarlos a reflexionar sobre un aspecto de la vida actual que parece extremadamente novedoso por sus avances agigantados en el mundo de la tecnología, pero cuyo planteo persiste desde Platón hasta nuestros días, a saber, la realidad virtual inmiscuida hasta el tuétano en nuestra cotidianidad y la posibilidad de que llegue el día en que no podamos distinguir entre "lo real" y "lo virtual".

Algo ocurre con la salud de las democracias en el mundo. Hasta hace pocas décadas, el prestigio de las democracias establecía límites políticos y éticos y articulaba las formas de convivencia entre estados y entre los propios sujetos. Reglas comunes que adquirían vigencia por imperio de lo consuetudinario y de los grandes edificios jurídicos y filosófico político y que se valoraban positivamente en todo el mundo, al que denominábamos presuntuosamente “libre”.

Pienso que habrá cada vez más Cat Cafés y no solamente cafeterías, cualquier ciudadano que tenga un negocio podría colaborar. Sólo le hace falta una habitación dedicada a los gatos. Es horrible en muchos países del planeta, el caso de los abandonos de animales, el trato hacia los toros, galgos… las que pasan algunos de ellos… Y sin embargo encuentro gente que se vuelca en ayudarles y llegan a tener un número grande de perros y gatos.

 
Quiénes somos  |   Sobre nosotros  |   Contacto  |   Aviso legal  |   Suscríbete a nuestra RSS Síguenos en Linkedin Síguenos en Facebook Síguenos en Twitter   |  
© Diario Siglo XXI. Periódico digital independiente, plural y abierto | Director: Guillermo Peris Peris
© Diario Siglo XXI. Periódico digital independiente, plural y abierto