El Consejo de Ministros celebrado ayer decidió retirar el asilo político al líder del PPGE (Partido del Progreso de Guinea Ecuatorial), opositor al gobierno de dicho país, Severo Moto, quien gozaba de la condición de asilado y refugiado en nuestro país desde el año 1986.
Al parecer, la razón para tomar esta decisión estaría fundamentada en la probada participación de éste en diversos intentos de golpe de estado contra el régimen de Teodoro Obiang, la contratación de mercenarios y la financiación de sus actividades mediante el tráfico de armas, todo lo cual contradice las leyes internacionales que regulan la concesión de este estatus.
Según el gobierno español, se buscaría un país seguro para él, antes de expulsarle de España. Sin embargo, Severo Moto piensa recurrir la decisión, y ha llegado a afirmar que antes volvería a Guinea para ser ajusticiado allí, que morir asesinado en cualquier otro lugar del mundo.
No pretendo, desde ésta columna, defender o reprobar las actividades de Moto, ni la conveniencia o no de la revocación de su condición. Lo que pretendo es llamar la atención sobre la actitud paternalista que los diferentes gobiernos españoles mantienen con el tiránico dictador Teodoro Obiang.
Sí, Teodoro Obiang Nguema es un digno representante de la gente de su clan tribal. Su tío, Francisco Macías Nguema, ya era presidente de su recién nacido país cuando el joven Teodoro no era sino un teniente hacía pocos años graduado en la Academia General Militar de Zaragoza. Y mientras el terror se adueñaba de Guinea, con un Macías cada día más perturbado psicológicamente, más sádico, más cruel, el sobrino predilecto ascendía peldaños a velocidades de vértigo.
Pero hubo de ser este mismo sobrino el que, un 3 de agosto de 1979, perpetrara un golpe de estado contra la mano que le había dado de comer hasta entonces.
Macías fue acusado de los delitos de genocidio, alta traición y corrupción, y sentenciado a muerte. En aquella escaramuza victoriosa, mucho tuvieron que ver sus antiguos compañeros de armas de “la General”...
Se inició entonces la era de Teodoro, quien recibió el apoyo incondicional del Gobierno de Adolfo Suárez por parte de España, de Gabón, de Camerún, de los Estados Unidos, de Francia, de Nigeria, de China y de la URSS; y todo ello cuando la realidad transparente decía que aquello no podía ser sino una continuidad de la dictadura de los de su clan.
Visitas del rey Juan Carlos I, firma de tratados de amistad y cooperación, amnistías de lavado de cara, referéndums de enmascaramiento, elecciones legislativas de lista única, no democratización, muy difícil legalización de los partidos políticos, ausencia pues de pluripartidismo efectivo, eliminación de todo opositor al régimen, nepotismo, falta absoluta de respeto por los Derechos Humanos (con intimidaciones, secuestros, palizas, torturas, encarcelamientos, juicios manipulados y asesinatos).
Algo había detrás del silencio español. Los intereses petrolíferos mantuvieron durante años a España ligada al dictador, pero pronto éste asumió el control de dicha fuente de riqueza y de poder, una fuente que le permitía la autarquía soñada (Guinea Ecuatorial ha llegado a ser el tercer productor de petróleo del África subsahariana). Esta ventajosa situación derivó en una alianza silenciada con los EEUU de Bush, en nuevas entrevistas con nuestro monarca y con un tal presidente Aznar...
Los Obiang, los Nguema, controlan el poder político, económico, militar; eliminan todo rastro de oposición; poseen saneadas cuentas corrientes, multimillonarias; ignoran los Derechos Humanos, ... pero son mantenidos en el poder por lo consentidores gobiernos democráticos.
Teodorín, hijo del presidente, dará continuidad a la dinastía, al menos mientras el mundo esconda sus ojos detrás de las manos, unas manos manchadas de sangre.
Señores, Guinea Ecuatorial no es una democracia, es una dictadura.
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