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Los dos lados de la cama

Miguel Rivilla (Madrid)
Redacción
martes, 27 de diciembre de 2005, 00:43 h (CET)
Entre los pocos hobbys que uno tiene, el más reseñable es la afición al buen cine. Me considero, por mi formación e información, un pasable cinéfilo, especie de autodidacta.

Influido por los elogios, un tanto desmesurados, que escuché al crítico de la Cope, el señor A. Arconada, sobre la película “Los dos lados de la cama” recién estrenada (23/12/05), fui a verla.

Con sinceridad, no exenta de desagrado y rechazo, confieso mi decepción y casi total discrepancia, tanto del señor Arconada, como del filme por él promocionado.

Con todos mis respetos a la profesionalidad del crítico de Cope, cuyo ideario religioso es conocido por los oyentes y máxime, por los que en ella trabajan, no comprendo cómo se puede hacer propaganda en una emisora de la Iglesia de una película, que de principio a fin. hace mofa, befa e irrisión de toda la enseñanza moral católica.

El filme es totalmente inmoral o amoral, aunque esté presentado bajo capa de diversión y comedia. Me refiero tanto a su aspecto formal, cercano al porno, como al fondo de la cinta donde se deduce que vale todo.

Su humor corrosivo, es el medio mejor de atacar, rechazar y reírse de la moral sexual predicada por la Iglesia y de corromper a los adolescentes.

No es de recibo decir que es un filme para treintañeros, cuando se sabe que lo verán miles y miles de adolescentes. La conclusión de la peli es mostrar la trivialización del sexo, la exhibición carnal de toda relación sexual sin compromiso, para concluir que “todos somos bisexuales”.

Lo menos que se puede esperar de un crítico y profesional católico, es que aluda sin complejos, al aspecto moral de los filmes y no solo a los aspectos cinematográficos.

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Lo que voy a decir no se apoya -no lo pretende, además lo rechaza- en ningún argumento científico. Rechazo en general lo científico porque proviene, tal caudal de conocimiento, de la mente humana matemática, fajada y limitada, sobre todo no mente libre sino observante desde muchos filtros atascados de prejuicios.

No es ninguna novedad que vivimos en un tiempo donde el pulso de la coexistencia social parece haberse acelerado en una deriva incomprensible, enfrentándonos con la paradoja de una humanidad cada vez más próxima, sin que ello se traduzca necesariamente en la cercanía o comprensión mutua.

El filólogo humanista Noam Chomsky decía que “si no se está de acuerdo con una cuestión, el hecho de formular y escuchar críticas, forma parte de la convivencia, y así se espera que sea”. De este modo, Chomsky argumenta el derecho y obligación a ejercer la crítica como proceso para la construcción de la convivencia.

 
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