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Me parece que san Josemaría andaba mal de la azotea. Pero no se preocupen; no pasa nada. En este mundo hay de todo

Opus Dei: Comentario crítico a una carta (XX)

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Vamos a hacer un paréntesis. Hoy la Iglesia celebra la festividad de san Josemaría Escrivá…., entre otros, ya que también es la fiesta litúrgica de san Pelagio, san Vigilio, san Deodato, san Radulfo, san Antelmo, san Majencio, san David eremita, san Salvio, san José Ma Taishun y san José María Robles, entre otros.


El catálogo de los santos de la Iglesia Católica es abundante, unos 12.000 santos canonizados, aunque tal cifra es minúscula en comparación con los santos que hay en el cielo, que son los que de verdad cuentan, aunque sean desconocidos, por lo que la Iglesia los venera a todos el día 1 de noviembre, día de todos los santos.


La personalidad de san Josemaría Escrivá es muy compleja. Como todos los personajes que han tenido relevancia, no bastan los años de su vida en esta tierra para tener un conocimiento cabal de ellos. Se necesita de la investigación histórica ayudada de otras ciencias para profundizar en lo que sus coetáneos fueron incapaces porque ellos también eran limitados en el tiempo.


Muchas veces ha sido la historia la que ha puesto de manifiesto aspectos de la vida de las personas que permanecieron ocultos mientras vivían en esta tierra.


Ya en vida, hubo gente que se atrevió a decir que Josémaría Escrivá de Balaguer estaba loco. Le debieron llegar ecos de tales comentarios, porque en una reunión con gente del Opus Dei y simpatizantes en el colegio Tabancura, Chile, en 1974, habló de ello.


En esa reunión, san Josemaría aludía a tales rumores y respondió él mismo que sí, que era verdad que estaba loco, pero loco perdido….de amor a Jesucristo. Al concluir esta afirmación, estalló un gran aplauso en la sala. Ese video lo he visto yo varias veces, y es conocido de muchas personas.


Hay que reconocer la habilidad dialéctica de san Josemaría al emplear la polisemia magistralmente, utilizando la primera acepción de “loco” en un sentido patológico, y una vez apoyada esa afirmación por él mismo, dar un giro semántico de 180 grados a la expresión, empleando de nuevo esa palabra, “loco”, pero metafóricamente, como “loco de amor”, de modo que la primera acepción es peyorativa y la segunda es auto-laudatoria.


Con esta intervención de san Josemaría quedó borrado del horizonte de sus seguidores la posibilidad de que le fuera aplicable la primera acepción de “loco”. A partir de ahí, y desde siempre, la prelatura ha tenido a san Josemaría como un “loco de amor” o como “el último romántico” como se designaba él a si mismo. En definitiva, un santo en vida.

Sin embargo, para quienes han querido estudiar su personalidad sin dejarse llevar de emociones sentimentales o demagógicas, tales argumentos son insuficientes.


Ya en artículos precedentes hemos aludido a la personalidad de san Josemaría, muy compleja y difícil de entender. Hemos aludido a un estudio psicológico serio en donde se sostiene que tenía un trastorno de la personalidad narcisista ( http://www.opuslibros.org/libros/marcus_trastorno.htm). También hay un libro de varios autores editado por Ediciones Libertarias, titulado “Escrivá de Balaguer, ¿mito o santo?”, en el que el grafo-terapeuta Vicente Lledó Parres hace un informe muy riguroso de la personalidad de san Josemaría.


Hago un pequeño paréntesis para indicar que la grafología estudia, no el contenido de un texto manuscrito, sino los gestos llevados a cabo por su autor en la medida de que esos gestos, al escribir, delatan aspectos de la personalidad del autor.

La importancia de la grafología la podemos intuir si nos fijamos que en el mundo civilizado cada vez es más utilizada para explicar hechos o sucesos históricos de los que tenemos información parcial, y sobre todo, se usa cada vez más como prueba judicial. Concretamente, en Alemania se considera prueba judicial de primer orden, pues resulta muy difícil saber si una persona dice la verdad o no en una comparecencia física ante el juez, pero con la grafología, la personalidad de ese individuo queda patente, pues esos gestos propios le delatan ante quienes saben entender el significado de esos gestos, ya que es prácticamente imposible distorsionar la propia personalidad mientras se escribe, aunque se intente voluntariamente.


Dicho todo esto, vaya por delante una afirmación: San Josemaría Escrivá era, con toda probabilidad, un perturbado mental.


Ahora va otra afirmación: Ser perturbado mental es padecer una enfermedad, no una inmoralidad. Por tanto, una enfermedad mental es compatible con ser santo.


El término “loco” es un término algo ambiguo. Es ser un perturbado, un desequilibrado. Que la perturbación de san Josemaría haya sobrepasado los límites patológicos médicamente convenidos, es algo que no me corresponde valorar, entre otras cosas porque no soy profesional de la materia, pero que era un tipo con cierta patología, es algo evidente. Aunque hay que añadir, a renglón seguido, que probablemente él no tenía la culpa de ello.


En esto último tampoco me meto, porque de lo contrario, estaría entrando en un recinto sagrado, el de la conciencia de san Josemaría, el cual nos está vedado a todos, no por ser de san Josemaría, sino por ser conciencia de alguien.

San Josemaría padeció una gravísima enfermedad cuando tenía dos años. Fue desahuciado por el médico, y en una noche, quedó curado. En el Opus Dei siempre se vio tal curación como milagrosa, y se la atribuyen a la Virgen de Torreciudad. Ningún cristiano, los del Opus Dei tampoco, está obligado a creer en ese presunto milagro, sino solo en los recogidos en la Sagrada Escritura, que son revelación pública custodiada por la Iglesia.


Sea como fuere, cabe preguntarse de todas formas si esa enfermedad le dejó secuelas psíquicas o no, al igual que la diabetes mellitus que padeció en su madurez.


También hay que preguntarse si le afectaron psicológicamente las muertes seguidas de sus tres hermanas cuando era niño, y sobre todo, si le dejó huella psicológica profunda la ruina económica y profesional de su padre, al que adoraba, la cual supuso algo tan humillante que terminó por provocar la emigración de toda la familia, desde Barbastro a Logroño, después de haberlo perdido todo.


Todo lo que acabo de mencionar supone un conjunto de situaciones interiores durísimas que pueden terminar somatizando enfermedades psíquicas importantes. Y en un niño, más. Cualquier médico sabe que los padecimientos en la niñez, tanto físicos como emocionales, dejan una huella psicológica importante que no puede dejar de tenerse en cuenta, y que tiene un alcance que en muchos casos es mayor de lo que nos imaginamos.


Cuando el Señor iba con sus discípulos caminando y vieron a un tullido o enfermo en el camino, los discípulos le preguntan: “Señor: ¿Quién pecó, este o sus padres, para que tenga esta enfermedad? El Señor les responde que ni lo uno ni lo otro, sino que tal enfermedad es “para que se cumpla la voluntad de Dios”.


No hay culpabilidad en esa enfermedad. Hay providencia de Dios. Todo sucede dentro del plan de Dios, que cuenta con la libertad humana. Buscar culpabilidades en las desgracias humanas es propio de una mentalidad sionista que entronca con el judaísmo antiguo, según la cual Dios bendice con prosperidad material y maldice con desgracias.


Quienes así piensan, se olvidan que Dios también bendice con la Cruz, “necedad para los griegos y escándalo para los judíos”, como nos recuerda san Pablo. La muerte de Cristo es liberación, redención, porque está unida a la resurrección. La canción “Corazón de Cristo” tiene un estribillo que dice: “Decid a todos que vengan a la fuente de la Vida, que todo tiene sentido, que Jesucristo está vivo; decidles que existe Dios”.


Un perturbado es un enfermo mental, pero a partir de ahí, no podemos juzgar más, porque entraríamos en “tierra sagrada”, en la conciencia del enfermo.


Ahora bien, un perturbado mental no es la persona más adecuada para organizar o dirigir una entidad de la Iglesia, o en general, cualquier organización.


A todas las personas que pregunto si creen que Hitler era un perturbado, me responden afirmativamente. Desde el punto de vista médico, así lo cree el psiquiatra Juan Antonio Vallejo Nájera en su libro “Locos egregios”, en el que remite al de su colega alemán Walter C. Langer, en el libro “La mente de Hitler”. Tengo ambos libros y los he leído, no encontrando por ninguna parte el tono baboso con el que mucha gente enjuicia al líder alemán. Estos libros tratan al personaje con la mayor objetividad médica posible, con criterios profesionales, sin demagogia.


La segunda pregunta que suelo hacer a quienes he formulado la pregunta anterior es que me expliquen cómo es posible que una sola persona perturbada embaucara a todo un país desarrollado y de gente inteligente y seria, en general.

Ante esta pregunta, nadie sabe contestar. Es un misterio el modo de funcionar de la psicología de masas. Nadie sabe responder cómo es posible que gente inteligente, bien formada profesionalmente, etc., puede dejarse embaucar por un iluminado que en realidad es un perturbado mental. En los años treinta del siglo pasado, era un líder; ahora es un perturbado.


La única respuesta que veo a la segunda pregunta es que Dios escribe con renglones torcidos y sabe sacar partido, a la larga, de situaciones o personas desequilibradas. Siempre, la providencia de Dios, el plan de Dios.


Hoy día sabemos mucho más de Carlos V que los de su tiempo. Con san Josemaría pasará lo mismo en el futuro. De nada vale ese maquillaje de su figura llevado a cabo por la dirección de la prelatura tendente a fabricar una imagen irreal de san Josemaría. La historia se encargará de desmontar esos mitos y situarlo en donde le corresponde.


Hay un artículo publicado en OpusLibros el 28 de setiembre de 2012 en el que se habla de las pretensiones de san Josemaría Escrivá de ser obispo. En dicho artículo hay unos enlaces muy interesantes. Al parecer, en el Vaticano, donde hay una experiencia bimilenaria, vieron algo raro de naturaleza psíquica que les hizo desistir de nombrarle obispo de Vitoria. El enlace es este: http://www.opuslibros.org/nuevaweb/modules.php?name=News&file=article&sid=20274.


Dejo para otra colaboración el tema del proceso de beatificación y canonización de san Josemaría. Dejo para otra colaboración el asunto histriónico del marquesado de Peralta. Dejo para otra colaboración el tema de la santidad y de la práctica de la Iglesia de canonizar a algunos santos. Por el momento, baste decir que me parece que san Josemaría andaba mal de la azotea. Pero no se preocupen; no pasa nada. En este mundo hay de todo

Opus Dei: Comentario crítico a una carta (XX)

Me parece que san Josemaría andaba mal de la azotea. Pero no se preocupen; no pasa nada. En este mundo hay de todo
Antonio Moya Somolinos
martes, 26 de junio de 2018, 06:00 h (CET)

Vamos a hacer un paréntesis. Hoy la Iglesia celebra la festividad de san Josemaría Escrivá…., entre otros, ya que también es la fiesta litúrgica de san Pelagio, san Vigilio, san Deodato, san Radulfo, san Antelmo, san Majencio, san David eremita, san Salvio, san José Ma Taishun y san José María Robles, entre otros.


El catálogo de los santos de la Iglesia Católica es abundante, unos 12.000 santos canonizados, aunque tal cifra es minúscula en comparación con los santos que hay en el cielo, que son los que de verdad cuentan, aunque sean desconocidos, por lo que la Iglesia los venera a todos el día 1 de noviembre, día de todos los santos.


La personalidad de san Josemaría Escrivá es muy compleja. Como todos los personajes que han tenido relevancia, no bastan los años de su vida en esta tierra para tener un conocimiento cabal de ellos. Se necesita de la investigación histórica ayudada de otras ciencias para profundizar en lo que sus coetáneos fueron incapaces porque ellos también eran limitados en el tiempo.


Muchas veces ha sido la historia la que ha puesto de manifiesto aspectos de la vida de las personas que permanecieron ocultos mientras vivían en esta tierra.


Ya en vida, hubo gente que se atrevió a decir que Josémaría Escrivá de Balaguer estaba loco. Le debieron llegar ecos de tales comentarios, porque en una reunión con gente del Opus Dei y simpatizantes en el colegio Tabancura, Chile, en 1974, habló de ello.


En esa reunión, san Josemaría aludía a tales rumores y respondió él mismo que sí, que era verdad que estaba loco, pero loco perdido….de amor a Jesucristo. Al concluir esta afirmación, estalló un gran aplauso en la sala. Ese video lo he visto yo varias veces, y es conocido de muchas personas.


Hay que reconocer la habilidad dialéctica de san Josemaría al emplear la polisemia magistralmente, utilizando la primera acepción de “loco” en un sentido patológico, y una vez apoyada esa afirmación por él mismo, dar un giro semántico de 180 grados a la expresión, empleando de nuevo esa palabra, “loco”, pero metafóricamente, como “loco de amor”, de modo que la primera acepción es peyorativa y la segunda es auto-laudatoria.


Con esta intervención de san Josemaría quedó borrado del horizonte de sus seguidores la posibilidad de que le fuera aplicable la primera acepción de “loco”. A partir de ahí, y desde siempre, la prelatura ha tenido a san Josemaría como un “loco de amor” o como “el último romántico” como se designaba él a si mismo. En definitiva, un santo en vida.

Sin embargo, para quienes han querido estudiar su personalidad sin dejarse llevar de emociones sentimentales o demagógicas, tales argumentos son insuficientes.


Ya en artículos precedentes hemos aludido a la personalidad de san Josemaría, muy compleja y difícil de entender. Hemos aludido a un estudio psicológico serio en donde se sostiene que tenía un trastorno de la personalidad narcisista ( http://www.opuslibros.org/libros/marcus_trastorno.htm). También hay un libro de varios autores editado por Ediciones Libertarias, titulado “Escrivá de Balaguer, ¿mito o santo?”, en el que el grafo-terapeuta Vicente Lledó Parres hace un informe muy riguroso de la personalidad de san Josemaría.


Hago un pequeño paréntesis para indicar que la grafología estudia, no el contenido de un texto manuscrito, sino los gestos llevados a cabo por su autor en la medida de que esos gestos, al escribir, delatan aspectos de la personalidad del autor.

La importancia de la grafología la podemos intuir si nos fijamos que en el mundo civilizado cada vez es más utilizada para explicar hechos o sucesos históricos de los que tenemos información parcial, y sobre todo, se usa cada vez más como prueba judicial. Concretamente, en Alemania se considera prueba judicial de primer orden, pues resulta muy difícil saber si una persona dice la verdad o no en una comparecencia física ante el juez, pero con la grafología, la personalidad de ese individuo queda patente, pues esos gestos propios le delatan ante quienes saben entender el significado de esos gestos, ya que es prácticamente imposible distorsionar la propia personalidad mientras se escribe, aunque se intente voluntariamente.


Dicho todo esto, vaya por delante una afirmación: San Josemaría Escrivá era, con toda probabilidad, un perturbado mental.


Ahora va otra afirmación: Ser perturbado mental es padecer una enfermedad, no una inmoralidad. Por tanto, una enfermedad mental es compatible con ser santo.


El término “loco” es un término algo ambiguo. Es ser un perturbado, un desequilibrado. Que la perturbación de san Josemaría haya sobrepasado los límites patológicos médicamente convenidos, es algo que no me corresponde valorar, entre otras cosas porque no soy profesional de la materia, pero que era un tipo con cierta patología, es algo evidente. Aunque hay que añadir, a renglón seguido, que probablemente él no tenía la culpa de ello.


En esto último tampoco me meto, porque de lo contrario, estaría entrando en un recinto sagrado, el de la conciencia de san Josemaría, el cual nos está vedado a todos, no por ser de san Josemaría, sino por ser conciencia de alguien.

San Josemaría padeció una gravísima enfermedad cuando tenía dos años. Fue desahuciado por el médico, y en una noche, quedó curado. En el Opus Dei siempre se vio tal curación como milagrosa, y se la atribuyen a la Virgen de Torreciudad. Ningún cristiano, los del Opus Dei tampoco, está obligado a creer en ese presunto milagro, sino solo en los recogidos en la Sagrada Escritura, que son revelación pública custodiada por la Iglesia.


Sea como fuere, cabe preguntarse de todas formas si esa enfermedad le dejó secuelas psíquicas o no, al igual que la diabetes mellitus que padeció en su madurez.


También hay que preguntarse si le afectaron psicológicamente las muertes seguidas de sus tres hermanas cuando era niño, y sobre todo, si le dejó huella psicológica profunda la ruina económica y profesional de su padre, al que adoraba, la cual supuso algo tan humillante que terminó por provocar la emigración de toda la familia, desde Barbastro a Logroño, después de haberlo perdido todo.


Todo lo que acabo de mencionar supone un conjunto de situaciones interiores durísimas que pueden terminar somatizando enfermedades psíquicas importantes. Y en un niño, más. Cualquier médico sabe que los padecimientos en la niñez, tanto físicos como emocionales, dejan una huella psicológica importante que no puede dejar de tenerse en cuenta, y que tiene un alcance que en muchos casos es mayor de lo que nos imaginamos.


Cuando el Señor iba con sus discípulos caminando y vieron a un tullido o enfermo en el camino, los discípulos le preguntan: “Señor: ¿Quién pecó, este o sus padres, para que tenga esta enfermedad? El Señor les responde que ni lo uno ni lo otro, sino que tal enfermedad es “para que se cumpla la voluntad de Dios”.


No hay culpabilidad en esa enfermedad. Hay providencia de Dios. Todo sucede dentro del plan de Dios, que cuenta con la libertad humana. Buscar culpabilidades en las desgracias humanas es propio de una mentalidad sionista que entronca con el judaísmo antiguo, según la cual Dios bendice con prosperidad material y maldice con desgracias.


Quienes así piensan, se olvidan que Dios también bendice con la Cruz, “necedad para los griegos y escándalo para los judíos”, como nos recuerda san Pablo. La muerte de Cristo es liberación, redención, porque está unida a la resurrección. La canción “Corazón de Cristo” tiene un estribillo que dice: “Decid a todos que vengan a la fuente de la Vida, que todo tiene sentido, que Jesucristo está vivo; decidles que existe Dios”.


Un perturbado es un enfermo mental, pero a partir de ahí, no podemos juzgar más, porque entraríamos en “tierra sagrada”, en la conciencia del enfermo.


Ahora bien, un perturbado mental no es la persona más adecuada para organizar o dirigir una entidad de la Iglesia, o en general, cualquier organización.


A todas las personas que pregunto si creen que Hitler era un perturbado, me responden afirmativamente. Desde el punto de vista médico, así lo cree el psiquiatra Juan Antonio Vallejo Nájera en su libro “Locos egregios”, en el que remite al de su colega alemán Walter C. Langer, en el libro “La mente de Hitler”. Tengo ambos libros y los he leído, no encontrando por ninguna parte el tono baboso con el que mucha gente enjuicia al líder alemán. Estos libros tratan al personaje con la mayor objetividad médica posible, con criterios profesionales, sin demagogia.


La segunda pregunta que suelo hacer a quienes he formulado la pregunta anterior es que me expliquen cómo es posible que una sola persona perturbada embaucara a todo un país desarrollado y de gente inteligente y seria, en general.

Ante esta pregunta, nadie sabe contestar. Es un misterio el modo de funcionar de la psicología de masas. Nadie sabe responder cómo es posible que gente inteligente, bien formada profesionalmente, etc., puede dejarse embaucar por un iluminado que en realidad es un perturbado mental. En los años treinta del siglo pasado, era un líder; ahora es un perturbado.


La única respuesta que veo a la segunda pregunta es que Dios escribe con renglones torcidos y sabe sacar partido, a la larga, de situaciones o personas desequilibradas. Siempre, la providencia de Dios, el plan de Dios.


Hoy día sabemos mucho más de Carlos V que los de su tiempo. Con san Josemaría pasará lo mismo en el futuro. De nada vale ese maquillaje de su figura llevado a cabo por la dirección de la prelatura tendente a fabricar una imagen irreal de san Josemaría. La historia se encargará de desmontar esos mitos y situarlo en donde le corresponde.


Hay un artículo publicado en OpusLibros el 28 de setiembre de 2012 en el que se habla de las pretensiones de san Josemaría Escrivá de ser obispo. En dicho artículo hay unos enlaces muy interesantes. Al parecer, en el Vaticano, donde hay una experiencia bimilenaria, vieron algo raro de naturaleza psíquica que les hizo desistir de nombrarle obispo de Vitoria. El enlace es este: http://www.opuslibros.org/nuevaweb/modules.php?name=News&file=article&sid=20274.


Dejo para otra colaboración el tema del proceso de beatificación y canonización de san Josemaría. Dejo para otra colaboración el asunto histriónico del marquesado de Peralta. Dejo para otra colaboración el tema de la santidad y de la práctica de la Iglesia de canonizar a algunos santos. Por el momento, baste decir que me parece que san Josemaría andaba mal de la azotea. Pero no se preocupen; no pasa nada. En este mundo hay de todo

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Hoy quisiera invitarlos a reflexionar sobre un aspecto de la vida actual que parece extremadamente novedoso por sus avances agigantados en el mundo de la tecnología, pero cuyo planteo persiste desde Platón hasta nuestros días, a saber, la realidad virtual inmiscuida hasta el tuétano en nuestra cotidianidad y la posibilidad de que llegue el día en que no podamos distinguir entre "lo real" y "lo virtual".

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Pienso que habrá cada vez más Cat Cafés y no solamente cafeterías, cualquier ciudadano que tenga un negocio podría colaborar. Sólo le hace falta una habitación dedicada a los gatos. Es horrible en muchos países del planeta, el caso de los abandonos de animales, el trato hacia los toros, galgos… las que pasan algunos de ellos… Y sin embargo encuentro gente que se vuelca en ayudarles y llegan a tener un número grande de perros y gatos.

 
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