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​Una de las grandes ventajas de llegar a la edad contemplativa, aquella en la que ya no formas parte del mundo laboral en el que se precisa estar pendiente de cómo ganarte la vida, de no enfrentarte a aquellos de quienes dependes ni de tener que reírle las gracias a aquel personaje que pretende ser, además de rico y prepotente, gracioso

El momento de decidirse

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OkDiario, con el vídeo de Cristina Cifuentes hurtando un par de botes de crema en el Eroski en 2011, precipitó su dimisión. Podría decirse, pues, que OkDiario salvó a Ciudadanos. Los salvó de decidir si van a apostar por prolongar la agonía del PP con el coste pertinente a los españoles o van a dar un volantazo a la izquierda.


Sin embargo, la sentencia del Caso Gürtel obliga a Ciudadanos a decidir. Y ni OkDiario ni ningún otro medio podrá rescatarles esta vez. Asimismo, por si esta sentencia fuera poco, la reciente imputación de Zaplana resta credibilidad a sus socios, dibujando lo que parece que fue una etapa oscura para la gestión pública.


Por su parte, a la izquierda, Pablo Iglesias sigue lidiando con una facción de sus bases, capitaneada por el regidor de Cádiz, por su chalet en Galapagar. Podemos en fuera de juego e Izquierda Unida en actitud genuflexa no hacen sino incrementar los apoyos del PSOE. Un partido, el PSOE, que se está acostumbrando a callar, a esperar al acecho los errores de sus adversarios. Un partido, en definitiva, que ofrece a sus adversarios su futuro político. De momento, esta estrategia no le está saliendo mal. Quizás, tampoco bien. Le está saliendo, a secas.


Pedro Sánchez, aquel que llegó por segunda vez a la secretaría general convertido en una suerte de revulsivo de la izquierda, una especie de “S” y “O” del PSOE, la ilusión de la militancia, avanzadilla de la plurinacionalidad… ha preferido mantener el perfil bajo, apoyar dócilmente el 155 —con su firma al no cerrar TV3— y no encabezar moción de censura alguna. Pero parece que la nueva etapa judicial que atraviesa el partido del gobierno ha insuflado valor en Sánchez, y se postulará en una moción de censura como presidente del gobierno. Cuenta con el apoyo de Unidos Podemos, alejado a sus exigencias de 2016, y tratará de sondear a los independentistas. Sánchez, que, como decíamos, fue sostén del artículo 155, sabe mejor que nadie que los independentistas venden caros sus favores. Así pues, habrá de seducir a los naranjas.


De nuevo, Albert Rivera y los suyos han de decidir qué gobierno quieren. Ora un gobierno socialdemócrata sediento de aliados y nuevo; ora un gobierno conservador sin credibilidad y atrincherado en la Moncloa desde 2011. Ora un candidato que promete conducir esta legislatura a unas nuevas elecciones; ora un presidente que ha vendido parte de su comodidad al PNV con un alto precio. Un escéptico añadiría: ora el partido de la cartera de valores del ministro Solchaga, de Barrionuevo, de Pepiño Blanco y la Operación Campeón, de los EREs…; ora el partido de Zaplana, de Cifuentes, de M. Rajoy, de la Gürtel, de la Púnica…


Albert Rivera tiene que decidir. Sostenía Pablo Iglesias años atrás en una conferencia —cuando criticaba a De Guindos por comprar un ático más barato que su chalet o prometía que, en caso de acceder a la presidencia del gobierno, seguiría viviendo en Vallecas— que “hacer política es cabalgar contradicciones”. Gran razón tiene el líder morado. Los naranjas han de escudriñar las contradicciones que se plantean al apoyar a una u otra formación y decidir cuál es más conveniente para sus intereses. (No seamos ingenuos: aunque solo ven españoles, y no trabajadores ni empresarios, ni azules ni rojos, España y los españoles no somos la prioridad que dirige sus decisiones). Plantea una gran cuestión y, posiblemente, una pequeña crisis en las entrañas del partido. Por primera vez en muchos meses, haga lo que haga el partido naranja, va a perder votos y va a suscitar críticas e indignaciones. Es lo que tiene ser un partido de Estado y no de las encuestas.

El momento de decidirse

​Una de las grandes ventajas de llegar a la edad contemplativa, aquella en la que ya no formas parte del mundo laboral en el que se precisa estar pendiente de cómo ganarte la vida, de no enfrentarte a aquellos de quienes dependes ni de tener que reírle las gracias a aquel personaje que pretende ser, además de rico y prepotente, gracioso
Marcos Carrascal Castillo
martes, 29 de mayo de 2018, 06:48 h (CET)

OkDiario, con el vídeo de Cristina Cifuentes hurtando un par de botes de crema en el Eroski en 2011, precipitó su dimisión. Podría decirse, pues, que OkDiario salvó a Ciudadanos. Los salvó de decidir si van a apostar por prolongar la agonía del PP con el coste pertinente a los españoles o van a dar un volantazo a la izquierda.


Sin embargo, la sentencia del Caso Gürtel obliga a Ciudadanos a decidir. Y ni OkDiario ni ningún otro medio podrá rescatarles esta vez. Asimismo, por si esta sentencia fuera poco, la reciente imputación de Zaplana resta credibilidad a sus socios, dibujando lo que parece que fue una etapa oscura para la gestión pública.


Por su parte, a la izquierda, Pablo Iglesias sigue lidiando con una facción de sus bases, capitaneada por el regidor de Cádiz, por su chalet en Galapagar. Podemos en fuera de juego e Izquierda Unida en actitud genuflexa no hacen sino incrementar los apoyos del PSOE. Un partido, el PSOE, que se está acostumbrando a callar, a esperar al acecho los errores de sus adversarios. Un partido, en definitiva, que ofrece a sus adversarios su futuro político. De momento, esta estrategia no le está saliendo mal. Quizás, tampoco bien. Le está saliendo, a secas.


Pedro Sánchez, aquel que llegó por segunda vez a la secretaría general convertido en una suerte de revulsivo de la izquierda, una especie de “S” y “O” del PSOE, la ilusión de la militancia, avanzadilla de la plurinacionalidad… ha preferido mantener el perfil bajo, apoyar dócilmente el 155 —con su firma al no cerrar TV3— y no encabezar moción de censura alguna. Pero parece que la nueva etapa judicial que atraviesa el partido del gobierno ha insuflado valor en Sánchez, y se postulará en una moción de censura como presidente del gobierno. Cuenta con el apoyo de Unidos Podemos, alejado a sus exigencias de 2016, y tratará de sondear a los independentistas. Sánchez, que, como decíamos, fue sostén del artículo 155, sabe mejor que nadie que los independentistas venden caros sus favores. Así pues, habrá de seducir a los naranjas.


De nuevo, Albert Rivera y los suyos han de decidir qué gobierno quieren. Ora un gobierno socialdemócrata sediento de aliados y nuevo; ora un gobierno conservador sin credibilidad y atrincherado en la Moncloa desde 2011. Ora un candidato que promete conducir esta legislatura a unas nuevas elecciones; ora un presidente que ha vendido parte de su comodidad al PNV con un alto precio. Un escéptico añadiría: ora el partido de la cartera de valores del ministro Solchaga, de Barrionuevo, de Pepiño Blanco y la Operación Campeón, de los EREs…; ora el partido de Zaplana, de Cifuentes, de M. Rajoy, de la Gürtel, de la Púnica…


Albert Rivera tiene que decidir. Sostenía Pablo Iglesias años atrás en una conferencia —cuando criticaba a De Guindos por comprar un ático más barato que su chalet o prometía que, en caso de acceder a la presidencia del gobierno, seguiría viviendo en Vallecas— que “hacer política es cabalgar contradicciones”. Gran razón tiene el líder morado. Los naranjas han de escudriñar las contradicciones que se plantean al apoyar a una u otra formación y decidir cuál es más conveniente para sus intereses. (No seamos ingenuos: aunque solo ven españoles, y no trabajadores ni empresarios, ni azules ni rojos, España y los españoles no somos la prioridad que dirige sus decisiones). Plantea una gran cuestión y, posiblemente, una pequeña crisis en las entrañas del partido. Por primera vez en muchos meses, haga lo que haga el partido naranja, va a perder votos y va a suscitar críticas e indignaciones. Es lo que tiene ser un partido de Estado y no de las encuestas.

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