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La dignidad de una generación

La generación de nuestros mayores es la que vuelve a alzar su voz para vergüenza de quienes callan
Josu Gómez Barrutia
viernes, 23 de febrero de 2018, 07:18 h (CET)

El pasado 22 de Febrero miles de pensionistas tomaron las calles y plazas de nuestro país para defender el mantenimiento de un derecho conquistado antaño y hoy puesto en riesgo como es el del sistema de pensiones. Prestaciones cabe vez más mermadas fruto del encarecimiento de la vida y su falta de actualización ante una realidad económica que tras la crisis ha venido a construir una sociedad en la que el poder adquisitivo de los pensionistas se ha puesto en jaque. Un hecho este ,que reviste de una importante significación para un país, el nuestro, en el que las pensiones de los abuelos y abuelas ,de padres y madres han venido a servir como tabla de salvación en estos años para miles de familias que han visto como la necesidad y la carencia les ponían contra las cuerdas y frente al abismo de la exclusión social y laboral.


Hoy, la generación de nuestros mayores, la del Mayo Frances del 68 y la Transición es la que vuelve a alzar su voz para vergüenza de quienes callan ante la realidad que nos somete. Una voz la de nuestros pensionistas, que se alza para exigir un cambio de orientación en las políticas de un gobierno del Partido Popular que parecen ancladas únicamente en un modelo de mantenimiento de las pensiones basado en tres ejes: Atraso de la edad de jubilación, rebaja de las pensiones públicas y apoyo a la privatización en parte del sistema público de pensiones a través de la entrada en juego de los planes privados como solución a la carestía de las arcas públicas.


De nuevo, asistimos así a la apertura de un nuevo campo de negocio económico para las poderes empresariales de nuestro país , en esta ocasión no basado en el ladrillo y la liberación del mercado de la construcción sino , en algo de mayor calado la privatización de los servicios educativos , sanitarios y de pensiones con la merma directa en proporción de la sanidad y la educación pública. Así, el negocio de la certeza en un mejor futuro asegurado por planes de pensiones privados, el acceso a un servicio de atención primaria médica con mayor celeridad y recursos inmediatos para comodidad del paciente o la posibilidad de que nuestros hijos e hijas accedan a una educación privada con mayores garantías de futuro para nuestros vástagos en el competitivo mercado laboral no vienen más que a poner de relieve la gravedad de una sociedad de bienestar mermada en recursos y la caída cada vez en la oscuridad más profunda del sistema público de derechos conquistados por nuestros mayores en luchas pasadas. Luchas a las que hoy de nuevo los mayores se enfrentan con la fuerza de una generación digna ,capaz de alzar su voz para decir basta ya ante la realidad que condena al 60% de las personas pensionistas en nuestro país a prestaciones de jubilación por debajo de mil euros , una realidad aún peor en un 15% de este colectivo que con pensiones por debajo de los quinientos euros se sitúan en índices de pobreza.


Hoy el mantenimiento de las pensiones y de su poder adquisitivo es una obligación para mantener el sistema de protección de las generaciones de hoy y del mañana, un reto que tendrá que venir de la mano de una reforma y reestructuración del sistema laboral para empoderar a quienes desde sus cotizaciones como trabajadores/as deberán tener más capacidad económica para poder mantener con certeza el sistema de pensión actual y futuro. Medidas estás que deberán desarrollarse en acciones concretas como las del aumento de los salarios o el blindaje del derecho a las pensiones como un derecho constitucional recogido en los presupuestos generales del estado entre otras.


En definitiva, un reto y un desafío profundo que junto con otros la generación nacida en el advenimiento de la democracia tendrá que afrontar. Si bien, la reflexión hace que tal vez una sociedad como la nuestra tan podo reactiva y activa en la lucha por sus derechos hoy esquilmados en la que los pensionistas toman las calles y los jóvenes callan se encuentra enferma por la apatía y el abandono de las luchas sin tan siquiera dar la pelea por mantener los derechos que nuestros padres nos dieron o conquistar otros para los hijos e hijas que nos precedan.

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