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Los de la farándula intentan, sin éxito, emular a los norteamericanos, a los que aborrecen pero, sin embargo envidian

Los Goya, un intento baldío y hortera de imitar los Oscar

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Los autodenominados “representantes de la cultura”, que en nuestro país está configurada por todos aquellos que pretenden vivir a costa de las subvenciones que consiguen del Gobierno a través de entes como la quebrada TV española, otorgados para sostener el cine patrio, pese a que la mayoría de las películas, en las que se malgasta el dinero de los españoles, no consiguen recuperar en las taquillas todos aquellos recursos que se invirtieron en permitir la supervivencia de los promotores, actores, directores y toda la legión de chupópteros que forman parte de este mundo bohemio, que se retroalimenta de la falsa idea de que “cultura” viene de culo y no de la palabra latina cultus-a-um cuyo significado es: cultivado, cuidadoso o adornado; algo que, evidentemente, no cuadra con la mayoría de estos personajes pretenciosos, engreídos, ególatras, despendolados y ridículos que giran en torno a los tan cacareados y artificiales intentos de la, pomposamente denominada Academia del Cines Español, de intentar reproducir el admirable espectáculo de la entrega de los premios Oscar del cine norteamericano, aunque sea a pequeña escala, con escasez de medios, gags cutres de sus presentadores e intentos desangelados de dotar a los denominados premios Goya de una categoría, un lucimiento, una elegancia, un señorío, una importancia y una proyección internacional que, salvo honrosas y muy escasas excepciones, han acabado siendo meros intentos fracasados de elevar films mediocres, ejecutados por técnicos con escasez de medios, promovidos por productores que lo único que han buscado han sido las subvenciones del Estado, abusando de temas como las versiones de la Guerra Civil desde el punto de vista de los perdedores, incapaces de reconocer su derrota; las críticas políticas; los cameos explícitos de los protagonistas muy cercanos a la pornografía y ambientados en sectores desarraigados de la sociedad que, por lo visto, es lo que gusta a la, cada vez menos numerosa, clientela que visita los cines que todavía quedan en nuestras ciudades.


Resulta incomprensible que, bajo un gobierno que, en teoría, pretende representar a un centro derecha, formado por miembros del partido que ganó las elecciones del 20 noviembre del 2011 y que repitió, esta vez sin mayoría absoluta, en noviembre del 2016; habiendo tenido en sus manos acabar con esta sangría que representa, para la nación española, el invertir dinero en ayudas a determinados sectores que, para mayor INRI, siguen en poder de grupos declarados antisistema, eternos críticos con los gobiernos de derechas y acostumbrados a vivir a costa de las ayudas estatales; pretendiendo que se les considere una casta aparte que pague menos impuestos, que se los mantenga por el mero hecho de pertenecer a la farándula, aunque sus méritos personales y profesionales sean escasos y su preparación se reduzca, en muchos casos, a tener un buen físico, no tener escrúpulos a la hora de rodar escenas escabrosas, y estar en disposición de aceptar cualquier tema de bazofia política o irreverente con tal de seguir manteniéndose en lo que aquella ilustre señora, en una demostración de su “cultura”, describía como “estar en el candelabro” cuando, evidentemente, se refería a “estar en el candelero”.


El por qué nuestra TVE pública tenga la obligación de subvencionar a cualquier sujeto que le presente un proyecto de filmar una nueva película, es algo que no hemos conseguido nunca entender. Un reciente artículo aparecido en la prensa hablaba del despilfarro de la cadena estatal en filmes que luego resultan un fracaso de audiencia y cuyo coste promedio no baja de los 600.000 euros. Se habla de que en el 2016 TVE emitió un total de 623 producciones españolas (películas y documentales) según la última auditoría de la I.D del Ministerio de Hacienda sobre la corporación pública. De ella se deduce que es la que acapara el 90% del cine español que se emite en todas las TV del país ya que, en total, el resto de cadenas sólo emitieron 67. La audiencia de las películas que emitió la TV2 tuvo una audiencia media de 366.000 espectadores (un 2’5 del share). Según el sindicato USO un incremento medio de un 0.1% de la audiencia de largometrajes españoles, emitidos por la TV2, evidencia “ …la perniciosa gestión que de ello se hace, ya que las audiencias obtenidas por los largometrajes españoles, tanto en la 1 como en la 2, no se corresponde con sus costes de producción ni con las cantidades aportadas”. Un caso paradigmático fue el de una películatitulada “ Maradona, la mano de Dios” que fue vista por 19 espectadores en un cine y que recaudó 90 euros cuando su coste había sido de 300.000 euros.


Tenemos la impresión de que, los sucesivos gobiernos y, en especial, los del PP, han caído en la tentación de que mediante tales subvenciones se ha pretendido controlar a esta izquierda endémica, que constituye mayoría dentro del mundo del cine y el teatro; lo que permite entender que durante los 4 años de mayoría absoluta del PP no pusieran en marcha las medidas oportunas para acabar con semejante despilfarro, cuando la nación, en aquellos años, estaba en una situación en la que se aplicaban recortes en los salarios de los españoles lo que hubiera permitido que se cortaran para siempre estas ayudas, cuando se trataba de una más de los miles de actividades que existen en cualquier nación y, en todo caso, una de las primeras en las que se debía de meter la tijera por no ser básica para los intereses del país. Entendemos que se pudieran hacer excepciones para determinados filmes de gran trascendencia, de temas y contenidos de verdadero valor, tanto en el campo estético como en el económico o el histórico, pero nunca se debió permitir que producciones que evidenciaban pocas posibilidades de tener éxito en las taquillas, no se sabe porque motivos, fueran subvencionadas.


Los Goya, quizá recogiendo una costumbre que las actrices y actores de Hollywood parece que han puesto de moda, en su odio visceral al señor Trump y, últimamente, en relación con otro tema que el feminismo mundial parece haber descubierto como uno de los medios de intentar atacar al otro género, el de las violaciones o abusos sexuales cometidos por sátiros contra aquellas cándidas doncellas que los visitaban en sus despachos, demandando una oportunidad y salían de ellos sin la virginidad pero con un contrato que les serviría para alcanzar la fama. Luego, cuando han pasado los años en los que ordeñaron la vaca del éxito, se han acordado de que tuvieron que pagar aquel precio para triunfar en la vida y pretenden vengarse. Bien, como decía, se ha convertido en costumbre inveterada en esta ceremonia de reparto de premios y, sin la cual, parece que los premiados no cumplirían con sus obligaciones, como izquierdistas de bien y miembros del progresismo español, si no hacían su correspondiente speech ante quienes representaban a su partido, aquellos comunistas enrevesados que se ponen el smoking sólo para acudir a los Goyas, ya que el resto del tiempo, ¿No es cierto señor Iglesias?, toca vestirse con vaqueros y descamisados para demostrar que se forma parte del pueblo “hambriento” y “oprimido”?


No entendemos cómo, nuestros ministros, se rebajan asistiendo a semejantes payasadas, viéndose obligados a aguantar estoicamente la serie de gilipolleces que unos cuantos “graciosos” o que se creen serlo, se permiten sabiendo que se encuentran en un lugar en el que pueden explayarse sin que haya nadie que les coja del pescuezo para llevarlos a la comisaría de turno. En realidad, estamos ante uno de los casos de corporativismo sectario más evidentes que se dan en España, consentidos y apoyados por las autoridades, en los que aquellos que han sido beneficiados por las ayudas que el Estado, a través de la TVE viene concediendo a las películas españolas, en los que los beneficiarios convierten en un pim-pam-pum a sus benefactores, en esta ocasión volviendo al mismo tema que, hoy en día, se ha convertido en trending topic, el del inconformismo visceral del feminismo, que pretende convertir esta ofensiva desarrollada por las damas de negro en un asalto al poder desbancando al género masculino de lo que, para ellas, ha sido una imposición secular. Lo malo es que todavía no han sido capaces de demostrar, cuando han tenido ocasión para ello, el que, cuando han dispuesto de autoridad para tomar decisiones en materias de política, hayan tenido más éxito, más pericia o más energía que los varones a los que intentan desacreditar. Basta echar una ojeada a las actuales gobernantes de algunas naciones de nuestro entorno, para darnos cuenta de que, en realidad, esta presunta superioridad del llamado “sexo débil” no es más que el fruto de la propaganda que se encargan de proclamar los grupos feministas, que han conseguido introducirse en todas las instituciones, entre ellas la de esta desacreditada ONU, donde parece que intentan reforzar su lucha para conseguir que el exterminar fetos se convierta en una práctica que dependa únicamente de la voluntad de la mujer. Si se tratas de sentar en la silla eléctrica a un asesino en serie, siempre habría grupos de ciudadanos que reclamarían en contra de la pena de muerte; en el caso de los nonatos, por el contrario parece que nadie quiere denunciar que se trata de un ser vivo, con derecho a nacer y vivir su propia existencia.


En realidad, señores, existen en nuestro país una serie de actos, de los que, dado su coste y su inutilidad manifiesta sería mejor prescindir. En el caso de los Goya (aparte de lo desagradable que resulta la escultura del gran pintor), supuesto que en los años en los que se han celebrado las sucesivas entregas de premios (siempre se los reparten entre los que pertenecen a los grupos que manejan y organizan las votaciones) la ceremonia siempre se ha convertido en una plataforma para reivindicaciones gremiales o quejas en contra del gobierno de turno; no creo que nadie, aparte del grupo de faranduleros que están implicados en la organización de la ceremonia política en la que se han convertido, se preocuparía lo más mínimo ni le importaría en absoluto que dejara de celebrarse y,, el dinero que se invierte en ello, fuera a parar a fines mejores, como enviarlo a alguna ONG para ayudar a paliar el hambre en el mundo.


O así es como, señores, desde la óptica de un ciudadano de a pie, en esta ocasión nos pronunciamos en contra de aquellos actos, pretendidamente de carácter cultural, que se utilizan para todo menos para hablar de cultura, de los verdaderos problemas que afectan al sector y de la necesidad de hacer menos películas pero que, las que se produzcan tengan la calidad, el contenido y la ejecución que sean garantía de triunfar, no sólo en España, sino en el resto de las naciones en las que se sepa que van a competir dignamente con las otras a las que se deberán enfrentar. O, así no parece.

Los Goya, un intento baldío y hortera de imitar los Oscar

Los de la farándula intentan, sin éxito, emular a los norteamericanos, a los que aborrecen pero, sin embargo envidian
Miguel Massanet
miércoles, 7 de febrero de 2018, 07:06 h (CET)

Los autodenominados “representantes de la cultura”, que en nuestro país está configurada por todos aquellos que pretenden vivir a costa de las subvenciones que consiguen del Gobierno a través de entes como la quebrada TV española, otorgados para sostener el cine patrio, pese a que la mayoría de las películas, en las que se malgasta el dinero de los españoles, no consiguen recuperar en las taquillas todos aquellos recursos que se invirtieron en permitir la supervivencia de los promotores, actores, directores y toda la legión de chupópteros que forman parte de este mundo bohemio, que se retroalimenta de la falsa idea de que “cultura” viene de culo y no de la palabra latina cultus-a-um cuyo significado es: cultivado, cuidadoso o adornado; algo que, evidentemente, no cuadra con la mayoría de estos personajes pretenciosos, engreídos, ególatras, despendolados y ridículos que giran en torno a los tan cacareados y artificiales intentos de la, pomposamente denominada Academia del Cines Español, de intentar reproducir el admirable espectáculo de la entrega de los premios Oscar del cine norteamericano, aunque sea a pequeña escala, con escasez de medios, gags cutres de sus presentadores e intentos desangelados de dotar a los denominados premios Goya de una categoría, un lucimiento, una elegancia, un señorío, una importancia y una proyección internacional que, salvo honrosas y muy escasas excepciones, han acabado siendo meros intentos fracasados de elevar films mediocres, ejecutados por técnicos con escasez de medios, promovidos por productores que lo único que han buscado han sido las subvenciones del Estado, abusando de temas como las versiones de la Guerra Civil desde el punto de vista de los perdedores, incapaces de reconocer su derrota; las críticas políticas; los cameos explícitos de los protagonistas muy cercanos a la pornografía y ambientados en sectores desarraigados de la sociedad que, por lo visto, es lo que gusta a la, cada vez menos numerosa, clientela que visita los cines que todavía quedan en nuestras ciudades.


Resulta incomprensible que, bajo un gobierno que, en teoría, pretende representar a un centro derecha, formado por miembros del partido que ganó las elecciones del 20 noviembre del 2011 y que repitió, esta vez sin mayoría absoluta, en noviembre del 2016; habiendo tenido en sus manos acabar con esta sangría que representa, para la nación española, el invertir dinero en ayudas a determinados sectores que, para mayor INRI, siguen en poder de grupos declarados antisistema, eternos críticos con los gobiernos de derechas y acostumbrados a vivir a costa de las ayudas estatales; pretendiendo que se les considere una casta aparte que pague menos impuestos, que se los mantenga por el mero hecho de pertenecer a la farándula, aunque sus méritos personales y profesionales sean escasos y su preparación se reduzca, en muchos casos, a tener un buen físico, no tener escrúpulos a la hora de rodar escenas escabrosas, y estar en disposición de aceptar cualquier tema de bazofia política o irreverente con tal de seguir manteniéndose en lo que aquella ilustre señora, en una demostración de su “cultura”, describía como “estar en el candelabro” cuando, evidentemente, se refería a “estar en el candelero”.


El por qué nuestra TVE pública tenga la obligación de subvencionar a cualquier sujeto que le presente un proyecto de filmar una nueva película, es algo que no hemos conseguido nunca entender. Un reciente artículo aparecido en la prensa hablaba del despilfarro de la cadena estatal en filmes que luego resultan un fracaso de audiencia y cuyo coste promedio no baja de los 600.000 euros. Se habla de que en el 2016 TVE emitió un total de 623 producciones españolas (películas y documentales) según la última auditoría de la I.D del Ministerio de Hacienda sobre la corporación pública. De ella se deduce que es la que acapara el 90% del cine español que se emite en todas las TV del país ya que, en total, el resto de cadenas sólo emitieron 67. La audiencia de las películas que emitió la TV2 tuvo una audiencia media de 366.000 espectadores (un 2’5 del share). Según el sindicato USO un incremento medio de un 0.1% de la audiencia de largometrajes españoles, emitidos por la TV2, evidencia “ …la perniciosa gestión que de ello se hace, ya que las audiencias obtenidas por los largometrajes españoles, tanto en la 1 como en la 2, no se corresponde con sus costes de producción ni con las cantidades aportadas”. Un caso paradigmático fue el de una películatitulada “ Maradona, la mano de Dios” que fue vista por 19 espectadores en un cine y que recaudó 90 euros cuando su coste había sido de 300.000 euros.


Tenemos la impresión de que, los sucesivos gobiernos y, en especial, los del PP, han caído en la tentación de que mediante tales subvenciones se ha pretendido controlar a esta izquierda endémica, que constituye mayoría dentro del mundo del cine y el teatro; lo que permite entender que durante los 4 años de mayoría absoluta del PP no pusieran en marcha las medidas oportunas para acabar con semejante despilfarro, cuando la nación, en aquellos años, estaba en una situación en la que se aplicaban recortes en los salarios de los españoles lo que hubiera permitido que se cortaran para siempre estas ayudas, cuando se trataba de una más de los miles de actividades que existen en cualquier nación y, en todo caso, una de las primeras en las que se debía de meter la tijera por no ser básica para los intereses del país. Entendemos que se pudieran hacer excepciones para determinados filmes de gran trascendencia, de temas y contenidos de verdadero valor, tanto en el campo estético como en el económico o el histórico, pero nunca se debió permitir que producciones que evidenciaban pocas posibilidades de tener éxito en las taquillas, no se sabe porque motivos, fueran subvencionadas.


Los Goya, quizá recogiendo una costumbre que las actrices y actores de Hollywood parece que han puesto de moda, en su odio visceral al señor Trump y, últimamente, en relación con otro tema que el feminismo mundial parece haber descubierto como uno de los medios de intentar atacar al otro género, el de las violaciones o abusos sexuales cometidos por sátiros contra aquellas cándidas doncellas que los visitaban en sus despachos, demandando una oportunidad y salían de ellos sin la virginidad pero con un contrato que les serviría para alcanzar la fama. Luego, cuando han pasado los años en los que ordeñaron la vaca del éxito, se han acordado de que tuvieron que pagar aquel precio para triunfar en la vida y pretenden vengarse. Bien, como decía, se ha convertido en costumbre inveterada en esta ceremonia de reparto de premios y, sin la cual, parece que los premiados no cumplirían con sus obligaciones, como izquierdistas de bien y miembros del progresismo español, si no hacían su correspondiente speech ante quienes representaban a su partido, aquellos comunistas enrevesados que se ponen el smoking sólo para acudir a los Goyas, ya que el resto del tiempo, ¿No es cierto señor Iglesias?, toca vestirse con vaqueros y descamisados para demostrar que se forma parte del pueblo “hambriento” y “oprimido”?


No entendemos cómo, nuestros ministros, se rebajan asistiendo a semejantes payasadas, viéndose obligados a aguantar estoicamente la serie de gilipolleces que unos cuantos “graciosos” o que se creen serlo, se permiten sabiendo que se encuentran en un lugar en el que pueden explayarse sin que haya nadie que les coja del pescuezo para llevarlos a la comisaría de turno. En realidad, estamos ante uno de los casos de corporativismo sectario más evidentes que se dan en España, consentidos y apoyados por las autoridades, en los que aquellos que han sido beneficiados por las ayudas que el Estado, a través de la TVE viene concediendo a las películas españolas, en los que los beneficiarios convierten en un pim-pam-pum a sus benefactores, en esta ocasión volviendo al mismo tema que, hoy en día, se ha convertido en trending topic, el del inconformismo visceral del feminismo, que pretende convertir esta ofensiva desarrollada por las damas de negro en un asalto al poder desbancando al género masculino de lo que, para ellas, ha sido una imposición secular. Lo malo es que todavía no han sido capaces de demostrar, cuando han tenido ocasión para ello, el que, cuando han dispuesto de autoridad para tomar decisiones en materias de política, hayan tenido más éxito, más pericia o más energía que los varones a los que intentan desacreditar. Basta echar una ojeada a las actuales gobernantes de algunas naciones de nuestro entorno, para darnos cuenta de que, en realidad, esta presunta superioridad del llamado “sexo débil” no es más que el fruto de la propaganda que se encargan de proclamar los grupos feministas, que han conseguido introducirse en todas las instituciones, entre ellas la de esta desacreditada ONU, donde parece que intentan reforzar su lucha para conseguir que el exterminar fetos se convierta en una práctica que dependa únicamente de la voluntad de la mujer. Si se tratas de sentar en la silla eléctrica a un asesino en serie, siempre habría grupos de ciudadanos que reclamarían en contra de la pena de muerte; en el caso de los nonatos, por el contrario parece que nadie quiere denunciar que se trata de un ser vivo, con derecho a nacer y vivir su propia existencia.


En realidad, señores, existen en nuestro país una serie de actos, de los que, dado su coste y su inutilidad manifiesta sería mejor prescindir. En el caso de los Goya (aparte de lo desagradable que resulta la escultura del gran pintor), supuesto que en los años en los que se han celebrado las sucesivas entregas de premios (siempre se los reparten entre los que pertenecen a los grupos que manejan y organizan las votaciones) la ceremonia siempre se ha convertido en una plataforma para reivindicaciones gremiales o quejas en contra del gobierno de turno; no creo que nadie, aparte del grupo de faranduleros que están implicados en la organización de la ceremonia política en la que se han convertido, se preocuparía lo más mínimo ni le importaría en absoluto que dejara de celebrarse y,, el dinero que se invierte en ello, fuera a parar a fines mejores, como enviarlo a alguna ONG para ayudar a paliar el hambre en el mundo.


O así es como, señores, desde la óptica de un ciudadano de a pie, en esta ocasión nos pronunciamos en contra de aquellos actos, pretendidamente de carácter cultural, que se utilizan para todo menos para hablar de cultura, de los verdaderos problemas que afectan al sector y de la necesidad de hacer menos películas pero que, las que se produzcan tengan la calidad, el contenido y la ejecución que sean garantía de triunfar, no sólo en España, sino en el resto de las naciones en las que se sepa que van a competir dignamente con las otras a las que se deberán enfrentar. O, así no parece.

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Pienso que habrá cada vez más Cat Cafés y no solamente cafeterías, cualquier ciudadano que tenga un negocio podría colaborar. Sólo le hace falta una habitación dedicada a los gatos. Es horrible en muchos países del planeta, el caso de los abandonos de animales, el trato hacia los toros, galgos… las que pasan algunos de ellos… Y sin embargo encuentro gente que se vuelca en ayudarles y llegan a tener un número grande de perros y gatos.

 
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