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Julio Ortega Fraile
Julio Ortega Fraile
¿Y cuántos van?

Valga (Pontevedra): Javier Bello, de 46 años, mata a su mujer María José Aboy, de 43, con un tiro de su escopeta de caza.

La historia está llena de las conscuencias de ignorar los avisos que preceden a resultados dramáticos

Francisco Serrano, juez en excedencia, ha sido el encargado desde Vox de solicitar los nombres completos de los trabajadores dedicados a la valoración de la violencia de género con el objeto de realizar una suerte de depuración por criterios ideológicos, por más que intenten disfrazar ese propósito, y aunque es innegable que hay personas afines a los suyos los conocemos lo suficiente como para no dudar del peligro real, comprobado y trágico que representan.

O cómo la caza deja muertos y vende amores
Edmund Kemper, que desde muy joven torturó y asesinó animales, también tenía sus propias razones para matar a sus abuelos, a su madre, a una amiga de su madre y a varias estudiantes. En una ocasión le cortó la cabeza a una de 15 años y la enterró en su jardín.
Quien posee estabilidad emocional y su concepto de empatía va más allá de la puerta de su vivienda
​Hay miembros de las fuerzas de seguridad del Estado que pasan toda su vida profesional con un arma reglamentaria y se jubilan sin haber disparado jamás a nadie, la mayoría, porque no la quieren para matar. Todo lo contrario que un cazador.
​El próximo 15 de abril los cazadores han sido convocados en más de cincuenta ciudades españolas para, según ellos, reivindicar la caza como forma de vida y enfrentarse contra los que promueven el odio (odio, para ellos, es luchar porque dejen de matar).
​La más cobarde de las formas de violencia y el activismo más generoso se tocan en un mismo punto: sus víctimas. Ambos alcanzan su grado máximo siendo ejercidos sobre los seres más incapacitados (que no incapaces) para exigir derechos y para dar las gracias.

Y una inmensidad considera que esos toros no sufren al correr, negando que el encierro les provoca estrés, caídas, golpes, fracturas e infartos, y olvidando (o tal vez no, que sólo callando) que los que no mueran o se rompan durante la carrera serán torturados horas más tarde en la plaza.

Se cierran plazas de toros mientras los taurinos lloriquean un día ante sus dueños y al siguiente los insultan en un intento de que por pena o por coacciones vuelvan a ofrecer espectáculos de tortura en ellas.
Es muy peligroso, además de necio, dudar de la importancia de un diálogo sereno y basado en la razón como primer y mejor método para la resolución de conflictos, pero también es algo habitual que en algunas circunstancias no se establezca bajo esas premisas y por lo tanto sea estéril.
Y no se trata de la frase de un enfermo mental con licencia de armas, como esos a los que Donald Trump, padre de cazadores y firme defensor de la caza, se las quiere conceder, ni de la advertencia de un cazador como aquel que en El Cabanyal (Valencia).
En algunos accidentes aéreos se dictamina que la causa principal es por un factor humano y se le echa la culpa a la tripulación de vuelo.
No soy creyente pero sí abolicionista de la tauromaquia, uno de los dos organismos presentes en la simbiosis que muestra esta felicitación encontrada en una página taurina.
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