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La historia está llena de las conscuencias de ignorar los avisos que preceden a resultados dramáticos

VOX y la violencia (todas)

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Francisco Serrano, juez en excedencia, ha sido el encargado desde Vox de solicitar los nombres completos de los trabajadores dedicados a la valoración de la violencia de género con el objeto de realizar una suerte de depuración por criterios ideológicos, por más que intenten disfrazar ese propósito, y aunque es innegable que hay personas afines a los suyos los conocemos lo suficiente como para no dudar del peligro real, comprobado y trágico que representan.
Este hombre fue condenado por el Consejo General del Poder Judicial a inhabilitación por prevaricación dolosa y es público su negacionismo de la violencia psicológica hacia las mujeres.


No acaban ahí sus "méritos" y entre otros ostenta el burlarse en un tuit de la violación en grupo, liderar un movimiento pidiendo la eliminación de albergues y comedores sociales o impedir que se abriese un refugio para inmigrantes. «Lesbianas violentas y misándricas» son calificativos que este sujeto les dedicó a las que llamó «feministas de izquierdas».

Más allá de tan siniestro candidato de la formación de extrema derecha y llegando hasta su inquietante presidente, creo que un partido político que defiende una forma de tortura como es la tauromaquia o para el que la tradición, aun sangrienta como las riñas de gallos, está por encima de cualquier consideración ética que abogue por su prohibición, no parece demasiado capacitado para impartir lecciones sobre la gestión de la violencia, pues alimenta la continuidad, la protección y el fomento de actos violentos evitables y sin una razón de ser que se sostenga en una sociedad que se dice moderna, ilustrada y justa, a menos de que entonces tales argumentos también sean válidos para el amparo de otras costumbres o fuentes de ingresos hoy abolidas o clasificadas como delictivas.

Desde trabajadoras sociales hasta profesionales de la psicología pasando por otros muchos se dejan la piel día a día en la prevención, la detección y el seguimiento de la violencia de género, para que ahora esta manada abyecta quiera establecer una purga poniendo en esa labor a personajes que como el juez Serrano buscan un retroceso en los avances alcanzados en la lucha contra el machismo y la indefensión de sus víctimas. Y quien dice machismo puede añadir con su ideario a la vista sin miedo a equivocarse los logrados contra la xenofobia, la homofobia, la libertad de expresión, el desprecio de la memoria histórica o el maltrato animal, entre otros.

La historia, tan reciente como para poder ser estudiada y contrastada sin atisbo de duda, está llena de las conscuencias de ignorar los avisos que preceden a resultados dramáticos. Somos como esos pilotos que desatendieron las alarmas en cabina de proximidad del terreno, de que los flaps no estaban extendidos o de que la velocidad de descenso era excesiva, y hacerlo nos condena a que nuestro futuro siga cubriendo páginas escritas con sangre y restos de inocentes. Pero no sólo de inocentes, a menudo también de aquellos que fueron alertados y no supieron o no les interesó comprender.

Las pruebas de que la violencia con animales y con humanos forman parte de un mismo cerebro son irrebatibles, y sin ir más lejos en la propia violencia de género se amontonan los casos en los que antes de matarla a ella se llevo por delante a su perro o a su gato, pero aun así da la espantosa impresión de que algunos ciudadanos sabiendo que no son perros, gatos, toros, gallos, inmigrantes, homosexuales ni mujeres a merced de un maltratador se sienten a salvo, olvidando que los límites del fascismo ideológico y conductual se mueven según los intereses de los fascistas, y que los que ayer los auparon mañana pueden convertirse en sus próximas víctimas. Aunque no debería hacer falta esperar a ser uno mismo para reaccionar.

«Los buenos alemanes tomaron el nazismo como una nueva religión. Estas personas se sorprenden por las revelaciones que han demostrado que el nazismo no era el idealismo, sino un medio para la realización de actos criminales». (Martin Niemöller).

VOX y la violencia (todas)

La historia está llena de las conscuencias de ignorar los avisos que preceden a resultados dramáticos
Julio Ortega Fraile
lunes, 25 de febrero de 2019, 15:59 h (CET)

Francisco Serrano, juez en excedencia, ha sido el encargado desde Vox de solicitar los nombres completos de los trabajadores dedicados a la valoración de la violencia de género con el objeto de realizar una suerte de depuración por criterios ideológicos, por más que intenten disfrazar ese propósito, y aunque es innegable que hay personas afines a los suyos los conocemos lo suficiente como para no dudar del peligro real, comprobado y trágico que representan.
Este hombre fue condenado por el Consejo General del Poder Judicial a inhabilitación por prevaricación dolosa y es público su negacionismo de la violencia psicológica hacia las mujeres.


No acaban ahí sus "méritos" y entre otros ostenta el burlarse en un tuit de la violación en grupo, liderar un movimiento pidiendo la eliminación de albergues y comedores sociales o impedir que se abriese un refugio para inmigrantes. «Lesbianas violentas y misándricas» son calificativos que este sujeto les dedicó a las que llamó «feministas de izquierdas».

Más allá de tan siniestro candidato de la formación de extrema derecha y llegando hasta su inquietante presidente, creo que un partido político que defiende una forma de tortura como es la tauromaquia o para el que la tradición, aun sangrienta como las riñas de gallos, está por encima de cualquier consideración ética que abogue por su prohibición, no parece demasiado capacitado para impartir lecciones sobre la gestión de la violencia, pues alimenta la continuidad, la protección y el fomento de actos violentos evitables y sin una razón de ser que se sostenga en una sociedad que se dice moderna, ilustrada y justa, a menos de que entonces tales argumentos también sean válidos para el amparo de otras costumbres o fuentes de ingresos hoy abolidas o clasificadas como delictivas.

Desde trabajadoras sociales hasta profesionales de la psicología pasando por otros muchos se dejan la piel día a día en la prevención, la detección y el seguimiento de la violencia de género, para que ahora esta manada abyecta quiera establecer una purga poniendo en esa labor a personajes que como el juez Serrano buscan un retroceso en los avances alcanzados en la lucha contra el machismo y la indefensión de sus víctimas. Y quien dice machismo puede añadir con su ideario a la vista sin miedo a equivocarse los logrados contra la xenofobia, la homofobia, la libertad de expresión, el desprecio de la memoria histórica o el maltrato animal, entre otros.

La historia, tan reciente como para poder ser estudiada y contrastada sin atisbo de duda, está llena de las conscuencias de ignorar los avisos que preceden a resultados dramáticos. Somos como esos pilotos que desatendieron las alarmas en cabina de proximidad del terreno, de que los flaps no estaban extendidos o de que la velocidad de descenso era excesiva, y hacerlo nos condena a que nuestro futuro siga cubriendo páginas escritas con sangre y restos de inocentes. Pero no sólo de inocentes, a menudo también de aquellos que fueron alertados y no supieron o no les interesó comprender.

Las pruebas de que la violencia con animales y con humanos forman parte de un mismo cerebro son irrebatibles, y sin ir más lejos en la propia violencia de género se amontonan los casos en los que antes de matarla a ella se llevo por delante a su perro o a su gato, pero aun así da la espantosa impresión de que algunos ciudadanos sabiendo que no son perros, gatos, toros, gallos, inmigrantes, homosexuales ni mujeres a merced de un maltratador se sienten a salvo, olvidando que los límites del fascismo ideológico y conductual se mueven según los intereses de los fascistas, y que los que ayer los auparon mañana pueden convertirse en sus próximas víctimas. Aunque no debería hacer falta esperar a ser uno mismo para reaccionar.

«Los buenos alemanes tomaron el nazismo como una nueva religión. Estas personas se sorprenden por las revelaciones que han demostrado que el nazismo no era el idealismo, sino un medio para la realización de actos criminales». (Martin Niemöller).

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