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Azúcar, Cáncer y Hechos Reales

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“El cambio de la dieta del ‘hombre de las cavernas’ – consistente en grasa, proteína, algunos vegetales, raíces, semillas, unas pocas frutas y rara vez otras fuentes de carbohidratos – hacia una nutrición dominada por los carbohidratos provenientes principalmente de granos, habría ocurrido en un periodo demasiado corto como para permitir que sucedan las adaptaciones genéticas necesarias que modificarían nuestro metabolismo”

Esta es una de las descripciones, bajo mi punto de vista, más sencillas para explicar lo que nos está pasado como especie. Pertenece a un estudio que revisa las evidencias existente sobre los probados beneficios de reducir la ingesta de carbohidratos para prevenir el cáncer, así como herramienta terapéutica contra el mismo. Se centran en los factores de crecimiento relacionados con la insulina (IGF-1) y aportan más información sobre la alimentación para dichos casos.

Que las células tumorales consumen mucha más azúcar y a más velocidad se sabe desde hace más de 80 años. En 1921 A. Braunstein publicó un trabajo al respecto. Además de la predilección por el azúcar por parte de las células tumorales, éstas llevan a cabo la glucólisis de forma anaeróbica (sin necesidad de oxígeno), produciendo grandes cantidades de ácido láctico. Este último matiz nos informa de una característica común en muchos casos de cáncer: un ambiente celular ácido. Al parecer, como se observa en otro estudio, el ácido láctico sirve de estímulo para que unas enzimas denominadas metaloproteinasas de la matriz celular tipo 2 (MMP-2) degraden el tejido circundante e inicien una invasión aún más agresiva, permitiendo el crecimiento y la expansión del tumor y sus células.

Aún hoy se sigue estudiando y profundizando en las conexiones entre el metabolismo y el cáncer, con interesantes puntos comunes entre el metabolismo de los carbohidratos y la progresión del cáncer, como se desprende de un reciente estudio

Otro de los grandes descubrimientos en relación con el cáncer es su estrecha relación con la denominada inflamación crónica (esa que no se ve, pero que tiene a todas nuestras células leve pero crónicamente alteradas en una continua reacción contra agresiones como los contaminantes, el tabaco, los carbohidratos refinados, muchos aditivos, el sedentarismo, los pesticidas y herbicidas en la cadena alimentaria, los metales pesados del ambiente y la comida, y un extensísimo etcétera). A nivel molecular, y por algunos artículos, sabemos que la mayoría de las enfermedades crónicas (incluido el cáncer) están causadas por una desregulación en la respuesta inflamatoria.

Conviene saber que la ingesta de carbohidratos y alimentos procesados en general, en las cantidades que habitualmente se aportan, suelen aumentar lo que se denominan compuestos avanzados de la glicación (AGE) que se producen en los propios alimentos y durante su metabolización. En un estudio publicado en 2007 en la revista Nutrición Hospitalaria, se repasa la influencia tan negativa que existe por parte de los AGE en la aparición de enfermedades crónicas degenerativas, incluido por supuesto el cáncer, además de otras muchas dolencias. Gran parte de los problemas que se derivan de los AGE se relacionan con su efecto pro-inflamatorio.

Respecto a la batalla contra la inflamación crónica por otras vías, es digno de mención el artículo publicado en 2010, en la revista Cancer Metástasis Review, sobre el uso de los denominados nutracéuticos para la lucha contra el cáncer en todas sus fases, a saber, supervivencia, proliferación, invasión, angiogénesis y metástasis. Un nutracéutico es toda sustancia considerada alimento o que forma parte de un alimento y que posee propiedades terapéuticas favorables para la salud. En este importante trabajo se revisan más de 23 nutracéuticos derivados de plantas, legumbres, frutas, etc., con pocos o inapreciables efectos secundarios al ser utilizados en dosis terapéuticas, que han demostrado su eficacia contra el cáncer, siendo sus efectos anti-inflamatorios una de las cualidades destacables a este respecto.

Entre los muchos nutracéuticos encontramos derivados del ajo, del brócoli, de multitud de frutas, del té verde, de especias como la cúrcuma, plantas exóticas, también hay evidencias publicadas de nuevas funciones atribuibles a la vitamina D a favor de la lucha contra la inflamación y el cáncer, suplementos de alkilgliceroles, el extracto de pinus kesiya para el hepatocarcinoma, o extracto de germen de trigo fermentado, por citar algunos ejemplos con respaldo científico y publicaciones en revistas que deberían ser bien conocidas para los profesionales de la salud, así como revisadas asiduamente para beneficio de sus pacientes.

El cáncer es un fenómeno en el que hay involucrados hasta 500 genes, en múltiples lugares de una gran cantidad de vías metabólicas diferentes, por lo que las terapias farmacológicas convencionales que apuntan hacia 1 ó 2 elementos del conjunto de fenómenos que hay detrás del cáncer, resultan un tanto ridículas y poco eficaces. Sobra decir que la Naturaleza es sabia y ofrece productos NO-patentables que resultan poseer propiedades múltiples que atacan múltiples factores del cáncer... Justo lo que quieren los laboratorios, pero que no pueden conseguirlo...

La nutrición parenteral es fundamental en los casos de caquexia asociada al cáncer, especialmente el paciente tiene dificultad para ingerir suficientes alimentos. Este tipo de medida está respaldada con publicaciones, incluso de revistas como Nutrición Hospitalaria (en español). En el artículo publicado sobre este tema, cito textualmente parte del contenido referido al cáncer: “El elevado grado de estrés inflamatorio de estos . pacientes requiere la suplementación de altos niveles de vitaminas antioxidantes (A, C y E) a fin de mejorar su situación clínica, reducir la prevalencia y severidad de los efectos adversos de la quimioterapia, y revertir la pérdida de peso . Algunos autores indican que niveles plasmáticos elevados de selenio, vitamina E, vitamina C y beta-caroteno se han relacionado con un disminución de la mortalidad por cáncer”.

Los artículos y las evidencias del interés real que poseen muchas propuestas de tratamiento, o suplementos coadyuvantes para las terapias convencionales, y el testimonio real de numerosos profesionales que día a día cosechan clamorosos éxitos en casos difíciles de cáncer (a veces incluso casos desahuciados por el modelo convencional egemónico), deberían hacer reflexionar a pacientes y allegados, y por supuesto que también sería interesante que estimularan el espíritu curioso de los profesionales de la salud. Si recordaran sus tiempos de estudiante en los que aprendieron a quitar vendas, y aplicaran esa habilidad para con ellos mismos, se darían cuenta de que tienen a su alcance poder aumentar notablemente el número de personas a las que ayudan y asegurar, al menos, una mayor calidad de vida y menores efectos adversos.

¿Por qué no se aplica todo esto en nuestro sistema actual? No encuentro consuelo en ninguno de los supuestos que hallo por los que los médicos de mi país (quiero suponer que habrá excepciones, por supuesto)  no se hacen eco de estas evidencias. Puede ser que no las conozcan porque no sepan inglés – es triste pero puede ser cierto – o que aún sabiendo inglés, no tengan el hábito de actualizarse – sería terrible y denotaría mediocridad galopante – o, lo que sería peor todavía, que lo lean y hagan la vista gorda sólo por evitar un enfrentamiento con sus iguales y/o agitar el status quo del modelo hegemónico actual – ésto sería una tragedia de consecuencias terroríficas, además de una falta de ética y lealtad a su compromiso hipocrático (el que firman todas las personas que ejercen la medicina y que coloca el interés y la recuperación del paciente como el objetivo primordial)

Con todo lo que hemos comentado hasta el momento, quiero compartir una experiencia personal cercana
. Hace muy poco he sido testigo del ingreso en el hospital de un paciente afectado por un proceso de metástasis, después de 4 años desde que fue operado de un cáncer primario de vejiga. En primer lugar resulta extraño que el paciente no recuerde ninguna ocasión durante 4 años en la que su oncólogo le preguntara acerca de su estilo de vida, el tabaquismo, la alimentación, etc. y le animara a llevar una vida normal “comiendo de todo”. Lo impresionante de este ejemplo real es que lo primero que se le hizo nada más encamarlo, fue conectarle en vena un suero con glucosa.

Además, cada comida llegaba repleta de carbohidratos refinados (pan blanco, arroz blanco, postres lácteos azucarados y con chocolate, patatas, galletas, maíz…). Por las dificultades al tragar el paciente a penas comió, aunque eso pasó desapercibido pues el personal sanitario retiraba las bandejas tapadas sin mirar si había comido o no (y para cuando llegaban todas las bandejas a la cocina, ya nadie sabía de quién era cada una). Por supuesto, ante la petición de que aportaran nutrición – micronutrición concretamente – por vía intravenosa, la respuesta fue poco más o menos que lo que se pedía era absurdo e innecesario. En el momento en que se sugirió, a modo de gesto colaborador para sumar fuerzas, que se le administraría al paciente un exhaustivo programa de suplementación con fundamentación científica, y basado en el uso de nutracéuticos, la respuesta fue que “eso no sirve para nada…”. Después de lo que hemos repasado a lo largo de este artículo creo que no hace falta seguir diciendo más…

Azúcar, Cáncer y Hechos Reales

Francisco Carreño Gálvez
jueves, 10 de mayo de 2012, 09:57 h (CET)
“El cambio de la dieta del ‘hombre de las cavernas’ – consistente en grasa, proteína, algunos vegetales, raíces, semillas, unas pocas frutas y rara vez otras fuentes de carbohidratos – hacia una nutrición dominada por los carbohidratos provenientes principalmente de granos, habría ocurrido en un periodo demasiado corto como para permitir que sucedan las adaptaciones genéticas necesarias que modificarían nuestro metabolismo”

Esta es una de las descripciones, bajo mi punto de vista, más sencillas para explicar lo que nos está pasado como especie. Pertenece a un estudio que revisa las evidencias existente sobre los probados beneficios de reducir la ingesta de carbohidratos para prevenir el cáncer, así como herramienta terapéutica contra el mismo. Se centran en los factores de crecimiento relacionados con la insulina (IGF-1) y aportan más información sobre la alimentación para dichos casos.

Que las células tumorales consumen mucha más azúcar y a más velocidad se sabe desde hace más de 80 años. En 1921 A. Braunstein publicó un trabajo al respecto. Además de la predilección por el azúcar por parte de las células tumorales, éstas llevan a cabo la glucólisis de forma anaeróbica (sin necesidad de oxígeno), produciendo grandes cantidades de ácido láctico. Este último matiz nos informa de una característica común en muchos casos de cáncer: un ambiente celular ácido. Al parecer, como se observa en otro estudio, el ácido láctico sirve de estímulo para que unas enzimas denominadas metaloproteinasas de la matriz celular tipo 2 (MMP-2) degraden el tejido circundante e inicien una invasión aún más agresiva, permitiendo el crecimiento y la expansión del tumor y sus células.

Aún hoy se sigue estudiando y profundizando en las conexiones entre el metabolismo y el cáncer, con interesantes puntos comunes entre el metabolismo de los carbohidratos y la progresión del cáncer, como se desprende de un reciente estudio

Otro de los grandes descubrimientos en relación con el cáncer es su estrecha relación con la denominada inflamación crónica (esa que no se ve, pero que tiene a todas nuestras células leve pero crónicamente alteradas en una continua reacción contra agresiones como los contaminantes, el tabaco, los carbohidratos refinados, muchos aditivos, el sedentarismo, los pesticidas y herbicidas en la cadena alimentaria, los metales pesados del ambiente y la comida, y un extensísimo etcétera). A nivel molecular, y por algunos artículos, sabemos que la mayoría de las enfermedades crónicas (incluido el cáncer) están causadas por una desregulación en la respuesta inflamatoria.

Conviene saber que la ingesta de carbohidratos y alimentos procesados en general, en las cantidades que habitualmente se aportan, suelen aumentar lo que se denominan compuestos avanzados de la glicación (AGE) que se producen en los propios alimentos y durante su metabolización. En un estudio publicado en 2007 en la revista Nutrición Hospitalaria, se repasa la influencia tan negativa que existe por parte de los AGE en la aparición de enfermedades crónicas degenerativas, incluido por supuesto el cáncer, además de otras muchas dolencias. Gran parte de los problemas que se derivan de los AGE se relacionan con su efecto pro-inflamatorio.

Respecto a la batalla contra la inflamación crónica por otras vías, es digno de mención el artículo publicado en 2010, en la revista Cancer Metástasis Review, sobre el uso de los denominados nutracéuticos para la lucha contra el cáncer en todas sus fases, a saber, supervivencia, proliferación, invasión, angiogénesis y metástasis. Un nutracéutico es toda sustancia considerada alimento o que forma parte de un alimento y que posee propiedades terapéuticas favorables para la salud. En este importante trabajo se revisan más de 23 nutracéuticos derivados de plantas, legumbres, frutas, etc., con pocos o inapreciables efectos secundarios al ser utilizados en dosis terapéuticas, que han demostrado su eficacia contra el cáncer, siendo sus efectos anti-inflamatorios una de las cualidades destacables a este respecto.

Entre los muchos nutracéuticos encontramos derivados del ajo, del brócoli, de multitud de frutas, del té verde, de especias como la cúrcuma, plantas exóticas, también hay evidencias publicadas de nuevas funciones atribuibles a la vitamina D a favor de la lucha contra la inflamación y el cáncer, suplementos de alkilgliceroles, el extracto de pinus kesiya para el hepatocarcinoma, o extracto de germen de trigo fermentado, por citar algunos ejemplos con respaldo científico y publicaciones en revistas que deberían ser bien conocidas para los profesionales de la salud, así como revisadas asiduamente para beneficio de sus pacientes.

El cáncer es un fenómeno en el que hay involucrados hasta 500 genes, en múltiples lugares de una gran cantidad de vías metabólicas diferentes, por lo que las terapias farmacológicas convencionales que apuntan hacia 1 ó 2 elementos del conjunto de fenómenos que hay detrás del cáncer, resultan un tanto ridículas y poco eficaces. Sobra decir que la Naturaleza es sabia y ofrece productos NO-patentables que resultan poseer propiedades múltiples que atacan múltiples factores del cáncer... Justo lo que quieren los laboratorios, pero que no pueden conseguirlo...

La nutrición parenteral es fundamental en los casos de caquexia asociada al cáncer, especialmente el paciente tiene dificultad para ingerir suficientes alimentos. Este tipo de medida está respaldada con publicaciones, incluso de revistas como Nutrición Hospitalaria (en español). En el artículo publicado sobre este tema, cito textualmente parte del contenido referido al cáncer: “El elevado grado de estrés inflamatorio de estos . pacientes requiere la suplementación de altos niveles de vitaminas antioxidantes (A, C y E) a fin de mejorar su situación clínica, reducir la prevalencia y severidad de los efectos adversos de la quimioterapia, y revertir la pérdida de peso . Algunos autores indican que niveles plasmáticos elevados de selenio, vitamina E, vitamina C y beta-caroteno se han relacionado con un disminución de la mortalidad por cáncer”.

Los artículos y las evidencias del interés real que poseen muchas propuestas de tratamiento, o suplementos coadyuvantes para las terapias convencionales, y el testimonio real de numerosos profesionales que día a día cosechan clamorosos éxitos en casos difíciles de cáncer (a veces incluso casos desahuciados por el modelo convencional egemónico), deberían hacer reflexionar a pacientes y allegados, y por supuesto que también sería interesante que estimularan el espíritu curioso de los profesionales de la salud. Si recordaran sus tiempos de estudiante en los que aprendieron a quitar vendas, y aplicaran esa habilidad para con ellos mismos, se darían cuenta de que tienen a su alcance poder aumentar notablemente el número de personas a las que ayudan y asegurar, al menos, una mayor calidad de vida y menores efectos adversos.

¿Por qué no se aplica todo esto en nuestro sistema actual? No encuentro consuelo en ninguno de los supuestos que hallo por los que los médicos de mi país (quiero suponer que habrá excepciones, por supuesto)  no se hacen eco de estas evidencias. Puede ser que no las conozcan porque no sepan inglés – es triste pero puede ser cierto – o que aún sabiendo inglés, no tengan el hábito de actualizarse – sería terrible y denotaría mediocridad galopante – o, lo que sería peor todavía, que lo lean y hagan la vista gorda sólo por evitar un enfrentamiento con sus iguales y/o agitar el status quo del modelo hegemónico actual – ésto sería una tragedia de consecuencias terroríficas, además de una falta de ética y lealtad a su compromiso hipocrático (el que firman todas las personas que ejercen la medicina y que coloca el interés y la recuperación del paciente como el objetivo primordial)

Con todo lo que hemos comentado hasta el momento, quiero compartir una experiencia personal cercana
. Hace muy poco he sido testigo del ingreso en el hospital de un paciente afectado por un proceso de metástasis, después de 4 años desde que fue operado de un cáncer primario de vejiga. En primer lugar resulta extraño que el paciente no recuerde ninguna ocasión durante 4 años en la que su oncólogo le preguntara acerca de su estilo de vida, el tabaquismo, la alimentación, etc. y le animara a llevar una vida normal “comiendo de todo”. Lo impresionante de este ejemplo real es que lo primero que se le hizo nada más encamarlo, fue conectarle en vena un suero con glucosa.

Además, cada comida llegaba repleta de carbohidratos refinados (pan blanco, arroz blanco, postres lácteos azucarados y con chocolate, patatas, galletas, maíz…). Por las dificultades al tragar el paciente a penas comió, aunque eso pasó desapercibido pues el personal sanitario retiraba las bandejas tapadas sin mirar si había comido o no (y para cuando llegaban todas las bandejas a la cocina, ya nadie sabía de quién era cada una). Por supuesto, ante la petición de que aportaran nutrición – micronutrición concretamente – por vía intravenosa, la respuesta fue poco más o menos que lo que se pedía era absurdo e innecesario. En el momento en que se sugirió, a modo de gesto colaborador para sumar fuerzas, que se le administraría al paciente un exhaustivo programa de suplementación con fundamentación científica, y basado en el uso de nutracéuticos, la respuesta fue que “eso no sirve para nada…”. Después de lo que hemos repasado a lo largo de este artículo creo que no hace falta seguir diciendo más…

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