Siglo XXI. Diario digital independiente, plural y abierto. Noticias y opinión
Viajes y Lugares Tienda Siglo XXI Grupo Siglo XXI
21º ANIVERSARIO
Fundado en noviembre de 2003
Opinión
Etiquetas | Antes muerto que en silencio

El absurdo sacrificio de Isaac

A él le salvó un ángel. A nosotros, ¿quién nos libra de ésta?
Tomás Salinas
miércoles, 18 de enero de 2012, 07:53 h (CET)
Dentro de este montaje en el que nos movemos por obra y gracia de nuestra gloriosa pertenencia a la Unión Europea, el papel a desempeñar por España en el cambalache está cada vez más definido. Los que cortan el bacalao, mientras riegan el chucrut y las salchichas de a metro con champagne francés, consideran que la estabilidad de la zona euro y, por ende, de todo el sistema “econocida” que gozamos con alegría y frenesí los bárbaros del sur depende de lo que nuestros gobernantes puedan ofrecer para ser devorado por los dioses. Una cosa amena y entretenida como el relato bíblico que aparece en el Génesis y que cuenta la divertida anécdota de Abraham y su hijo Isaac.

Recordemos. Dios ordenó a Abraham el sacrificio de su hijo Isaac si se quería convertir en el verdadero padre de muchos pueblos. El patriarca, tras viajar un tiempo, encontró el túmulo que Dios le mostró como el lugar indicado para la ofrenda. Cogió a su hijo y le hizo subir la montaña cargado con la leña con la que iba a ser inmolado. Isaac, durante la penosa ascensión, no paraba de preguntar a su padre una y otra vez por el animal que iba a ser la víctima del holocausto. Abraham, caldeo él, el sueco se hacía mientras su vástago inquiría insistente sobre dónde estaba el futuro carnero asado, obteniendo como única y repetida respuesta que el Señor proporcionaría uno. Así todo el camino: Isaac con el combustible de su propia pira sobre las espaldas a la par que su padre, con el bastón en una mano y el cuchillo en el zurrón, ni sabía ni contestaba.

Una vez en la cima Abraham preparó el altar donde degollaría y después quemaría a su hijo, sangre de su sangre. Tiempo y energía tuvo para ello pues él ni una rama portó para llegar a la cumbre antes que Isaac. Éste, derrengado por el peso de la carga, sin fuerzas y seco como una mojama ya que su padre agua no le dio para el trayecto, alcanzó arrastrándose su patíbulo. Mientras jadeaba por la sed y mareado por el sobreesfuerzo, Abraham le agarró y sin otorgarle la más mínima oportunidad para que reaccionase, lo tumbó sobre el altar y se dispuso a liquidarle. Dos tajos rápidos y certeros y al fuego. Cualquier cosa con tal de lograr la grandeza ante los ojos de Dios.

Fue en el preciso instante en que la muerte se abatía definitiva sobre Isaac cuando, de quién sabe dónde, apareció un ángel y detuvo la carnicería, entregando a Abraham otra inocente pieza que sustituyera a su hijo. Un final de lujo. Abraham, contento porque había demostrado su decisión, e Isaac, temblando aún de miedo pero feliz por haberse librado de la sangría.

Hasta aquí una narración novelada de la Biblia. A partir de este punto que cada uno rebautice a los protagonistas del relato. Para mí, que muy bien no debo de andar de la cabeza ya que me entretengo en escribir estas cosas, Abraham es el papá gobierno que está dispuesto a sacrificar tras martirio a sus hijitos, los españoles, en honor y para gloria y grandeza propias, como ejecutor, y de los dioses europeos, como grandes hacedores. Lo que ocurre es que pienso y pienso y no encuentro ni ángel que frene la matanza ni carnero que poner en lugar nuestro.

Así que, lo dicho al principio. El papel de España es el de costillar a la brasa. Del barato. Qué pena, madre, qué pena.

Noticias relacionadas

Fuera esperaba el amanecer… Últimamente sus días acababan al mediodía; el tiempo de colgarse de un cigarrillo y fumarse toda la niebla de unas pocas horas en que podría deslizar su fantasma por entre las cosas. No recordaba de seguro su edad; el espejo le traicionaba y sólo le reflejaba la mitad que nunca sospechó ser. 

Es normal que aparezcan palabras nuevas porque la lengua está viva, y es estupendo cuando ayudan a reconocer que el lenguaje es pensamiento. Ocurrió con el neologismo ‘aporofobia’, acuñado por la catedrática Adela Cortina a partir de los términos griegos áporos (sin recursos) y fobos (temor, pánico), que la RAE incorporó en 2017 para dar nombre al miedo, el rechazo o la aversión a los pobres.

Llevamos años y todos cuantos se imaginen ustedes, seguirán siendo pacto con el silencio de siempre. Una mudez que no cesa. Uno que lleva bastantes años jubilado y se ha tenido que enganchar en AVE, ha visto en ese tiempo las sacudidas, las esperas en plena vía del tren y en mitad del campo. Los plantones y sacudidas, con las esperas a que nos tienen acostumbrados la Renfe, a veces con periodos de cuatro y cinco horas en mitad de la nada en la ruta de Algeciras-Antequera.

 
Quiénes somos  |   Sobre nosotros  |   Contacto  |   Aviso legal  |   Suscríbete a nuestra RSS Síguenos en Linkedin Síguenos en Facebook Síguenos en Twitter   |  
© 2025 Diario Siglo XXI. Periódico digital independiente, plural y abierto | Director: Guillermo Peris Peris
© 2025 Diario Siglo XXI. Periódico digital independiente, plural y abierto