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Resulta manida la pregunta acerca de si el odio mueve al mundo. Tal vez, creo yo, se podría hablar de resentimiento. Este, frente al carácter personal del odio, posee una índole más impersonal o genérica, y aclara con mayor exactitud muchas de las cosas que ocurren.
“Hassen, to hate, detéster”, odiar. El quiasmo inserto en este título ayuda a pensar fuera de su propia retórica: si hay odio en la cultura, ¿qué cultura subsiste, al fin, en una sociedad civil? Según la RAE, “odio” se define en términos de “aborrecimiento, aversión, rencor, antipatía, desprecio, fobia, inquina, encono, rabia, tirria”. El odio empieza por casa, a veces en forma de prejuicio.
Han sido más de 500 años de fomentar un odio y rencor viscerales contra España. Cinco siglos de escarnio, vituperio, abyección y desprecio de todo lo español. España era el país en el se comían crudos a los niños. Hay dibujos, panfletos, y hojas volantes, realizados en Holanda en los que se ridiculiza al Duque de Alba comiendo niños crudos y vivos.
Enriquecidos intelectualmente, generaron decisiones sinceras, a veces muy dolorosas… decisiones que, hasta hoy en día, quisieran justificar el resto de sus vidas.
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