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Esta enfermedad provoca que los huesos se vuelvan débiles y frágiles, lo que los hace más propensos a romperse; a veces, incluso un golpe o una caída desde poca altura pueden provocar una fractura ósea. Estamos ante una patología que a menudo se considera «silente», ya que no puede verse o sentirse, porque la pérdida de hueso puede producirse sin signos o síntomas. Se calcula que una de cada tres mujeres de 50 años en adelante sufrirá una fractura causada por la presencia de la enfermedad.
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