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La distinción entre la vida pública y privada se vuelve cada vez más difusa. Es mucho lo que está en juego para los usuarios de Internet. Dependen de ella para el activismo político, la libertad periodística y la disidencia digital. Sin acceso, no pueden comunicarse, investigar ni comprometerse con la actualidad. El auge de las herramientas digitales aumenta la necesidad de más autonomía y privacidad.
He tenido la fortuna, a lo largo de mi vida, de escribir cuando he tenido ganas de hacerlo y también de lo que me ha apetecido. Hoy tengo ganas de escribir del sujeto que, desde hace muchos meses, en realidad años, y amparado en el anonimato, escribe en mi web cientos de comentarios descalificadores (por denominarlos suavemente).
En previas ocasiones nos hemos expresado en torno a la afectividad circulante y reinante de nuestro siglo, caracterizada por una “empatía envuelta en celofán de 08 bits” para referirnos a la superflua y ficticia forma que hemos optado de querer y hacernos querer mediante una realidad virtual en la cual todos participan para ser vistos pero raramente para interactuar con sentido.
La Fundación Madrina lamenta el abandono de un bebé en un parque de Aluche, con tan solo una hora de vida y teniendo aún el cordón umbilical. la Fundación ha detectado que algunas progenitoras no quieren dar a sus bebés en adopción al no querer dar a conocer su identidad. En España, la legislación actual obliga a identificarse.
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