| ||||||||||||||||||||||
Hace unos días critiqué en un artículo que dirigentes del PSOE hicieran política sin principios, dando por bueno un acuerdo con privilegios de financiación para Cataluña que pocos días antes habían considerado inaceptable. Hoy quiero criticar la posición de Josep Vendrell que presumo es la mayoritaria de Sumar, pues la expone en El País como responsable de Modelo Territorial y Plurinacionalidad de Movimiento Sumar.
Ayer escribí un artículo sobre las consecuencias económicas que, a mi juicio, se pueden derivar de la puesta en práctica del acuerdo al que han llegado el gobierno, el PSOE o el PSC, no se sabe bien, con Esquerra Republicana. Creo que utilicé argumentos objetivos, puesto que estaban basados en lo que sabemos que ha ocurrido en otras experiencias en las que se ha hecho lo mismo.
Puesto que la información que se posee es todavía incompleta y sin los datos necesarios para evaluar los acuerdos, es pronto para saber qué consecuencias concretas va a tener la negociación que se lleva a cabo para hacer presidente de la Generalitat a Salvador Illa, candidato del Partido Socialista de Cataluña. Sin embargo, con lo que se sabe sí se pueden establecer algunas conclusiones generales muy relevantes.
En su libro La insoportable levedad del ser, Milan Kundera escribe una frase que a mi juicio refleja perfectamente la idea del vacío, en su caso, referido a la vida humana. Esta es, dice el escritor checo, «un boceto para nada, un borrador sin cuadro”. Me ha venido a la mente esa idea de vacío al ver cómo ha comenzado la nueva legislatura del Parlamento Europeo.
Hace unos días, un lector de la web me pedía que escribiese algo sobre el papel que los gastos militares desempeñan en la vida económica. Pensaba abordar el tema, pero un artículo reciente de Thomas Palley creo que lo hace con mucho más conocimiento y brillantez.
Los resultados de las elecciones europeas no pueden sorprender. Muchos veníamos advirtiendo que el ascenso de la extrema derecha y la impotencia de la izquierda son fenómenos que avanzan en paralelo y se alimentan uno a otro. La pregunta que encabeza la portada de mi último libro lo plantea claramente: ¿Cómo construir un mundo mejor cuando se extiende la extrema derecha para evitarlo y la izquierda no sabe cómo hacerlo?
Se ha celebrado el 80 aniversario del Día D, el 6 de junio de 1944, cuando comenzó el desembarco de las tropas aliadas en Normandía y puede que el titular de este artículo parezca exagerado. Yo creo, sin embargo, que es un hecho. Los países que forman parte de la OTAN y algún otro más, encabezados y liderados por Estados Unidos, están ya en guerra con Rusia.
La oficina de estadística europea Eurostat publicó el mes pasado los últimos datos sobre el gasto que supone hacer frente a la deuda pública y a los intereses que genera. Un año más se comprueba el gigantesco despilfarro que lleva consigo tener un banco central que no financie directamente a los gobiernos.
Escribió Jean Paul Sartre en El diablo y Dios: «Basta con que un hombre odie a otro para que el odio vaya corriendo hasta la humanidad entera». Es lo que yo creo que nos está pasando, aunque elevado, digámoslo así, a la enésima potencia.
He recibido diferentes comentarios sobre mi artículo anterior en el que analizaba la responsabilidad de la izquierda en el ascenso de la extrema derecha. Algunos de ellos, no publicados en la web, me dicen que soy demasiado crítico diciendo que la izquierda ha perdido identidad como defensora de valores universales. Para tratar de explicar mejor lo que quería decir, voy a desarrollar el ejemplo que mencionaba en el anterior artículo.
El pasado mes de abril se filtró un documento de la Junta directiva del Banco Europeo de Inversiones (BEI) en el que se establece una propuesta de hoja de ruta de 2024 a 2027. Su contenido es bastante significativo de las prioridades desnaturalizadas de la inversión pública europea y del modo tan desafortunado con que se pretende financiar.
Escribió Walter Benjamín que lo hecho nunca está definitivamente hecho y que, por tanto, lo peor puede volver. Desde hace tiempo, comprobamos que es así: los partidos de una extrema derecha que creíamos desparecida, o al menos reducida a la mínima expresión desde hace décadas, vuelven a tener influencia política decisiva, e incluso gobiernan en algunos países de gran relevancia.
|