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Etiquetas:   Política

Una vendetta

Fermín Bocos
jueves, 14 de diciembre de 2017, 08:00 h (CET)
MADRID, 13 (OTR/PRESS) Los cadáveres políticos mal enterrados reaparecen como sombras ominosas que quieren vengarse. En este caso tienen que ver con la llamada operación "Púnica" y con las deposiciones en registro judicial ante la Guardia Civil de Ignacio González, ex presidente de Madrid. El antiguo mandatario apunta que Esperanza Aguirre, su antecesora en el cargo, estaba al tanto de la presunta financiación ilegal de la campaña electoral municipal del PP en el año 2007.

Las declaraciones huelen a vendetta. A rajado de alguien a quien han dejado solo -está en libertad bajo fianza de 400.000 euros- tras pasar seis meses en prisión acusado de varios presuntos delitos relacionados con otro asunto de corrupción, el "caso Lezo".

Al arrastrar a su mentora política al barro de una de las varias tramas corruptas que rodean al PP madrileño manda un mensaje de desesperación y otro de aviso a navegantes. Aguirre que dimitió como portavoz de los populares en el Ayuntamiento de la capital tras el encarcelamiento de Ignacio González (era la presidenta del PP en Madrid), dijo que había sido engañada. Se declaró víctima de las andanzas ilícitas de sus colaboradores más inmediatos. Otro de ellos, Francisco Granados, ex secretario general del partido, también encausado acusado de graves delitos de corrupción se halla en libertad condicional a la espera de sentencia tras haber pasado una larga temporada en la cárcel.

El infortunio es mal consejero y el recodo en el que se encuentra Ignacio González parece un simple alto en el camino que presumiblemente le conducirá de nuevo a prisión. Es desde esa expectativa de desesperación desde la que hay que interpretar sus acusaciones a Esperanza Aguirre, su otrora gran mentora política. Al señalar que era ella quien tenía todo el poder de decisión pretende desplazar su presunta responsabilidad en la trama de financiación ilegal pese a que era el coordinador de la campaña. Ante semejante acusación resulta llamativo el silencio de Aguirre, quizá la lideresa política más locuaz de cuantas hemos conocido. ¡En qué manos hemos estado!

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