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Cuestión de estatutos

Ekain Rico
Álvaro Peña
jueves, 6 de octubre de 2005, 02:13 h (CET)
¡Qué fuerte la que se ha liado con el estatut! No sé si la bronca se corresponde con la realidad o, quizá lo más posible, es una de esas grescas que el Partido Popular pretende lanzar contra el gobierno. Sin embargo, es innegable la trascendencia que el tema ha adquirido en los medios de comunicación.

Unos, nos dicen que España se desquebraja; otros, que si se toca una única coma del estatut será una afrenta para Cataluña; y, por último, los menos, aciertan al tomarse con calma un procedimiento que, por no llegar, ni siquiera ha cruzado a su ecuador.

Desde la derecha española −no repetiré el nombre del partido marrullero−, se intenta vender a los ciudadanos las reformas estatutarias, como una de las peores ideas del actual gobierno socialista. Sin duda, este punto es más que curioso. Mucho más si, con un poco de memoria histórica, recordamos que no son pocos los líderes populares que se apuntaron al proceso de reformas.

Pero con todo, la mayor falacia es aquella que pretende representar a la propuesta de reforma del parlamento catalán, como un algo intocable.

Lo que el otro día salió del parlamento catalán, no consume ni la mitad de un procedimiento, muy largo, en el que todo es posible. Eso sí, siempre que ese todo no se salga del marco constitucional.

Zapatero y su gobierno, nos han demostrado que las libertades son cuestión central en sus políticas pero, claro está, dentro del respeto a la Constitución, por mucho que el PP recurra al Tribunal Constitucional automáticamente.

El movimiento se demuestra andando y, en Madrid, la reforma del estatut aún no se ha puesto a andar.

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Lo que voy a decir no se apoya -no lo pretende, además lo rechaza- en ningún argumento científico. Rechazo en general lo científico porque proviene, tal caudal de conocimiento, de la mente humana matemática, fajada y limitada, sobre todo no mente libre sino observante desde muchos filtros atascados de prejuicios.

No es ninguna novedad que vivimos en un tiempo donde el pulso de la coexistencia social parece haberse acelerado en una deriva incomprensible, enfrentándonos con la paradoja de una humanidad cada vez más próxima, sin que ello se traduzca necesariamente en la cercanía o comprensión mutua.

El filólogo humanista Noam Chomsky decía que “si no se está de acuerdo con una cuestión, el hecho de formular y escuchar críticas, forma parte de la convivencia, y así se espera que sea”. De este modo, Chomsky argumenta el derecho y obligación a ejercer la crítica como proceso para la construcción de la convivencia.

 
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