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Daniel Tercero García

Cuán pequeños somos

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Fue Luis Pericot, arqueólogo y prehistoriador, quien dijo en algún momento de su dilatada vida (1899-1978) que solamente había dos ciencias que nos hacían tomar conciencia de cuán pequeños somos: la astronomía en el espacio y la prehistoria en el tiempo. Esta última semana se han intercalado en las noticias descubrimientos y acontecimientos que corroboran la proposición planteada por el maestro Pericot. Lo diminutos que somos en el espacio y lo insignificantes que llegamos a ser en el tiempo.

Las imágenes que desde el Discovery y la Estación Espacial Internacional nos han llegado han sido de una belleza indescriptible. Las salidas de los astronautas al espacio exterior han puesto de relieve la soledad que se debe sentir y lo microscópico de uno mismo viendo la Tierra desde las alturas y con el infinito a sus espaldas. Desde un lugar en el que no se distingue entre día y noche, la sensación de cuán pequeños somos debe de penetrar hasta la última célula del más insensible de los humanos.

Las fotografías de los tripulantes del Discovery, paseando por su rededor, con la superficie de la Tierra al fondo, manchada de grandes nubes blancas, marcan –han marcado- un antes y un después en la historia de la humanidad. Cabe recordar, llegado a este punto, que existe una corriente de historiadores que marcan el inicio de una nueva era –en la que todavía nos encontraríamos- con la llegada del hombre a la Luna el 20 de julio de 1969. Por lo que no sería tan descabellado pensar que este viaje del Discovery, y su reparación estando en órbita de la manera que se hizo, fuese un punto importante y a seguir dentro de la historiografía contemporánea.

Pero como la historia es terca, y Pericot fue muy sabio, en la misma semana en la que el hombre se concienciaba de que su existencia en el espacio era minúscula, unos hallazgos en Sudáfrica nos hacían reflexionar, también, sobre nuestra escasa entidad temporal en la historia.

En la revista Science, un grupo de investigadores de la Universidad de Toronto acaban de publicar un artículo donde dan a conocer los hallazgos, en Sudáfrica, de varios huevos con embriones fosilizados de dinosaurios que, según las primeras investigaciones, datan de hace 190 ¡millones de año! Y que los Massospondylus, nombre que recibe el tipo de dinosaurios del hallazgo, en edad adulta llegarían a medir hasta cinco metros de alto.

Para dar mayor fuerza al argumento de Pericot tan sólo hace falta recordar las fechas, aproximadas evidentemente, de la formación de la Tierra (hace 4.500 millones de años), la aparición de los homínidos (hace 4 millones de años) y de la aparición de la escritura (en el III milenio antes de Cristo).

Datos, estos últimos, que confirman cuán pequeños somos al situarnos en la línea temporal de la historia de la humanidad. Y, como bien aseguró don Luis, junto con la astronomía en el espacio, nos hacen tener conciencia de lo irrisorio que somos con respecto al espacio y la vida tan exigua con respecto al tiempo. Es decir, cuán pequeños somos…

Cuán pequeños somos

Daniel Tercero García
Daniel Tercero
miércoles, 10 de agosto de 2005, 00:05 h (CET)
Fue Luis Pericot, arqueólogo y prehistoriador, quien dijo en algún momento de su dilatada vida (1899-1978) que solamente había dos ciencias que nos hacían tomar conciencia de cuán pequeños somos: la astronomía en el espacio y la prehistoria en el tiempo. Esta última semana se han intercalado en las noticias descubrimientos y acontecimientos que corroboran la proposición planteada por el maestro Pericot. Lo diminutos que somos en el espacio y lo insignificantes que llegamos a ser en el tiempo.

Las imágenes que desde el Discovery y la Estación Espacial Internacional nos han llegado han sido de una belleza indescriptible. Las salidas de los astronautas al espacio exterior han puesto de relieve la soledad que se debe sentir y lo microscópico de uno mismo viendo la Tierra desde las alturas y con el infinito a sus espaldas. Desde un lugar en el que no se distingue entre día y noche, la sensación de cuán pequeños somos debe de penetrar hasta la última célula del más insensible de los humanos.

Las fotografías de los tripulantes del Discovery, paseando por su rededor, con la superficie de la Tierra al fondo, manchada de grandes nubes blancas, marcan –han marcado- un antes y un después en la historia de la humanidad. Cabe recordar, llegado a este punto, que existe una corriente de historiadores que marcan el inicio de una nueva era –en la que todavía nos encontraríamos- con la llegada del hombre a la Luna el 20 de julio de 1969. Por lo que no sería tan descabellado pensar que este viaje del Discovery, y su reparación estando en órbita de la manera que se hizo, fuese un punto importante y a seguir dentro de la historiografía contemporánea.

Pero como la historia es terca, y Pericot fue muy sabio, en la misma semana en la que el hombre se concienciaba de que su existencia en el espacio era minúscula, unos hallazgos en Sudáfrica nos hacían reflexionar, también, sobre nuestra escasa entidad temporal en la historia.

En la revista Science, un grupo de investigadores de la Universidad de Toronto acaban de publicar un artículo donde dan a conocer los hallazgos, en Sudáfrica, de varios huevos con embriones fosilizados de dinosaurios que, según las primeras investigaciones, datan de hace 190 ¡millones de año! Y que los Massospondylus, nombre que recibe el tipo de dinosaurios del hallazgo, en edad adulta llegarían a medir hasta cinco metros de alto.

Para dar mayor fuerza al argumento de Pericot tan sólo hace falta recordar las fechas, aproximadas evidentemente, de la formación de la Tierra (hace 4.500 millones de años), la aparición de los homínidos (hace 4 millones de años) y de la aparición de la escritura (en el III milenio antes de Cristo).

Datos, estos últimos, que confirman cuán pequeños somos al situarnos en la línea temporal de la historia de la humanidad. Y, como bien aseguró don Luis, junto con la astronomía en el espacio, nos hacen tener conciencia de lo irrisorio que somos con respecto al espacio y la vida tan exigua con respecto al tiempo. Es decir, cuán pequeños somos…

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