Fuera ya de si las realizó por mera cuestión de marketing, ya se sabe que en Cataluña no es políticamente correcto pensar lo mismo que en Madrid, o como resultado de un verdadero hartazgo ante tantas derrotas acumuladas, lo que está claro es que las declaraciones del señor Piqué han herido profundamente al núcleo duro del PP.
La convulsión ha sido tal, que el propio presidente del partido se vio obligado a transmitir, desde Singapur, una nota en la que expresaba su lealtad para con los señores Acebes y Zaplana y que, de paso, imposibilitaba cualquier salida honrosa al disidente Piqué.
Rajoy repite una y mil veces, en su misiva, llamamientos a una unidad que, desde que perdieron las elecciones generales, brilla por su ausencia en el partido que siempre se caracterizó por despreciar a ese monstruo de mil cabezas que veía en el PSOE. ¿Quién iba a decirle al pletórico sucesor Rajoy, que en el futuro tendría que lidiar frente a barones y baronesas, aunque en realidad Esperanza Aguirre disponga de otro título nobiliario específico, en su propio partido?
Pero, además, esa nota sin desperdicio que se nos remite desde la olímpica Singapur, recoge una acusación velada que, de existir algún resquicio de coherencia, provocaría la dimisión de quien se ve definido en ella, como colaborador necesario en la táctica socialista de dividir al PP. Aunque, tampoco pequemos de inocentes, el caso Ercros ya nos dejó ver lo que Piqué y el entonces gobierno, ahora oposición, popular entendían por responsabilidad política.
Llueve sobre mojado en el Partido Popular.