Si mayo fue el mes de Lucas y su galaxia, junio ha sido el mes de Spielberg y sus criaturas. Y no sólo porque se haya estrenado la catastrófica adaptación de La guerra de los mundos, sino (y más importante) por el cúmulo de acontecimientos que se han desatado por el 30 aniversario de Tiburón (Jaws, 1975), esta sí obra maestra del cineasta americano. Y es que la película se proyectará incluso en el nuevo Festival de Cine de Michigan, apadrinado por el agitador Michael Moore ahora en labores menos políticas (o festivas, según se mire).

Este mes nos trajo también la muerte de la actriz Anne Bancroft, archifamosa por su interpretación como la señora Robinson de El graduado (The Graduate, Mike Nichols, 1967) y otras muchas películas, como El milagro de Ana Sullivan (por la que obtuvo un Oscar) o Siete mujeres, esta última dirigida por el gran John Ford.

Otra desgracia ha sido perder a Larry Collins, el compañero de fatigas de Dominique Lapierre en algunas novelas excelentes, como Arde París o ¡Oh Jerusalén!. Una de sus últimas novelas que tuve el placer de leer, Arde Nueva York, hacía un retrato bastante singular del gobierno americano enfrentado a una hipotética amenaza atómica en la Gran Manzana.

Y para malas noticias el anuncio del casting de la nueva película de Asterix, Asterix en los Juegos Olímpicos, donde a Gérard Depardieu o Alain Delon se les unirá Jean-Claude Van Damme (!), dando vida al atleta romano Cornedurus. En fin, si las dos primeras partes ya eran dos ladrillos insoportables, ahora nos espera el ¿cierre? de una trilogía que promete más acción, más músculos y también más estupidez. Allá vamos.

Al hilo de estos desvaríos mentales de cineastas, actores y productores, comentar de pasada que el videojuego con más éxito de los últimos años, Halo (cuya segunda parte recaudó 125 millones de dólares el primer día de ventas), tendrá su versión oficial en cine allá por 2007, producida por Universal y Fox y adaptada por el guionista Alex Garland (28 días después). Este videojuego se une a Tomb Raider, Resident Evil, Street Fighter o Final Fantasy (y secuelas) y, si las cosas van como suelen, nos espera una buena marabunta de digitalización de aquí en adelante (Doom o Splinter Cell se estrenarán también los próximos años).

Comprobando este pesimista panorama nos solidarizamos (tampoco mucho) con las declaraciones del cineasta ruso Alexandr Sokurov a El Cultural, comentando que “las grandes películas vendrán de los que pongan la literatura por encima del cine”. Aunque, viendo sus películas, quizá lo que el cine necesita sean más guionistas y menos escritores. Y tampoco me sirven para mucho las declaraciones del realizador Manuel Sanabria sobre el momento que atraviesa el cine español: “por lo menos se ha conseguido que el público, sobre todo el joven, pierda el miedo al cine español que había antaño”. Si el plan que solucionará la crisis se consigue con más torrentes, reyes de La Habana o pocholos varios, pasaremos a encabezar el ránking de los Razzies en menos de lo que canta un gallo.

Y no me iba a quedar de brazos cruzados observando la cruzada contra la prensa que ha manejado UIP (United International Pictures) antes del estreno mundial de La guerra de los mundos, prohibiendo expresamente publicar críticas antes de su salida comercial (visto lo visto no me extraña) o tomando unas medidas de seguridad algo surrealistas en los pases de prensa que han realizado antes del 29 de marras (y es que de las gafas de visión nocturna de los guardias de seguridad en una sala de cine a las utopías futuristas de Orwell no hay tanto como parece).

Ah, y se me olvidaba: como publica Telecinco en su página web, con más sorna que otra cosa, “el cine tiene un nuevo motivo para estar triste”. Paris Hilton se retira.