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No hay mejor negocio para los timadores que el que los timados tengan que estar obligados por ley a someterse al timo

Libros de texto: un timo institucional

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Hay gastos que son optativos para las familias y gastos que no lo son. Algunos de éstos, como sucede con los libros de texto, son absolutamente innecesarios pero obligatorios por ley para todos los niños, porque sin los libros de texto no pueden cursar sus estudios, más allá de todos esos falaces delirios de la gratuidad de la enseñanza pública o de la Educación infantil y juvenil obligatoria y gratuita. Lo de obligatorio, vale, pero no lo de gratuito, porque de eso nanay del peluquín. No sólo son los ciudadanos los que abonan a precio de oro y sangre el costo de la mal llamada educación “gratuita”, sino que con la cosa de los libros de texto tiene un costo casi insuperable para la mayor parte de las capas menos favorecidas de la sociedad. De alguna manera, esta ley de obligatoriedad lo que crea, en forma más bien directísima, es todo un filón de incontables familias dispuestas para ser sacrificadas por los predadores de las editoriales de libros de texto, siendo algo a lo que no se pueden negar los timados, porque no sólo les imponen en los colegios e institutos de qué libros deben proveerse forzosamente, sino que entre las mismas editoriales de libros de texto se ponen de acuerdo para ajustar los precios de timo a estándares de latrocinio organizado.

En España existe una muy larga tradición de saqueo en este capítulo, lo mismo que en Latinoamérica, según me consta. Es más: las editoriales de libros de texto frecuentemente son las mismas, ya pueden imaginarse por qué a poco que piensen mal. A pesar del dominio de este enjundioso mercado por tres o cuatro editoriales, parece que no se conforman con sustraer de los bolsillos de los padres de los escolares unos cuántos dineros, sino que su codicia no tiene límites. No hay que retrotraerse mucho, apenas a aquellos años de la mayoría absoluta del funesto PSOE, cuando, como prueba de esto, se cambiaron durante el verano algunos programas de estudio que debían recoger los libros de texto, y sólo llegó a esos cambios…, ¡oh, casualidad!, la empresa editorial afín a esa tendencia política, llevándose al agua una millonada que para qué cuento. Cosa que se repitió unos años después, cuando el PP llegó al poder, devolviéndoles la pelota con sus monstruitos. Así funciona la cosa.

Donde hay un duro hay una mafia, decimos en España. Y nada más cierto. Todo es interés espurio, y, por los márgenes que dejan los libros de texto en este mercado cautivo de la educación, pudiera emparentarse casi con el negocio del narcotráfico. Las drogas no son legales sólo por el excelente margen de beneficio que dejan, y lo mismo pasa con los libros de texto. Pero a nadie, ni al Ministerio, ni a los partidos políticos, a los sindicatos o a cualesquiera otras organizaciones sociales parece importarles esto en lo más mínimo. Sólo por hacernos un par de ideas, un libro de maternales con 12 páginas -¡¡¡12 páginas, repito!!!-, cuesta 6 euros, o un libro de Ciencias Naturales o Lengua de 2º de ESO cuesta, no se lo pierdan, 38 euros, 38, conteniendo entre 11 y 12 temas respectivamente. Eso sí, colorines por doquier, dibujitos para rellenar y más de 100 páginas para explicar lo que podría hacerse en 10 y sobraría espacio, y, para rematarlo, les obligan a los alumnos a escribir sobre ellos para que no les puedan servir a otros “consumidores esclavos”. Así funciona esto, como muy bien lo saben padres. Algo que no se entiende, porque no sólo por mi condición de ex alto directivo de la industria, sino también por mi condición de escritor y editor, sé sobradamente que el costo de cualquiera de esos libros por medio de impresión industrial no supera, en las tiradas que suelen hacerse, 1 euro por ejemplar, y que aún hecho por sistema electrónico, como el POD (Production On Demand, o “Producción Sobre Demanda), no superaría los 0.5 euros. Todo un negocio, ¿verdad?... Y eso por no recurrir a fotocopias (sirven lo mismo), o sencillamente a apuntes, que son tanto más prácticos y didácticos. Sin embargo, de este modo, una familia media, sólo en libros de texto, está forzada a gastarse un promedio de 150 euros/año. Multipliquen por el número de escolares que hay en el país, y luego me cuentan. Todo un negocio para los ciudadanos las pasen moradas mientas otros viven gracias a esto la vida en rosa. ¿Entienden ahora lo de la obligatoriedad de la enseñanza?... Negocio en crudo, en fin.

Año tras año, desde hace muchos, vengo denunciando esto por estas fechas en mis artículos, y, oiga usted, como quien oye llover. Esto no es que huela mal, sino que por resucitar debe estar Lázaro según hiede, dicho en palabras de Quevedo. No existe una sola razón objetiva por la que los libros de texto deban existir, y mucho menos a este costo. Las autoridades educativas lo saben perfectamente. Más allá del negocio, claro, y puede ser que de las comisiones que unos y otros deben recibir por este saqueo legal de las familias. Algo en lo que la Justicia debiera intervenir de oficio –en realidad ya tarda algunas décadas en hacerlo-, porque no sólo se trata de un timo legal, sino porque además todo indica que entre las editoriales se ponen de acuerdo para fijar los precios de asalto, o de otro modo no se entiende que todas ellas tengan tan parecidos precios de atraco, lo que significa en términos legales “conspiración para alterar el precio de las cosas.”

No sé en otros países, pero en España todo esto tan didáctico y tal no tiene una gran utilidad fuera del ominoso beneficio que les representa a las editoriales, porque el fracaso escolar tiende a la asnificación de los chavales y jóvenes, ocupamos los últimos puestos en los ránquines de éxito escolar del mundo -¡no digamos de Europa!- y aquí nadie hace nada en absoluto por evitar, ni este atraco legal y generalizado, ni esta deriva hacia el abismo de la incultura. Aquí, en España, a la vista está, lo que prima es el negocio y nada más, y para eso se cuenta con una masa de ciudadanos que deberán someterse obedientemente al saqueo de cualquier bandido, según las leyes disponen y las autoridades consienten. Ni autoridades educativas, ni judiciales ni asociaciones ciudadanas, nadie parece estar en su sitio, consintiendo que lo que se podría hacer por 1 tenga que pagarse a 100, gracias a la acción o inacción de todos los mencionados.

La codicia de estos golfos es tan grande y cuentan con tan inestimables aliados en los ministerios correspondientes que, a fin de ganar más y más, no se conforman con que los chicos tengan uno o dos libros, sino que tienen que cargar cada día con una mochila de entre 5 y 15 kilogramos (la cartera de un niño de maternales, de unos 8 kilos de peso, puede llegar a pesar más de 5 kilogramos), asegurándoles a las futuras generaciones, además, toda una vida de lesiones de columna y medulares con sufrimientos gratuitos a cargo de las editoriales de libros de texto y ministerios. Ver a los chicos entrar o salir de la escuela con enormes mochilas cargadas en sus tiernas espaldas o arrastrando cargas como si fueran cuadrúpedos, no hacen sino confirmarle a uno que los poderes y editoriales de libros de texto les cargan como burros para que ellos puedan vivir como cerdos.

Libros de texto: un timo institucional

No hay mejor negocio para los timadores que el que los timados tengan que estar obligados por ley a someterse al timo
Ángel Ruiz Cediel
sábado, 28 de julio de 2012, 08:01 h (CET)
Hay gastos que son optativos para las familias y gastos que no lo son. Algunos de éstos, como sucede con los libros de texto, son absolutamente innecesarios pero obligatorios por ley para todos los niños, porque sin los libros de texto no pueden cursar sus estudios, más allá de todos esos falaces delirios de la gratuidad de la enseñanza pública o de la Educación infantil y juvenil obligatoria y gratuita. Lo de obligatorio, vale, pero no lo de gratuito, porque de eso nanay del peluquín. No sólo son los ciudadanos los que abonan a precio de oro y sangre el costo de la mal llamada educación “gratuita”, sino que con la cosa de los libros de texto tiene un costo casi insuperable para la mayor parte de las capas menos favorecidas de la sociedad. De alguna manera, esta ley de obligatoriedad lo que crea, en forma más bien directísima, es todo un filón de incontables familias dispuestas para ser sacrificadas por los predadores de las editoriales de libros de texto, siendo algo a lo que no se pueden negar los timados, porque no sólo les imponen en los colegios e institutos de qué libros deben proveerse forzosamente, sino que entre las mismas editoriales de libros de texto se ponen de acuerdo para ajustar los precios de timo a estándares de latrocinio organizado.

En España existe una muy larga tradición de saqueo en este capítulo, lo mismo que en Latinoamérica, según me consta. Es más: las editoriales de libros de texto frecuentemente son las mismas, ya pueden imaginarse por qué a poco que piensen mal. A pesar del dominio de este enjundioso mercado por tres o cuatro editoriales, parece que no se conforman con sustraer de los bolsillos de los padres de los escolares unos cuántos dineros, sino que su codicia no tiene límites. No hay que retrotraerse mucho, apenas a aquellos años de la mayoría absoluta del funesto PSOE, cuando, como prueba de esto, se cambiaron durante el verano algunos programas de estudio que debían recoger los libros de texto, y sólo llegó a esos cambios…, ¡oh, casualidad!, la empresa editorial afín a esa tendencia política, llevándose al agua una millonada que para qué cuento. Cosa que se repitió unos años después, cuando el PP llegó al poder, devolviéndoles la pelota con sus monstruitos. Así funciona la cosa.

Donde hay un duro hay una mafia, decimos en España. Y nada más cierto. Todo es interés espurio, y, por los márgenes que dejan los libros de texto en este mercado cautivo de la educación, pudiera emparentarse casi con el negocio del narcotráfico. Las drogas no son legales sólo por el excelente margen de beneficio que dejan, y lo mismo pasa con los libros de texto. Pero a nadie, ni al Ministerio, ni a los partidos políticos, a los sindicatos o a cualesquiera otras organizaciones sociales parece importarles esto en lo más mínimo. Sólo por hacernos un par de ideas, un libro de maternales con 12 páginas -¡¡¡12 páginas, repito!!!-, cuesta 6 euros, o un libro de Ciencias Naturales o Lengua de 2º de ESO cuesta, no se lo pierdan, 38 euros, 38, conteniendo entre 11 y 12 temas respectivamente. Eso sí, colorines por doquier, dibujitos para rellenar y más de 100 páginas para explicar lo que podría hacerse en 10 y sobraría espacio, y, para rematarlo, les obligan a los alumnos a escribir sobre ellos para que no les puedan servir a otros “consumidores esclavos”. Así funciona esto, como muy bien lo saben padres. Algo que no se entiende, porque no sólo por mi condición de ex alto directivo de la industria, sino también por mi condición de escritor y editor, sé sobradamente que el costo de cualquiera de esos libros por medio de impresión industrial no supera, en las tiradas que suelen hacerse, 1 euro por ejemplar, y que aún hecho por sistema electrónico, como el POD (Production On Demand, o “Producción Sobre Demanda), no superaría los 0.5 euros. Todo un negocio, ¿verdad?... Y eso por no recurrir a fotocopias (sirven lo mismo), o sencillamente a apuntes, que son tanto más prácticos y didácticos. Sin embargo, de este modo, una familia media, sólo en libros de texto, está forzada a gastarse un promedio de 150 euros/año. Multipliquen por el número de escolares que hay en el país, y luego me cuentan. Todo un negocio para los ciudadanos las pasen moradas mientas otros viven gracias a esto la vida en rosa. ¿Entienden ahora lo de la obligatoriedad de la enseñanza?... Negocio en crudo, en fin.

Año tras año, desde hace muchos, vengo denunciando esto por estas fechas en mis artículos, y, oiga usted, como quien oye llover. Esto no es que huela mal, sino que por resucitar debe estar Lázaro según hiede, dicho en palabras de Quevedo. No existe una sola razón objetiva por la que los libros de texto deban existir, y mucho menos a este costo. Las autoridades educativas lo saben perfectamente. Más allá del negocio, claro, y puede ser que de las comisiones que unos y otros deben recibir por este saqueo legal de las familias. Algo en lo que la Justicia debiera intervenir de oficio –en realidad ya tarda algunas décadas en hacerlo-, porque no sólo se trata de un timo legal, sino porque además todo indica que entre las editoriales se ponen de acuerdo para fijar los precios de asalto, o de otro modo no se entiende que todas ellas tengan tan parecidos precios de atraco, lo que significa en términos legales “conspiración para alterar el precio de las cosas.”

No sé en otros países, pero en España todo esto tan didáctico y tal no tiene una gran utilidad fuera del ominoso beneficio que les representa a las editoriales, porque el fracaso escolar tiende a la asnificación de los chavales y jóvenes, ocupamos los últimos puestos en los ránquines de éxito escolar del mundo -¡no digamos de Europa!- y aquí nadie hace nada en absoluto por evitar, ni este atraco legal y generalizado, ni esta deriva hacia el abismo de la incultura. Aquí, en España, a la vista está, lo que prima es el negocio y nada más, y para eso se cuenta con una masa de ciudadanos que deberán someterse obedientemente al saqueo de cualquier bandido, según las leyes disponen y las autoridades consienten. Ni autoridades educativas, ni judiciales ni asociaciones ciudadanas, nadie parece estar en su sitio, consintiendo que lo que se podría hacer por 1 tenga que pagarse a 100, gracias a la acción o inacción de todos los mencionados.

La codicia de estos golfos es tan grande y cuentan con tan inestimables aliados en los ministerios correspondientes que, a fin de ganar más y más, no se conforman con que los chicos tengan uno o dos libros, sino que tienen que cargar cada día con una mochila de entre 5 y 15 kilogramos (la cartera de un niño de maternales, de unos 8 kilos de peso, puede llegar a pesar más de 5 kilogramos), asegurándoles a las futuras generaciones, además, toda una vida de lesiones de columna y medulares con sufrimientos gratuitos a cargo de las editoriales de libros de texto y ministerios. Ver a los chicos entrar o salir de la escuela con enormes mochilas cargadas en sus tiernas espaldas o arrastrando cargas como si fueran cuadrúpedos, no hacen sino confirmarle a uno que los poderes y editoriales de libros de texto les cargan como burros para que ellos puedan vivir como cerdos.

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