| ||||||||||||||||||||||
|
|
De princesa del pueblo a embajadora gay | |||
«Los gays siempre me han querido, estoy para lo que necesiten», dice Belén Esteban | |||
| |||
No tengo nada personal en contra de Belén Esteban y su circo mediático entorno a su niña, su cambio de imagen, sus modelitos, lo que come, el baile que se pegó el fin de semana o descifrar quien será su nuevo acompañante. Pero me sorprendió que el otro día fuese noticia que la co-presentadora de Sálvame hubiese sido portada de la conocida revista Interviú. No es una novedad que la citada revista busque personajes de lo más variopintos para encabezar la primera página, como: Laura Barcelona, Yurena, Zulema, y todos los especimenes que crean programas como Mujeres, Hombres y viceversa o GH y sus derivados, pero que la princesa del pueblo se convierta ahora en embajadora del mundo gay me suena a otra función hipócrita de esta España de baja moral, de doble rasero y de caras ocultas. La Esteban puede ser muchas cosas y seguro que muy buena en aquello que se proponga, como por ejemplo en darle vidilla a un programa cansino como Sálvame, pero dudo que sea una representante como merece el colectivo homosexual. Desconozco exactamente que representa, que defiende, por que lucha, o si ha hecho esfuerzos por la normalización de un colectivo que ha necesitado de mártires para abrirse paso en una sociedad en la que muchos les han cerrado las puertas. No soy partidario de los días puntuales, esos que se inventan, como el día de la mujer, el día del Orgullo Gay, el del Medio Ambiente y demás, todos los días son buenos para luchar por una sociedad más justa, más igualitaria y más equilibrada. Le doy las gracias a Belén Esteban por el esfuerzo que ha supuesto poner sus pechos en exposición pública para exigir la normalización social de los homosexuales, pero que no olvide que mañana, la semana que viene, el próximo mes seguirán habiendo actitudes homófobas, así que puede seguir luchando, aunque le invito a hacer algo más práctico. |
En el imaginario colectivo, la violencia es algo que sucede “fuera”, en las calles, en las noticias, en las guerras, en los crímenes. Nos han enseñado a identificarla en lo visible, en el golpe, en el grito, en la amenaza. Pero hay otras formas de violencia que no se oyen ni se ven, y que por eso mismo son más difíciles de reconocer y mucho más dañinas.
Entre las múltiples experiencias que he vivido a lo largo de mi vida destacan las tres semanas que permanecí embarcado, allá por los ochenta, en el Ramiro Pérez, un barco mercante en el que realicé el viaje Sevilla-Barcelona-Tenerife-Sevilla enrolado como un tripulante más.
Una rotonda es el espejo de una sociedad. Cuando quieras saber cómo es un país, fíjate en cómo se aborda una rotonda, cómo se incorpora la gente y cómo se permite –o no– hacerlo a los demás. Ahí aparece la noción de ceda el paso, esa concesión al dinamismo de la existencia en comunidad, la necesidad de que todo esté en movimiento, de que fluya la comunicación y que todo el mundo quede incorporado a la rueda de la vida.
|