No es la primera vez que la Iglesia católica decide manifestar públicamente su adhesión a las ideas políticas más retrogradas del momento. Hasta hace más bien poco, aquellos que hoy ejercen el derecho democrático a la manifestación, eso sí sin prescindir de su alzacuellos, consagraban a dios las ideas del fascismo llevando bajo palio al dictador Franco.
Ahora, la Iglesia se adhiere a la convocatoria realizada por el Foro de la Familia, bajo el lema de «la familia sí importa». Es curioso, parece que cuando el fascismo llegó al poder tras el golpe de estado de 1936, la familia no debía importar, si no nadie podría explicarse por qué la curia eclesiástica no se rasgó las vestiduras cuando el régimen franquista procedió a la eliminación sistemática de sus detractores, destrozando con ello mil y una familias.
Esta manifestación del 18 de junio, a justo un mes del 69 aniversario del alzamiento fascista, es un claro ejemplo del peligro de la ultraderecha española representada, no solo por la propia Iglesia católica, sino por destacados miembros del principal partido de la oposición que, como Acebes y Zaplana, no han dejado pasar la oportunidad de demostrar, junto a homofobos declarados, su predisposición a seguir dividiendo la sociedad entre normales, es decir los suyos, y los demás.
Pretender que una medida como la regularización de los matrimonios homosexuales es un ataque al concepto de familia, no es solamente una estupidez, sino que refleja una afirmación malintencionada que tiene por último objetivo mantener todas las discriminaciones posibles sobre aquellos que no encajen, del todo, en las rancias estructuras sociales que la ultraderecha tiene por buenas.
Hemos oído argumentos verdaderamente inconsistentes. En primer lugar, que si no debiera llamarse matrimonio, ya que la raíz etimológica de la palabra describe la unión de hombre y mujer. ¡Qué tontería! También la palabra patrimonio indicaba etimológicamente el conjunto de bienes del pater familiae y, sin embargo, en la actualidad, describe el conjunto de bienes , no solo del hombre, sino también de la mujer. Pero el más terrible de los razonamientos posibles, es el que hemos podido recibir de aquellos que defienden que estas parejas no puedan adoptar, debido a que los niños podrían ser objeto de discriminación por parte de una sociedad aún no preparada o, lo que verdaderamente quieren decir pero no se atreven, como no soportan la idea de que la unión de dos hombres o dos mujeres pueda ser considerada tan válida como la suya, no pueden permitir que aquellos tengan hijos que puedan, algún día, llegar a jugar con los suyos.
España está aún llena de nostálgicos rencorosos. Viva la libertad y la igualdad entre todos los hombres y mujeres del mundo.