Cuando la cartelera parecía padecer un letargo crónico, André Téchiné lleva a los cines un film que merece la pena no tanto por su originalidad argumental -que es ninguna- como por su mirada sincera, lúcida y sobre todo clásica de las vidas de unos personajes (sólidos, como en cualquier película clásica que se precie) en medio de una guerra terrible (¿hay alguna que no lo sea?) intentando sobrevivir al margen de la batalla, pero siempre estando ésta presente.
Odile (Emmanuelle Béart) y sus dos hijos, Phillippe (Grégoire Leprince - Ringuet) y Cathy (Clémence Meyer), encuentran entre el tumulto de las bombas y los disparos (la primera secuencia es toda una lección de cine) a Yvan (Gaspard Ulliel), un joven inteligente que se hace cargo de ellos como una especie de protector por accidente hasta que evoluciona de joven díscolo y egoísta hasta el padre de familia que es en sus últimos momentos.
Viendo "Fugitivos" se me viene a la cabeza "Juegos prohibidos" ("Jeux interdits", 1951) de René Clément, otro film sobre personas que viven la guerra al margen de la misma, aunque en aquel caso se trataba de una niña huérfana acogida por una pareja de campesinos y de su relación con el hijo menor de estos. Así, si en la estupenda película de Clément se acentuaba el juego morboso con el robo de cruces del cementerio, en el film de Téchiné lo principal son los adultos y sus diferentes (incluso contrapuestas) maneras de enfrentarse a una situación desesperada: sin padre, sin casa y sin comida.
Odile ve la guerra como el Mal en su máxima expresión, y no desea que sus hijos toquen un arma aunque por ello tengan más posibilidades de salvarse en un momento dado. Yvan, por su parte, es un auténtico atleta, un portentoso cazador y un hombre que no dudaría en matar a un hombre a hachazos si con esto puede lograr proteger a los suyos. Téchiné no se decide a magnificar ninguna de las dos posturas, pues ambas tienen mucho de verdad. Las dos son acertadas en su contexto.
"Fugitivos" resucita viejos temas del cine de posguerra y logra que la Segunda Guerra Mundial parezca todavía más horrible y cercana, a la vez que homenajea a las gentes que como Odile lucharon con todas sus fuerzas para que sus hijos tuviesen un futuro apartado de pistolas y granadas de mano.