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“Todos los colectivismos comparten el odio hacia el individualismo, hacia occidente, hacia el capitalismo, hacia la libertad, hacia la democracia. De ETA a Al Qaeda pasando por Breivik y terminando en Mareh”

Mohamed, ese tipo tan normal, resultó no ser neonazi

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Terrible suceso el acontecido en Toulose en vísperas de las elecciones presidenciales. Después de asesinar a tres militares, Mohamed Mareh, francés de origen argelino, 24 años, toda una vida por delante, la emprendió contra los indefensos niños de la escuela judía de Toulouse, asesinando a sangre fría a tres pequeños, de edades comprendidas entre los tres y los ocho años, y al padre de dos de ellos, profesor de religión, cuyos restos ya descansan en Har Hamenuhot, el mayor cementerio de Jerusalén. Afirmó el psicópata, que se autoproclamó miembro de Al Qaeda, de quien dijo haber recibido órdenes, haber cometido los atroces crímenes para “vengar a los niños palestinos”, protestar por la prohibición del velo en Francia y la presencia de dicho país en Afganistán.

Anteriormente, nada más conocerse el atentado, voceros de izquierdas comenzaron a comparar al francés con el asesino noruego de extrema derecha Breivik, echando la culpa del infanticidio a Nicolás Sarkozy y a la derecha (“este tipo de monstruos los crea la derecha”, afirmó campanudo Carmelo Encinas en una tertulia; para El Plural de Enric Sopena el atentado fue organizado por “tres militares de tendencia neonazi” –quizá se lo revelasen tres fuentes distintas-).

La derecha, ni siquiera la extrema derecha o “derecha extrema” que para qué vamos a disimular, declarada culpable del asesinato de los infantes y adultos. Nada más y nada menos. Están acostumbrados a hacerlo. Pero, mira por dónde, Mareh resultó no ser un seguidor de Hitler de esos que, con razón, quitan el sueño a Carmelo. Ni siquiera un franquista. O un falangista de esos que tantos abundan en la izquierda en la que Sopena pasta. Mareh es un terrorista islamista. Había visitado en al menos dos ocasiones Afganistán, Pakistán… y Cataluñistán. ¡Menudo chasco!

¿Cambia la cosa por ser el asesino un islamista que lamenta no haber ajusticiado a personas? Desde el punto de vista de la ideología totalitaria, poco. Nacional-socialismo, socialismo e islamismo son ambos tres colectivismos. El antisemitismo, la judeofobia, también la xenofobia, son compartidos por todos ellos. Su base es el resentimiento, causa del antiliberalismo, que tan magníficamente describiera Ludwig von Mises. Todos ellos, extremistas de izquierdas y de derechas (¿qué es izquierda y qué derecha?), comparten el odio hacia el individualismo, hacia occidente, hacia el capitalismo, hacia la libertad, hacia la democracia. De ETA a Al Qaeda pasando por Breivik y terminando en Merah.

Pero sí hay algo que cambia: el plan propagandístico de algunos. La izquierda político-mediática, que inmediatamente se lanzó a culpar a la derecha del pecado original se quedó muda unos segundos. A continuación comenzaron con la habitual letanía de justificación de Mohamed, ese chico tan normal y simpático según relatan sus vecinos, al cual la “sociedad”, derecha, el capitalismo, la libertad y occidente empujaron a convertirse en psicópata asesino de niños y adultos.

Vamos, lo mismito que dijeron cuando el asesino Breivik ejecutó su sangriento plan. Algunos no cambian. La tribu por encima de todo. Y eso lo tienen en común con el resto de colectivistas.

Mohamed, ese tipo tan normal, resultó no ser neonazi

“Todos los colectivismos comparten el odio hacia el individualismo, hacia occidente, hacia el capitalismo, hacia la libertad, hacia la democracia. De ETA a Al Qaeda pasando por Breivik y terminando en Mareh”
Almudena Negro
viernes, 23 de marzo de 2012, 07:43 h (CET)
Terrible suceso el acontecido en Toulose en vísperas de las elecciones presidenciales. Después de asesinar a tres militares, Mohamed Mareh, francés de origen argelino, 24 años, toda una vida por delante, la emprendió contra los indefensos niños de la escuela judía de Toulouse, asesinando a sangre fría a tres pequeños, de edades comprendidas entre los tres y los ocho años, y al padre de dos de ellos, profesor de religión, cuyos restos ya descansan en Har Hamenuhot, el mayor cementerio de Jerusalén. Afirmó el psicópata, que se autoproclamó miembro de Al Qaeda, de quien dijo haber recibido órdenes, haber cometido los atroces crímenes para “vengar a los niños palestinos”, protestar por la prohibición del velo en Francia y la presencia de dicho país en Afganistán.

Anteriormente, nada más conocerse el atentado, voceros de izquierdas comenzaron a comparar al francés con el asesino noruego de extrema derecha Breivik, echando la culpa del infanticidio a Nicolás Sarkozy y a la derecha (“este tipo de monstruos los crea la derecha”, afirmó campanudo Carmelo Encinas en una tertulia; para El Plural de Enric Sopena el atentado fue organizado por “tres militares de tendencia neonazi” –quizá se lo revelasen tres fuentes distintas-).

La derecha, ni siquiera la extrema derecha o “derecha extrema” que para qué vamos a disimular, declarada culpable del asesinato de los infantes y adultos. Nada más y nada menos. Están acostumbrados a hacerlo. Pero, mira por dónde, Mareh resultó no ser un seguidor de Hitler de esos que, con razón, quitan el sueño a Carmelo. Ni siquiera un franquista. O un falangista de esos que tantos abundan en la izquierda en la que Sopena pasta. Mareh es un terrorista islamista. Había visitado en al menos dos ocasiones Afganistán, Pakistán… y Cataluñistán. ¡Menudo chasco!

¿Cambia la cosa por ser el asesino un islamista que lamenta no haber ajusticiado a personas? Desde el punto de vista de la ideología totalitaria, poco. Nacional-socialismo, socialismo e islamismo son ambos tres colectivismos. El antisemitismo, la judeofobia, también la xenofobia, son compartidos por todos ellos. Su base es el resentimiento, causa del antiliberalismo, que tan magníficamente describiera Ludwig von Mises. Todos ellos, extremistas de izquierdas y de derechas (¿qué es izquierda y qué derecha?), comparten el odio hacia el individualismo, hacia occidente, hacia el capitalismo, hacia la libertad, hacia la democracia. De ETA a Al Qaeda pasando por Breivik y terminando en Merah.

Pero sí hay algo que cambia: el plan propagandístico de algunos. La izquierda político-mediática, que inmediatamente se lanzó a culpar a la derecha del pecado original se quedó muda unos segundos. A continuación comenzaron con la habitual letanía de justificación de Mohamed, ese chico tan normal y simpático según relatan sus vecinos, al cual la “sociedad”, derecha, el capitalismo, la libertad y occidente empujaron a convertirse en psicópata asesino de niños y adultos.

Vamos, lo mismito que dijeron cuando el asesino Breivik ejecutó su sangriento plan. Algunos no cambian. La tribu por encima de todo. Y eso lo tienen en común con el resto de colectivistas.

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