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Las vacunas que contienen mercurio (Tiomersal) pueden ser consideradas responsables o corresponsables de males como el autismo, el TD, el TDG y un sinfín de trastornos neuronales

TDH, alzhéimer, autismo: envenenamiento por mercurio

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Hay veces en que parece que la sociedad se ha vuelto loca completamente, especialmente cuando vemos cómo el frío del invierno o el calor del verano son manipuladoramente convertidos en noticias por irresponsables periodistas o por amarillistas medios de difusión de masas -¡y son consideradas como reales, incluso cayendo en el pánico, por la población-; cuando el fútbol causa más violencia y víctimas mortales que, por ejemplo, una revolución justa –un partido de fútbol ha llegado a producir sangrientas guerras entre Estados-; cuando la sociedad se excita más porque se ha encontrado un planeta potencialmente habitable a una distancia imposible, o cuando se elabora una desconcertante teoría de la masa oscura del universo o simpleza por el estilo –entretanto millones de personas mueren de hambre a nuestro lado o en el país vecino, o simplemente languidecen de necesidad o en el desempleo-; o cuando, entre muchos otros desvaríos, un ciudadano puede llegar a considerar que se puede obtener un millón de euros por responder acertadamente cuatro preguntas para simios en un programa marujil de televisión, mientras que por trabajar todo un mes como un burro, madrugar y trasnochar hasta la extenuación como un esclavo, y ser un servil servidor de Hacienda, apenas se ganan seiscientos euros de salario. Una locura, sí, que, sin embargo, puede que no lo sea tanto.

Veamos. En las últimas décadas se ha experimentado en todas las sociedades un alarmante aumento del número de niños que tienen Síndrome de Hiperactividad (TDH), desajustes neuronales, autismo y otros trastornos biológicos del sistema nervioso central y/o del cerebro, a la vez que ha crecido en una considerable proporción el número de pacientes con alzhéimer, senilidad precoz y pérdida de facultades. Tal vez, aunque todavía no hay estudios que lo avalen al 100%, si bien parece clara la tendencia, también se han multiplicado los casos de personas que padecen trastornos mentales que bien pudieran ser considerados como trastornos neuronales genéticos o sobrevenidos. Pues bien, parece que en todos los casos estos males están producidos, en mayor o menor medida, por la incidencia del mercurio que se incorpora al organismo por vía alimentaria –en España, por ejemplo, los límites de consumo en mercurio son considerablemente superiores a los de cualquier país civilizado-, o, lo que es todavía peor, por medio de las vacunas, en las cuales se utiliza un elemento conservante –el Tiomersal- que al inyectarse en el cuerpo por vía subcutánea se descompone en triosilicato y etilmercurio. De las consecuencias del mercurio en el organismo, les dejo este video muy, pero que ilustrativo que les ruego encarecidamente que no dejen de ver: http://youtu.be/RSjLyf0GS_A.

El video precedente ilustra excelentemente bien cómo afecta a las neuronas y su desarrollo el mercurio, y cómo éste, una vez se incorpora al organismo, produce una retracción de los axones y una destrucción de la tubulina. Por hacernos una idea más simple y alcance de todos sobre esto, el desarrollo normal de las neuronas permite que los terminales de los axones (brazos nuronales) se unan a otros axones de otras neuronas, de modo que la comunicación es simple y única, un poco al modo e imagen de un radio-receptor que sintoniza una única emisora. Sin embargo, la presencia del mercurio destruye los axones y la tubulina, retrayendo los axones y dejando los túbulos (conductos que transmiten la información neuronal) expuestos al mercurio, o siendo éstos destruidos, de modo que a partir de ese momento la neurona funciona como una antena parabólica que capta miles o decenas de miles de emisoras al mismo tiempo, produciendo en el cerebro una enorme confusión que le impide al individuo concentrarse en una sola cosa. Efecto éste que, como cualquiera puede entender aunque su formación sea escasa, es la base del síndrome de hiperactividad (TDH), la falta de concentración, probablemente del autismo (incapacidad más o menos profunda para comunicarse y comprender), y posiblemente de muchos de los problemas neuronales que hoy producen enfermedades que afectan a una buena parte de la población, algunas potencialmente degenerativas, como el alzhéimer (el mercurio es un metal pesado acumulativo, que no se puede eliminar por más que se viva), y otras consideradas psiquiátricas, las cuales a lo mejor no lo son tanto.

El Tiomersal es un excipiente conservante que contiene mercurio y que se usa en una muy buena cantidad de vacunas, el cual es inyectado, como ya se apuntó, por vía subcutánea, liberando en el organismo etilmercurio en unas proporciones de una toxicidad intolerable para el organismo y con unos resultados como los descritos, toda vez que esta sustancia es capaz de atravesar como si tal cosa la barrera hematoencefálica o la barrera placentaria, afectando severamente al cerebro y, en su caso, al feto. Una sustancia, el Tiomersal, que está presente en vacunas tales como la DTP (difteria, tétanos, tos ferina), Gripe, Hepatitis B, Hemofiluis B y muchas otras, las cuales son susceptibles de recibir buena parte de la población y casi todos los niños, siendo que en éstos, los bebés, reciben en sus primeros 18 meses de vida cantidades tales que superan entre 4 y 16 veces los límites establecidos por la FDA, uno de los pocos organismos que ha establecido algún valor de toxicidad, aunque éste puede parecer exagerado y debería ser menor, si es que no igual a 0, que sería el ideal. Unas dosis que a esa edad de los 18 meses de vida, curiosamente, es cuando aparecen y son detectados una gran cantidad de las potenciales enfermedades o resultados de la destrucción neuronal que causa el mercurio, tales como TDH, autismo, etc. Y si a esto le añadimos que los ancianos y personas maduras son quienes más consumen vacunas contra la gripe y semejantes, pues podríamos determinar una tendencia que justificaría el efecto de males como el alzhéimer o la senilidad precoz tienen en la población adulta. La pregunta del millón es por qué las autoridades siguen consintiendo esto, a la luz de las evidencias, si hay excipientes conservantes para las vacunas que no contienen mercurio. La respuesta, puede ser mucho más que evidente: por intereses pecuniarios y políticos.

El propósito de cualquier organización con ánimo de lucro es la obtención de beneficios, y de ninguna manera se van a obtener más beneficios que produciendo clientelismo entre la población, obligándola por vía activa a que consuma sus productos. Todos hemos visto cómo se han creado situaciones de alarma social con males inexistentes, como la Gripe-A, para vender vacunas que en realidad eran placebos. El negocio no puede ser más redondo, pues que quien desee combatir males como el TDH, o sí o sí tendrá que recurrir a tratar el mal con anfetaminas, que son carísimas, o males como el alzhéimer, la senilidad precoz, etc., con otros medicamente igualmente caros, curiosamente los cuales son producidos por los mismos laboratorios. Sin embargo, llegados a este punto, cabría preguntarse: ¿y qué ganan los Estados consintiendo esto?... Y la respuesta sería que, por una parte, beneficiar a las multinacionales farmacéuticas, hoy en manos de quienes todos sabemos y en buena medida dueños de la salud de la población –no siendo para ellos las personas  sino sólo meros clientes productores de beneficios-, sino que también logran una estupidización progresiva de la población, harto más manejable para sus intereses que si fuera una masa inteligente y capaz que pudiera concentrar sus capacidades en la realidad y en la solución definitiva de sus problemas. Mejor, mucho mejor, que la población tenga mermada sus capacidades intelectivas. Ya se sabe que quien se ocupa de lo urgente, no lo hace de lo necesario.

Aunque en algunos casos se han establecido límites en el consumo tóxico de mercurio, como en el pescado ingerido, por ejemplo, esto no es sino una verdad a medias, pues que el mercurio que se incorpora al organismo no es eliminable, sino acumulativo, de modo que poco importa si la dosis que ingiera un día es tóxica por sí misma, pues que al ser acumulativa, si no es tóxica con lo hoy, lo será con lo de mañana o lo de pasado o lo del resto de su vida. No hay escapatoria con sustancias como el mercurio, el plomo, el aluminio, etc., todos ellos vinculados a las enfermedades descritas, aunque en realidad son desastres producidos en muchos casos de forma más o menos intencionada. Y digo esto, porque el video que les he puesto como ejemplo data ni más ni menos que de 1997, y a lo que hay que añadir que la FDA solicitó a los laboratorios -¡en 1999!- que dejaran de incorporar mercurio, que no era necesario; que la APP (pediátrica), exigió en ese mismo año a los laboratorios y los Estados la eliminación del mercurio en las vacunas; y que la Agencia Europea de Evaluación de los Medicamentos, EMEA, hizo lo propio en 2001. Estamos en 2012, y la cosa no sólo sigue igual, sino que los niños que padecen TDH se han multiplicado en este periodo por 10 y otro tanto ha sucedido con el resto de males descritos en este artículo. ¿Son culpables las autoridades sanitarias, y, en su caso afirmativo, denunciables por inacción o por conspiración para perpetrar un daño a la población sabiendo que lo están haciendo?... Respóndase usted mismo: seguro que puede hacerlo... todavía.

En cualquier caso, no a todos los niños les afecta igual (como no les afecta igual la incidencia de alergias), pues que no todos los organismos tienen la misma resistencia a las intoxicaciones. Y lo mismo pasa con los adultos en sus males y enfermedades. Lo que sí parece demostrado, es que la aparición de males como el TDH tienen mucho que ver con las dosis de mercurio que reciben los pacientes por medio de las vacunas, y, en consecuencia, la aparición de los síntomas de las enfermedades descritas. Por todo ello, si de pronto aprecia usted que su hijo comienza a tener problemas de conducta o de concentración (tanto más si es usted maestro y nota síntomas parecidos en sus alumnos, puede ser que hasta el curso pasado excelentes y aplicados chicos), no le eche usted las culpas al niño sin antes considerar lo que aquí se ha expresado y si le han estado vacunando contra lo que sea, porque puede ser que ese niño haya sido o esté siendo envenenado con mercurio. La responsabilidad de esos casos, es por supuesto de las autoridades sanitarias que permiten esto, y sin duda alguna de los laboratorios farmacéuticos que de sobra lo saben mejor que nadie, pero también es culpa suya y mía y de todos, porque no estamos haciendo nada por evitar que envenenen a nuestros hijos, a nuestros padres y puede ser que a nosotros mismos. En el caso de los ancianos, la vida que les resta puede ser terrible y tristísima; en el caso nuestro, por idiotas nos lo estamos ganando a pulso; pero en el caso de nuestros hijos, de nuestros niños, será algo con lo que deberán cargar el resto de su existencia, y todo ese sufrimiento nos lo deberán por haber sabido protegerlos. Recuerde el ejemplo que le puse de que usted sea como un radio-receptor que está sintonizando a la vez miles, millones de emisoras: en esa terrible confusión vienen quienes padecen TDH o autismo. No les culpe de que se sientan así: la culpa es de quienes he enumerado, usted entre ellos. Éste es el mundo real en el que vivimos.

Puedes conocer toda la obra de Ángel Ruiz Cediel: Un autor que no escribe para todos (Sólo para los muy entendidos)

TDH, alzhéimer, autismo: envenenamiento por mercurio

Las vacunas que contienen mercurio (Tiomersal) pueden ser consideradas responsables o corresponsables de males como el autismo, el TD, el TDG y un sinfín de trastornos neuronales
Ángel Ruiz Cediel
viernes, 3 de febrero de 2012, 09:44 h (CET)
Hay veces en que parece que la sociedad se ha vuelto loca completamente, especialmente cuando vemos cómo el frío del invierno o el calor del verano son manipuladoramente convertidos en noticias por irresponsables periodistas o por amarillistas medios de difusión de masas -¡y son consideradas como reales, incluso cayendo en el pánico, por la población-; cuando el fútbol causa más violencia y víctimas mortales que, por ejemplo, una revolución justa –un partido de fútbol ha llegado a producir sangrientas guerras entre Estados-; cuando la sociedad se excita más porque se ha encontrado un planeta potencialmente habitable a una distancia imposible, o cuando se elabora una desconcertante teoría de la masa oscura del universo o simpleza por el estilo –entretanto millones de personas mueren de hambre a nuestro lado o en el país vecino, o simplemente languidecen de necesidad o en el desempleo-; o cuando, entre muchos otros desvaríos, un ciudadano puede llegar a considerar que se puede obtener un millón de euros por responder acertadamente cuatro preguntas para simios en un programa marujil de televisión, mientras que por trabajar todo un mes como un burro, madrugar y trasnochar hasta la extenuación como un esclavo, y ser un servil servidor de Hacienda, apenas se ganan seiscientos euros de salario. Una locura, sí, que, sin embargo, puede que no lo sea tanto.

Veamos. En las últimas décadas se ha experimentado en todas las sociedades un alarmante aumento del número de niños que tienen Síndrome de Hiperactividad (TDH), desajustes neuronales, autismo y otros trastornos biológicos del sistema nervioso central y/o del cerebro, a la vez que ha crecido en una considerable proporción el número de pacientes con alzhéimer, senilidad precoz y pérdida de facultades. Tal vez, aunque todavía no hay estudios que lo avalen al 100%, si bien parece clara la tendencia, también se han multiplicado los casos de personas que padecen trastornos mentales que bien pudieran ser considerados como trastornos neuronales genéticos o sobrevenidos. Pues bien, parece que en todos los casos estos males están producidos, en mayor o menor medida, por la incidencia del mercurio que se incorpora al organismo por vía alimentaria –en España, por ejemplo, los límites de consumo en mercurio son considerablemente superiores a los de cualquier país civilizado-, o, lo que es todavía peor, por medio de las vacunas, en las cuales se utiliza un elemento conservante –el Tiomersal- que al inyectarse en el cuerpo por vía subcutánea se descompone en triosilicato y etilmercurio. De las consecuencias del mercurio en el organismo, les dejo este video muy, pero que ilustrativo que les ruego encarecidamente que no dejen de ver: http://youtu.be/RSjLyf0GS_A.

El video precedente ilustra excelentemente bien cómo afecta a las neuronas y su desarrollo el mercurio, y cómo éste, una vez se incorpora al organismo, produce una retracción de los axones y una destrucción de la tubulina. Por hacernos una idea más simple y alcance de todos sobre esto, el desarrollo normal de las neuronas permite que los terminales de los axones (brazos nuronales) se unan a otros axones de otras neuronas, de modo que la comunicación es simple y única, un poco al modo e imagen de un radio-receptor que sintoniza una única emisora. Sin embargo, la presencia del mercurio destruye los axones y la tubulina, retrayendo los axones y dejando los túbulos (conductos que transmiten la información neuronal) expuestos al mercurio, o siendo éstos destruidos, de modo que a partir de ese momento la neurona funciona como una antena parabólica que capta miles o decenas de miles de emisoras al mismo tiempo, produciendo en el cerebro una enorme confusión que le impide al individuo concentrarse en una sola cosa. Efecto éste que, como cualquiera puede entender aunque su formación sea escasa, es la base del síndrome de hiperactividad (TDH), la falta de concentración, probablemente del autismo (incapacidad más o menos profunda para comunicarse y comprender), y posiblemente de muchos de los problemas neuronales que hoy producen enfermedades que afectan a una buena parte de la población, algunas potencialmente degenerativas, como el alzhéimer (el mercurio es un metal pesado acumulativo, que no se puede eliminar por más que se viva), y otras consideradas psiquiátricas, las cuales a lo mejor no lo son tanto.

El Tiomersal es un excipiente conservante que contiene mercurio y que se usa en una muy buena cantidad de vacunas, el cual es inyectado, como ya se apuntó, por vía subcutánea, liberando en el organismo etilmercurio en unas proporciones de una toxicidad intolerable para el organismo y con unos resultados como los descritos, toda vez que esta sustancia es capaz de atravesar como si tal cosa la barrera hematoencefálica o la barrera placentaria, afectando severamente al cerebro y, en su caso, al feto. Una sustancia, el Tiomersal, que está presente en vacunas tales como la DTP (difteria, tétanos, tos ferina), Gripe, Hepatitis B, Hemofiluis B y muchas otras, las cuales son susceptibles de recibir buena parte de la población y casi todos los niños, siendo que en éstos, los bebés, reciben en sus primeros 18 meses de vida cantidades tales que superan entre 4 y 16 veces los límites establecidos por la FDA, uno de los pocos organismos que ha establecido algún valor de toxicidad, aunque éste puede parecer exagerado y debería ser menor, si es que no igual a 0, que sería el ideal. Unas dosis que a esa edad de los 18 meses de vida, curiosamente, es cuando aparecen y son detectados una gran cantidad de las potenciales enfermedades o resultados de la destrucción neuronal que causa el mercurio, tales como TDH, autismo, etc. Y si a esto le añadimos que los ancianos y personas maduras son quienes más consumen vacunas contra la gripe y semejantes, pues podríamos determinar una tendencia que justificaría el efecto de males como el alzhéimer o la senilidad precoz tienen en la población adulta. La pregunta del millón es por qué las autoridades siguen consintiendo esto, a la luz de las evidencias, si hay excipientes conservantes para las vacunas que no contienen mercurio. La respuesta, puede ser mucho más que evidente: por intereses pecuniarios y políticos.

El propósito de cualquier organización con ánimo de lucro es la obtención de beneficios, y de ninguna manera se van a obtener más beneficios que produciendo clientelismo entre la población, obligándola por vía activa a que consuma sus productos. Todos hemos visto cómo se han creado situaciones de alarma social con males inexistentes, como la Gripe-A, para vender vacunas que en realidad eran placebos. El negocio no puede ser más redondo, pues que quien desee combatir males como el TDH, o sí o sí tendrá que recurrir a tratar el mal con anfetaminas, que son carísimas, o males como el alzhéimer, la senilidad precoz, etc., con otros medicamente igualmente caros, curiosamente los cuales son producidos por los mismos laboratorios. Sin embargo, llegados a este punto, cabría preguntarse: ¿y qué ganan los Estados consintiendo esto?... Y la respuesta sería que, por una parte, beneficiar a las multinacionales farmacéuticas, hoy en manos de quienes todos sabemos y en buena medida dueños de la salud de la población –no siendo para ellos las personas  sino sólo meros clientes productores de beneficios-, sino que también logran una estupidización progresiva de la población, harto más manejable para sus intereses que si fuera una masa inteligente y capaz que pudiera concentrar sus capacidades en la realidad y en la solución definitiva de sus problemas. Mejor, mucho mejor, que la población tenga mermada sus capacidades intelectivas. Ya se sabe que quien se ocupa de lo urgente, no lo hace de lo necesario.

Aunque en algunos casos se han establecido límites en el consumo tóxico de mercurio, como en el pescado ingerido, por ejemplo, esto no es sino una verdad a medias, pues que el mercurio que se incorpora al organismo no es eliminable, sino acumulativo, de modo que poco importa si la dosis que ingiera un día es tóxica por sí misma, pues que al ser acumulativa, si no es tóxica con lo hoy, lo será con lo de mañana o lo de pasado o lo del resto de su vida. No hay escapatoria con sustancias como el mercurio, el plomo, el aluminio, etc., todos ellos vinculados a las enfermedades descritas, aunque en realidad son desastres producidos en muchos casos de forma más o menos intencionada. Y digo esto, porque el video que les he puesto como ejemplo data ni más ni menos que de 1997, y a lo que hay que añadir que la FDA solicitó a los laboratorios -¡en 1999!- que dejaran de incorporar mercurio, que no era necesario; que la APP (pediátrica), exigió en ese mismo año a los laboratorios y los Estados la eliminación del mercurio en las vacunas; y que la Agencia Europea de Evaluación de los Medicamentos, EMEA, hizo lo propio en 2001. Estamos en 2012, y la cosa no sólo sigue igual, sino que los niños que padecen TDH se han multiplicado en este periodo por 10 y otro tanto ha sucedido con el resto de males descritos en este artículo. ¿Son culpables las autoridades sanitarias, y, en su caso afirmativo, denunciables por inacción o por conspiración para perpetrar un daño a la población sabiendo que lo están haciendo?... Respóndase usted mismo: seguro que puede hacerlo... todavía.

En cualquier caso, no a todos los niños les afecta igual (como no les afecta igual la incidencia de alergias), pues que no todos los organismos tienen la misma resistencia a las intoxicaciones. Y lo mismo pasa con los adultos en sus males y enfermedades. Lo que sí parece demostrado, es que la aparición de males como el TDH tienen mucho que ver con las dosis de mercurio que reciben los pacientes por medio de las vacunas, y, en consecuencia, la aparición de los síntomas de las enfermedades descritas. Por todo ello, si de pronto aprecia usted que su hijo comienza a tener problemas de conducta o de concentración (tanto más si es usted maestro y nota síntomas parecidos en sus alumnos, puede ser que hasta el curso pasado excelentes y aplicados chicos), no le eche usted las culpas al niño sin antes considerar lo que aquí se ha expresado y si le han estado vacunando contra lo que sea, porque puede ser que ese niño haya sido o esté siendo envenenado con mercurio. La responsabilidad de esos casos, es por supuesto de las autoridades sanitarias que permiten esto, y sin duda alguna de los laboratorios farmacéuticos que de sobra lo saben mejor que nadie, pero también es culpa suya y mía y de todos, porque no estamos haciendo nada por evitar que envenenen a nuestros hijos, a nuestros padres y puede ser que a nosotros mismos. En el caso de los ancianos, la vida que les resta puede ser terrible y tristísima; en el caso nuestro, por idiotas nos lo estamos ganando a pulso; pero en el caso de nuestros hijos, de nuestros niños, será algo con lo que deberán cargar el resto de su existencia, y todo ese sufrimiento nos lo deberán por haber sabido protegerlos. Recuerde el ejemplo que le puse de que usted sea como un radio-receptor que está sintonizando a la vez miles, millones de emisoras: en esa terrible confusión vienen quienes padecen TDH o autismo. No les culpe de que se sientan así: la culpa es de quienes he enumerado, usted entre ellos. Éste es el mundo real en el que vivimos.

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