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El President de la Generalitat, Alberto Fabra, liquida aquella fundación constituida con dinero público, que se llamaba Fundación Agua y Progreso, y que pretendía reclamar el trasvase del Ebro al pérfido Gobierno socialista de la nación.
Ganadas las elecciones nacionales el pasado 20N, y tras haber visto, con estupor, que el PP nacional no llevaba en su programa esta reclamación histórica de las sedientas tierras del sur y, lo que es peor, que el PP valenciano y murciano no reclamaran a su jefe de filas que hiciera una encendida defensa de tan vital proyecto, la portavoz del Consell, Lola Johnson, nos ha informado de la aprobación el plan de racionalización del sector público fundacional, que comporta la extinción de tan necesaria entidad pública porque "ha cumplido sus objetivos fundacionales" .
Y es que Lola tiene razón, la Fundación Agua y Progreso ha cumplido su objetivo: que el Partido Popular ganase las elecciones. Lo demás, como ya sabíamos todos, no era más que ruido mediático.
Ahora, cumplidos los últimos objetivos militares, el President podía ir un poco más allá, y derogar el Plan de Acción Territorial del Corredor de Infraestructuras (reserva de suelo para construir el Canal del Ebro) que grava el territorio de nuestra Comunitat de Norte a Sur en una franja de 400 m de ancho, partiendo términos municipales en dos, pasando por encima de urbanizaciones y polígonos industriales, seccionando suelos de altísimo valor ambiental y forestal, y que jamás se llevará a cabo. Aunque vuelvan a poner de ministro a Arias Cañete, aquel que, a los agricultores murcianos les dijo que el Plan Hidrológico saldría "por güevos" y que su tramitación en las Cortes iba a ser un "paseo militar". Pues ale… ¡a paseo!
No voy a matarme mucho con este artículo. La opinión de mi madre Fisioterapeuta, mi hermana Realizadora de Tv y mía junto a la de otras aportaciones, me basta. Mi madre lo tiene claro, la carne le huele a podrido. No puede ni verla. Sólo desea ver cuerpos de animales poblados de almas. Mi hermana no puede comerla porque sería como comerse uno de sus gatos. Y a mí me alteraría los niveles de la sangre, me sentiría más pesada y con mayor malestar general.
En medio de la vorágine de la vida moderna, donde la juventud parece ser el estándar de valor y el ascensor hacia el futuro, a menudo olvidamos el invaluable tesoro que representan nuestros ancianos. Son como pozos de sabiduría, con profundas raíces que se extienden hasta los cimientos mismos de nuestra existencia. Sin embargo, en muchas ocasiones, son tratados como meros objetos de contemplación, relegados al olvido y abandonados a su suerte.
Al conocer la oferta a un anciano señor de escasos recursos, que se ganaba su sobrevivencia recolectando botellas de comprarle su perro, éste lo negó, por mucho que las ofertas se superaron de 10 hasta 150 dólares, bajo la razón: "Ni lo vendo, ni lo cambio. El me ama y me es fiel. Su dinero, lo tiene cualquiera, y se pierde como el agua que corre. El cariño de este perrito es insustituible; su cariño y fidelidad es hermoso".
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