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Adelfa y sus problemas con el alcohol

Las aventuras de Jacobo Caspanova / Capítulo X

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Por si alguien no lo ha intuido ya (y si no lo ha hecho será otra razón para no dudar de los datos que colocan a España como uno de los países punteros en fracaso escolar), Adelfa tenía un problema con el alcohol. Si bien las clases particulares la producían algún momento de felicidad (el clásico “estoy seca, ¿tenéis algo rico en la bodega?” según se llegaba a un domicilio) hasta el siempre recurrido “¿podría cobrar cinco clases más por adelantado?”… lo cierto es que Adelfa no gozaba de una situación económica saneada, motivo por el cual se veía obligada a tener citas con hombres para conseguir alguna invitación a alguna copa (no menos de seis, no más de diez, que la salud es lo primero). No, Adelfa no era una prostituta porque, para llegar a serlo, tendría que haber sido bastante más guapa de lo que era. Adelfa jamás practicaba sexo con sus clientes ni prometía nada que no fuera una relación alcohólica madura y responsable. A cambio, ofrecía compañía y buena conversación.

-Mira, colega… yo aquí… pssss… ¡Otro cubata! Que me la… y le dije… ¡que te den, cabr..! ¡Otro cubata! Oye, tú, ¿aún no me has puesto el cubata ¡Tú lo que eres es un hijo de pu…?

Caspanova asistía al espectáculo un poco estupefacto un poco distraído en el escote que mil placeres prometía.

-¡El cubata! ¡Sí, señor…! ¡Echa más, joer!

Los camareros temían la llegada de Adelfa como en otros tiempos se temió la llegada de un joven Alejandro Magno o la presencia del más sanguinario Calígula.

-¡Menuda birria de sitio! ¿Has visto qué pelotazos? ¡Pero si apenas han echaoo! ¡Anda, no pidas nada mejor que me lo bebo de un trago y nos vamos a un antro que conozco que ponen los mejores pelotazos de Madrid!

Con apenas una hora de cita, Adelfa se había metido entre pecho y espalda no menos de ya seis combinados (los clásicos “cubatas” para los no entendidos en coctelería)… pero sólo contaba como uno para Adelfa, que consideraba que la cantidad no era la adecuada, por lo no contabilizaba.

-¡Este sí, Caspa! ¡Ya verás que pelotazos!

Caspanova contempló no sin cierta lubricidad un bar en cuyo interior cuatro ancianos con las camisas desabrochadas hacían gestos obscenos y se tocaban partes que no deberían figurar en los textos para escolares.

-¡Adelfa, conejito mío! ¡Ven aquí, cochina!

No pareció a Adelfa un trato tan cercano con los clientes, por lo que Caspa decidió también hacer caso omiso. Sí, quería que aquella fuese la madre de sus hijos pero… ¿acaso hay una madre perfecta?

-¿Dónde está mi boquita favorita? ¡Ven aquí que hago trabajar esa lenguita!

-¡Muévete, nena, que no me entere yo que ese culito pasa hambre!

Los parroquianos acompañaban aquellos elocuentes piropos con elegantes gestos con la cadera y la lengua. Adelfa, como no podría ser de otra manera, respondía las miradas de aquellos caballeros con abrazos y algún que otro no demasiado casto lametón en el cuello.

-¿Te acuerdas del motelito del otro día?

-¡Cómo olvidarlo, Leo! –responde pícara y pizpireta la bella Adelfa-. ¿Cómo se llamaba tu amigo?

-¿Cuál de ellos? –contesta el confundido interlocutor.

-El del tatuaje, sí… ¡Bah, da igual! ¡¿Buena noche, eh?! Mirad, os voy a presentar a mi nuevo amigo: éste es Jacobo.

Caspa, fiel a su linaje y condición, hizo una reverencia antes de pronunciar su sonado discurso.

-Jacobo Caspanova, conde de Nomentero y detective privado.

-Oye –le comentan a Adelfa sin apenas disimulo y sin bajar la voz para así evitar ser oídos-, ¿este tío es gay, no?

Adelfa parece que responde positivamente a la pregunta. No le importaba al seductor Caspanova tales conjeturas, ya que su hombría y valor en el ruedo de la seducción estaban suficientemente probadas. Además, ser tenido por homosexual era siempre una ventaja a la hora de encontrar una buena compañera de cama, ya que las mujeres siempre estaban más dispuestas en un primer momento a entablar conversación con un hombre de sexualidad difusa que con todo un seductor como Jacobo Caspanova.

Pero eso, como decían en Conan, es parte de otra historia.

Las aventuras de Jacobo Caspanova / Capítulo X

Adelfa y sus problemas con el alcohol
Martín Cid
martes, 15 de noviembre de 2011, 11:26 h (CET)
Por si alguien no lo ha intuido ya (y si no lo ha hecho será otra razón para no dudar de los datos que colocan a España como uno de los países punteros en fracaso escolar), Adelfa tenía un problema con el alcohol. Si bien las clases particulares la producían algún momento de felicidad (el clásico “estoy seca, ¿tenéis algo rico en la bodega?” según se llegaba a un domicilio) hasta el siempre recurrido “¿podría cobrar cinco clases más por adelantado?”… lo cierto es que Adelfa no gozaba de una situación económica saneada, motivo por el cual se veía obligada a tener citas con hombres para conseguir alguna invitación a alguna copa (no menos de seis, no más de diez, que la salud es lo primero). No, Adelfa no era una prostituta porque, para llegar a serlo, tendría que haber sido bastante más guapa de lo que era. Adelfa jamás practicaba sexo con sus clientes ni prometía nada que no fuera una relación alcohólica madura y responsable. A cambio, ofrecía compañía y buena conversación.

-Mira, colega… yo aquí… pssss… ¡Otro cubata! Que me la… y le dije… ¡que te den, cabr..! ¡Otro cubata! Oye, tú, ¿aún no me has puesto el cubata ¡Tú lo que eres es un hijo de pu…?

Caspanova asistía al espectáculo un poco estupefacto un poco distraído en el escote que mil placeres prometía.

-¡El cubata! ¡Sí, señor…! ¡Echa más, joer!

Los camareros temían la llegada de Adelfa como en otros tiempos se temió la llegada de un joven Alejandro Magno o la presencia del más sanguinario Calígula.

-¡Menuda birria de sitio! ¿Has visto qué pelotazos? ¡Pero si apenas han echaoo! ¡Anda, no pidas nada mejor que me lo bebo de un trago y nos vamos a un antro que conozco que ponen los mejores pelotazos de Madrid!

Con apenas una hora de cita, Adelfa se había metido entre pecho y espalda no menos de ya seis combinados (los clásicos “cubatas” para los no entendidos en coctelería)… pero sólo contaba como uno para Adelfa, que consideraba que la cantidad no era la adecuada, por lo no contabilizaba.

-¡Este sí, Caspa! ¡Ya verás que pelotazos!

Caspanova contempló no sin cierta lubricidad un bar en cuyo interior cuatro ancianos con las camisas desabrochadas hacían gestos obscenos y se tocaban partes que no deberían figurar en los textos para escolares.

-¡Adelfa, conejito mío! ¡Ven aquí, cochina!

No pareció a Adelfa un trato tan cercano con los clientes, por lo que Caspa decidió también hacer caso omiso. Sí, quería que aquella fuese la madre de sus hijos pero… ¿acaso hay una madre perfecta?

-¿Dónde está mi boquita favorita? ¡Ven aquí que hago trabajar esa lenguita!

-¡Muévete, nena, que no me entere yo que ese culito pasa hambre!

Los parroquianos acompañaban aquellos elocuentes piropos con elegantes gestos con la cadera y la lengua. Adelfa, como no podría ser de otra manera, respondía las miradas de aquellos caballeros con abrazos y algún que otro no demasiado casto lametón en el cuello.

-¿Te acuerdas del motelito del otro día?

-¡Cómo olvidarlo, Leo! –responde pícara y pizpireta la bella Adelfa-. ¿Cómo se llamaba tu amigo?

-¿Cuál de ellos? –contesta el confundido interlocutor.

-El del tatuaje, sí… ¡Bah, da igual! ¡¿Buena noche, eh?! Mirad, os voy a presentar a mi nuevo amigo: éste es Jacobo.

Caspa, fiel a su linaje y condición, hizo una reverencia antes de pronunciar su sonado discurso.

-Jacobo Caspanova, conde de Nomentero y detective privado.

-Oye –le comentan a Adelfa sin apenas disimulo y sin bajar la voz para así evitar ser oídos-, ¿este tío es gay, no?

Adelfa parece que responde positivamente a la pregunta. No le importaba al seductor Caspanova tales conjeturas, ya que su hombría y valor en el ruedo de la seducción estaban suficientemente probadas. Además, ser tenido por homosexual era siempre una ventaja a la hora de encontrar una buena compañera de cama, ya que las mujeres siempre estaban más dispuestas en un primer momento a entablar conversación con un hombre de sexualidad difusa que con todo un seductor como Jacobo Caspanova.

Pero eso, como decían en Conan, es parte de otra historia.

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