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Ekain Rico

Ser o no ser (vasco o español)

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... he ahí la cuestión o, al menos, esa es la duda shakesperiana en la que, algunos partidos políticos, pretenden imbuirnos con la esperanza de cimentar una fractura social que delimite, como mínimo hasta la jornada electoral, las fronteras existentes entre “los nuestros” y “los suyos”. Como muestra, un botón.

El pasado domingo, Patxi López, lo puso de manifiesto en Vitoria cuando, entre sus manos, mostró a público presente y cámaras de televisión, un cartel que las juventudes del PNV (EGI) han colocado en todos los batzokis de Euskadi, en el que se preguntaba a todo aquel militante que quisiera contestar «¿Quieres un lehendakari vasco? Por supuesto que sí. ¿Quieres un lehendakari español? Por supuesto que no». Claro está que, además, a la primera pregunta y respuesta le acompañaba la foto de Ibarretxe y, a la segunda, la del propio candidato socialista.

Con este cartel, el PNV y sus jóvenes alevines, han puesto de manifiesto dos cuestiones muy claras. La primera, es que no se fían demasiado de su propia militancia. Yo, aún recuerdo como mi profesor de lenguaje y literatura del instituto nos repetía, una y otra vez, que cuando se utiliza la figura estilística de la pregunta retórica, ésta debe ser planteada sin manifestar una respuesta, porque lo contrario significaría minusvalorar la capacidad intelectual del interlocutor para responder, aquella pregunta, por sí mismo; pero, además del paternalismo acusado que el partido jeltzale ha demostrado hacia sus propios militantes, no podemos ocultar la verdadera intencionalidad de aquella pretendida división entre “lo bueno” y “lo malo”, presentada bajo el eufemismo de “lo vasco” y “lo español”.

Antes de romper el cartel en dos mitades, acto que arrancó un enfervorizado aplauso de un público más que cansado de sentirse en un continuo examen de vasquidad, Patxi López denunció la patrimonialización que, el nacionalismo vasco, pretende llevar a cabo respecto de símbolos, idioma y sentimientos que, sin duda alguna, nos pertenecen a todos los ciudadanos de Euskadi y que, como él mismo recordó, cada ciudadano tiene el derecho a disfrutar como quiera.

Sin embargo, afirmaciones tan obvias, racionales y fáciles de entender son, a la vista de los populares ojos de María San Gil, indicios de un filonacionalismo en escala ascendente del que, segundo sí y segundo también, procede a acusar a los socialistas sin ni siquiera ruborizarse.

Utilizando el recurso de la “metáfora fruteril”, inaugurada por la también popular señora Botella, diré que ya sabía que no se le pueden pedir peras al olmo, pero, al menos, no me cansaré de exigir a la señora San Gil ¡un poquito de por favor...! A quién pretende tomar el pelo la candidata del Partido Popular.

Afirmar que por reclamar la ikurriña como bandera de todos, el euskera como idioma de los vascos y el vasquismo como sentimiento integrador contrapuesto al nacionalismo, por definición excluyente, el PSE-EE ha dado un giro hacia el nacionalismo, es afirmar que el PP aún no ha comprendido nada. ¿No eran ellos los que reclamaban, también, que el lehendakari les dejara ser vascos como ellos quisieran? Entonces, qué hacen ahora diciendo a los socialistas cómo se puede y cómo no se puede ser vasco. Qué hace la señora San Gil ocupando el espacio electoral del PNV-EA, dando clases particulares de vasquidad a quienes llevan en esta tierra mucho más tiempo que su partido, de hecho, mucho más tiempo que cualquier otro partido.

Queda claro algo que ya se vio en la primera legislatura de Aznar, cuando los ahora irreconciliables PP y PNV sellaron el acuerdo que permitió la estabilidad parlamentaria de quien luego fue señalado, desde Sabin etxea, como enemigo público número uno. Aquellos dos partidos hermanos tienen mucho que ver. De una parte, su derechismo y, de otra, su nacionalismo, les lleva a autodeterminarse como únicos poseedores de la verdad absoluta y, por tanto, únicos depositarios legítimos del poder.

¡Pues no! ¡Que se enteren de una vez! Euskadi es una sociedad plural, en la que convivimos hombres y mujeres con diferentes sensibilidades, dispares ideologías y específicos problemas que no requieren de ninguna uniformización, sino de todo lo contrario. Siento rebatir a Hamlet, pero la cuestión no es ser o no ser (vasco o español), sino, como el lema socialista reza esta campaña: Vivir juntos. Vivir en paz.

Ser o no ser (vasco o español)

Ekain Rico
Álvaro Peña
miércoles, 13 de abril de 2005, 22:30 h (CET)
... he ahí la cuestión o, al menos, esa es la duda shakesperiana en la que, algunos partidos políticos, pretenden imbuirnos con la esperanza de cimentar una fractura social que delimite, como mínimo hasta la jornada electoral, las fronteras existentes entre “los nuestros” y “los suyos”. Como muestra, un botón.

El pasado domingo, Patxi López, lo puso de manifiesto en Vitoria cuando, entre sus manos, mostró a público presente y cámaras de televisión, un cartel que las juventudes del PNV (EGI) han colocado en todos los batzokis de Euskadi, en el que se preguntaba a todo aquel militante que quisiera contestar «¿Quieres un lehendakari vasco? Por supuesto que sí. ¿Quieres un lehendakari español? Por supuesto que no». Claro está que, además, a la primera pregunta y respuesta le acompañaba la foto de Ibarretxe y, a la segunda, la del propio candidato socialista.

Con este cartel, el PNV y sus jóvenes alevines, han puesto de manifiesto dos cuestiones muy claras. La primera, es que no se fían demasiado de su propia militancia. Yo, aún recuerdo como mi profesor de lenguaje y literatura del instituto nos repetía, una y otra vez, que cuando se utiliza la figura estilística de la pregunta retórica, ésta debe ser planteada sin manifestar una respuesta, porque lo contrario significaría minusvalorar la capacidad intelectual del interlocutor para responder, aquella pregunta, por sí mismo; pero, además del paternalismo acusado que el partido jeltzale ha demostrado hacia sus propios militantes, no podemos ocultar la verdadera intencionalidad de aquella pretendida división entre “lo bueno” y “lo malo”, presentada bajo el eufemismo de “lo vasco” y “lo español”.

Antes de romper el cartel en dos mitades, acto que arrancó un enfervorizado aplauso de un público más que cansado de sentirse en un continuo examen de vasquidad, Patxi López denunció la patrimonialización que, el nacionalismo vasco, pretende llevar a cabo respecto de símbolos, idioma y sentimientos que, sin duda alguna, nos pertenecen a todos los ciudadanos de Euskadi y que, como él mismo recordó, cada ciudadano tiene el derecho a disfrutar como quiera.

Sin embargo, afirmaciones tan obvias, racionales y fáciles de entender son, a la vista de los populares ojos de María San Gil, indicios de un filonacionalismo en escala ascendente del que, segundo sí y segundo también, procede a acusar a los socialistas sin ni siquiera ruborizarse.

Utilizando el recurso de la “metáfora fruteril”, inaugurada por la también popular señora Botella, diré que ya sabía que no se le pueden pedir peras al olmo, pero, al menos, no me cansaré de exigir a la señora San Gil ¡un poquito de por favor...! A quién pretende tomar el pelo la candidata del Partido Popular.

Afirmar que por reclamar la ikurriña como bandera de todos, el euskera como idioma de los vascos y el vasquismo como sentimiento integrador contrapuesto al nacionalismo, por definición excluyente, el PSE-EE ha dado un giro hacia el nacionalismo, es afirmar que el PP aún no ha comprendido nada. ¿No eran ellos los que reclamaban, también, que el lehendakari les dejara ser vascos como ellos quisieran? Entonces, qué hacen ahora diciendo a los socialistas cómo se puede y cómo no se puede ser vasco. Qué hace la señora San Gil ocupando el espacio electoral del PNV-EA, dando clases particulares de vasquidad a quienes llevan en esta tierra mucho más tiempo que su partido, de hecho, mucho más tiempo que cualquier otro partido.

Queda claro algo que ya se vio en la primera legislatura de Aznar, cuando los ahora irreconciliables PP y PNV sellaron el acuerdo que permitió la estabilidad parlamentaria de quien luego fue señalado, desde Sabin etxea, como enemigo público número uno. Aquellos dos partidos hermanos tienen mucho que ver. De una parte, su derechismo y, de otra, su nacionalismo, les lleva a autodeterminarse como únicos poseedores de la verdad absoluta y, por tanto, únicos depositarios legítimos del poder.

¡Pues no! ¡Que se enteren de una vez! Euskadi es una sociedad plural, en la que convivimos hombres y mujeres con diferentes sensibilidades, dispares ideologías y específicos problemas que no requieren de ninguna uniformización, sino de todo lo contrario. Siento rebatir a Hamlet, pero la cuestión no es ser o no ser (vasco o español), sino, como el lema socialista reza esta campaña: Vivir juntos. Vivir en paz.

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