El anuncio de ETA por el que declara el abandono de la lucha armada, aún siendo importante, quizá se ha magnificado más por necesidades políticas y por auténtica necesidad que así sea, que realmente por los gestos consecuentes de la banda terrorista, que sigue sin entregar las armas.
Además, tal tipo de declaración no es la primera vez que la hace, para luego resurgir cual “ave fénix” y retornar a la senda del mal, de la violencia y el chantaje criminal, que es lo que ha venido haciendo a lo largo de casi un lustro de su existencia.
Larga es la lista de víctimas que sus criminales acciones han dejado, grave el daño moral infligido a este País, y no menos cuantioso el costo material que la sociedad española ha tenido que soportar de todas sus acciones, e incluso de las ingentes y costosas medidas preventivas.
Por consiguiente, si realmente es el fin de tanta barbarie, bienvenido sea el anuncio de paz. Aunque no hay que ser ingenuo, a estas alturas, pues aunque la situación de los efectivos operativos de ETA se hayan mermado –fruto de la acción policial, y de la cooperación internacional, especialmente del Gobierno de Francia-, no están plenamente desactivados. Ni voluntariamente se han desarmado. Luego pueden reiniciar las acciones terroristas cuando deseen. ¡No hay garantías que no vaya a ser así..!.
Pero por otra parte, hemos de considerar que para acabar con un fenómeno terrorista, se le vence o se pacta la rendición. La victoria la hemos acariciado varias veces, pero sin embargo –por unas u otras razones- no se pudo alcanzar; amen que tiene un apoyo social en la población vasca, que no siendo determinante, se mezcla con las “calculadas simpatías” del sector nacionalista vasco que dificulta mucho una auténtica acción de victoria por métodos estrictamente policiales.
Más bien, han sido los éxitos policiales, junto con la colaboración internacional, la persistencia en la política antiterrorista, y la paciencia la que ha ido menoscabando los efectivos y la operatividad de la banda terrorista; lo cual, junto al sucesivo apresamiento de comandos, y dificultades logísticas han ido distanciando afortunadamente las acciones terroristas. Todo lo cual, ha ido trayendo a la realidad a los sectores abertzales de la sociedad vasca, y en especial a los presos etarras, que han experimentado la funesta realidad carcelaria, que con los años alejaba aquellos objetivos de juventud y dejaba vaciaba de sentido su propia actividad. De ahí que haya habido un incremento apostático entre los presos, en busca de una pretendida reinserción, especialmente cuando hay quien representa políticamente sus demandas de nacionalismo vasco socialista e independentista, que ya ha encontrado su acomodo en las Instituciones vascas.
Así las cosas, parece lógica la actitud del Gobierno de España, en el sentido de hacerse eco de esa nueva disposición de importantes sectores de los presos, y del entorno de ETA, a renunciar a la lucha armada, y centrarse en la acción política. Pues no en vano, ese es el campo en el que se puede y deben defender las ideas políticas, en función del apoyo social que tengan. Nunca con las armas, subvirtiendo las Instituciones y su representatividad democrática.
Por consiguiente, al cabo de tanto tiempo, si verdaderamente es auténtica la disposición de ETA de renunciar a la lucha armada, hemos de felicitarnos todos los ciudadanos españoles por tal disposición, y porque se hayan convencido, aunque sea por mero pragmatismo, que su lucha debe ser política y nunca armada. Ahora lo que falta, para hacerlo efectivo, es la entrega inmediata de las armas, de forma incondicional.
Aunque este último hecho, posiblemente esté pendiente de verificar detalles que – quizá sean, o hayan sido, objeto de negociación- y estén en el marco de un acuerdo con el Estado; para lo cual, todo acuerdo ha de tener concesiones, que podrían ir en forma de medidas de acercamiento de presos al País Vasco, y de medidas de gracia con el adecuado tratamiento constitucional y consenso político en estas, que evite cualquier tipo de desconsideración de las víctimas, a las que hay que tener en cuenta en todo momento con el mayor respeto, aunque en este tema todas las partes han de ser extremadamente delicadas y generosas para que se pueda cerrar una vieja herida de forma aséptica y definitiva.
Como cuestión de Estado que es, hay que reconocer el tratamiento atinado y prudente que le han dado tanto el Gobierno como el líder de la oposición, abiertos serenamente a la esperanza de poder cerrar un severo conflicto político social que tanto daño ha ocasionado a este País.
Y por último, decir que en este planteamiento, ha sobrado “la liturgia” de mediación –que como si fuera un conflicto internacional- se ha dado por parte de los pro-hombres que participaron en ella, dada cuenta que en modo alguno tiene –ni ha tenido nunca- naturaleza de conflicto internacional, sino meramente interno de España. Pues faltando a la realidad, de partida ya se incardina el asunto en un proceso inadecuado, del que se pueden sacar improcedentes consecuencias, que lejos de arreglar, agraven la situación, ya que es tanto como asumir de partida las tesis abertzales, y en consecuencia se falta en la mediación a la imparcialidad y equidistancia que debe todo mediador a las partes en conflicto.
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