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Es lo suyo. Ahora, a dimitir por torpe y todos tan contentos

Querella al canto

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Más vale tarde que nunca. Según informa el Ministerio de Fomento José Blanco ha iniciado hoy (por el jueves) acciones penales por las informaciones que le relacionan con la "Operación Campeón" solicitando al juzgado de instrucción número 3 de Lugo el testimonio de la declaración del empresario Jorge Dorribo para querellarse contra él. Fabuloso. Eso es lo suyo cuando te dicen ladrón a la cara. Ha tardado un poco en reaccionar don José, pero lo importante es que lo ha hecho. A partir de ahora, que la justicia marque el ritmo del baile.

Pero verán, a mí, como soy así de delicado, no me basta con esto. Insisto en lo surrealista del caso. ¿Reunirse con un empresario pedigüeño, recomendado por el primo, y en una estación de servicio? Es una coña marinera. Si para que te reciba un concejal tienes que pedir cita a varios meses vista y rogar al Altísimo que te conceda esa fortuna, me imagino que, tratándose de todo un ministro, con suerte te la confirman cuando estás entrando en el horno crematorio. Es tan bananero el suceso que bien merece tres noches en La Noria. O cuatro. Me imagino el encuentro y mi mente enferma lo confunde con aquellas cacerías en las que se hablaba de lo mío y de lo tuyo, que había para todos. Y me resisto a ello, quiero creer que Pepinho Blanco es un hombre honrado, una víctima inocente de una conjura judeo-masónica, con el Gran Maestre Pedro Jota dirigiendo la misma. Ja.

Menos mal que ahí ha estado Elena Valenciano presta y dispuesta a aclarar las cosas. El coche oficial, la escolta y la unidad de la Guardia Civil pasaban por allí, y, a instancias del primo Manuel, el ministro detuvo la comitiva para charlar un rato con un señor que quería plantearle una cuestión privada. No hay nada misterioso en ello. Tenían que verse igual después para atacarle a un cocido. Así que nada, se queda antes, se ventila el asunto y arreglado. Y lo mismo da que sea en una gasolinera, en una cafetería o en la entrada del restaurante. Parece ser que cualquier sitio es bueno menos un despacho.

Doña Elena ha sosegado mi espíritu. Hoy no necesito pastillitas de colores para dormir. Por fin este pobre tonto entiende cómo hemos llegado a donde estamos. Confundiendo lo privado con lo oficial, actuando sin pensar, a salto de mata, aquí te pillo, aquí te mato, deformando la política hasta transformarla en el monstruo devorador que es. Las cosas, de cualquier forma, que lo mismo da, mientras me permitan disfrutar de homenajes y comidas.

José Blanco debe dimitir. Y no porque haya entrado o no en el juego de la corrupción, no. Eso ya se verá. Debe hacerlo porque se ha equivocado lamentablemente en la forma, provocando la sospecha sobre él. Es un ministro, y su obligación está también en la apariencia. Sólo por eso, por seriedad y por respeto a lo que representa. Y no es poco.

Querella al canto

Es lo suyo. Ahora, a dimitir por torpe y todos tan contentos
Tomás Salinas
viernes, 7 de octubre de 2011, 07:14 h (CET)
Más vale tarde que nunca. Según informa el Ministerio de Fomento José Blanco ha iniciado hoy (por el jueves) acciones penales por las informaciones que le relacionan con la "Operación Campeón" solicitando al juzgado de instrucción número 3 de Lugo el testimonio de la declaración del empresario Jorge Dorribo para querellarse contra él. Fabuloso. Eso es lo suyo cuando te dicen ladrón a la cara. Ha tardado un poco en reaccionar don José, pero lo importante es que lo ha hecho. A partir de ahora, que la justicia marque el ritmo del baile.

Pero verán, a mí, como soy así de delicado, no me basta con esto. Insisto en lo surrealista del caso. ¿Reunirse con un empresario pedigüeño, recomendado por el primo, y en una estación de servicio? Es una coña marinera. Si para que te reciba un concejal tienes que pedir cita a varios meses vista y rogar al Altísimo que te conceda esa fortuna, me imagino que, tratándose de todo un ministro, con suerte te la confirman cuando estás entrando en el horno crematorio. Es tan bananero el suceso que bien merece tres noches en La Noria. O cuatro. Me imagino el encuentro y mi mente enferma lo confunde con aquellas cacerías en las que se hablaba de lo mío y de lo tuyo, que había para todos. Y me resisto a ello, quiero creer que Pepinho Blanco es un hombre honrado, una víctima inocente de una conjura judeo-masónica, con el Gran Maestre Pedro Jota dirigiendo la misma. Ja.

Menos mal que ahí ha estado Elena Valenciano presta y dispuesta a aclarar las cosas. El coche oficial, la escolta y la unidad de la Guardia Civil pasaban por allí, y, a instancias del primo Manuel, el ministro detuvo la comitiva para charlar un rato con un señor que quería plantearle una cuestión privada. No hay nada misterioso en ello. Tenían que verse igual después para atacarle a un cocido. Así que nada, se queda antes, se ventila el asunto y arreglado. Y lo mismo da que sea en una gasolinera, en una cafetería o en la entrada del restaurante. Parece ser que cualquier sitio es bueno menos un despacho.

Doña Elena ha sosegado mi espíritu. Hoy no necesito pastillitas de colores para dormir. Por fin este pobre tonto entiende cómo hemos llegado a donde estamos. Confundiendo lo privado con lo oficial, actuando sin pensar, a salto de mata, aquí te pillo, aquí te mato, deformando la política hasta transformarla en el monstruo devorador que es. Las cosas, de cualquier forma, que lo mismo da, mientras me permitan disfrutar de homenajes y comidas.

José Blanco debe dimitir. Y no porque haya entrado o no en el juego de la corrupción, no. Eso ya se verá. Debe hacerlo porque se ha equivocado lamentablemente en la forma, provocando la sospecha sobre él. Es un ministro, y su obligación está también en la apariencia. Sólo por eso, por seriedad y por respeto a lo que representa. Y no es poco.

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