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El Océano Estigio

Más de 140000 Tn de residuos radiactivos han sido vertidos en la Fosa del Atlántico
Ángel Ruiz Cediel
viernes, 29 de abril de 2011, 22:00 h (CET)
A menos de 700 km de Galicia, en la Costa de la Muerte, han sido vertidas por las potencias occidentales más de 140000 Tn de basura altamente radiactiva. Esto, como es natural, son cifras oficiales desde el inicio de los ochenta hasta primeros del presente año, lo que significa que nadie sabe en realidad cuánto y qué se ha vertido, ni por quién, ni con qué peligrosidad ni nada que se le parezca, puesto todo cuanto rodea a la basura radiactiva es llevado con un discreción que linda con el secreto de Estado, si es que no está rodeado de tal cantidad de mentiras que es imposible conocer la verdad.

Esta misma semana, sin ir más lejos, otras diez mil toneladas más fueron arrojadas en el mismo lugar, en un maniobra que sólo ha sido conocida públicamente de forma muy marginal y por unos cuantos, y sobre la que nuestro propio Gobierno, y por supuesto Sanidad y todos esos ministerios que se preocupan tanto de nuestra salud cuando fumamos o cuando podemos correr el riesgo de infectarnos con los bichitos imaginarios de esas pandemias que no existen pero en las que se gastan inmorales millonadas que benefician a algunos pillos, no ha dicho ni pío. El cómplice silencio de nuestras autoridades da qué pensar sobre si están actuando de alguna manera contra ello o acerca de si están recibiendo algo a cambio, aunque es previsible que sí, habida cuenta de que al otrora antinuclear Zapatero, hoy fanático nuclearista de pro por iluminación multinacional, no se le cae la cara de vergüenza al permitir esta barbarie contra la flora y fauna marinas, que es decir contra la humanidad, toda vez que nos alimentamos de esas especies que se pescan en el océano y las cuales tienen ya contenidos radiactivos de tal magnitud que no es extraño que media humanidad, en menos tiempo de lo que nos imaginamos, contraigamos un cáncer no porque fumemos, sino porque comamos pescado. Tasas de radiactividad que son acumulativas en el organismo, haciendo inútil el que ciertas autoridades desinformen diciendo que tal o cual tasa radiactiva en un año puede ser inocua, pues que eso sólo sería válido, y ya lo dudo, si nunca más comiéramos pescado.

La Costa de la Muerte está cobrando en la actualidad una precisión toponímica que ni pintiparada. Más aún: se le debería llamar al Atlántico el Océano Estigio, porque con esta barbarie de las multinacionales de la muerte radiactiva han convertido sus aguas en venenosas. Se engañan quienes piensan que al estar los residuos encapsulados en bidones de hormigón quedan confinados en un medio inerte, pues que las mismas cordilleras submarinas han sido erosionadas hasta su práctica desaparición por las corrientes marinas y un simple bidón no es ni con mucho una cordillera. Por otra parte, cualquier hombre de mar sabe que la Costa de la Muerte es una zona del Atlántico donde chocan, debido a la orografía submarina, las corrientes oceánicas más violentas, provocando que estallen en superficie las tormentas más espectaculares. Las corrientes, en el fondo, empujan contra las paredes graníticas a los barriles con la basura radiactiva, produciendo que no sólo sean erosionados por el constante y violento vaivén, sino destrozándolos por completo y favoreciendo que sus cargas letales liberadas sean reunidas en algunos puntos concretos del fondo, multiplicando así su poder destructor.

Si se le pregunta a cualquier marinero de la zona con la edad suficiente, nos dirá sin dudarlo que la pesca es cada día más escasa, especialmente desde los 80 hacia acá, fechas más o menos en que comenzaron a arrojarse los desechos radiactivos procedentes de las centrales atómicas, hospitales y centros de investigación europeos. Los mismos oceanógrafos están sorprendidos de que, a pesar de las continuadas restricciones de pesca en los caladeros próximos de algunas variedades (hasta un 93%), como la anchoa del Cantábrico o la bacaladilla, la población sigue sin recuperarse; ítem más, la biomasa disminuye alarmantemente al mismo tiempo que aparecen especies atípicas o malformaciones en las naturales.

En Europa en general, y en España muy en particular, los límites admisibles de radiactividad caen de parte de Industria, de modo que no son especialistas sanitarios los que determinan la cantidad de radiactividad asumible por el organismo sin producir daños, sino técnicos vinculados a las mismas industrias contaminantes. Y, por su fuera poco alarmante esto, desde 2006 se ha multiplicado por tres ese límite en un porque sí, de modo que en España asumimos como comercializables productos que tienen niveles de radiación intolerables para países como Gran Bretaña, donde productos que son desechados allí por nocivos, en España llegan a las mesas como si tal cosa, tal y como sucede con la leche o el pescado, por ejemplo.

Dicen algunos expertos que la radiactividad acumulada en la Fosa del Atlántico frente a la Costa de la Muerte supera el millón de curios. Una cifra que es posible que no le diga nada a un lego, pero que sí lo hará si por comparación añadimos que la radiactividad liberada en Chernóbil fue de 130000 curios; es decir, que el mayor accidente nuclear de la Historia (ya veremos si Fukushima lo supera), es casi 8 veces menos peligroso que la Fosa del Atlántico, y, sin embargo, se siguen arrojando residuos nucleares salvajemente y, lo que es peor todavía, se sigue pescando y llegando ese pescado a las mesas. Si eso no es el Océano Estigio, desde luego se le parece mucho.

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