Suena de fondo la canción de Mogwai mientras me dispongo a ver un vídeo sobre el rodaje del capítulo piloto de la serie de ‘Wonder Woman’. Han cambiado su vestuario y no me sorprende. Reviso los motivos que da el productor y compruebo que estoy en lo cierto. Los ‘freaks’ pusieron el grito en el cielo al ver que el traje de la superheroína no se correspondía con las expectativas generadas: pantalones de cuero azul barato y botas de tacón del mismo color, ¡cuánta desidia! Por un momento me acuerdo de los diseñadores de moda de la pasarela Cibeles y esbozo una sonrisa. Deberían saber que con esta gente no se juega. Subo el volumen de la canción y vuelvo con a echar una ojeada a las series. ‘Fringe’.

Empiezo a pensar en las series en activo que me parecen más interesantes y eso me lleva a J.J. Abrams, Alex Kurzman y Roberto Orci, los creadores de ‘Fringe’, de la que se acaba de anunciar que tendrá una cuarta temporada (al igual que ‘Mad Men’ una quinta). No puedo engañarme a mí mismo diciéndome que ver a Pacey y a Denethor II en una serie que puede definirse como una mezcla entre ‘Expediente X’ y ‘House’ (tensión sexual inclusive), recordemos que vivimos en la época donde todo evento sobrenatural tiene que tener una explicación científica (si no lo creen, compruébenlo), además de utilizar recursos audiovisuales ya vistos en Lost (pretendiendo hacer de la repetición excesiva de los mismos una seña de identidad). Pese a lo que pueda parecer, creo que es entretenida.

La serie va cobrando más fuerza a medida que van pasando los episodios, algo que es de agradecer. Sobre todo después de decepciones de la talla de ‘Dexter’ y ‘Héroes’. No obstante, demasiadas cosas son forzadas. No puedo evitar escuchar un chirrido en mi mente, encoger mí cuerpo y cerrar los ojos con un gesto de disgusto cuando compruebo una y otra vez la cantidad de cosas que son inverosímiles dentro de un formato que pretende serlo. Al menos, siguen teniendo más calidad que nuestro producto nacional.

Últimamente son los ingleses los que habían copiado nuestro formato de teleserie. En cuanto a la duración, claro está. Noventa minutos, lo que en España se convierte en un ‘tostón’ en Gran Bretaña ha funcionado perfectamente en series como ‘Red Riding’ o ‘Sherlock’. ¿La razón? Ellos no hacen capítulos como churros ni series como ‘Los Serrano’, de la que por cierto, han vendido los derechos a Italia. ¿A qué país si no? Vuelvo a esbozar una sonrisa. Parece que han recuperado el 30% de la inversión. Menos mal que siempre nos queda… Italia, el país de la diversión y el alboroto. Donde todo es posible, miren los artículos de prensa internacional. Convénzase Sr. Abrams, si quiere rodar una serie o una película de ciencia ficción, hágalo en Italia y resolverá de un plumazo los problemas de verosimilitud. Hago un pequeño paréntesis y me doy cuenta que nosotros no le andamos muy a la zaga. Abro mi reproductor de música y establezco que la canción se repita ilimitadamente.

Reviso la cartelera de estrenos de la semana y me sale un bostezo no premeditado. Vaya, ¿otra película con Javier Cámara y Gonzalo de Castro? El título (‘¿Para qué sirve un oso?’) me recuerda a un video interactivo de Youtube. Lo inserto en el artículo. La interactividad y lo transmedial son más un presente que un futuro, señora Ministra de Cultura. Destinar tres millones de euros a la digitalización de las salas de cine no me parece un gasto excesivo en plena época de recortes presupuestarios, no se preocupe. Duerma tranquila. No obstante, esta es la única idea que ha promovido con vistas a un futuro… cercano, eso sí. Puesto que no olvidemos que está favoreciendo la exhibición y distribución de antaño, no la que hoy en día se requiere. Tome nota, en Estados Unidos ya están tomando medidas al respecto. ¿Estoy hablando mentalmente con Ángeles González-Sinde? Creo que ya me he cansado de ésta canción por hoy.